Hay muchas formas de obtener las plantas que vamos a preparar como bonsai, pero antes de hacerlo, conviene saber qué tipo de plantas queremos o necesitamos. Para iniciarse en el cultivo y preparación de bonsai, lo mejor es utilizar plantas que no necesiten atenciones muy especiales, de crecimiento rápido y resistentes a nuestro clima en particular. Independientemente de la forma de obtención, es importante conocer la especie que vamos a cultivar, saber si es o no adecuada para bonsai y, sobre todo, comprobar que podemos cubrir todas sus necesidades, aunque también es bueno, a veces, aprender de los propios errores. En mi caso, tuve una época en que plantaba cualquier semilla o esqueje que caía en mis manos y llegó un momento en que me encontré con que tenía 10 almendros de 7 años con dos ramas cada uno y un grosor de tronco de 1 cm. aproximadamente, es decir, árboles que llevaba cuidando 7 años que parecían recién nacidos. Entonces decidí talar 6 de ellos y dejar el resto para ver si con más espacio y mejores atenciones crecían mejor. Hace poco busqué documentación sobre almendros (no lo había hecho, porque es un árbol que siempre he visto a mí alrededor) y mi gran sorpresa fue que no venía catalogado en ningún libro sobre bonsai, sin embargo, en libros de árboles en general comentan que es una especie muy adecuada para tierras pobres pero con mucha profundidad. Este es un ejemplo de lo que no se debe hacer, ya que en este momento me encuentro con que tengo cuatro árboles a los que he cogido cariño que, teóricamente, nunca valdrán para bonsai, que no les estoy haciendo ningún favor cultivándolos en maceta y que, por supuesto, no puedo trasplantarlos a bandeja de bonsai porque los mataría. Casi todas las especies pueden ser entrenadas para el cultivo de bonsai, exceptuando las palmeras que, dada su fisiología, sólo permiten el mantenimiento mediante la poda de raíces, pero es conveniente elegir plantas cuyas hojas sean pequeñas de forma natural ya que así se consigue desde el principio y sin demasiado esfuerzo un equilibrio entre el tamaño del árbol y el de la hoja. Como recomendación general para aquellos que estéis empezando, lo mejor es plantar alguna semilla o esqueje de los árboles que nos interesen o conozcamos bien y comprar algún arbolito en vivero que sea fácil de cuidar para ir practicando las técnicas de mantenimiento de bonsai. La plantación de semillas para obtener bonsai presenta numerosas dificultades como por ejemplo: semillas que no germinan, plantas que se mueren al poco tiempo de nacer, el tiempo que tardan en crecer y madurar con la consiguiente desesperación por nuestra parte, etc., pero es el método que más satisfacciones produce pues vemos el desarrollo de la planta desde su más tierna infancia y también es el método que mejor nos permite controlar su crecimiento y desarrollo. En primer lugar, quiero dejar claro que no existen semillas de Bonsai, aunque podáis encontrarlas en tiendas especializadas; en todo caso, puede haber semillas de variedades enanas de algunos árboles, como píceas, azaleas, granados, algunos chamaecíparis, etc. pero un bonsai no es simplemente un árbol enano o, dicho de otra forma, si dejásemos crecer un bonsai sin control, sería un árbol del tamaño de todos los de su especie y una semilla producida por un bonsai originará un árbol normal si no se entrena para ser bonsai. Estratificación: en la naturaleza, las semillas suelen pasar el invierno sobre el suelo cubiertas por la masa de hojas desprendida de los árboles, sufriendo las bajas temperaturas propias de la estación; esto hace que las cubiertas protectoras se vayan resquebrajando permitiendo que broten con las temperaturas más suaves de la primavera. Para simular este proceso natural podemos actuar de dos formas:
La propiedad fundamental del sustrato para la siembra de semillas debe ser el drenaje ya que la acumulación de agua hará que se pudran las semillas o los delicados tallos de las plantas recién germinadas. La mejor forma de obtener éxito en la plantación de semillas es utilizar un sustrato compuesto por dos partes en volumen de turba, dos de arena gruesa y una de tierra de jardín. Para la plantación, se pondrá, en primer lugar una base de sustrato con arena más gruesa que haga de drenaje de 1 cm. aproximadamente; sobre esta base se pondrá una capa del sustrato descrito antes de 5 cm. de grosor igualando y allanando su superficie; después se esparcen las semillas o se plantan individualmente cubriéndolas con otra capa de sustrato de grosor igual al doble de largo de las semillas, regando posteriormente sumergiendo durante unos minutos en un recipiente con agua sin que ésta cubra completamente el sustrato. Ahora sólo falta esperar a que germinen teniendo cuidado de que el sustrato nunca se seque del todo, pero sin encharcarlo. Cuando las plantas han producido su primer par de hojas verdaderas pueden ser trasplantadas a tiestos individuales aprovechando el momento para cortar la raíz principal que crece verticalmente dejando las raíces secundarias bien extendidas. Esquejes La mayoría de las plantas nos ofrece esta forma de multiplicación , exceptuando las coníferas, cuyos esquejes es muy difícil que arraiguen o, en caso de hacerlo, tienen muchas posibilidades de morir después; tampoco se pueden reproducir de esta manera el roble (Quercus), la haya (Fagus) y el abedul plateado (Betula).. La característica fundamental de los esquejes es que con ellos se obtienen clones genéticamente idénticos a la planta madre. Tenemos tres tipos de esquejes básicos: verdes, semileñosos y leñosos.
Hasta aquí, lo que teóricamente es correcto; por propia experiencia indicaré que los árboles de hoja caduca se reproducen mejor por esquejes terminales al principio de primavera (la mayoría de los libros recomiendan principios de verano, pero hay que tener en cuenta que estos libros están escritos en Alemania o Reino Unido, por lo que los climas son más fríos y húmedos) mientras que los de hoja perenne (olivo, laurel, romero, eleagno, ...) se reproducen mejor si se plantan en otoño, cuando la mayoría de las plantas entran en su estado de hibernación. Acodos El acodo aéreo consiste en realizar una incisión o un torniquete en la corteza del árbol, cubrir con musgo fresco y envolver en plástico hasta que arraigue, separándose después de la planta madre. Esto permite obtener plantas de mayores dimensiones desde un principio y es un método seguro de multiplicación para casi todas las especies, incluso aquellas que no pueden multiplicarse por esquejes. Las formas básicas de acodo aéreo son las que se describen a continuación:
Una vez realizado el acodo sólo queda cubrirlo con musgo húmedo de tipo sphagnum y envolverlo en una bolsa de plástico que mantenga esa humedad. Lo ideal sería que la bolsa fuera negra, pero esto no nos permitiría ver si se ha producido la aparición de raices, por lo que suele utilizarse un plástico transparente que se cubre con papel de aluminio. Compra Una forma de disminuir el tiempo de preparación de un bonsai es acudir a un vivero y comprar arbolitos ya crecidos. Esto además nos permite tener plantas que no crecen de forma natural en nuestra zona y practicar las técnicas de modelación de bonsai. Plantas de 3 o 4 años de edad, además de resultar baratas, pueden presentar las características de un buen bonsai, pero, antes de comprar hay que tener en cuenta dos cosas:
Recolección La manera más rápida de obtener un bonito bonsai es recoger en el campo un árbol que ya ha estructurado la naturaleza. Este método es muy apreciado por los coleccionistas de bonsai japoneses, recibiendo el nombre de yamadori. Aunque ya no es fácil encontrar árboles viejos y de pequeño tamaño que crezcan libres si pueden recolectarse árboles jóvenes de las proporciones adecuadas, lo que nos ayuda a comprobar sus condiciones de vida, tipo de sustrato, y otros datos que pueden sernos útiles para el cultivo del bonsai. De todas formas, antes de lanzarnos a desenterrar cualquier planta que veamos en el campo, hay que obtener los permisos necesarios para poder hacerlo, ya sea del dueño del terreno o de la institución correspondiente. |