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Número 3 - octubre  /2005

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Información Especial

CubaRebelión  Voltaire

Guantánamo: las claves están en el pasado
Orestes Martí
Las Palmas de Gran Canaria


Thomas Jefferson (1743-1826)


John Quincy Adams (1767-1848)


James Monroe (1758-1831)


James Knox Polk (1795-1849)


Franklin Pierce (1804-1869)


James Buchanan (1791-1868)


Ulysses Simpson Grant (1822-1885)


Theodore Roosevelt (1858-1919)


Franklin Delano Roosevelt  (1882-1945)


Calixto García
(1839-1898)


Leonard Wood


Calixto García
(1839-1898)


William McKinley
(1897 - 1901)

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La Asamblea del Cerro

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Miembros de la Comisión de la Asamblea del Cerro


Máximo Gómez

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24 de febrero de 1899
Entrada en La Habana de Máximo Gómez

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Residencia de Máximo gómez en "La Quinta de los Molinos"


Máximo Gómez junto a José Martí

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Encuentro Gómez-Martí
abril de 1895

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Encuentro Gómez-Martí-Maceo, en La Mejorana
(mayo de 1895)

wpe25C.jpg (28708 bytes)
Residencia de Máximo Gómez en "La Quinta de los Molinos"


Juan Gualberto Gómez


Manuel Sanguily


Salvador Cisneros Betancourt


Elihu Root


Orville Platt

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Inauguración de La Asamblea Constituyente por L.  Wood

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Caricatura de la época sobre el significado de la Enmienda Platt para Cuba

   La Bahía de Guantánamo, una de las mayores de “la isla grande” del Archipiélago cubano; se encuentra a una distancia de 64 kilómetros de Santiago de Cuba, la segunda ciudad en importancia del país, y a 920 kilómetros de La Habana, su capital. Tiene un área de 117,6 kilómetros cuadrados (49,4 de tierra firme y el resto de agua y pantanos) y delimita una línea de costa de 17,5 kilómetros. La bahía, que posee buenas características en cuanto a profundidad, seguridad y capacidad, actualmente carece de importancia estratégica. 

     Desde el triunfo de la Revolución Cubana, el 1 de enero de 1959, el enclave ha sido fuente de provocaciones y agresiones, especial aunque no únicamente, por parte de las tropas norteamericanas allí destacadas. Un ataque a la base de Guantánamo -por mercenarios cubanos con uniforme de las fuerzas militares cubanas-, incluyendo varios sabotajes y la explosión de un almacén de municiones, que necesariamente provocaría daños materiales y numerosas muertes entre la tropa estadounidense, fue manejado por los norteamericanos como una posible excusa para una intervención militar en Cuba.

     Después de la invasión a Afganistán en 2001, liderada por Estados Unidos, en la primera fase de lo que la Administración Bush denominara "guerra contra el terror”, empezó a operar un centro de detención que fue ubicado en la base naval que los norteamericanos mantienen en la ya bastante famosa Guantánamo. El 11 de enero de 2002 un avión norteamericano de transporte C-141 trasladó a los primeros “reclusos”.

     Según se informó en la prensa de aquellos días, los prisioneros viajaron enfundados en unos monos color naranja, encapuchados y encadenados de pies y manos a los asientos del avión; llevaban incorporado un orinal portátil, como un anticipo de lo que vivirían a partir de ese momento; todos fueron “sedados” y mantenían la compañía de un militar sentado a su lado. Al llegar a su destino, fueron literalmente enjaulados: las “celdas” (jaulas) medían 1.80 x 2.40 m; techo de metal; piso de cemento y un cubo para hacer sus necesidades fisiológicas; sólo disponían de 15 minutos al día para salir. Este campo de detención poco a poco se ha convertido en un símbolo de la tortura, los abusos y las violaciones del derecho internacional, donde más de 550 prisioneros(1) de unas 35 nacionalidades continúan, de hecho, recluidas en un agujero negro jurídico, sin acceso en muchos casos a un tribunal ni a un abogado y sin visitas de su familia. En todo el mundo civilizado comenzaron a elevarse voces de condena al tratamiento dado a las personas allí recluidas. Amnistía Internacional mantiene una página web (2) donde se da cobertura informativa a la penosa situación física y jurídica de los prisioneros; en ella se puede leer, entre otras cosas: “Bahía de Guantánamo: un escándalo para los derechos humanos”.

