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ADOLESCENCIA
La adolescencia no es "la edad del pavo". Es la edad estupenda en que Dios, fiel a las leyes de su naturaleza, hace brotar en el cuerpo y en el corazón del joven una profunda inclinación hacia otro ser, hacia otro corazón.
Feliz el que tiene quien sepa decírselo;
Quisiera amar, Señor, necesito amar,
todo mi ser no es ya más que un deseo:
mi corazón, mi cuerpo
se alargan en la noche hacia un desconocido
a quien ya amo y braceo en el aire
sin encontrar el alma que abrazar.
Estoy solo y quisiera "ser dos",
hablo y no hay nadie que escuche
vivo y vivo, y nadie saca jugo a mi vida.
Para qué ser tan rico si no enriquezco a nadie?
Y de dónde viene este amor?
A dónde va?
Quisiera amar, Señor, necesito amar.
He aquí, Señor, en esta noche, todo mi amor estéril.
Escucha pequeño.
Párate un momento
y haz silenciosamente un largo viaje
hasta lo más profundo de tu corazón.
Avanza a lo largo de tu amor recién hecho, como a
contracorriente del río hasta encontrar su fuente.
Y, al principio y al fondo del infinito misterio de tu
amor inquieto, me encontrarás a Mí.
Pues Yo me llamo Amor
y soy Amor, ya desde siempre,
y el Amor está en tí.
Soy yo quien te hizo para amar,
para amar eternamente:
y tu amor pasará a "otra-tú-mismo".
Es a ella a quien buscas
ella está en tu camino
en tu camino desde siempre
sobre el camino de mi amor.
Ahora es preciso esperar su llegada:
ella se acerca, tú te acercas, y os reconocéis
Pues yo hice su cuerpo para tí y el tuyo para ella,
yo hice tu corazón cara a ella y el suyo para el tuyo,
y por eso os buscáis en la noche,
en MI NOCHE, que se hará luz si confiáis en Mí.
Resérvate para ella, amigo mío
como ella se reserva para tí
Yo os guardaré al uno para el otro.
Y mientras, como tú tienes hambre de amor, he ido
poniendo en tu camino a todos tus hermanos
para que vayas amando.
Créeme, el amor necesita un largo entrenamiento,
y no hay diversas clases de amor, sino una sola:
Amar es olvidarse de sí mismo para ir hacia los demás.
Señor, ayúdame a olvidarme de mí por mis hermanos
los hombres
para que, siempre dándome, aprenda a amar.