Faisanes en el cielo con diamantes | ||||||||||||||||||||
Robert Altman recrea en Gosford Park los fines de semana de los años 30 en las casas de campo inglesas. Las costumbres de la época, regidas por un código de inflexible esplendor y explicadas con ironía por escritores como Nancy Mitford y Cecil Beaton en Vogue, propiciaban de modo inconsciente la erupción de un volcán | ||||||||||||||||||||
Hay expediciones arqueológicas que pasan meses de calor riguroso y extenuante en el desierto para buscar los restos de antiguas civilizaciones y averiguar cómo vivían los pueblos que nos precedieron en la trágica superficie de la Tierra. Después, la literatura y el cine convierten esos hallazgos en material para la imaginación y el entretenimiento. Quizá Gosford Park no sea el mejor film de Robert Altman, pero tiene el mérito arqueológico y antropológico de informarnos cómo pasaban los fines de semana en las casas de campo inglesas la alta sociedad de la época y sus servidores. Para satisfacer su curiosidad los espectadores, afortunadamente, no tienen que afrontar ningún incómodo desplazamiento ni tampoco ninguna ordalía climática. Les basta con comprar una entrada de cine y disfrutar del aire acondicionado. La acción de Gosford Park se desarrolla en los años 30, ese período dorado en que los pobres sólo aparecían en las novelas y en las películas anglosajonas como servidores encargados de proveer el cóctel, el té, o las flautas de champagne, ataviados con uniformes impecables que, al mismo tiempo, disimulaban y denunciaban su humilde condición. Algunas de las fuentes iconográficas y de los relatos que sirvieron de inspiración para la película de Altman se encuentran en los números de la revista Vogue de fines de los años 20 y la década del 30. Por ejemplo, un artículo no firmado de mayo de 1927 hace una afirmación decisiva: "Para conocer y entender Inglaterra, se debe conocer la vida de la casa de campo inglesa, porque los ingleses viven en el campo, no en la ciudad, y sus casas de campo son sus verdaderos hogares. Por más grandes y confortables que sean sus viviendas urbanas, en realidad no cuentan. Esa gente se traslada a la ciudad durante la temporada, por una semana o dos, o por todo el invierno, quizá de martes a viernes, y entonces regresa a Hampshire o Kent o Sussex, de donde procede, lugares a los que pertenece". Como puede apreciarse, comprender a Inglaterra en los rugientes años 20 significa comprender la manera de vivir de los afortunados propietarios de manors centenarios, de esas villas copiadas de los magníficos modelos de Palladio. Ellos eran Inglaterra. Sus "vasallos" no contaban y, en realidad, era casi así porque los pobres eran el reflejo invertido de ese mundo olímpico. |
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La
ficción de Godsford Park: selectos actores que leyeron a conciencia
a Evelyn Waugh y a Nancy Mitford
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Las vastas y lujosas construcciones campestres de las grandes familias conservaban en las galerías los retratos de los ancestros realizados por Van Dyck, Gainsborough o Reynolds. En las bibliotecas de esos palacios se atesoraban primeras ediciones que se remontaban a los siglos XVII y XVIII, cuando menos. El colmo del glamour de una mansión rural lo daba la visita de un monarca ocurrida tres o cuatro centurias antes. Por cierto, la habitación donde había dormido el soberano se mantenía tal como él la había ocupado en aquella gloriosa noche, así hubiera que retroceder medio milenio hasta aquella hora triunfal. También las historias de fantasmas o algún asesinato, fruto de una intriga política o de una pasión, contribuían a hacer más interesante el obligatorio tour de la maison con que el dueño de casa informaba de modo condescendiente y casi aburrido al huésped primerizo de la condición histórica de los muros que lo albergaban. Los cronistas de Vogue alertaban: "Lo más importante de un fin de semana en la campaña inglesa es la casa. La gente dice:'Vamos a pasar Pascuas en tal casa'. No dice: 'Vamos a pasar esos días con Lady Fulana o Lord Mengano'. En realidad, si uno oye hablar a la gente, podría llegar a pensar que los hombres y las mujeres sólo existen como meros apéndices de las propiedades campestres que poseen. Son más bien poseídos y manejados por sus casas que a la inversa". Para continuar leyendo la nota, por favor, haga clic aca o en la imagen |
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