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HISTORIA
DE ALCOY |
MUCHAS
son las preguntas que nos asaltan a la hora de enfrentarnos con la
realidad histórica de Alcoy como comunidad o colectividad de hombres y
mujeres, como pueblo y núcleo urbano. Se ha repetido en múltiples
ocasiones que Alcoy nace para la historia en el siglo XIII, bajo el
reinado en Valencia de Jaime I. Con anterioridad, en los tiempos
ibéricos, La Serreta, el Puig y otros yacimientos arqueológicos de
indiscutible valor constituyen puntos de partida de excepcional interés,
primeras piedras para pensar en una población cercana, próxima a
nosotros pero, evidentemente, distinta aunque no extraña. Tampoco la
romanización deja en nuestra área geográfica un marcado acento o, al
menos una huella indeleble. Y a pesar de que algún historiador aduce que
las incursiones bárbaras, visigodas en concreto, tuvieron relación
directa con el Alcoy de hoy, publicándose incluso textos de lápidas e
inscripciones diversas, la verdad es que tales aseveraciones no despiertan
interés alguno, podría tratarse, incluso, de falsificaciones que es
menester no tener en consideración. Para José Montllor Blanes el origen
de Alcoy se ignora. Señala que en viejos manuscritos se mantiene la idea
de que su existencia es anterior a la era cristiana, a tenor de una
inscripción hallada en la cueva denominada Na Felisa que lleva la fecha
de 15 de mayo del año 184 antes de Cristo. Pero el propio historiador se
apresura a señalar que «examinado detenidamente el contenido, hemos
deducido que la tal lápida es pura invención...». Es preciso, pues,
acercarnos más hacia la idea de la contemporaneidad de Alcoy. En época
musulmana Alcoy debió de tener ya una configuración no como pueblo
formado sino como un conjunto de casas, alquerías, habitáculos
desparramados cerca de sus ríos, en los abancalamientos, entre barrancas
y hoces. En esta idea se mueve Beuter, historiador que es preciso tomar
entre comillas en algunas de sus afirmaciones. Sin embargo nos mantenemos
en esta tesis. Alcoy en los años musulmanes tenía que ser únicamente
una amplia red no demasiado tupida de alquerías y rahales con el poblado
de EI Castellar como punto más constituido. Se sabe de asentamientos en
las partidas rurales de Cotes, Uxola, Riquer, Barchell, Chirillent,
Benisaidó, Polop y La Canal. La convivencia de los viejos cristianos y de
los nuevos habitantes tenía que ser sencilla, natural. Fecha clave,
perfectamente de- terminada y documentada, es la de 1245, realmente cuando
comienza para Alcoy la empresa de la reconquista, y a partir de cuyo
momento el ya importante asentamiento musulmán va a debilitarse y a
disminuir considerablemente. Recuérdese al propio tiempo que desde el
día de Sant Dionís de 1238 – 9 de octubre – Valencia pasa a manos
del rey Conquistador, figura excepcional que ha de crear sobre el reino
moro de Valencia el moderno reino cristiano. Los intentos, pues, de ganar
las alquerias y casas de labor alcoyanas van a ser continuos. La salida y
tímido despoblamiento moro de nuestra geografía es explicable, y las
sublevaciones del caudillo Al-Azraq durante los años 1247-1258 son
fenómenos claros. El término rural, ciertamente extenso, no podía
quedar desierto – sostiene Ricard Bañó – si se tiene en cuenta que
estaba situado en una zona estratégica, cercana a la frontera murciana y
en medio de la vía de comunicación entre el reino de Valencia y aquel
otro reino del sur. Las incursiones de Al- Azraq, sus continuas
hostilidades tuvieron certera respuesta con los enfrentamientos que
aragoneses, valencianos, cristianos de otras latitudes supieron presentar.
De tal manera que se toma el año de 1253 como el preciso en el que el
área rural de Alcoy cae bajo la dominación cristiana, después de
rendido el castillo de Biar, a principios de febrero de tal fecha. Los
moros entendieron que ya no les quedaba plaza fuerte importante y fueron
entregando paulatinamente todos los lugares y castillos que les restaban
desde el río Júcar hasta la frontera con el reino de Murcia. Jaime I lo
expresa así: «E quant veerent que nos haviem Xativa, é Biar renderem
á nos tot lo regne, qui era de Xuquer tro en terra de Murcia. E ab
convinenca que nos los haguem feyta quels retinguessem al regne. E aixi
haguem ho tot». Una vez, pues, tomadas estas tierras por los ejércitos
de Jaime I de Aragón y de Valencia es cuando los cristianos crean, al
igual que lo ocurrido con Gandía o Pego, un centro urbano aglutinador de
todo el término rural. La fecha exacta todavía es discutible. El
historiador Diago, en sus noticias, parece aducir a la Carta-Puebla de
Alcoy, documento que aún no ha sido hallado y que, indiscutiblemente, se
convertiría en la auténtica partida de nacimiento del pueblo alcoyano.
