El final de la Serie

 

El productor y guionista de Arriba y Abajo John Hawkesworth, autor también del último episodio, habla en este artículo, aparecido en la revista TVTimes, sobre la difícil decisión que hubo de tomar cuando llegó el momento de elegir entre finalizar la serie en la 5ª temporada o continuarla otra temporada más, y las razones que le llevaron a decidir cómo sería el final de "Arriba y Abajo".

 

La decisión de finalizar la serie Arriba y Abajo fue una de las más difíciles que he tomado en mi vida. Aunque la decisión final debía ser mía, no la tomé solo. Consulté con mis socios en el proyecto, Eileen Atkins, Jean Marsh y John Whitney. Lo discutí con mi amigo y editor de guiones de la serie Alfred "Freddy" Saughnessy, quien había trabajado estrechamente conmigo en todas las historias y él mismo había escrito muchos de los guiones. Hablé con los otros escritores y con el reparto, ya que ellos estaban más unidos con el proyecto que ningún otro.

Todos sentimos que en el ciclo de 68 episodios deberíamos haber dicho todo lo que había que decir acerca de la vida de nuestra familia y sus sirvientes. Estábamos muy ansiosos por terminar con una nota alta y no permitir que disminuyera el número de espectadores por una pérdida de calidad, inspiración y por tanto de popularidad.

La decisión se tomó mucho antes de que hiciéramos los últimos episodios, para que todos los implicados tuvieran tiempo de planear su futuro de acuerdo con ello.

Sin embargo, cuando llegó para nosotros el día de grabar el último episodio, estábamos todos muy, muy tristes y costó un gran esfuerzo de profesionalidad que cada cual hiciera su trabajo de forma adecuada. Cuando rodábamos las últimas escenas, cuando Rose cruza Eaton Place y se da la vuelta para mirar la casa, que está a la venta, había lágrimas reales en los ojos de Jean Marsh y también en los ojos de muchos otros de la unidad.


Habiendo decidido finalizar la serie, el siguiente problema era en qué fecha finalizaría la historia. No hay una fecha definitiva en la historia en la que la gente con un estilo de vida como la de los Bellamy dejaran de vivir en grandes casas de estilo antiguo con un montón de sirvientes. Muchos lo hicieron durante la 1ª Guerra Mundial, muchos más durante la 2ª, cuando había una tendencia general hacia la austeridad. Algunos, muy pocos, aún viven como entonces. Sin embargo hay una fecha que marcó un giro en la fortuna de mucha gente entre las dos grandes guerras y fue Noviembre de 1929, la fecha del gran crash financiero de Wall Street. Afectó casi inmediatamente a casi todo el mundo, tanto en América como en Gran Bretaña, y condujo a la depresión, al desempleo y a la bancarrota en los Años 30. Es un hecho que entonces muchas familias tuvieron que convertir sus casas en apartamentos. Parecía lógico que una de esas familias fueran los Bellamy.

Debía arreglarse de manera que fuera creíble y comprensible para nuestra audiencia. La clave era la casa, el 165 de Eaton Place, que había llegado a ser tan importante como un personaje en la serie. Si la casa debía venderse, entonces la familia y los sirvientes se dispersarían y eso sería el fin de Arriba y Abajo. James Bellamy poseía la casa y la mayor parte de lo que contenía, heredado de su madre, Lady Marjorie, por tanto si iba a perder todo su dinero e ir a la bancarrota en el crash de 1929, la casa se vendería a sus deudores.
Nuestro último problema y en muchos modos el más difícil fue buscar un destino para la familia y los sirvientes una vez se hubiera vendido la casa.

En episodios anteriores nos las arreglamos para que Lily, la 2ª doncella, se fuera después de que el Sr. Hudson se enamorase de ella; unos pocos episodios después, Frederick, el apuesto lacayo fue corrompido por Lady Dolly Hale, una de las amigas menos convenientes de Georgina, y se fue a buscar fama y fortuna en Hollywood.

