El rostro de mi país
Empapados de
una soledad
que nos inunda y nos ahoga,
la brisa de la esperanza huye
por los desagües espesos,
a los pies de la gente con hambre,
en la mirada de los ancianos que mueren.
Mientras...
el cielo se desangra,
fundiéndose en el rojo de nuestro llanto;
testigo de sueños rotos
entre harapos de ilusión, olvidados.
Las ruinas
de un aguacero,
reflejan el rostro de mi Patria.
Los niños se revuelcan en la tierra arrendada
y fecundada con el polvo de sus muertos,
salpicada por lágrimas de su pueblo,
injustamente alejados de su mundo.
Las nubes,
pesadas y ebrias,
duermen sobre nuestra fatiga
que se acuesta entre las sombras
de tantos anhelos muertos.
Sólo veo un demonio, que desayuna
y bebe nuestro mundo... antes del ocaso.
Los ojos
reflejan con tristeza
un paraíso que ha perdido su color,
vagando entre laberínticos pantanos,
a la búsqueda de un tesoro perdido...
¡nuestro horizonte!
La magia del
día muere al amanecer,
arrastrando la lluvia la tinta de nuestros versos;
con ellos... entre las humedades y los charcos
van nuestras ilusiones agonizantes.
Hemos
perdido el camino hacia los paraísos,
nuestros pies sólo nos guían a purgatorios.
Estamos donde caen los muertos de la nada,
donde no hay luz para el negro de las letras,
a mitad de un camino hacia ninguna parte.