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ANECDOTAS |
Este
apartado no pretende ni molestar ni tiene rigor histórico, tan solo
entretener y no dejar en el olvido frases, ”ocurriencias” o hechos mas o
menos curiosos que son nuestros.
Si alguien
por sentirse aludido quisiera modificar o anular algo que lo haga saber.
Agradeceríamos la aportación de nuevas andanzas de vecinos de Belver de
Cinca.
Recopilación : Cesar Canalís
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Los
de Belver encortadores,
que confunden a los caminantes. Es así como se nos menciona en el
Romance de la Rivera. Encortadores viene a ser algo así como brujos o
hechiceros.
Se cuenta que cuando una pareja se casaba, si se cruzaban
los dedos (encortar) se provocaba un hechizo por el cual esa pareja no
duraba o no podía estar junta. |
De Belver ni burra ni mujer, burra “guita” y la mujer
maldita. Este dicho se dice en los pueblos vecinos (sobre todo en
Osso),
desde luego los de Belver no lo compartimos, aunque ....... |
Río Cinca, Cinca traidora,
se ven las piedras y el agua a la “gola”. La gente del lugar de
mediana edad y por supuesto los mayores, recuerdan con nostalgia, las
aguas transparentes del Cinca y la sana costumbre de bajar los días
calurosos a bañarnos al río y es verdad que engañaba, podías ver el
fondo y sin embargo tener profundidad, ocasionando más de un susto y
alguna que otra desgracia. Lástima que cuatro fábricas de mala leche,
hayan conseguido que este dicho sea hoy mentira. |
Una
belverina, Alicia, nos envía esta historieta que le
contaron de unos mozos de Belver.
...
el caso es que hace muchos años ya, recién terminada la guerra, los
mozos que quintaban en Belver (que debían de ser más brutos que diez
arados uno encima de otro) se fueron a hacer el bruto a Osso, y dando
grandes gritos se pusieron a cantar ...
MOCITAS LAS DE BELVER
YA PODEIS REBAJARLO
PORQUE LAS MOCETAS DE OSSO
EN LA CARRETERA LO ESTAN DANDO.
Cada uno que entienda lo que quiera.
Pero parece ser que las autoridades del lugar se lo tomaron por la
dirección más negativa posible y la emprendieron con los mozos, que
según me han contado fueron directos al cuartelillo, y tuvo que
intervenir la autoridad provincial, que debería de ser el Gobernador
Civil de aquellos entonces. Y se cuenta que en más de una casa
tuvieron que vender la burra para poder sacar libres a los mozos.
Y nada eso es todo, solo siento que la historia sea un poco misógina
y un poco machista, pero en fin, eran otros tiempos. |
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Con dineretes chufletes. Hace algunos años los viajes “de
fuera”, no eran tan comunes como lo son hoy y si algún vecino o
conocido debía desplazarse a la ciudad, era común darle encargos, del
tipo ya me traerás “tal cosa” o mira si me encuentras “tal otra”, pero nadie se acordaba que
“las cosas” cuestan dinero. Esto mismo le ocurría a un vecino,
todos le daban encargos, para que les trajese de su viaje, pero nadie
dinero, salvo una mujer que se cruzó con él, le dijo
toma estas “perras” y tráeme unos “chufletes” para los críos,
a lo que el vecino contesto, tu “chuflarás”. |
Un caso de devoción. Terminada la misa y la procesión en
honor a San Sebastián, es costumbre reunirse alrededor de la hoguera,
tomar vino y torta, a la vez que cantan las coplillas y se le dedican
vivas al Santo, en eso estaban cuando a un vecino de la “calle bajo”
se le hoyo gritar a pleno pulmón “viva
San Sebastián, me cagüen Dios”. |
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El pellejo del galgo. Los
galgos para la práctica de la caza, eran muy apreciados y si eran
buenos se compraban y vendían caros.El abuelo “Corisa” crió
uno, cuya estampa no correspondía con su inutilidad para cazar, por lo
que le era imposible venderlo, así se lo hizo saber a su
amigo
“el
gaitero de Belver”. |
El
gaitero lo tranquilizó diciéndole, no te preocupes, para la Feria de
Alcolea me han contratado para tocar y de paso que
me acompañas con la guitarra, te traes ese “pellejo” que ya verás como
lo vendemos. Llego la Feria de Alcolea,
la más importante de la “redolada”
y para allí fueron los tres. Comenzaron ha llamar la atención, haciendo
sonar los instrumentos, pero de cuando en cuando el Gaitero paraba de
tocar, aprovechando los momentos en los que más público tenían y
comenzaba a medir al galgo, lo media a palmos, de alto, de ancho, de
largo, repitiendo la misma acción una y otra vez y sin decir palabra
volvía con su música, un gitano intrigado por aquel comportamiento,
preguntó si el galgo estaba en venta, a lo que Corisa contesto que si el
precio era bueno si, el regateo fue escaso y pronto el gitano se hizo
con el galgo .
