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Mª ANGELES DIAZ *

"ASPECTOS SIMBOLICOS DE LA NAVIDAD"
"
EL FOLKLORE CATALAN Y LA MEMORIA DE LOS ORIGENES"

21-11-2007

Se tiene la idea de que el folklore y las tradiciones en general son cosas que nacieron en un momento de la historia, y no algo que nos está revelando un conocimiento. En ese sentido me gustaría hablar un poco del simbolismo de algunas fiestas tradicionales propias de estos días, insertos ya en el periodo navideño, pero antes quisiera decir algunas cosas sobre el calendario donde se ubican esas fiestas.

Ciertamente todos conocemos el gran valor utilitario que tienen los calendarios como agenda que nos ordena el tiempo, los horarios comerciales, escolares, de trabajo, etc., sin embargo todo esto no es más que un aspecto secundario de él, ya que en verdad se trata de un instrumento de Conocimiento, un modelo simbólico del Cosmos e incluso un talismán, un pantáculo o pequeño todo cargado de conocimientos y de la energía que permanentemente actualiza el tiempo, que continuamente nace, vive, muere y resucita.

Es por ello por lo que Federico González asegura que

si el público medio supiera que entre otros muchos significados los calendarios son teúrgicos les tendría un cierto respeto, o al menos un temor, tal vez supersticioso, pero más adecuado a la naturaleza intrínseca de los mismos que a la desodorizada y aséptica indiferencia actual.(1)

Nada más comenzar a estudiar el calendario uno descubre que está ante una ciencia muy compleja y arcana y que desentrañar su significado simbólico equivale a restaurar en él su valor real y concreto, que no tiene que ver con la idea de medir el tiempo lineal y plano, de cronometrarlo, sino el de expresarlo unido al espacio, como formando parte de una ecuación indisoluble.

Es obvio que hay cosas en las que no pensamos, que simplemente las damos por sabidas, una de ellas es creer que la geografía es algo fijo y que lo mismo sucede con el espacio estelar, el cielo; sin embargo, es obvio que la tierra está en permanente movimiento, como lo están los planetas y que todo ello se debe a un juego de tensión dinámica de distintas fuerzas, lo que da como resultado el permanente equilibrio de la manifestación.

En realidad, como ya han señalado algunos, pero muy especialmente Federico González y René Guénon, esta decadencia actual que impera en todos los órdenes de cosas, es un signo de este tiempo, o sea, que afecta a todo el mundo en general y por ello es que se dice que es el sello, o tal vez el estigma, de los contemporáneos, el de no hacerse preguntas, el darlo todo por sabido.

Sin duda, las antiguas tradiciones y culturas sapienciales sabían muy bien lo que decían cuando en sus textos se refieren a la tierra como a una nave que recorre la inmensidad del espacio tripulada por el hombre.

Lo cierto es que nos olvidamos que nos movemos a muchos kilómetros por hora pegados únicamente a la tierra por la planta de los pies, en un sistema que tiene al Sol como corazón o centro, el que a su vez sólo es una pieza más del engranaje de la Vía Láctea, una nebulosa espiral que es un mundo mayor al solar, la cual a su vez no es sino una pequeña galaxia en el firmamento donde hay muchas otras, … y el Universo, además, se sigue expandiendo.

A su vez esa relación de mundos indefinidamente grandes(2) guarda una relación y proporción análoga con los mundos indefinidamente pequeños como son los que describe la célula en relación a nuestro corazón, para la cual éste es su sol, así como la célula lo es para la molécula y la molécula para el electrón…

Ante tan apabullante inmensidad se entiende la razón por la cual el ser humano siempre ha sentido la necesidad de construirse unos límites que le permitieran tomar contacto y conocer las leyes del Universo, tratando de comprender al Creador de esa obra, y descubrir el papel que en esa máquina descomunal y de brillante precisión, le ha tocado jugar al hombre.

Para las sociedades tradicionales de las que hemos heredado la cultura y los calendarios, estaba claro el papel central que la humanidad tiene en ese engranaje colosal que es la Cosmogonía, cuya perfecta sincronía ha sido a lo largo del tiempo, considerada un símbolo de la Inteligencia Creadora. Según la Tradición el primero en delimitar el Cielo, disponer el orden y las estaciones en que son visibles las estrellas e indicar los signos favorables, fue Hermes en un acto de imaginación.

La construcción del calendario tiene una base astronómica, matemática y filosófica, siendo las revoluciones de los astros y las estrellas en el firmamento tomadas como estables con respecto a la velocidad del movimiento de la tierra. Debemos considerar, además, que los puntos de referencia de los que se valieron quienes elaboraron los calendarios, siempre son vistos desde un observatorio geocéntrico, que geométricamente hablando se corresponde con el punto en medio de la circunferencia.

En primer lugar se señala la salida del Sol, el astro rey, y de los planetas que son fácilmente visibles, más la Luna, cuyos nombres y revoluciones sirvieron para estructurar las horas del día y los ciclos mayores, semanas, meses, años, etc., y con ello la vida social y cultural.

