La plata de la noche de Raquel Huerta-Nava



¿Cómo mira Raquel La plata de la noche, qué creciente luna acompaña sus insomnios, son los sueños del agua y la turquesa los que hilvanan su tiempo? Uroboros que inicia la noche mordiendo sus palabras, descifrando "La fuente del origen, la ruta de las estrellas".

Pero lejos de ser una humildad pasiva, la revelación poética de Raquel, tiene que ver con el conocimiento de la poesía en su sentido histórico y crítico, ella sabe del "bosque infinito, del insondable mar de poemas geniales...", dice Lizalde. Esto la ha obligado a examinar, a calibrar y hacer exégesis de lo antes producido. Así pues, ha tomado el tiempo necesario para digerir este conocimiento, para aprehenderlo y aplicarse entonces en una propuesta poética distinta, con voz propia y el coraje de reconocer su talento y asumirlo.

La plata de la noche, compuesto en su totalidad por cuarenta y tres poemas en verso libre, nos permite navegar por las aguas nocturnas en donde se repiten los naufragios, quizá porque el ser humano tiene el destino del agua y el ser consagrado al agua es un ser de vértigo, como el poeta.

Así pues, transitamos su noche acompañados a veces por Caronte, el obscuro vigía y visitamos en la parte primera, que da título al libro, integrado en su mayoría por poemas breves, el reino de la memoria, los sonidos, el tiempo fragmentado y la muerte, la presencia indefectible de "el Cocodrilo" en un encuentro adolescente y doloroso de "el muchacho canijo", con quien la poeta llora amargas lágrimas en un callejón de Guanajuato.

Y la noche repetida en el sonido del cascabel que anuncia la muerte. Pero es también la noche que roba la plata a los amantes "para encender con ella la cresta de las olas", la mismísima luz en el camino hacia la residencia de los sueños.

En la segunda parte del libro, Vampíricos, Raquel Huerta-Nava, no niega "La cruz de su parroquia"; su vocación de voyeaur histórica, su delirio por los personajes reales rescatados del tiempo y de la muerte. Ellos son los cronistas que inventan a la poeta y le hablan desde su tiempo roto y su tristeza grande, dice, como nuestra historia. Y nos deja con la gana de saber en qué boca puso las palabras, quién sorbe la sangre nocturna y se devuelve vivo sólo por la pasión más allá del olvido sobre el viento turquesa.

Finalmente, Constelaciones, el último apartado en la sombra del azogue, es caleidoscopio de posibilidades múltiples, en que la poeta retoma los primeros temas: el sueño, las imágenes acuáticas y el destino, y cierra otra vez el círculo del retorno. Uroboros enroscado en la ruta de las estrellas, el origen y el fin, "así que pasen diez años", la recurrencia es afirmación.

Hay poemas que quedan para siempre, imágenes que no escapan de los rincones de la memoria y se prenden en lo alto de la noche como "Doble constelación", entre el asombro y la emoción. Así es este poema con el que Raquel cierra su primer libro; un texto luminoso y afortunado con el ritmo preciso en donde imagen y palabra danzan armoniosos de principio a fin.

Lo celebro en voz alta, como celebro el peso y la belleza de la plata poética en el río vertebral de Raquel Huerta-Nava en esta noche de octubre.

Flor Cecilia Reyes
Toluca de San José, a los 20 días del mes de octubre de 1998.


Texto leído en la presentación del libro La plata de la noche (1988-1998), en el Museo de la Acuarela, del Instituto Mexiquense de Cultura, Toluca, Estado de México, el martes 20 de octubre de 1998.