Al cabo de pocos días, se personó el comprador del animal en casa del
Gaitero y le preguntó ¿por qué medía usted tanto al galgo, si no vale
“pa na”, a lo que el Gaitero contesto, yo no medía el animal que ya
sabía lo inútil que era,
yo media su pellejo que para una gaita me era grande y para dos me era
escaso.
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Más miedo que el abuelo Corisa. Ya conocemos a Corisa y su
afición a tocar la guitarra.
Llevaba tiempo Corisa sin
utilizar el instrumento, por lo que lo tenia “alzau” en el
“mirador”, cuando una noche se despertó sobresaltado, en
el piso superior se oían sonidos extraños, reconoció el sonido
de su guitarra, hasta creía reconocer la canción que sonaba, el
problema era ¿qué o quien era el músico?, en toda la noche no “pegó
ojo”, imaginando posibilidades a cual más descabellada, terminó por
pensar que sería cosa de fantasmas. Al día siguiente y todavía con el
susto en el cuerpo,
contó lo ocurrido en espera
de
ayuda, pero solo encontró risas, |
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la noche siguiente fue todavía peor, el concierto
comenzó pronto y duro hasta la madrugada, tomo la determinación de
averiguar el misterio, pero el solo no se atrevía, consiguió convencer
a un amigo para que le ayudase a descubrir el enigma. A puestas de sol
estaban los dos valientes montando guardia, escondidos y bien
pertrechados, con escopeta
y cuchillo así |
como
crucifijo y rosario, no se olvidaron de la bota y el
chorizo por si la noche se hacia larga,
pero los “fantasmas” pronto comenzaron
con su serenata de la guitarra, salían sonidos pero no
se veía a nadie, con más miedo que otra cosa, los
valientes se acercaron lentamente y la guitarra dejó de
sonar, cuando más desconcertados estaban del interior de
la guitarra
asomo un ratón, que al pasar entre las cuerdas las hacia sonar y
al poco otro y otro más, toda una familia de ratones había tomado el
interior de la guitarra como vivienda. El misterio quedo desvelado y a
Corisa la “coletilla”. |
Cuestión de lógica. El Baratero contrató al Pito para
trabajar “en Domingo”, el trabajo consistía en “picar
remolacha”, duro trabajo, el Pito puso por condición un almuerzo en
condiciones. Y “a punto y día” se encontraban en el tajo, cuando el
Pito sugirió que podrían almorzar antes de comenzar con el trabajo, el
Baratero pensaba que primero debían trabajar un rato, a lo que el pito
le contesto “un saco vacío no
se tiene drecho”, no muy convencido el Baratero accedió,
almorzaron sin prisa y bien, una vez hubieron acabado con todas las
provisiones y apretado bien la bota, el Pito se levanto despidiéndose
con un “que vaya bien”, ante el enojo del Baratero el Pito se volvió
y le dijo “un saco lleno no se
dobla”. |
El duro del Rafelo. Los de Belver siempre hemos tenido la
fama bien ganada de rondadores, aún cuando los bares eran pequeñas
tabernas y los dineros escasos. Por esos tiempos cuentan que una
cuadrilla de rondadores gustaba de ir de tasca en tasca, era costumbre
que cada ronda la pagaba uno, bien por orden o sin él, pero con idea de
colaborar todos de forma equitativa, con esta cuadrilla
rondaba un tal
Rafelo, no tenia problema en pagar su ronda
correspondiente, para lo que con mucha ceremonia sacaba |
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de la
“pocha” un
reluciente duro de plata
que dejaba sobre el mostrador. El
pobre tabernero no podía cobrar al no disponer de dinero suficiente
para “la vuelta”, con lo que el Rafelo volvía a embolsarse
“su duro” intacto, para cumplir con su parte en otra ocasión. |
La prueba de la sardina. Cuentan que cuando un “joven”