El calendario que usamos es una construcción nemotécnica donde cada hora del ciclo solar diario tiene asignada un planeta, comenzando por el más lejano: Saturno, luego Júpiter, Marte, Sol, Venus, Mercurio y la Luna, y así rotativamente de nuevo Saturno, etc., pasando las horas por encima de las semanas y los meses. Así cada amanecer recibe el nombre del planeta al que pertenece su primera hora. En la historia de nuestro calendario Saturno es quien inicia la ronda, por eso la semana egipcia empezaba en el día cuya primera hora estaba consagrada a Saturno, del mismo modo cada día de la semana tiene el nombre del planeta al que se consagra su primera hora: Luna o lunes, Marte o martes, Mercurio es miércoles, Júpiter, jueves, Venus, viernes y Saturno sábado. En cuanto al domingo es un nombre que en distintos idiomas como castellano, catalán, italiano y francés, tomó el nombre del griego Kyriaché, día de Kirios, el Señor victorioso, es decir resucitado, que traducido al latín quedó como Dominica dies. En inglés, no obstante, aún sigue siendo claro: Sunday, "día del Sol". También es lo mismo en alemán, escandinavo y otros. Es curioso observar que si esta sucesión de horas y planetas la inscribimos en una rueda o círculo se podría trazar una estrella de 7 puntas o siete días.

Y si la primera orientación espacial es la salida del Sol por el horizonte, la principal división que el hombre realiza desde su posición geocéntrica en el Cosmos es establecer las cuatro direcciones del espacio: el norte, periodo en el que el Sol comienza débilmente su ascenso diario, que en el año se corresponde con el solsticio de invierno, cuando el viaje que realiza el Sol por la imaginada banda zodiacal está pasando por Capricornio y todo parece sumirse en las tinieblas pero que en realidad señala el comienzo de su ascenso. El Sur o Mediodía, que traspasado al año se corresponde con el solsticio de Verano cuando el sol transita por Cáncer y está en su apogeo; el Este, en el equinoccio de primavera, cuando pasa por Aries; y el Oeste en el equinoccio de otoño, cuando, en fin, el astro rey pasa por Libra.

Recordemos que el Zodíaco es una arquitectura invisible, una rueda construida en el Cielo. Está compuesta por franjas de espacios vacíos divididos por radios que miden el tiempo, y que el sol tarda, más o menos un mes, en cruzar por cada uno de ellos.

El establecimiento de las cuatro fases solares le dan al hombre la clave de la división cuaternaria del tiempo cíclico que se repite no sólo en su ciclo anual y diario, como es fácilmente comprobable, sino en el ciclo de la vida de todos los seres, en el hombre se corresponde con sus etapas de niñez, juventud, madurez y vejez. Se trata de una característica que abarca igualmente a ciclos mayores los cuales también están signados por ese cuaternario natural, como las civilizaciones y edades de la humanidad; son periodos que se conocen en la historia como edad de oro, edad de plata, edad de bronce o edad de hierro, en la que según todos los cálculos nos encontramos. Todo lo cual nos permite, además, observar la concordancia que hay entre los distintos ciclos de la vida tanto en la tierra como en el cielo.

Desde luego la forma más adecuada de ver el calendario es el círculo ya que esta figura es la que mejor expresa el recorrido real del Solar que dura 365 días y cuarto. Y así lo construyeron los mesoamericanos o incluso los pagesos (campesinos) catalanes, entre otros. El Uroboros alquímico, la serpiente enroscada que se muerde la cola, es otra forma de simbolizar el tiempo cíclico.

No podemos emprender aquí la tarea de explicar con mucho detenimiento las bases astronómicas y matemáticas del calendario, y tampoco las históricas, aunque sí diremos que la raíz del nuestro está en el de Numa (que reinó en Roma unos 600 o 700 años a. C.), quien divide el año en diez meses; de ese calendario en el nuestro queda el nombre de algunos meses, como diciembre (mes diez), así como huellas de celebraciones que sitúan la entrada del año nuevo (ciclo o círculo nuevo) en marzo, haciendo coincidir su inicio con el despertar de la naturaleza aparentemente muerta después del frío invernal. Muchas de las fiestas que perviven, y en especial el carnaval, son vestigios simbólicos de la muerte del año viejo y la revitalización de las fuerzas y el retorno de la vida.

Es verdad que no todas las culturas han tomado el inicio del año natural en el mismo periodo, pero lo verdaderamente relevante es que en todas de las que hay memoria, se ha mantenido la costumbre de unirse en rituales, muchos de ellos colectivos, para conmemorar y participar de los principales movimientos solares, con los que ritmar el final de un año y del nacimiento del año nuevo. Sin duda un modo consciente para quien pueda verlo así, de unirse a la energía de los ritmos cósmicos relacionados con la regeneración periódica del tiempo y el regreso al origen del Universo. Aquel espacio o partícula minúscula conteniendo todas las posibilidades de la manifestación, que según todos los datos tradicionales y científicos (recordemos el "Bing-Bang"), explosionó a través de un sonido o verbo creador dando lugar al espectáculo de la Vida del Ser, cuya expresión, desplegada en miríadas de aspectos, es la Cosmogonía.