     Desde hace algún tiempo, han venido apareciendo noticias en los diversos medios de información y comunicación -tradicionales y alternativos-, de que más de 200 reclusos –llamados con el estrambótico nombre de “combatientes enemigos”- mantienen una huelga de hambre en el enclave: informes del ejército estadounidense confirmaron que la huelga se inició el 8 de agosto pasado y que 87 prisioneros rehusaban recibir alimentos. Según algunos reportes de agencias internacionales, ésta sería la segunda huelga de hambre en el centro de detención en los últimos meses; en la anterior, los que rehusaban a alimentarse desistieron de la medida luego de que el Pentágono se comprometiera a agilizar el proceso (3)

     Algunos se preguntarán el por qué los grandes y poderosos medios de información y comunicación –que le llaman al centro de internamiento de diversas formas- nunca abordan el espinoso tema de la historia del enclave militar y menos aún de cómo se hicieron con el área donde instalaron el mismo. Por mi parte, estoy convencido de que el tratamiento informativo de este tema es incompleto si no se conoce bien cómo es que los Estados Unidos posee una base naval en territorio cubano, tomando en cuenta precisamente la demostrada hostilidad de la Administración norteña contra el pequeño país caribeño, en su historia reciente, y su ambición histórica de lograr por distintas vías su anexión.  

El diferendo entre Cuba y los Estados Unidos no son, como se quiere hacer creer a la opinión pública, un conflicto entre el “régimen comunista de Castro” y los democráticos Estados Unidos de América. En realidad, los intentos del poderoso vecino del norte por apoderarse del archipiélago cubano tienen una historia de dos siglos y son la expresión concreta de sus concepciones imperiales de que Cuba les pertenece de hecho y de derecho y que, por tanto, tarde o temprano deberá ser anexada a los Estados Unidos. 

   Tales intentos han tenido múltiples formas, entre ellas: las  políticas, como la teoría de la Fruta Madura, esgrimida por John Quincy Adams en 1823, la Doctrina de James Monroe en 1826; el Destino Manifiesto en 1845, la Doctrina Evarst en 1878, la Diplomacia del Dólar y la del Buen Vecino de  Roosevelt(4); o los intentos de compra directa a la antigua Metrópoli española: Polk en 1848, Pierce en 1853, Buchanan en 1857 y Ulises Grant, en 1869.

 

  Thomas Jefferson (1743-1826), fue el presidente número 3 de los Estados Unidos (1801-1809). En 1805,  dijo que "comenzaba a considerar toda la corriente del golfo como agua jurisdiccional norteamericana", este pensamiento lo complementaba de la forma siguiente: "En caso de una guerra con España, los Estados Unidos se apoderarían de Cuba".

 

   John Quincy Adams (1767-1848), fue el presidente número 6 de los Estados Unidos, pero siendo secretario de Estado en el gobierno de Monroe, escribió: “Hay leyes de gravitación política como leyes de gravitación física, y Cuba, separada de España, tiene que gravitar hacia la unión que, en virtud de la propia ley, no iba a dejar de admitirla en su propio seno. No hay territorio extranjero que pueda compararse para los Estados Unidos como la isla de Cuba”.

 

   Con fecha 28 abril de 1823, John Quincy Adams envió al ministro de Estados Unidos en España  instrucciones que, entre otras cosas, decían: “El traspaso de Cuba a Gran Bretaña seria un acontecimiento muy desfavorable a los intereses de esta Unión (…) La cuestión tanto de nuestro derecho y de nuestro poder para evitarlo, si es necesario por la fuerza, ya se plantea insistentemente en nuestros consejos, y el gobierno se ve obligado en el cumplimiento de sus deberes hacia la Nación, por lo menos a emplear todos los medios a su alcance para estar en guardia contra él e impedirlo. (…) Estas islas (Cuba y Puerto Rico) por su posición local son apéndices naturales del continente norteamericano, y una de ellas, la isla de Cuba, casi a la vista de nuestras costas, ha venido a ser, por una multitud de razones, de trascendental importancia para los intereses políticos y comerciales de nuestra Unión. (…)  Cuando se echa una mirada hacia el curso que tomarán probablemente los acontecimientos en los próximos cincuenta años, casi es imposible resistir la convicción de que la anexión de Cuba a nuestra República Federal será indispensable para la continuación de la Unión y el mantenimiento de su integridad (…)”. Adams, además, fue quien negoció  el tratado Adams-Onís por el cual se obligó a España a ceder la península de Florida.   