quería casarse o entablar relación con una moza el padre lo sometía a
una prueba, esta consistía en invitar al candidato a una jornada de
trabajo, se le daba una “jada” y una vez en el tajo se colocaba el
morral con el almuerzo en un extremo de la “marguin”, no se le decía
por donde debía comenzar a picar, en eso se basaba la prueba, si
comenzaba almorzando o si por el contrario
lo posponía para después de realizado el trabajo, lo que daba
unas pistas de su forma de ser. |
Bochorno. El bochorno además de ser un viento cálido que en
ocasiones trae lluvia, expresa un estado de vergüenza.
Quien a pasado por el trago de
entrar por primera vez en casa de ella o de él, sabe de los nervios que
se pasan. En este caso se encontraba un mozo de Belver, ”convidado”
a comer y siendo el centro de atención no “atinaba” a contestar y
tan solo podía pensar en la hora de “pillar la puerta“. La prueba
había sido superada, la comida se encontraba en la fase de “resopón”,
tan solo restaba buscar el momento idóneo y la excusa adecuada para
poder emprender la huida, cuando se percato de que llevaba la bragueta
bajada, con mucho disimulo, sentado como se encontraba con las manos
bajo la mesa y sin mirar para no levantar sospechas fue “abrochándose”
la dichosa bragueta, no sin esfuerzo lo consiguió. Era el momento, sin
pensárselo se levanto, dijo algo que nadie comprendió y dio unos pasos
a toda prisa en dirección a la puerta, cuando a sus espaldas se escuchó
un “estrapaluzio”, tazas botellas y platos se estrellaban contra el
suelo ante el asombro de los presentes, el mantel agarrado a la bragueta
y arrastrado en la fuga dejó la mesa limpia. No se muy bien como
termino el incidente, me contaron que el padre de la chica le dijo al
“terremoto” algo así : “espero que esa bragueta no cause más
problemas”. |
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Amnesia. La mili ya no es lo que era, la he oído en muchas
ocasiones y en realidad es verdad, lo que hoy es un puro trámite o un
incordio de unos meses, o incluso de
nada, porque está en vías de desaparecer, en tiempos de nuestros
padres era toda una aventura que duraba años y en pésimas condiciones,
solía ser en muchos casos la oportunidad para salir del pueblo.
Cuentan que cuando se volvía de la mili la persona había
cambiado. Algo así le ocurrió a nuestro protagonista,
volvía de la mili y volvía |
diferente, no recordaba el nombre de las herramientas de
trabajo ni para que servían, por lo que no las sabía o
no las podía utilizar, a todas las llamaba igual:
“cacharrito”. Pero su familia en un esfuerzo por
“curarle” lo llevaba a todas partes para ver si recobraba
la memoria. Enfrascados en las labores de la trilla, el
desmemoriado
jugaba con una herramienta llamada “retabillo”
(Es una tabla de metro o metro y
medio con un mango que sirve para recoger
la paja molida y el grano), la
pisaba con el pie mientras decía : “¿Que cacharrito es
éste?”, hasta que calculó mal su fuerza y al pisar el
“cacharrito” se incorporó sacudiéndole con el mago en los
morros,
recobrando el mozo y de manera milagrosa la memoria, puesto que exclamó
“me cago en el retabillo, la Virgen”. |
Un recadero un tanto especial. Fue el Pelaire a por
cinco litros de buen vino, para las celebraciones de la iglesia. Se fue pues a hacer el encargo, con garrafa y tomando
el camino más corto, cruzando el río “al
drecho”, le costó
su tiempo ir y volver a Chalamera ya que hubo riada, y ya de vuelta lo preguntaron:
¿has traído
el vino?, a lo que nuestro recadero enseñando la garrafa vacía y con la
mano en la barriga contestó, “lo traigo pero no lo traigo”. |
Pablo
Zorita nos envía esta historieta de un bromista. El molde de los
bulles.
