Trajeron sus vacas
y ovejas
hasta
los verdes de Alcudia,
rumiando
en Sierra Morena.
Andalucía
y La Mancha
hermanan
sangre y nobleza,
que
los monjes caballeros,
monte
y Palacio en Calatrava,
gobernaron
pastos y guerra.
Ciudad
Real, tan Señora,
tomó
a la Virgen del Prado
ante
Dios, abogada defensora.
Infantes
de noble abolengo
de su casa aragonesa,
dieron
parte de su nombre
a
una noble Villanueva,
haciendo
solar muy digno
donde
hallar su sepultura
un
tal Quevedo y Villegas,
desterrado
por un Rey
molesto de
la ironía moralista
que don Francisco le hiciera.
Fue
Torre da Juan Abad
prisión,
señorío y sepultura
del
saber decir con justeza.
Espartero,
finalizando en Vergara
una
fraticida guerra:
don
Manuel Gutiérrez Mellado,
también
de cuna manchega,
restableciendo
una paz
con parecidas ideas.
De
mil pueblos, mil historias:
cincuenta
mil se escribieran,
La
Mancha, a la luz del sol,
don
Quijote y Sancho Panza,
(el
ensueño y la prudencia)
la
cuidan, viven en ella.
Antonio Pizarro Luna.