Para él el 17 de marzo de 1255 el «lloctinent» de Jaime I, Ximen Pérez
de Arenós, redacta en Játiva el privilegio de población de Alcoy,
entregándoselo a su alcaide Joan Garcés, a Bernard Caval, Guillem Colom
y Guillem d’Ontoneda, para que entre ellos y otros más, hasta el
número que les pareciera más apropiado, se repartieran las casas y
heredades de esta zona alcoyana. La confirmación de la noticia nos la
ofrece el hecho de que estos hombres que podemos considerar primeros
pobladores del Alcoy reconquistado aparecen en la documentación
inmediatamente posterior, y será a partir del 1256, fecha en la que el
rey de Valencia confirma la creación de Ximen Pérez de Arenós, cuando
el nombre – topónimo – de Alcoy aparece en los registros como centro
urbano, como población. Y puede pensarse con toda lógica que si en el
documento de Diago se habla de un «alcaide», Joan Garcés, se presupone
la existencia de un castillo en el cual y sobre el cual se funda Alcoy.
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El castillo de Alcoy
También el tema del castillo de Alcoy ha sido repetidas veces debatido, pero hoy, a la luz de las investigaciones más modernas, nadie
pone en duda ya su existencia real. La documentación posterior y la
propia toponimia avalan esta circunstancia. Dicho castillo estaba situado
en el perímetro formado por la unión de las calles de San Miguel, Virgen
María y actual plazuela de la Mare de Déu. El cronista Vilaplana Gisbert
sostiene que al ser construida la parroquia de Alcoy, en 1329, en el lugar
exacto en que hasta hace poco se ubicaba el colegio de los Desamparados,
antes el cuartel de la Guardia Civil y hoy se adecua la Escuela de Artes
Oficios, en construcción, fue derruido algún torreón y lienzo de muro.
La toponimia urbana nos brinda el otro argumento: la puerta de entrada a
Alcoy viniendo desde Cocentaina, Játiva y Valencia era llamada «Portal
del Castell» y estaba situada, precisamente, en la confluencia de las
rúas Virgen María y San Miguel. La cuestión del topónimo es otro
problema. Desechada ya, por inexacta, la probable explicación de que
Alcoy es de origen árabe, remedo del Alcoll que Zurita en sus «Anales»
sitúa en el puerto de la ciudad de Constantina, al pie de una elevada
montaña, en la costa septentrional de Africa. Mármol, en su «Historia
de Africa», y al hablar de Túnez menciona a una ciudad antigua
denominada Col, al pie de una inmensa sierra. Alcoll, El Col y Alcoyll son
grafías que responden a la realidad de Alcoy, el Alcoy medieval que se
forma al doblar su primera mitad el siglo XIII (4). La configuración de
Alcoy es, en los primeros momentos de su historia urbana, modesta y corta.
Hasta principios del siglo XIV la población tenía los siguientes
límites: con el río Riquer al norte; al sur con la actual plaza de
España, lugar en el que, a consecuencia de la guerra contra Murcia, en
1265, se construyen unas defensas que más tarde se convertirán en el
alcázar-residencia de los señores territoriales de la ciudad, hasta el
año de 1338 en que este castillo se convierte, tras el proceso de obras
consiguiente, en el monasterio de San Agustin; al este los límites llegan
hasta el ribazo del río Molinar; y al oeste con la actual calle de Santo
Tomás, y va a ser por esta zona precisamente por donde Alcoy
experimentará sus primeros ensanches urbanísticos a partir del sigloXIV
(5). La urbe cuenta con cinco puertas: la de la «Plaça», situada en el
arranque de la calle de Buidaoli, que conduce a L’Horta Major y, por el
Barranc del Cinc, a Agres y Bocairente; la del «Portal del Castell», la
del «Portal de Penáguila» situada en la confluencia de las calles de
Sant Antonio y «Caragol», que llevaba a Penáguila, Benifallím y Ali-
cante por Torre de les Maçanes o Torremanzanas; «Portal de Sant Agustí»,
denominado de tal manera a partir de 1338, y aunque existente con
anterioridad a esta fecha, ignórase su nombre primitivo, situado en el
arranque de la calle Mayor conducente a la Canal, Ibi, Alicante y el reino
de Castilla; y finalmente, el «Portal del Mirador» situado en el cruce
de las calles de San Miguel y Santo Tomás, salida hacia Riquer, Barchell,
Chirillent, Polop y Castalla.