Había un señor muy amigo de gastar bromas pesadas, se cuenta que
cuando en su casa hacían la matacía del cerdo salía a la calle y a
algún crío o mocete le decía "Ves a tal casa y dile que te dejen el molde de hacer
bulles, que te daré alguno" En la casa a la que
había mandado al chico, ya de previo acuerdo, le daban un saco en el que
habían metido un par de
adobas y las llevaba al mandante,
cumplía la promesa y daba al chico algún
bull que bien se los
había ganado, pero él se destornillaba de risa. |
Allí
había algo. Otra
historieta del Pelaire.
Familia de pescadores, los Pelaires bajaban al río muy a menudo, cuando
al pasar por un remanso el bisabuelo dijo "aquí estaba".
No quiso decir nada a las preguntas que le hicieron sobre el tema.
La historia se repetía
cada vez que pasaban por aquel lugar, y él solo respondía con "aquí
estaba".
El misterio lo
desveló poco antes de su muerte y dijo que un día que iba solo por allí,
se encontró un muerto en la orilla y no se le ocurrió otra cosa mejor
en aquellos tiempos difíciles que empujarle río abajo y decirle
"ala, a hacer gasto a otro pueblo". |
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El
milagro de la ropa seca.
Cuentan
que en otra ocasión hubo una
tronada enorme y el Pelaire que
ya conocemos, regresó del campo con las ropas completamente
secas. Todo el mundo quería saber cómo era posible aquello (lo
que también tardó un tiempo a decir). Se había desnudado y
escondido la ropa en un agujero, poniéndosela al terminar la
tormenta. |
Balsa de Belver. Se encontraba, en el lugar que hoy ocupa el
aparcamiento de las piscinas, servía para “abrebar”,
tanto al ganado, puesto que por allí para la cabañera,
como a los animales de carga de los ejércitos, en el
siglo “tal” la reina, intercedió para que se limpiase
dicha balsa, puesto que había problemas. También tenía
la utilidad de frenar las aguas de las tormentas, puesto
que de ellas se abastecía aliviando de ese modo el
caudal que llegaba al pueblo procedente de la Sardera. |
La Cruz. Que se encuentra al final del paseo, justo antes de
llegar al “Choperal”, además de ser el lugar donde se quemaron las
imágenes y retablos de gran riqueza, especialmente uno del siglo XII
dedicado a San Juan Bautista, que pertenecía a la primera Iglesia, hoy
destruida que se encontraba en el alto de San Juan. |
Matadero Municipal. Todavía hoy se puede ver parte de la
infraestructura, se encontraba en el camino del río a unos doscientos
metros de la carretera y contaba con un "abrebadero", seguido de una balsa
para lavar y aprovechar el agua para las matanzas de animales, es de
suponer que contaría con alguna edificación, sin haberlo podido
constatar. |
Los
callizos. La mayor parte
de estos callizos se encuentran en la calle Mayor, en tiempos algunos de
ellos tenían acceso, bien al barranco o a la carretera, contaban con
puerta para cerrarlos de noche, más adelante se donó terreno para
construir casas, cerrando de esta forma alguno de ellos. El más
representativo es el de la “Chuta”, que debe su nombre a esa ave
nocturna y que todavía hoy tiene acceso a la Avenida de Aragón, por un
estrecho paso y unas empinadas escaleras. |
arriba
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