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   Como llegué a África
 


 



Josefina es una de las fundadoras de apmAfrica, la asociación que nació precisamente después de este viaje a África y de la experiencia de trabajar como voluntaria en Burkina Fasso.

Infinidad de veces , en los últimos años me había preguntado de qué están hechos los voluntarios. ¿Qué les impulsa a gastar los pocos días de sus vacaciones o parte de su vida en ir a un país lejano, privarse de todas las comodidades a las que estamos acostumbrados en el “primer mundo”, arriesgarse a contraer una enfermedad como la malaria, el tifus o la hepatitis?. “Tal vez debería probar”, me decía. Y siempre las excusas :

“¿Cómo se hace, por dónde se empieza?. Yo no soy médico ni maestra.. No puedo hacer nada allí, no puedo ayudar, tal vez si tuviera otro trabajo”.

Todos sabemos que cuando pedimos algo corremos el riesgo de que se nos conceda.

Y de repente llegó la invitación: agosto, Burkina Faso, clases de informática para profesores.
Allí estaba la oportunidad. Las excusas de antes no valían. ¿Qué hacer? .La mente comenzó a inventar nuevos miedos, el paludismo, las vacunas, qué poco tiempo para marchar, el dinero, Todo valía.
Pero el deseo de ayudar, aunque fuera sólo una vez, está fuertemente arraigado en mi corazón y al final venció a todos los miedos, a todas las dudas.
Y a los pocos días allí estábamos, cuatro cooperantes y un carmelita, dando botes por algo que dicen que es una de las carreteras principales y que conduce desde la capital del país Ouagadougou a Malí.
Según avanzábamos por el camino embarrado, iban quedando atrás las grandes preocupaciones que atormentan occidente, la hipoteca, el estrés el trabajo, los atascos...
La belleza de los paisajes humedos y verdes, debido a la época de lluvias, me provoco una calma que no me abandonaría en todo el tiempo que duró mi estancia allí.
Y así fue, desde el principio, que África se coló en mi corazón.

Las clases fueron una delicia, mis alumnos y yo disfrutábamos de la mutua compañía y compartíamos las diferencias de nuestras culturas entre las bromas y las risas que les provocaba mi horrible forma de hablar francés.
La realidad de ese país, uno de los mas pobres del mundo, la íbamos descubriendo poco a poco, en nuestras conversaciones con la gente, en las visitas al orfanato vecino, en nuestras charlas nocturnas con los carmelitas que nos acogieron. La pobreza extrema, el hambre, el sida, la dificultad para recibir educación, la malaria, la falta de infraestructuras, la marginación de la mujer iban, gota a gota, calando en nuestro corazón.
Y cuando regresamos ya sabíamos que nunca mas podríamos vivir de espaldas a estos niños de ojos tristes y vientres hinchados por el hambre y los parásitos ni podríamos olvidar a las mujeres que trabajan de sol a sol con el niño atado a la espalda, ni a las niñas que enferman de sida cada vez mas jóvenes.
Así, a los pocos meses de nuestro regreso, nació ApmAfrica. Sólo para poner un granito de alegría y esperanza en el futuro en la vida de unas niñas de uno de los países mas pobres de África.

Madrid 1 de junio de 2004