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Rebeliones moras
Las revueltas de Al-Azraq, personaje realmente asombroso en este
período
inicial de Alcoy como núcleo urbano y colectividad cristiana demostraron
bien pronto que la sumisión de años anteriores era puramente aparente.
Estando Jaime I ausente de sus reinos los musulmanes se alzan en armas. En
Calatayud se entera de ello el rey, por lo que determina trasladarse a
Valencia, entrevistándose con el obispo Arnaldo de Peralta, otros
eclesiásticos, ricoshombres y caballeros, así como principales
contribuyentes y ciudadanos, a quienes manifiesta el proyecto de expulsar
definitivamente de todo su reino a los moros, levantiscos y rebeldes. El
campo y algunas artesanías menores estaban en manos de los musulmanes, de
ahí la resistencia de algunos señores y caballeros a emprender y hacer
cumplir esta empresa, pero el soberano determina fortalecer los
principales castillos y pregonar en sus tierras que en el plazo de treinta
días abandonaran todos los territorios los moros. Algunos lo hicieron
así pero no Al-Azraq, que llega a formar un importante ejército que
algunos historiadores estiman, hasta la exageración, en sesenta mil
combatientes. Alcoy, con estas medidas queda despoblado, lo que explica
por otra parte la carta puebla de 17 de marzo de 1255.
Çaval o Zaval, Colom, Ontoneda se reparten las heredades del término
y el rey lo confirma en 29 de diciembre de 1256, empeñando su real
palabra en no dejar establecer a partir de ahora otros moros en estos
lugares, ni en el castillo de Alcoy, lo que explica perfectamente el hecho
y la circunstancia de que Alcoy no conociera barrio moro o moreria, tal y
como ocurriera en la mayor parte de las poblaciones del reino valenciano.
Diago, en sus «Anales de la Corona de Aragón», señala que vio en el
archivo de Alcoy los privilegios que sobre tal prohibición de morerías
se despacharon de la cancillería real. Son ciertamente bastantes los
documentos regios referidos a Alcoy en estos años. Un Alcoy que se
escribe así, y no de otro modo, en toda la extensa documentación
referida a donaciones, establecimientos, cuentas, fortificaciones y otras
importantes empresas, y de todos ellos se evidencia la existencia del
castillo alcoyano, es decir: la concreción del pueblo de Alcoy. Este
Alcoy del siglo XIII está perfectamente estudiado y delimitado con base a
la documentación existente y conocida en el Archivo de la Corona de
Aragón, según indica repetidas veces Rafael Coloma. De Jaime I de
Aragón, rey de Valencia y de Mallorca, conde de Barcelona, no hemos de aportar demasiadas notas dada
la inmensa e importante bibliografía existente, incluso aumentada estos
últimos años a raíz del séptimo centenario de su muerte, ocurrida en
1276, el mismo año, precisamente, en que Alcoy es atacado por Al-Azraq;
el mismo año en que la costumbre y la fe populares apoyan la victoria de
los cristianos en la intervención milagrosa de San Jorge. Quede la
confirmación de la absoluta grandeza militar, política y legislativa de
este rey nacido en tierras de la Cataluña francesa, conquistador de
vastos territorios, aglutinador de reinos peninsulares y tierras
insulares, personaje realmente excepcional a lo largo y lo ancho de toda
la baja Edad Media española. El otro personaje, Al-Azraq, es el digno
rival, el oponente de altura que tiene que medirse con las dotes
estratégicas y guerreras del rey de Valencia.