De ahí que los calendarios, y las fechas señaladas como especiales dentro de él, constituyan una parte sustancial de la historia sapiencial y sagrada de la cultura que los ha diseñado, ya que están cargados con las energías del Cosmos, atraídas por los conocimientos de aquellos que los crearon. Entre ellos los pitagóricos, platónicos y astrónomos, como el alejandrino Sosígenes, que ayudaron a Julio César a elaborar nuestro actual calendario de 12 meses; los 360 grados de la circunferencia, más 5 días de sobra y una fracción que se reparte en años bisiestos, y que de una u otra manera todas las tradiciones han considerado días que estaban fuera del orden.

De esos rituales destinados a sacralizar esos momentos de coyuntura, devienen nuestros principales días festivos. Federico González, escribe que:

Las fiestas, o sea los espacios significativos donde el tiempo ordinario puede ser abolido, son puntos simbólicos de coyuntura dentro del tiempo monótono e insignificante, y señalan en la sucesión del año lo que es el Tiempo en Sí al valorizarlo y reintegrarlo a su espacio originario; dicho de otro modo, no sería nada el Tiempo, su Ser, sin las fiestas, o espacios, especialmente signados por su proyección o hálito, el movimiento, para comprenderlo o invocarlo. En estas "estaciones" que hace el movimiento, el tiempo se reintegra, y es a la vez reintegrado por el rito humano a su Origen Arquetípico. Ya que no hay mayor logro de síntesis que vivenciar al Tiempo como si fuera Espacio; un solo y absoluto espacio vacío; pues si el movimiento que atestiguan los calendarios es la proyección espacial del tiempo, la absorción de éste en lo atemporal es semejante a "finalizar el discurso sin haber movido la lengua" como reza el texto zen-budista.

Conocedoras de ese papel central e intermediario, las sociedades tradicionales crearon ritos que ponían en práctica cada vez que consideraban que el cosmos estaba agotado y que por tanto se requería un retorno al origen, a la fuente donde obtener la fuerza para equilibrar el sistema, lo cual está en relación a la doble naturaleza del hombre, humana y divina.

Los ritos que señalan estos momentos cíclicos, donde el Tiempo se renueva, están poseídos de una gran carga energética, y en ello opera una magia simpática ya que señalan etapas de concordancia y regeneración. Por tanto, desde el punto de vista iniciático, tenidos por momentos idóneos para la rectificación de errores, y para propiciar golpes de timón en nuestra vida y todo aquello que supone reorientarla de acuerdo a lo que cada uno es y puede desarrollar en el ciclo de su existencia. Pues es norma del teúrgo aprovechar no sólo las energías ya presentes en las cosas más nobles, sino atraer hacia sí las de las regiones superiores.

Algunos de esos ritos están destinados a crear el año nuevo, y por eso lo contienen en potencia. Ese es el caso de las fiestas celebradas durante 12 días por los babilonios, un día por cada uno de los meses, y que tenían como eje la ejemplificación y lectura del poema de la Creación del Mundo. Lo cual equivale a participar en la creación de los 12 meses del año por venir. El mismo sentido le damos a la ritualización del acto creacional que tiene lugar entre ciertos pueblos indígenas, quienes realizan una ceremonia muy significativa que llaman "el establecimiento de los pilares bajo el mundo" destinada a conjurar las enfermedades. A esta clase de ritos teúrgicos se refieren ciertos festejos populares, asociados al mundo agrario como las denominadas "fiestas de las suertes", destinadas a decidir la suerte de los meses venideros en cuanto a la proporción de lluvias y todo aquello que tiene que ver con la siembra.

Asimismo, en el Ball de la Filadera de Sant Feliu de Codines puede apreciarse con precisión el carácter solar, geométrico y apolíneo, de esta danza, y por extensión de todos los bailes circulares, como la sardana. Precisamente, algunas de esas danzas catalanas contaban con 12 participantes, remarcando así el carácter solar. De estos verdaderos mandalas formados por los pasos de estas danzas solares, como la Sardana, tradicionalmente está compuesta de 24 compases como las horas del día, 8 cortos y 6 graves que simbolizan la noche y 16 largos y alegres después del contrapunto que simboliza el canto del gallo anunciador de la aurora.(3)

En nuestro actual calendario los 12 días que en potencia contienen al resto del año son los que van del 25 de diciembre al 6 de Enero, es decir, de Navidad a la Epifanía de los Reyes Magos.

Diversos estudios astronómicos muestran diferentes modalidades y sistemas de medir el tiempo, todos ellos relacionados tanto con la predicción como con la preparación del año. Una de esas formulaciones consiste en anotar todo lo que sucede en el cielo durante los 24 últimos días del mes de diciembre, pero del modo siguiente: del 8 de diciembre al 19 y luego del 20 al 31, haciendo coincidir los cálculos del 20 con los del 19, los del 21 con el 18, los del 22 con el 17 y así sucesivamente. Se observará que la suma de esas fechas suman 39, o sea 3 más 9 doce. (ver esquema).

10º

11º

12º

8

9

10

11

12

13

14

15

16

17

18

19

31

30

29

28

27

26

25

24

23

22

21

20

39

39

39

39

39

39

39

39

39

39

39

39

De los datos conseguidos en esas coordenadas se logran resultados decisivos para la existencia. Pues dicen los científicos hermetistas, por ejemplo Cornelio Agrippa (1486-1535), "las fuerzas naturales no son otorgadas por medios naturales; sino que provienen de medios abstractos, matemáticos y celestes".

