Un manual exhaustivo de jardinería, podría llevar tantas páginas que sería imposible alojarlo en este pequeño espacio de la web, por eso aquí veremos solamente unas ideas generales sobre el cuidado de las plantas, centrándonos en el cultivo de plantas en maceta y más concretamente de especies que puedan ser adaptadas con el fin de obtener bonsai.

Cada planta, cada especie, es diferente a las demás, pero todas ellas tienen algo en común, y es que pueden ser cultivadas con mayor o menor dificultad, dependiendo de los factores que la rodean.

Luz, temperatura, humedad, tipo y profundidad de la tierra, etc., son factores que actúan directamente en el desarrollo de las plantas, y el control de estos factores o la adaptación de la planta a ellos es el problema que trataremos de resolver en estas páginas de jardinería.

El Clima

El conjunto de fenómenos atmosféricos que ocurren en una determinada zona a lo largo del tiempo, junto con la composición de la tierra, crean la biodiversidad natural de esa zona. Las temperaturas, la humedad, las precipitaciones, el viento, etc. hacen que, de forma natural, se seleccionen las plantas capacitadas para sobrevivir desapareciendo el resto de las plantas. A nivel general y natural, esto es correcto, pero ¿quiere decir esto que en un clima desértico, por ejemplo, sólo podríamos plantar cactus?; sería como decir que en Australia sólo pueden crecer eucaliptos. Conocer el clima de la zona en que estamos situados es imprescindible para el cultivo de las plantas, pero no para asumirlo como algo inevitable, sino para aportar a las plantas que deseemos cultivar aquellos elementos que le faltan.

Para empezar, lo más sencillo es buscar las especies que crecen a nuestro alrededor, ya que si han sobrevivido de forma natural, utilizando el mismo tipo de tierra y teniendo el mismo clima, se estarán desarrollando en sus condiciones idóneas y además será más fácil encontrar información sobre sus formas de reproducción, épocas de cultivo, etc.

Ahora bien, si lo que queremos es cultivar una determinada especie y además ésta necesita unas condiciones completamente diferentes a las que le podemos ofrecer de forma natural no nos queda más remedio que modificar el clima, es decir, crear un microclima para esa planta determinada. Esto es, a veces, tan sencillo como meter las plantas dentro de casa si necesitan calor en invierno o crear una zona de sombra y pulverizar con agua de vez en cuando si hace mucho sol y calor y las plantas no lo soportan, lo que nos lleva a pensar que lo importante es conocer lo más precisamente posible las necesidades de cada planta.

Para que os riáis un poco de mí, os contaré que me trasladé de casa hace cuatro años y, aunque sólo me desplacé unos 500 metros,  pasé de tener una terraza con orientación Oeste a otra con orientación Este. Las plantas que antes colocaba en la zona que recogía el máximo sol de la tarde, ahora se me achicharraban al sol de la mañana; antes, la pared de la casa me creaba una zona de sombra natural, ahora no tenía forma de dar sombra a las plantas. Al principio fue un caos total, había cambiado de clima drásticamente y con el jaleo del traslado tampoco podía dedicarme demasiado a las plantas. Poco a poco, utilizando las plantas más resistentes para dar sombra a las menos, con alguna sombrilla, pulverizando con agua más frecuentemente y, al final, poniendo un toldo para poder cubrir toda la terraza los días de mucho sol, fui salvando la situación.

Cuando viajo a zonas de climas suaves, al principio, pienso que debe ser un placer cultivar las plantas donde casi se cuidan solas, pero la verdad es que es más fácil dominar los climas drásticos que los suaves; por ejemplo, en un clima desértico, lo único que hace falta es crear sombra y humedad para las plantas que lo necesiten, mientras que un ambiente tropical (húmedo y cálido) ¿cómo lo secamos o enfriamos?.