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Segundo levantamiento
De nuevo entra en escena. Alcoy va a ser, además, el escenario más
genuino. Se trata de la segunda sublevación. Moros de Finestrat y de Tous,
de los valles de Alcalá, Gallinera, Pego y Tárbena – viejos
territorios del valiente moro –, Guadalest y Confrides se levantan
en armas contra el rey Conquistador. En Valencia, el 13 de marzo de
1276, Jaime I reúne a ricoshombres y caballeros de Aragón, Cataluña y
Valencia para, una vez pasada la Pascua de Resurrección, marchar en armas
contra los rebeldes. Recomienda el rey cristiano, además, que los
soldados no se ensañen contra los moros, y que únicamente descarguen
todo su rigor contra los más osados y tenaces en su alzamiento. La
embestida cristiana va contra los castillos y lugares de Montesa, Vallada,
arrabal de Cullera, Chella, Bicorp, Bolbaite, Cortes, Dosaguas, Millares,
Mogente, valles de Albaida, Alcoy, Alfandech, Beniopa, Cocentaina,
Travadell y Tibi. El rey cristiano llega a Alcira y de aquí parte hacia
Játiva en cuya villa se entera de que la caballería mora ha entrado ya
en tierras de su reino. Alcoy está en la ruta, en el camino que Al-Azraq
quiere dominar, de ahí que el príncipe de Valencia y Aragón pretenda
reforzar las plazas fuertes de Alcoy y Cocentaina, resolviendo enviar
cuarenta caballeros de «á caballo» para guarnecer dichos castillos. El foco de la sublevación
sarracena está en el nordeste alicantino, precisamente en las tierras que
fueron feudo del aguerrido caudillo moro. Sobreviene la lucha. Se trata de
la batalla que se da a las puertas de Alcoy en la primavera de 1276.
Documentada, no con demasiados datos, esta es la verdad, el primer
historiador que nos traslada el suceso bélico es Ramón Muntaner,
cronista del rey, que abarca el período 1265-1336: «E estant que ell
estava així malaut, los sarrains del regne ho saberen, que ab ell eren en
guerra, e entraren mes de mil hómens a cavall e gran res de peu entró
sus a Alcoi». Es decir: «El rey estaba ya enfermo: Y estando como estaba
enfermo, los sarracenos del reino lo supieron, y como estaban en guerra
con él, entraron más de mil hombres a caballo y gran multitud de a pie y
penetraron hasta Alcoy». Bernardo Desclot que inicia su crónica a partir
de 1283 habla igualmente de la sublevación sarracena y omite el nombre de
Alcoy, si bien centra la acción en el año de 1276:
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«I així tots los sarrains paliers del regne de
Valencia se levaren tots contra.l rey».
Jerónimo Zurita ya en el siglo XVI al redactar sus
«Anales de la Corona de Aragón» sigue de cerca la propia crónica del
rey Jaime I así como los documentos reales, y relata la rebelión de los
moros valencianos desde el levantamiento de Abrahim, en Finestrat, hasta
el final del ataque musulmán a la villa y castillo de Alcoy. El texto
reza así: «Partió el rey para Algezira – léase Alcira –, adonde
supo que los moros de Tous se avian alcado con el castillo y hecho fuertes
en él... De Algezira se passó el rey á Xativa por dar ánimo a los
christianos que estava en guarnicio por los castillos y lugares de aquella
comarca, y mandó entrar en Alcoy gente de cavallo, que estuviesse en su
defensa : y al castillo de Cocetayna por donde avian de passar los ginetes:
que era hasta numero de dozientos cinquenta, y llegaron á combatir Alcoy,
y recibieron en el combate mucho daño de los nuestros, y fue muerto en el
Aladrac su caudillo...». La información del ataque sarraceno, de la
pequeña pero importante victoria cristiana, y de la posterior derrota de
los cruzados en la celada tendida por los moros en el conocido Barranco de
la Batalla nos siguen informando historiadores del ayer. También del
siglo XVI Bernardino Gómez Miedes, biógrafo del rey Jaime I, presta
atención a esta circunstancia bélica, apuntando: «Pues como después de
haver embiado al rey el socorro a la villas para defenderse de los
dozientos y cincuenta ginetes con el capitán Alazarch que havia llegado
de refresco de Granada, estos con los del Reyno marcharon para batir AIcoy,
y llegados, parte se pusieron no muy lexos de la villa en celada, parte
arremetiero a dar el assalto sobrella: pero fue les tan mal en el assalto,
que se huvieron de retirar de veras, con muy grande daño y perdida suya:
quedando los más dellos muertos, o mal parados, y su capitán Alazarch
cruelmente herido duna saeta de la cual murió allí luego: puesto que no
tardo mucho a ser vengado. Porque como los Moros levantaron el cerco, y se
re- tiraran llevando el cuerpo de Ala- zarch con grandes llantos y
alaridos, los de Alcoy de muy ufanos por la victoria passada, salieron con
grande
impetu siguiéndolos sin llevar ninguna orden, pero los moros retirándose
medio huyendo los llevaro hasta dar en la celada. De la cual saliero tan
raviosos, que juntadados co los del assalto, de tal manera rebolvieron
sobre los Christianos que los degollaron casi a todos». Poco o nada
sabemos de los cuarenta jinetes que Jaime I mandó a fortalecer la plaza.