Los cálculos obtenidos a través de estos cómputos astronómicos dan la medida de lluvias para cada mes y por lo tanto los campesinos sacaban conclusiones sobre qué tipo de siembra debían realizar.


LOS LIBROS DE SUERTES

Se trata de costumbres enraizadas con antiguos conocimientos y cultos agrícolas con que los pueblos aseguraban el alimento del año por venir. Una práctica que nos habla de que no sólo el tiempo es susceptible de ser renovado, sino que el destino también lo es. Esa idea cobra expresión literaria, en los llamados "libros de suertes", basados en los antiguos oráculos griegos, como el de Delfos, que presidía Apolo, el dios solar.

Estos "Libros de Suertes" fueron muy populares y el propio Lope de Vega nos ofrece una muestra de ello al contarnos en su Arcadia cómo se divertían con él dos pastores. En su relato explica que uno de ellos, de nombre Anfriso, ruega a la sabia Polinesia que le deje "echar la suerte para saber que clase de esposa le deparaba el futuro; así que tomando los dados, echó el cinco; lo que le llevó a la casa de Libra donde obtuvo la siguiente suerte: "Pues mi influencia le di, Venus lo dirá por mí". Al acudir a Venus ésta le responde favorablemente. El otro pastor del relato se anima y pide para él los dados, a los que hace la misma pregunta, es decir qué clase de esposa le anuncian las estrellas. A este le sale el tres que lo lleva hasta Marte, y la respuesta provoca la risa de los demás pastores porque le cuenta su futura naturaleza de cornudo.

También Tirso de Molina en "Los Cigarrales de Toledo" hace referencia a las "Fiestas de las Suertes", y nos proporciona otro dato interesante del juego. En un pasaje relata que a una dama, de nombre Narcisa, le toca "en suerte" inventar un entretenimiento en unas bodas, y crea un "juego de suertes" en el que dispone un laberinto a base de calles hechas con árboles y flores, donde seis jugadores, todos ellos caballeros, deben introducirse por una de las dos puertas de entrada que tiene el juego, hasta encontrar el castillo del amor donde esperan las damas, al que sólo llegan aquellos que han seguido bien las indicaciones. Una de esas pistas se halla sobre una mesa con dos dados y una tarjeta cuya leyenda dice: "Todo es suerte en el amor, los dados tira, y después la tuya mira", o "Fortuna ciega te ayuda. Sigue sus ciegos antojos, y entra cerrados los ojos".

En el primero de estos dos libros citados, el de Lope, también se puede leer, después de un alegato contra la ociosidad, que la verdadera vianda del alma está en los libros sagrados y que los libros de Suertes son sólo su perfume. Asimismo, el Juego de la Oca, tan popular, forma parte de los juegos tradicionales y de suertes, teniendo además un sentido iniciático relacionado con la búsqueda del "centro".

Como es notorio, todo periodo de tránsito astral que delimita el ciclo anual en declive y el próximo a nacer, se ha representado en distintos lugares con una procesión en la que tenían protagonismo las fuerzas del caos, que se oponen a la creación. El cortejo estaba presidido por un carro naval, de donde toma el nombre el car-naval, sobre el que iban el sol y la luna y que en la Edad Media se conocía como "carro de los locos".

Existen distintas tradiciones en toda Europa que recogen muy bien toda esta clase de celebraciones que tienen que ver con llamar a la suerte. Juegos de mesa, las loterías, las 12 uvas, el color rojo, etc. etc., son vestigios de estos ritos teúrgicos llevados a cabo durante este periodo ritual de cerrar el círculo solar.

Aquí en Cataluña, por ejemplo, existía la costumbre de introducir piñas dentro del fuego para que, por efectos del calor, fueran saltando de ellas los piñones. Atrapar 12 era una señal de buena suerte para el nuevo año. También cuenta la tradición catalana, entre otras, que la noche del 24 (en realidad hora cero del día 25), era una noche de juegos de cartas, y que la gente andaba por ahí con el mazo en la mano jugando por todas partes. Asimismo se dice también que los pastores se solían divertir mediante un juego nemotécnico de suertes que tenían memorizado en las estrellas.


CATARÍ Y GINER, ESTRELLAS DE LA NAVIDAD

Desde el punto de vista astronómico la noche de Navidad (del 24 al 25) es la noche del año más estrellada o sea, que aparecen mayor número de estrellas en el cielo, y también una de las noches más largas y por lo tanto donde se ve con mayor extensión la bóveda estelada. Aunque paradójicamente la tradición popular catalana cantara:

La Nit de Nadal, la nit mes curta del any.(4)

Sin duda decían esto en relación a la luz de los fuegos y de las antorchas que la gente acostumbraba a encender esa noche. Pues en todas partes, pero muy especialmente en Cataluña, tanto la noche del solsticio de verano (que el cristianismo equipara a San Juan Bautista), como la noche del solsticio de invierno (San Juan Evangelista), son fiestas solares y del fuego.