El siguiente en irse fue James Bellamy. Mucha gente parece confundida y molesta por que James decidiera suicidarse, pero sentíamos que era la manera correcta y honesta de acabar con su vida.
Desde el estreno de la serie, James había sido una persona infeliz, de mal encaje, lo que llamamos "perdedor nato". Cuando lo descubrimos por primera vez en los primeros años del siglo era un joven oficial bien parecido, un soldado aburrido en tiempo de paz, siempre metido en problemas, malcriado por su madre. Su asunto con Sarah, la 2ª doncella de los Bellamy, resultó en un destierro temporal a La India, después de lo cual lo intentó en la City, pero le resultó más aburrido que el ejército.

Entonces, después de la trágica muerte de su madre en el Titanic, se casó con Hazel, la secretaria de su padre, un matrimonio que probaría ser infeliz. Sólo lo salvó del desastre completo la llegada de la 1ª Guerra Mundial, cuando por fin, conduciendo a sus hombres al peligro y al calor de la batalla, James Bellamy encontró la mayor felicidad que conocería en su vida. Incluso esto sería pronto reemplazado por la desilusión de la destructiva y terrible carnicería que fue la batalla del Somme.
Fue típico de la mala suerte de la vida de James que en el momento en que parecía que él y Georgina Worsley estaban realmente enamorados, fuera críticamente herido tanto en el cuerpo como en la mente, en las terribles trincheras de Passchendaele.

Como muchos de su generación, nunca se recobró de sus heridas. Nunca más se pudo concentrar en vivir.
Después de la guerra James intentó convertirse en un miembro del Parlamento, pero cuando fue derrotado en una elección, no tuvo la tenacidad de volver a intentarlo. Sus intentos de buscar una salida volando en aeroplano casi acaban en un desastre.

Hazel había muerto en la epidemia de gripe de 1918, pero cuando una antigua pasión, Diana Newbury, le propuso que escaparan juntos, James encontró que no tenía entusiasmo ni deseo.
Permaneciendo con su hermana Elizabeth en América parecía que al fin había encontrado una forma de vida que mereciese la pena, pero esto fue brutalmente destruido por el crash de Wall Street. El último golpe para James fue darse cuenta de que Georgina había cambiado y que había encontrado su verdadero amor. Nunca se casaría con James. Él no quería vivir más. No tenía nada por lo que vivir.


El fin de James llega en el penúltimo episodio. A mí me tocó en suerte escribir el último. Era lo más difícil que había hecho en toda la serie y Freddy Saughnessy y yo discutimos muchas horas juntos antes de que comenzara a escribir

No teníamos dudas sobre Georgina. Se la debía permitir casarse con su marqués y tener una preciosa boda al estilo de los cuentos. Le dimos la mejor tarta de boda que se puede comprar con dinero, la Sra. Bridges la pudo hacer y cuando terminamos de rodar tuvimos una porción cada uno. Estaba deliciosa.

Con los años las cosas nunca habían ido bien para Edward y Daisy, o eso es lo que Daisy hubiera dicho.
Después de un intento desastroso de ver cómo era la vida fuera del servicio, justo después de la Gran Guerra, tampoco habían sido ascendidos y ahora parecía que con los trabajos casi imposibles de encontrar y el desempleo cerca de la marca de los 2 millones, una vez más estarían sin trabajo.


 Fue una sorpresa maravillosa cuando Georgina y su marido preguntaron a Edward y Daisy si les gustaría ser su mayordomo y su doncella en el campo, con una casita para ellos y con permiso para que Daisy pudiera dejar su trabajo si lo deseaba para tener un hijo.