Queda la duda de si llegaron a tiempo de guarnecer Alcoy, si arribaron
cuando la embestida mora había ocurrido, y asimismo la muerte de AI-Azraq,
o si fueron los que persiguieron a los moros en su desbandada, cayendo,
finalmente, en la encerrona que estos, reorganizados, prepararon a la
salida hacia el sur, hacia Alicante, en el paraje que hoy es conocido,
presumiblemente desde aquella época, como Barranco de la Batalla.
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La lucha, los cristianos y San Jorge
Pedro Antonio Beuter también en el siglo XVI habla del ataque
sarraceno a la villa de Alcoy, y es el historiador que por vez primera
recoge la versión alcoyanísima de la intercesión de San Jorge, y aunque
a nosotros nos importe muy mucho esta descripción a fuer de ser sinceros
es menester que se indique que de todos los cronistas citados tal vez sea
Beuter el más dado a las fantasías, el más crédulo y el que menos
rigor imprima a su trabajo como historiador. Prolífico en sus
descripciones, detallista, narrador de fácil verbo, Beuter nos informa de
quienes eran los moros nobles que con Al-Azraq acudieron a los muros
alcoyanos, capitanes como él, esforzados campeones, y así sabemos de
Alabes, Reduan y Abrahim Zulema. El relato es, por tanto sustancioso, rico
en matices: «Vino la primera compañia de los Moros, que eran dozientos y
cin- quenta ginetes, cuyos capitanes eran Alabes y Rodoan, y viniendo en
compania dellos Alazarch, de quien havemos hablado, que rebolvio el reyno.
Es Alcoy tierra muy fragosa, aparejada para muchas celadas de enemigos en
tiempo de guerra. Pues como Alazarch fuesse platico en ella, y supiesse la
disposición della, ordeno que quedassen en celada ciento y cinquenta de
cavallo y fuessen los ciento a provar de entrar en Alcoy, o alomenos
dandoles una vista, sacar la gente de fuera, hasta ponerla en la celada.
Quedo en la celada Brahim Culema, valiente Moro, y fueron con los ciento
de cavallo Alabes, Rodoan, y Alazarch, llegaron a Alcoy a la que salia el
sol, y quisieron entrar por do esta agora el monasterio de los frayles de
S. Agustín, a la placa llamada de S. George. Poca resistencia havia en la
puerta, y facilmente la entraran, sino fuera por la buena costumbre que
aquel pueblo tenía de oyr cada dia missa la primera cosa que hazian de
buena mañana, hallaronse todos quasi ayuntados en la Yglesia: y a las
primera boces acudieron alli con sus armas, hasta el clerigo que dezia la
missa, llamado mossen Torregrosa, salio revestido como estava con un dalle
que hallo a mano (es una especie de arma, co que se pelea contra los
cavallos mas que contra los peones) y fue tanta la resistencia que
hizieron que los echaron de la puerta a los Moros, entre los cuales fue
Alazarch».
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El motivo de la Fiesta de Moros y Cristianos de Alcoy, la levadura, el
punto inicial y de arranque surge en estos momentos. Beuter hace
intervenir en su mensaje cronístico y detallista el posible mito, la
leyenda áurea, la epopeya secular. Cuando Beuter escribe su historia se
necesita, indiscutiblemente, de estas apoyaturas y de estos pilares de fe,
por eso no duda en recoger viejas tradiciones para incorporarlas a su
relato: "Acaeció
allí una cosa que cuentan los de aquel pueblo, y lo he hallado escrito en
muchos libros antiguos de aquel tiempo, y es: Que a la que estavan los
Moros lidiando a la puerta, que no era llegado el golpe de la gente,
vieron los Moros correr por encima del muro un cavallero armado con su
cavallo, de que se espantaron mucho y tuvieron que aquel era Hualy, que
nosotros llamados san George. Por lo qual hizieron en aquel lugar do
aparecio los del pueblo, una Yglesia a su nombre, y en aquella placa
truxeron una fuente y pusieron una ymagen equestre de marmol de san George
cavallero en su cavallo..." . El ataque de Alcoy, la muerte de
Al-Azraq – asaetado, como dictará la tradición –, la emboscada
posterior constituyen la trama argumental, el inicio de la historia
alcoyana que tendrá trascendencia, en lo porvenir, en la fiesta anual.