Por ejemplo se sabe que hasta los últimos años del siglo XVIII vecinos de L'Hospitalet y Sant Just Desvern, dos pueblos cercanos a Barcelona, la Noche Buena los vecinos hacían un gran fuego que se veía desde todas partes; pero tal vez la más impresionante hoguera era la que se hacía en la montaña del Tagamanent (cercana al Montseny), la cual, cuentan que se veía desde lugares alejados como el Vallés y la Plana de Vic. También eran sorprendentes las que se hacían en Rial y Sort con las que se acostumbraba a espantar las tinieblas, que el imaginario popular convirtió en brujas.

Joan Amades, el más importante investigador y recopilador del folklore catalán, nos cuenta que era ésta una noche donde los más sabios y mayores contaban durante el recorrido hasta la iglesia donde se oficiaba la Misa del Gallo, los nombres de las estrellas y sus leyendas, lo cual constituía una lección de astronomía popular, y un modo de transmitir ese conocimiento.

También nos habla este autor de un saber que se tenía sobre ciertas estrellas que sólo aparecen esta noche, como la estrella Catarí, que todos buscaban en el Cielo y que era visible hasta el 31 de Diciembre. Se trata de una estrella que no aparece en ningún otro periodo del año y anuncia una buena cosecha venidera, así como una buena entrada de año. Los años en que aparecía nublado el cielo, y la estrella Catarí no se veía, se tomaban como un mal pronóstico.

"Catarí llama al año que ha de venir", reza la cantinela popular.

También se habla de otra estrella que aparece justamente en Noche Buena, y que permanece visible hasta el mediodía de Reyes. Se trata de una estrella pequeña pero que brilla muy intensamente tanto de noche como de día. Su nombre es Giner, de generar, porque se cree que es la estrella que engendra el año nuevo. En este sentido, cuenta también la tradición cómo los ancianos solían peinar el firmamento los últimos días de diciembre para encontrar entre las estrellas a Giner, la presencia de la cual aseguraba la vida del mundo para un año más.

Aun hoy, distintos pueblos, tanto del Pirineo como del Mediterráneo, siguen mirando al cielo durante esta noche para buscar estas estrellas, las cuales, aunque salen todos los años, no siempre lo hacen en el mismo lugar. Se cuenta que parte de un ritual popular es que la gente se juntaba en esta noche y salía al bosque a encontrar estrellas, y lo hacían con teas encendidas de modo que todo se llenaba de puntos de luz. Finalmente con todas las antorchas se hacía un gran fuego con el que invocar la luz. En esas noches el cielo descendía sobre la tierra.

Algunos refranes recogidos por Amades, evidencian claramente la popularidad que tenía este hecho astronómico entre la gente.

Como por ejemplo los tres siguientes que además no necesitan traducción:

- La Nit de Nadal la mes estelada de l’any.

- La Nit de Nadal, la festa dels estels y la festa major del Cel.

- La Nit de Nadal la mes serena y clara de l’any.

Y también:

- El dia de Reis al migdia es veuen els estels.

O este otro:

- El dia de Reis parlen els estels.

También era creencia popular muy extendida que con cada persona nace en el cielo una estrella, y cuando muere la persona su alma se une a ella. De ahí que algunas tradiciones celebren juntas las fiestas solsticiales y la de difuntos y digan que la Vía Láctea es el camino de las almas y de las estrellas.

Aquí en Barcelona existe una vieja leyenda que cuenta que la Vía Láctea se formó cuando el alma de Jaume I el Conqueridor subió al cielo y las estrellas se unieron a él. Según esta tradición la Vía Láctea recibe el nombre de Camí del Rei, e igual sucede en Mallorca donde la conocen como: Camí del Rei en Jeume.

Según otra tradición la Osa Mayor, conocida como el carro, es Caín con 7 bueyes que robó a Abel. En esta tradición subyace la idea de considerar a Caín constructor de carros y de arados, quien con su invento cambió la vida nómada del hombre, simbolizada por Abel, y dio el primer paso para la construcción de ciudades. De esa idea procede también el hecho de que los masones, en tanto que constructores, se digan descendientes de Caín. Por otra parte la gente de la Cerdaña cree que se trata del carro del rey David, con el que pasea por su reino.

Algo muy en consonancia con la creencia que existe en la Plana de Vic, donde tanto el carro grande como el pequeño se conocen como "carro de las almas", siendo en ese vehículo en el que éstas se dirigen a Jerusalén guiadas por la estrella del alba.

En cuanto a las Pléyades son conocidas en muchos sitios con el nombre de las 7 cabrillas, o cabrelles, porque los pastores tienen en su ciclo, desde que salen hasta que desaparecen, la norma para conducir a sus rebaños.

Para la gente del mar estas siete estrellas, una de las cuales es Maya la madre de Hermes, son las 7 hermanas. El cuento de las 7 cabritas que son comidas por el lobo, relata el hecho astronómico de estas estrellas. Entre los marineros catalanes la más grande de las Pléyades es conocida como Blauet, azulito o celeste, porque al ser de ese color, parece un mar, por eso dicen que es allí donde van a parar las almas de los marineros y pescadores, porque es el mar del cielo.

Otra constelación que brilla con mayor fuerza en estos días de Navidad es Orión, conocida como las tres gigantes, aunque otros la designan con el nombre de los ojos de Dios, o los ojos de Santa Lucía, lo cual es muy curioso teniendo en cuenta que son tres y no dos estrellas las que más brillan, aunque en realidad Orión es una constelación de 17 estrellas. De Orión también se cuenta que es hijo de Ariadna y Dionisio, cuya leyenda recorre el Mediterráneo, siempre asociada al amor, la alegría y el vino.