De todas formas, repito, aunque es importante conocer el clima, es más importante conocer las plantas (o su procedencia) de tal forma que, por regla general, las plantas que proceden de climas tropicales, necesitan bastante humedad ambiental, calor pero no excesivo sol, y no soportan las heladas ni cambios bruscos de las temperaturas. Las de climas continentales, al contrario, necesitan mucha luz y soportan tanto el calor como el frío, así como grandes variaciones en las temperaturas. Las de clima mediterráneo suelen necesitar luz, calor y humedad en la tierra, pero se resienten ante temperaturas inferiores a los –5º C. Y las de climas desérticos soportan el calor, la falta de humedad y cambios bruscos de temperaturas entre el día y la noche, pero no suelen soportar las heladas.

Aunque es una regla muy general, sabiendo la zona originaria de una planta, es posible crear el microclima adecuado para que, al menos, sobreviva.

Las estaciones

Las estaciones marcan los ciclos biológicos de las plantas y, por lo tanto, nuestras actividades de jardinería sirviendo como regla común lo siguiente:

Principio de primavera: Comienza la actividad de las plantas de hoja caduca apareciendo las yemas que producirán las nuevas ramas y hojas. Es buen momento para la plantación de las semillas que no requieran estratificación y de esquejes de especies de hoja caduca. Abonar las plantas, repitiendo la operación cada 20 días aproximadamente con un abono rico en nitrógeno.

Primavera: Es el momento de trasplantar las plantas que lo necesiten, sacar al exterior aquellas que hayan permanecido en invernadero (teniendo cuidado si pueden presentarse heladas tardías, dependiendo de los climas) y comenzar los tratamientos de prevención contra insectos y demás parásitos en plantas cuyas yemas se hayan abierto. Si los acodos aéreos realizados el año anterior tienen suficientes raíces, deben ser separados de la planta madre. También se puede quitar el alambre de los bonsai que ya no lo necesiten.

Principio de verano: Es el momento de más trabajo, pero también el más agradecido para la jardinería. Habrán brotado las semillas y esquejes plantados. Hay que desfoliar y alambrar aquellos árboles caducifolios que lo precisen, pinzar las coníferas para mantener su forma, vigilar los ataques de parásitos y observar el crecimiento de las plantas.

Verano: Atención especial al riego, pues el calor hace que las plantas se sequen más rápidamente. Convendrá pulverizar con agua varias veces al día, pero nunca cuando le dé el sol directamente en las hojas. Hacia finales del verano, conviene cambiar el tipo de abono a uno más rico en fósforo lo que ayudará a madurar los frutos y a reforzar el sistema de raíces.

Principio de otoño: Se reducen al mínimo abonado y riego coincidiendo con la disminución de las temperaturas y el aumento de la humedad ambiental. Tener cuidado con las especies alambradas, pues en esta época algunas plantas (sobre todo las coníferas) tienen tendencia a engrosar tronco y ramas.

Otoño: Los árboles caducifolios empiezan a perder sus hojas y a prepararse para el invierno. Es el momento de recoger semillas en el campo, preparar acodos aéreos, plantar esquejes de plantas de hoja perenne, alambrar las coníferas y preparar las zonas de hibernación de las plantas que lo necesiten.

Principio de invierno: El momento más relajado, en el que se pueden plantar las semillas que requieren estratificación. Abonar las plantas con polvo de huesos que es un alimento de acción lenta que empezará a dejar ir sus nutrientes la próxima primavera. Recoger, donde sea necesario,  aquellas plantas que no aguanten  las heladas y realizar un mantenimiento rutinario de las plantas, regando cuando sea necesario.

Invierno: Comprobación y mantenimiento rutinario de las plantas, asegurándose de que las especies de hoja perenne reciben luz suficiente ya que de lo contrario las hojas palidecerían.