Todo se estructura de los cronistas, de los ya citados como de otros
posteriores que, tomando los puntos de referencia de aquellos, volverán a
repetir los mismos hechos. Y así el propio Escolano ya en el siglo XVII,
en la época del Barroco y de la Contrarreforma, que apareciendo como más
contenido en su versión no deja de mencionar al sacerdote Ramón
Torregrosa, como asimismo cita a los caudillos Alabes y Reduan y a Abrahim
Zulema, y «Todos estos con los demás, acometieron á entrar por la plaza
de Alcoy, al reir el alba y á hora que los de la villa estaban oyendo
misa... y como fueron sentidos los moros saltaron los cristianos á
armarse y ponerse á la puerta para hacer resistencia. En tanto se
adelantó el sacerdote con una visarma y Se opuso solo a la porfia de los
enemigos, que hacian esfuerzo por ganarla y entrar... Hállase en papeles
antiguos desta villa, que mientras el valeroso clérigo, como otro
querubín, defendia con su espada de fuego la entrada del Paraíso, fue
visto por el andamio del muro y sobre la puerta del debate, una cavallero
armado de un cavallo y que se acordaron los moros en viéndole y porque
por el escarmiento y experiencia que tenían de otros reencuentros,
entendieron que era el que ellos llamaban Huali en su lengua, y nosotros
San Jorge».
El cronista Vicente Carbonell
El primer cronista alcoyano, el primer historiador serio que se ocupa
del suceso es del doctor en ambos derechos Vicente Carbonell que incluye
en su «Célebre Centuria», libro que ve la luz en Valencia el año de
1672, el que él llama «Tratado de los sucesos de la aparición de San
Jorge», siendo también el primer cronista que fija la fecha – la
jornada – del combate, fecha que ha de coincidir con la de la
celebración de la Fiesta anual que los alcoyanos dedican a su patrono.
Tendremos que volver a recoger la información de Carbonell cuando
tratemos de entender la Fiesta alcoyana del siglo XVII, su organización,
los personajes principales que en ella tomaban parte, su desarrollo y
otras matizaciones importantes. Pero ahora, y puesto que estamos, de
alguna manera, revisando los textos históricos que reflejan las
embestidas del moro AI-Azraq, su pugna con Jaime I de Aragón y Valencia,
y la acción bélica que se produce en Alcoy – ya castillo y primitivo
núcleo urbano – en la primavera de 1276, preciso será que se consigne
que Carbonell Mayor es sindico del Concejo alcoyano justo en la época en
que escribe y da a la imprenta su «Célebre Centuria». Es un hombre
culto que ha estudiado en la Universidad de Valencia jurisprudencia y ha
logrado el grado de doctor en derecho civil y canónico. Conoce
perfectamente el latín y gusta de las crónicas históricas. Por ello no
le es ajena la «Crónica» del rey Jaime el Conquistador, ni las de
Beuter ni Escolano. Su narración, en consecuencia, tiene que apoyarse en
estos textos a más de recoger la tradición popular, las creencias
ancestrales de sus paisanos y todos aquellos extremos que enriquecen tan
importante hecho de armas. La «Célebre Centuria» se publica en 1672
pero el noventa por ciento de todo el texto con absoluta seguridad se
refiere al año 1668, fecha en que se cumple el primer centenario de un
hecho insólito, cual fue el robo sacrílego de las Sagradas Formas y el
hallazgo posterior de los vasos sagrados. Este y no otro es el motivo de
la crónica, el cuerpo de la misma, pero Vicente Carbonell como gran
amador del discurrir histórico de su pueblo no puede omitir otras
circunstancias igualmente importantes y también milagrosas, por eso «añádense
las historias de S. George, y sucesos de los Terremotos», movimientos
sísmicos que originarían el patronazgo de san Mauro mártir. Lo curioso
es que Carbonell, como otros autores, sitúa la acción bélica en 1275,
si bien describe con máximo detalle aquella campaña: «En el dia de
veynte y dos – de abril – tuvieron aviso – los alcoyanos – que los
contrarios estavan muy cerca de la villa, y que el otro dia sin falta
avian de dar sobre ellos». Saltan a la escena los capitanes Abrahim
Zulema, Alabes, Reduan, y añade que Al-Azraq ordena que «mucha parte de
los Moros se quedassen emboscados en el barranco... y los demás fuessen
á acometer á Alcoy, o ha hazer vista, para que si los de esta Villa les