Otra constelación muy significativa es la del Cisne, conocida también por la "Cruz del Cielo", Cruz del Norte o Vera cruz. Según la tradición esa es la estrella que anunció a Cristo su destino, y de ella nace la costumbre de hacernos el signo de la cruz, para invocar sobre nosotros buenos augurios y protección.

El relato mitológico explica que esta estrella representa un cisne en pleno vuelo, tal y como sucedió cuando Zeus alzó el vuelo después de seducir a Némesis, es decir, Leda, joven de quien se enamoró, ya que ésta había tomado esa forma de ave para esconderse y conservar su virginidad. De esa unión Leda puso un huevo del que nació Helena. El Cisne, tiene una estrella brillante en la cabeza, otra también muy brillante en el cuello, cinco en el ala derecha, cinco más en la izquierda, una sobre el cuerpo, y la mayor de todas ellas aparece en la zona de la cola. De ahí que los árabes la llamen Deneb, "cola de cisne". En total la constelación suma un total de 14 estrellas.

Existen muchísimas leyendas que tienen como protagonistas a las estrellas y muy especialmente al planeta Venus, conocida como Estrella del Alba cuando sale por la mañana y Estrella Vespertina cuando es visible durante la tarde. A ella se asocia la buena fortuna cuando sale próxima al mar. En muchos lugares de nuestra cultura occidental se ha venerado y dedicado ritos y ceremonias a esta estrella y su simbólica relacionada con sus dos aspectos, uno luminoso, bello y uránico, y otro oscuro y tenebroso. El cristianismo la asoció a María a la que llama "Estrella de la Mañana".

Se cuenta que en una época Venus dirigió el comportamiento de las jóvenes que no salían de casa cuando ella se ocultaba, de ahí que algunas tradiciones la conocieran como "estrella de las doncellas".

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Muchas otras son las costumbres y normas populares ligadas a la simbólica de los astros y a sus ciclos, como la costumbre de jurar por el Sol, una práctica pagana que aún pervive en los juramentos del matrimonio, los que se sellan con un anillo (de annus, año) de oro, metal solar por excelencia.

Solsticio significa "el sol se detiene". En el solsticio de invierno es cuando el astro parece que va a sucumbir, pero en realidad es cuando inicia su ascenso. Esa victoria astronómica que el Sol realiza durante el solsticio invernal, precisamente cuando aparentemente alumbra menos tiempo, es el momento de mayor condensación de energías cósmicas, pues es en ese periodo cuando consigue remontar su caída elevándose victorioso de sus propias tinieblas y naciendo de nuevo al mundo. Esa es la razón de que el calendario romano, señalando la simbólica de este hecho, situara en el día 25 de Diciembre una fiesta en honor a esa gesta solar, a la que llamó "Día del Sol Invicto", o "Sol Invencible", en conmemoración de la victoria de la luz sobre las tinieblas, una lucha ganada contra el monstruo de la oscuridad.

Una fecha, la del 25 de Diciembre, que con anterioridad había estado dedicada a Mitra, deidad de origen indio-iranio y caldeo que Roma adoptó como uno de sus principales númenes tutelares, cuyos atributos son la espada y la antorcha, símbolos asociados a la Justicia y a la Luz de la Inteligencia, y que el Cristianismo tomó como momento de celebración del nacimiento de Jesús, el Cristo, núcleo y centro de nuestro calendario. Una fiesta pagana completamente asimilada por el cristianismo con Jesús y de su nacimiento venido de arriba, y así está constatado en la lengua catalana con la palabra Nadal, es decir Nat de dalt, Nacido de lo Alto.

Tradiciones de otros lugares del Mediterráneo y de Europa en general, introducen otras costumbres que se asimilan a las nuestras, ese es el caso de Papá Noel, Santa Claus o San Nicolás, del griego nikau y laos que significa "vencedor entre el pueblo", que evidentemente guarda esa misma relación simbólica con las fuerzas luminosas del Cosmos. De todos ellos se dice igual que de Jano, que tienen las llaves del año nuevo. Es decir del destino.

En realidad, relata el Zohar, en los espacios infinitos se encuentran las figuras y signos con los que se pueden desvelar los más profundos secretos, los cuales están formados por las constelaciones y las estrellas… estas figuras luminosas son los caracteres con los que el Altísimo ha creado el Cielo y la Tierra.

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Es decir que los ritos solsticiales y de año nuevo son ritos universales donde lo que se celebra es el triunfo de la lucha que establece la luz contra las tinieblas y en realidad lo que pretenden es la restitución del reino de Saturno, Señor del Tiempo y de la Edad de Oro. Ese es el significado que se da en casi todos los héroes solares y civilizadores, aquellos que vencen a las potencias de la oscuridad y del caos, representadas por todas las tradiciones y mitos por las entidades ctónicas y telúricas, tales como titanes, dragones, serpientes…. a las que se vence siempre con la luz, es decir con el rayo y las armas que la simbolizan, o sea, la espada o el hacha, especialmente la de doble filo.

