Sección de Historias



Historia: ( Escrita por Denisha)



TODO PUEDE PASAR ENTRE LOS VIVOS



Hace unos treinta años, un grupo de amigos planearon ir una noche al cementerio y allí, practicar espiritismo con la misteriosa tabla ouijar. Después de una larga caminata Estéban, señaló el lugar idóneo para la sesión. Colocaron la tabla sobre un manto circular y, posteriormente, se sentaron a su alrededor. Pusieron los dedos en el vaso concentrando sus mentes en el juego. Al principio, todo era normal, pero al cabo de escasos segundos ruidos de allende, no cesaban de sonar, dominados por el pánico, los chicos corrieron en estampida escapando cada uno como pudo. Durante la huída, Ramón dio un paso en falso quedando sepultado en una zanja.

En la actualidad

Dos y cuarto del mediodía. Clase de Geografía. Oscar y Pedro comienzan una severa discusión y sin motivo aparente los chicos acaban peleándose



El profesor sin perder un minuto, manda a los chavales a dirección. Camino del despacho, son testigos de cómo el profesor de inglés, guarda los exámenes de la semana siguiente en uno de los cajones de secretaría. Al llegar al despacho, Oscar y Pedro ven al director mantener una conversación monologa. Al asomarse por la puerta entreabierta, descubren que hablaba con una fotografía.

-Toc, toc- Llamaron a la puerta- ¿podemos pasar?- preguntaron educadamente



El despacho era grande. Tenía armarios gráciles de madera, un perchero del tamaño de los armarios con las ventanas continuamente nítidas y brillantes. Los chicos le contaron la razón de la pelea con lo que el director aprovechó la ocasión para echarles un sermón sobre lo valiosa que es la amistad. Al salir de clase, Oscar convence a Pedro para ir esa misma noche al instituto y robar los exámenes que el profesor de inglés dejó en secretaría.

Doce y media de la noche. Instituto.

Los amigos se reúnen en el centro. La valla estaba cerrada por lo tanto no tuvieron más remedio que saltarla. Una vez dentro, Pedro sacó unas linternas y se dirigieron al cajón donde se encontraban los exámenes. Oscar, que en ese momento vigilaba el terreno, intuyó algo al oír pasos en el pasillo.



Al apoderarse de los exámenes, cerraron la puerta cuidadosamente. Pasos de una tercera persona se les acercaba cada vez más. -¿Quién anda ahí?- preguntó Pedro titilando Poco a poco, aparecería la silueta de un joven. -¿seríais tan amable de decirme si sigue dentro el director?- preguntó el joven tímidamente. -Aquí dentro ya no queda nadie. Lo siento- contestó Oscar. -Vaya- dijo el chico entristecido -Aunque sabemos donde vive, si quieres te podemos acompañar hasta su casa- dijo Pedro. -Me haríais un gran favor ayudándome- agradeció el chaval. El chico tenía la cara pálida, su pelo era oscuro, despeinado y sus labios estaban morados, sin vida, la ropa la tenía raída, sucia y carecía de calzado.

Acompañaron al chico hasta la casa del director, sin entender el por qué, les pidió por favor que llamaran a la puerta y sin rechistar, le obedecieron. El director, abrió la puerta y extrañado les preguntó qué hacían ahí a altas horas de la noche



-Les he traído yo, Estéban- dijo el chico. El director sorprendido, dejó pasar a los chavales y al joven que les acompañaba y en el interior de su casa, les contaría lo que ocurrió hace treinta años cuando él y el joven, decidieron y al cementerio para hacer espiritismo. Durante la estampida, Estéban observó cómo Ramón caía en el fondo de la zanja sin poder ayudarle por más que lo intentó. A raíz de ahí, la policía inició una larga y decepcionante investigación acerca de la desaparición de Ramón. Nunca lograron encontrar el cadáver.

Al aclarar el suceso, Ramón condució al director a los chavales y a su gran amigo Estéban hasta el lugar donde se encontraba su cadáver. Una vez allí, los chicos llamaron a la policía mientras Ramón y Estéban recordaban viejos tiempo y se decían lo mucho que añoraban todos los líos en los que se metían cuando eran unos críos.

Al poco rato, la policía apareció. -Gracias, chicos. Llevábamos tiempo buscando a Ramón- dijo uno de los policías. -No hay de que- contestaron los chicos. En ese momento, Oscar y Pedro se convirtieron en muy buenos amigos del director y a partir de ese día ninguno de los dos se volvieron a pelear