corrian les truxessen á sus manos...». Al-Azraq aparece en Carbonell con
una nueva grafía, la de Alasarach, quien toma posiciones ante los muros
de Alcoy, quedando con sus soldados apostado en el barranco de la Loba,
«que ahora llamamos del Postich». La descripción añade que en la
amanecida del 23 los moros «hallaron poderosa resistencia en los pocos
que alli estavan, con el auxilio de un Cavallero brioso, que sobre los
muros vieron los Moros en un cavallo blanco, con una Cruz roja en sus
pechos, que arrojando un dardo que llevaba en sus manos y recobrandole
repetidas vezes hacia notable destrozo en los Moros». Carbonell insiste
en la muerte del señor de Gallinera y Alcalá, el valiente AI-Azraq, y
añade que en la huída de los jinetes sarracenos los alcodianos les
siguieron trabándose otra refriega en el Barranco de la Batalla «donde
la travaron sangrienta con los Moros, que emboscados se havian quedado; si
bien fue con poca perdida de Christianos, y considerable de los Moros. De
los que quedaron en vida, truxeron algunos presos á la Villa, entre los
quales avia de los que embistieron primero á nuestra Villa, y estos
dixeron que si los Alcodianos avian salido victoriosos, devian el triunfo
al Cavallero que avian visto sobre los muros, aquien ellos llamavan Hualy,
y nosotros San Jorge, en cuyo día sucedió tan memorable victoria...».
Minucioso, pues, es Carbonell y no cabe duda que demasiado crédulo en
algunos pasajes, pues llega a referir que las huellas de los cascos del
noble bruto dominado por el santo capadocio quedan dibujadas, como
grabadas, en los muros de la alcazaba.
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Siglo XIII.
Año 1276
Por supuesto que los historiadores locales, los alcoyanos, reconocen
todos la presencia del patrono mi1itar en aquella circunstancia difícil
para los pobladores de la pequeña villa. Desde Vicente Carbonell a
Remigio Visedo Sanfelipe desde el padre Picher y el cronista Vilaplana
Gisbert, hasta Rafael Coloma o Julio Berenguer en nuestro. días. Sin
embargo, hasta la revisión histórica e historicista del siglo XIX a
raíz de la celebración del llamado «Sexto Centenar» de la aparición
gloriosa de San Jorge, el año en que ésta tuvo lugar ha estado en
desacuerdo entre los autores, creyéndose
durante mucho tiempo que éste fue el de 1275. Esta convicción de que la
batalla alcoyana ocurre en 1275 ha estado presente en diferentes trabajos
escritos y publicados y en distintas manifestaciones plásticas.
Conservamos espléndidos grabados decimonónicos en los que al pie de la
silueta de San Jorge ecuestre y asaetando a los moros aparece dicho año,
incluso, y como curiosidad cabe citar una estampa realizada en 1838,
portadilla gráfica de los textos de las embajadas, impresas por Francisco
Cabrera, en la que la fecha que figura es la de 1257, pintoresco y chusco
baile de números, como puede deducirse fácilmente: «Aparición gloriosa
de San Jorge Mártir sobre los muros de Alcoy, en la plausible victoria
que consiguió esta Villa contra los moros, en el memorable día 23 de
Abril de 1257. Fco. Cabrera la dibujó y grabo en Alcoy, y se vende en su
casa frente al Beaterio a 2 rs.vn.» Los sucesos luctuosos de julio de
1873 que llevaron a una muerte vergonzante al alcalde de Alcoy Agustin
Albors Blanes, el estado económico de la población, las guerras
carlistas que aún coleaban y otra serie de circunstancias muy a tener en
cuenta fueron razones más que imperiosas que aconsejaron al vecindario a
no celebrar fiestas de Moros y Cristianos en los años 1874 y 1875, aún
existiendo, como antes se ha dicho, la idea y la convicción de que en
1875 se cumplía una efemérides gloriosa para Alcoy, cual era la del
centenario del patronazgo del santo mílite. Un acuerdo municipal
determina claramente esta cuestión: «Centenar de San Jorge. Habida
consideración al estado angustioso porque en general atraviesa el país,
consecuencia de la guerra civil que le aniquila, y a la paralización de
trabajos que se observa en esta Ciudad, de que es causa también aquélla,
el Ayuntamiento acordó aplazar para el próximo año 1876 la celebración
de las fiestas centenarias del patrono San Jorge Mártir, determinando que
en el corriente tuviera solo lugar la función religiosa ordinaria».