 La luz

El aporte de luz es necesario para el desarrollo de todas las plantas, pero, como en el resto de los casos, cada planta tiene sus propias necesidades, yendo desde las que necesitan estar en zonas oscuras hasta las que precisan la acción directa del sol sobre sus hojas. De todas formas, y esta es una norma general en la jardinería, es mejor pecar por defecto que por exceso, ya que el sol directo sobre una planta que no lo necesita puede quemar las hojas llegando incluso a matarla, mientras que si hay falta de luz, la planta simplemente genera tallos larguiruchos con mucha distancia entre las hojas, siendo éste un síntoma fácilmente visible.

Al final de esta introducción se verán las necesidades de cada planta según el tipo de sus hojas, que, como norma general, puede ayudarnos bastante a la hora de elegir las plantas a cultivar o crear el medio adecuado para las que tenemos.

El sustrato

Aunque en la mayoría de los libros se recomienda el compost comprado por estar libre de semillas de malas hierbas, lo normal es utilizar la tierra que podamos conseguir cerca de donde vivimos mezclándola con diferentes compuestos para conseguir los resultados necesitados.

Los materiales que suelen componer la tierra son arcilla, turba, arena y humus, y, como siempre, dependiendo de las especies que queramos cultivar, tendremos que utilizar las proporciones adecuadas de cada uno de estos materiales. Por ejemplo, la arcilla ayuda a mantener la humedad del sustrato, la turba le da acidez a la tierra, la arena proporciona un mejor drenaje a las plantas y el humus hace que el sustrato sea más esponjoso y rico en materias orgánicas que, al descomponerse, le dan acidez.

La humedad del suelo

El agua es el elemento que aporta a las raíces los nutrientes y el oxígeno y, por lo tanto, necesaria para que las plantas se mantengan vivas, pero un suelo continuamente encharcado ocasiona, en la mayoría de los casos, la podredumbre de las raíces provocando la muerte de la planta. Sin embargo, la escasez de agua, excepto en las coníferas, suele provocar la flacidez de las hojas, que es un síntoma fácilmente corregible.

Si el sustrato se ha secado mucho, es posible que al regar las plantas, el agua pase a través de la tierra sin humedecerla, en cuyo caso habrá que sumergir las macetas en un recipiente hasta que la tierra absorba el agua y deje de hacer burbujas en la superficie.

Hay algunas plantas (azaleas, cítricos, camelias, ...) que son especialmente sensibles al agua dura, es decir, al agua con cal por lo que, si éste es el caso, habrá que ablandar el agua. Esto puede hacerse utilizando posos de café, turba, u otros componentes que le den acidez al agua.

Necesidades de las plantas según sus hojas

En las hojas tienen lugar procesos metabólicos como la fotosíntesis y la respiración. La gran variedad de estructuras foliares indica una gran adaptación al medio ambiente y nos revelan muchas de las necesidades de una planta.

Las hojas plateadas, verdiazules o verdigrises denotan una garantía de protección contra la luz. Esas plantas soportan mucho sol. Ejemplos: cuernecillo, espliego, olivo, senecio, jara.
Las hojas delicadas y ricas en agua son típicas de las plantas de bosque. Esas plantas necesitan luz filtrada. Ejemplos: alegría de la casa, fucsia, begonia bulbosa.
Las hojas ásperas tienen el haz con protección contra la evaporación. Estas plantas soportan los ambientes secos. Por ejemplo: Citrus, laurel, árbol de cera.
Las hojas variegadas en verde y blanco o verde y amarillo presentan superficies con poca clorofila. Colocar estas plantas siempre en sitios más claros (no soleados). Ejemplos: hiedra, malvavisco, arce de flor, evónimo del Japón.
Las hojas grandes y suaves carecen de superficies protegidas contra la evaporación. Estas plantas necesitan mucha agua. Ejemplo: plátano, datura.
Las hojas pequeñas indican reducida transpiración. Estas plantas soportan mucho sol y mucho calor, pero no los estancamientos de agua. Ejemplos: cuernecillo, felicia, mirto, mirto de Australia, romero.
Las hojas carnosas (suculentas) son reservantes de agua. Estas plantas resisten sin dificultad los períodos de sequía. Ejemplos: ágave, mesembriantemo, verdolaga.