También la copa, o el Grial, así como el fiel de la balanza, son símbolos identificables a la espada, en tanto que se trata siempre de un símbolo del eje del mundo, tal y como se representa en la Justicia. Recordemos que esta significación axial de la espada es la principal y la que le da su sentido más profundo.

Esta lucha contra lo monstruoso e informe es la razón del famoso combate del germánico Sigfrido, o el del Caballero Cristiano San Jorge, representación humana de San Miguel arcángel, príncipe de las milicias celestes. O de la propia enseñanza del maestro Jesús, el propio Cristo, quien, recordemos, advirtió: "No vengo a traer paz sino espada", Es decir justicia. Una espada cuyo poder nunca estuvo en la hoja sino en la fuerza de su Verbo.

Desde el punto de vista iniciático la luz es siempre símbolo de la inteligencia, representa una fuerza o energía divina que procede del fuego del espíritu, del mismo modo que la luz física proviene de la enorme masa de fuego que es el Sol. Ese es el sentido de la iniciación y por tanto todos estos arquetipos constituyen modelos ejemplares de ese combate interior que debe librar todo aquel que pretende alcanzar el Conocimiento.

Para la tradición Cristiana, Jesús encarna esa acción iluminadora del Espíritu que penetra en la materia tenebrosa forzándola a pasar del caos al orden.

Dar a luz es alumbrar, y el Sol repite diariamente este rito cuando al salir por oriente ilumina el mundo sumergido en la oscuridad de la noche. Del mismo modo que el astro rey inicia su ascenso en la oscuridad de la noche, el nacimiento iniciático se cumple en la más completa oscuridad, en lo más secreto de la caverna del aprendiz, o sea en la cavidad del propio corazón, siendo esa la única iniciación válida.

Es bueno recordar que en verdad hay en todo el Universo una sabiduría natural, pero que en nada es comparable a la sabiduría del hombre. A eso se refieren los hermetistas cuando dicen que hay en el hombre una luz, que está fuera de la luz que nace de la naturaleza. Es la luz de la Inteligencia con la que el hombre capta, aprende y sondea los asuntos sobrenaturales. Y por eso se dice que es misión del ser humano comprender las cosas y no el llevar una existencia ciega entre ellas.

Por ello la característica de los ritos destinados a regenerar el tiempo es la realización de un rito armonizado con el ritmo del Universo, pues en definitiva toda actividad ritual e intermediaria dedicada a atraer las energías celestes a la Tierra, es un acto de magia, aunque, eso sí, las prácticas tienen efectos cuando el ánimo y la inteligencia están puestos en las verdades más elevadas, y en el Dios Supremo e incognoscible que está más allá de su propia Creación.

Saturno, decíamos, es el anciano de los días, la representación del dios que refunda el Cosmos en cada ciclo, como antes había sido Jano. Recordemos que Calendas es el primer día del mes y significa llamar, invocar. Kalendae o Festina Calendarum era una fiesta romana que se celebraba el 1 de Enero y duraba cinco días, en honor a Jano, durante las cuales la gente se reunía para celebrar banquetes y hacerse regalos, una costumbre pagana que siguió después de Cristo incorporada en nuestro calendario, se trata de los cinco días primeros de Enero hasta Reyes, destinados a llamar al nuevo Jano, una invocación que se hacía al autor oculto del gran juego cósmico a quien se le pide, e incluso se le exige, que nos otorgue sus dones y distribuya sus bienes.

Siguiendo con el folklore catalán, como ejemplo de lo que podríamos hallar en otras muchos, la canción infantil, muy popular aún, "Sol Solet", está directamente relacionada con los cultos de invocación solar y por tanto con el solsticio de invierno cuya letra dice:

Sol, Solet, vine'm a veure / vine'm a veure / Sol, Solet / vine'm a veure / que tinc fred.

Lo cierto es que cuando los cultos dejan de comprenderse también dejan de ser operativos y pasan al ámbito del juego infantil y de actividad lúdica. De esa manera se han salvaguardado muchos conocimientos simbólicos relacionados con antiguos cultos sapienciales, y otras veces simplemente se han ocultado a las fuerzas de la disolución, siempre cargadas de su arma más letal, la ignorancia.


" TIÓ DE NADAL"
- UNA FIESTA PAGANA INSERTA EN LA NAVIDAD CRISTIANA.

Ese es el caso, tal vez, y el sentido simbólico del popular "Tió de Nadal" o "Caga Tió", una tradición pagana que se ha conservado milagrosamente en muchos hogares catalanes gracias a su raigambre en los pueblos de la montaña que la han conservado hasta la actualidad. Estamos hablando de una tradición que se cumple en el seno familiar, la cual consiste en acercar un tronco, símbolo del ciclo anual (y en ese sentido relacionado con lo circular y cíclico), hasta el fuego del hogar. La Noche Buena, del 24 al 25, la familia, y muy principalmente los abuelos, se reúnen a cenar en torno al calor de sus brasas. Llegada la hora 24, y por tanto iniciado el día 25, empieza la fiesta del Tió y todos, mayores y niños, comienzan a apalear el tronco para obligarlo a que se desprenda de sus dulces y que no nos traiga amarguras.