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El aplazamiento de la Fiesta es, en síntesis, el aplazamiento del
centenario, por lo tanto la seguridad de los alcoyanos de que la batalla
contra el insurrecto Al-Azraq ocurre
en 1275. Sin embargo en los meses siguientes a este acuerdo la labor de
los historiadores para aclarar este punto, la fecha exacta, va a ser
importante y determinar de una vez por todas lo procedente y lo real.
Fresca estaba en la memoria de los investigadores locales la biografía de
Jaime I de Tourtoulon, dada a la luz en 1874, y en esta crónica parece
diáfana la fecha que in- teresa a los alcoyanos: «En el mes de abril de
1276 atacaron a los rebeldes las tropas aragonesas, sien- do muerto AI-Azarch
en un encuentro, que sostuvo cerca de Alcoy; pero los cristianos pagaron
caras sus primeras victorias». Sobre el acta notarial de la batalla se ha
investigado a raíz de que el cronista Vilaplana Gisbert afirmara que
ésta, el acta, fuera autentificada por el notario Bernardo Carreres,
añadiendo que el escribano Cristóbal Mataix diera fe de «haber visto y
leido el documento auténtico». Desde entonces la cita de Vilaplana
Gisbert ha sido punto de referencia de los historiadores alcoyanos hasta
que Coloma da con el libro inacabado « Yndice de los Acuerdos de la villa
de Alcoy, después que la ocuparon las Cathólicas Armas de Nuestro
Ynvicto Monarca Dn. Felipe V de gloriosa memoria», en el que se hace
mención explícita de dicha acción de armas, que continúa curiosamente
fechándose en 1275. Datos amplios, nombres propios, topónimos, hasta el
cántico de los cristianos en marcha hacia los muros de la villa, «Devora
de Celo dimicatum», para concluir: «Todo lo dicho mas por extenso
resulta de una relación fee faciente que Bernardo Carreres Notario
entonces de esta Villa de Alcoy autorisó y firmó en dicho dia 23 de
Abril y año de 1275, afirmando aver visto, y presenciado quanto arriba se
contiene; Cuya relación auténtica he visto y Leydo Yo Christoval Mataix
Escmo. Publico de
dicha Villa, y lo noto para memoria en lo venidero, y Gloria de mi
Patria». Queda, a la luz de este documento, la duda todavía en pie y la
pregunta en el aire: ¿1275 ó 1276? José Montllor Blanes vendrá
finalmente a aclarar la cuestión en su trabajo «Reseña de la victoria
obtenida por los alcoyanos contra Aladrach en 1276», como así también
Francisco de A. Sempere en su «Memoria histórico-crítica sobre la
gloriosa lucha que Alcoy sostuvo contra los moros en 1276». Hay que
añadir que ambos trabajos se publican en un tomo que recoge los premios
de los Juegos Florales que celebra la ciudad de Alcoy en 1876 con motivo
del centenario de San Jorge. Los dos venían no a justificar el retraso en
la conmemoración gozosa que debía de haberse celebrado un año antes,
sino a dejar las cosas en su sitio, dando como bueno, exacto y veraz el
año de 1276, el mismo en el que morirá el ínclito rey de los
valencianos Jaime I de Aragón, llamado el Conquistador, óbito ocurrido
en Valencia el 27 de julio. Sabemos las andanzas del monarca en diferentes
fechas de febrero y marzo del expresado 1276 en plena insurrección o
rebelión mora, incluso queda constancia de algunas jornadas de abril,
fortaleciendo castillos y organizando defensas con el trasiego de
ricoshombres, caballeros y soldados. El 28 de mayo don Jaime nombra baile
de Alcoy – alcalde – a Guillermo de Clerze, facultándole para cobrar
los réditos reales de la Villa y sus términos. Se cubre, pues, un cargo
administrativo y político cuando la refriega ha pasado, cuando Alcoy
sigue siendo cristiano tras la muerte de AI- Azraq, las aguas vuelven a su
cauce y la vida se normaliza.
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