Entonces debía tenerse en cuenta el destino de los mismos Bellamy. Richard era famoso, respetado y rico en honores, pero no en dinero. Nunca había poseido mucho capital y tampoco podía haber ahorrado mucho durante una vida entera al servicio público. Su esposa Virginia tampoco tenía mucho, pero su pensión de viuda y una pequeña cantidad que le dejó su primer marido, oficial naval, serían necesarias para cuidar de sus hijos, William y Alice.
Después del shock que supuso darse cuenta de que tendrían que abandonar Eaton Place - y fue un shock porque Richard había vivido en la casa desde el día en que se casó por primera vez - a él y a Virginia les entusiasmó el proyecto de vivir una vida tranquila y modesta en alguna pequeña casa en el campo en Dorset.

Virginia siempre había querido un jardín y sin duda sería un pilar en la Cruz Roja local y muy solicitada para inaugurar fiestas, mientras que Richard podría continuar con sus memorias, jugar al golf en verano, cazar en  invierno y ser un excelente Presidente de la Exposición de Agricultura del Condado. Podrían hacerlo teniendo durante el día un par de mujeres del pueblo, una cocinera interna y desde luego, todavía tendrían a Rose.

La fiel, querida y trabajadora Rose Buck, un claro ejemplo de todo lo mejor en el servicio, cuando los sirvientes eran una parte esencial del vivir cotidiano. La vida entera de Rose había transcurrido en el servicio y no iba a cambiar ahora. Creo que estamos autorizados a preguntarnos si realmente hubiera sido feliz en su matrimonio con su sargento australiano, si este no hubiera muerto en la guerra. Lo que es cierto es que Rose seguirá sirviendo a los Bellamy con todo su alma y su corazón hasta su último aliento.

Fue hace mucho tiempo, de vuelta en el reinado de Eduardo VII, que el Sr. Hudson sugirió casarse con la Sra. Bridges. En ese momento era una sugerencia generosa por su parte ayudar a la cocinera en problemas y decidieron reservarse el uno para el otro hasta que terminaran sus días en el servicio. Ahora había llegado el momento y por suerte el Sr. Hudson había heredado una casa de huéspedes. No. Una residencia, me corrige el Sr. Hudson. Una residencia en Hastings. Su promesa de matrimonio había tenido sus altibajos; estaba el asunto de la Sra. Bridges con el pescadero, justo antes de la Gran Guerra y la desafortunada pasión del Sr. Hudson por Lily. Pero en general, su afecto mutuo se había incrementado con los años y el final de sus días como sirvientes anunciaba una vida tranquila y feliz en adelante.

Por último estaba Ruby. ¿Qué diablos sucedería con Ruby cuando se cerrara la casa? Ruby, que vió que su futuro era vender helados en el cine y ver gratis la película que se proyectara, 12 veces por semana. Como dijo con bastante razón la Sra. Bridges, Ruby no podría valerse por sí misma en las calles de Londres.
Los Hudson estuvieron de acuerdo en que no había más alternativa que llevarse a Ruby con ellos a "Miramar". A la Sra. Hudson le gustaba pensar en ello como un acto de caridad cristiana, pero su nuevo marido, lo veía desde una perspectiva más práctica: Ruby sería muy útil para hacer las tareas pesadas.

La misma Ruby no estaba muy agradecida, pensando que ella estaba haciendo un favor a los Hudson y mirando con optimismo hacia delante, hacia un día no tan lejano, en que ellos ya no estuvieran y ella quedara como única propietaria de la casa de invitados.


En el futuro, cualquier sorpresa que les diera la vida en los difíciles Años 30 a los Bellamy y a sus sirvientes y amigos, dispersos a lo largo y ancho, una cosa es cierta: cuando de vez en cuando se reunieran entre ellos, la conversación siempre volvería al tema de los viejos días en Eaton Place.  Y  ya que es un hecho misericordioso el que nuestras mentes humanas se inclinan a retener sólo los recuerdos de los momentos felices de nuestras vidas, esos recuerdos de la vida en el 165 de Eaton Place serían siempre felices.

 

Autor: John Hawkesworth

 

 

 

 

 

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