No em caguis arengades que son salades.
Caga'm torrons que son mes bons.(5)

El Tió, tizón o ascua, arde desde la primera hora del 25 hasta la última del 5, lo que vuelve a sumar 12 días, es decir que el tronco es una prefiguración de los meses del año por venir. Cuando acaba este ciclo ritual anular, se guarda el resto del tronco convertido en carbón, con el que se encenderá el Tió del año siguiente.

Es ahí donde se oculta el gran misterio saturnal del significado del "Tizón de Navidad" o "Tió de Nadal", una soca o tronco negro hecho carbón que en verdad es la sangre del anciano del que según los alquimistas sale nuestro oro secreto.

Esta antiquísima tradición de quemar un tronco durante doce días fue identificada en la Edad Media con el símbolo de Cristo, quien se había sacrificado para salvar a la humanidad, a la que se ofreció con las palabras: "Yo soy el pan de vida".

Por mantener vivo el recuerdo y el verdadero sentido simbólico y espiritual de esas palabras, nace la idea de conmemorarlas o ritualizarlas haciendo en las fiestas de su nacimiento una ofrenda con un pan especial que sólo se come durante estas fechas navideñas, como por ejemplo el "nochebueno" andaluz o el panettone milanés. Un pan nuevo hecho con pasas, o sea uvas viejas o pasadas. También está dentro de este simbolismo solar la costumbre del roscón de reyes, que introduce un juego de suertes. Concretamente en Cataluña el rosco lleva en su interior un haba y una figurilla de rey mago. El que saca el haba pierde y paga el rosco, y el que al comer su porción encuentra en ella la figura real es coronado como rey de la fiesta.

Y si los ritos cristianos de la encarnación de Cristo se reglamentan por el calendario solar, es decir que se relacionan con el ciclo solar, los ritos de su muerte y resurrección están relacionados con la luna y sus fases, menguante y creciente.

Los primeros, los de su nacimiento, comienzan el día 8 de diciembre, día de la Purísima Concepción, aunque es en el transcurso de la medianoche del 24 al 25 cuando alcanzan su plenitud con la misa del gallo, una ceremonia que asimiló la corriente ancestral invocada por la tradición hermético-alquímica. Pues esta misa acogió hasta no hace tanto, ritos paganos relacionados con las saturnales, que se celebraban en el interior del templo y en los que participaba también el clero. Entre los festejos se realizaban misas bufas y otros actos que bien podrían ser calificados de obscenos; la idea era dar rienda suelta a los más bajos instintos en unos días delimitados por el rito, para dejarlas fuera del curso anual, o del orden que dicho rito establecía, y porque esa era una manera de vehicular esas energías inferiores, ya que en el plan del cosmos tienen evidentemente una función.

Es por eso que la Misa del gallo, según cuenta Alan Wats en Mito y Ritual en el Cristianismo, es una ceremonia que se divide en 3 misas; la primera a media noche está centrada en los misterios de la derrota de las tinieblas, y se corresponde astronómicamente con la noche más estrellada del año. La segunda misa es al amanecer y se conoce como misa de la aurora, y en ella se celebran los misterios de la transfiguración del mundo por la iluminación, la tercera se celebra durante el día y conmemora el nacimiento de Cristo, cuya función arquetípica es regenerar el Tiempo.

Otra identificación entre el cristianismo y la fiesta del Tió de Nadal, la encontramos en la costumbre de llevar el tronco a la casa el día 8 de diciembre, día de la Purísima, fecha en que se celebra la concepción de María, cuidándolo y alimentándolo hasta la Noche Buena, o Natividad del hijo, Jesús, y cuando se celebra la Fiesta de los regalos o dones del Tió.

Por último, queremos hacer hincapié en la idea de que a pesar de la degradación con respecto a lo que fueron sus valores originales, lo cierto es que ello no toca sino a las formas exteriores que adoptan las tradiciones y el folklore en general, pero no a su núcleo y esencia metafísica.

O sea que el empobrecimiento que actualmente se tiene del calendario y las fiestas tradicionales insertas en él, es algo que sólo afecta a tal visión, y no a lo que de verdad significan.

Y con respecto al rito, al arte y a todas sus expresiones culturales, decir que siempre imitan cosas de un orden superior, y por tanto son recordatorios de ellas y, según palabras de Platón, sirven para armonizar nuestros modos de pensamiento con las armonías cósmicas, pues es ese el plan del Universo.

 

NOTAS

* Mª Angeles Díaz es española, colaboradora habitual de la revista SYMBOLOS. Esta conferencia fue pronunciada el 12 de Diciembre de 2006, en la sede del Centro de Estudios Simbólicos de Barcelona del que es profesora.

(1) Simbolismo y Arte. Capítulo III, "El Ser del Tiempo: Simbolismo de los calendarios".

(2) Nuestra galaxia tiene un diámetro de unos 100.000 años luz, y se calcula que en ella hay 100.000.000.000 (cien mil millones) de estrellas.

(3) Ver el artículo de Antoni Guri "La Sardana, danza simbólica" en: SYMBOLOS Nº 5, pág. 97.

(4) La noche de Navidad / la noche más corta del año.

(5) "No me cagues arenques, que son salados, caga turrones que son más dulces y buenos".