 

   James Monroe (1758-1831) fue el quinto presidente de los Estados Unidos (1817-1825) y quien formulara una declaración en el Congreso norteamericano –1823- en la que anunciaba que su país era totalmente contrario a cualquier intervención europea en el continente americano, basándose en el lema: "América es para los americanos”; tal declaración sería conocida posteriormente como Doctrina Monroe y realmente significaba “América es para los norteamericanos”.

   El periodista John L. O'Sullivan, en el año 1845, escribió un artículo en la revista Democratic Review de Nueva York, en el que explicaba las razones que justificaban la necesaria expansión territorial de Estados Unidos: "extenderse por todo el continente que nos ha sido asignado por la 'Divina' Providencia, para el desarrollo del gran experimento de libertad y autogobierno”. Muy pronto, políticos y líderes de opinión aplaudieron el “Destino Manifiesto”, que fue pensamiento y visión del entonces presidente James Knox Polk. El Destino Manifiesto se convirtió en  una de las filosofías con la que los norteamericanos han tratado de justificar su comportamiento a escala mundial y su “peculiar” forma de relacionarse con otros pueblos. A lo largo de toda su historia, el Destino Manifiesto ha sustentado la convicción de que Dios eligió a los Estados Unidos para ser una potencia política y económica, una nación superior a las del resto del mundo. Algunos autores aseguran que en realidad tal filosofía es mucho más antigua y la sitúan en 1620, cuando los puritanos peregrinos arribaron a América en el pequeño velero de altas bordas conocido con el nombre de “Mayflower”.

   James Knox Polk (1795-1849), presidente número 11 de los Estados Unidos y que durante su mandato(1845-1849) tuvo lugar la guerra contra el pueblo mejicano y el robo de los territorios de California, Nuevo México y Texas, hizo todo lo posible  para comprar a Cuba: en 1848 ofreció adquirirla  por cien millones de dólares.

   Franklin Pierce (1804-1869) presidente número 14 de los Estados Unidos de América (1853-1857), trató de adquirir a Cuba en el año 1853.

   James Buchanan (1791-1868), presidente número 15 de los Estados Unidos de América (1857-1861), también continuó con los esfuerzos de sus antecesores para apoderarse de Cuba; en el año 1857 trató de comprarla a España. 

   Ulysses Simpson Grant (1822-1885), presidente número 18 de los Estados Unidos de América (1869-1877),  otro de los que proclamaban el "destino manifiesto", trató de adquirir a Cuba en el año 1869, cuando ya tomaba fuerza el primer período de confrontación violenta entre la colonia y su metrópoli: la Guerra de los Diez Años. 

          Como es sabido, el pueblo cubano para alcanzar su independencia tuvo tres grandes períodos de confrontación extrema con la Metrópoli española: la Guerra de los Diez Años o Guerra Grande de 1868 a 1878; la Guerra Chiquita, de 1879 a 1880; y la Guerra de Independencia, conocida por la mayoría de los historiadores objetivos como “Guerra hispano-cubano-americana”, de 1895 a 1898. Es en esta última en la que los Estados Unidos intervienen -de manera oportunista- sólo al final de la misma y con el objetivo de cambiar de dueños la colonia.; es decir: Cuba.

   La invasión norteamericana a Cuba, para intervenir en la contienda que los cubanos mantenían para alcanzar su independencia de España, se inició el 20 de junio de 1898. Después de hundir la flota española en las afueras de Santiago de Cuba y de varias batallas en los alrededores de aquélla ciudad, en la que recibieron la ayuda de las tropas cubanas bajo el mando del General Calixto García Iñiguez(5), España entra en negociaciones y el 16 de julio, firma un tratado de paz en la ciudad de Santiago de Cuba, el que fue seguido de un tratado formal, firmado en París el 10 de diciembre de aquel año  –por ese motivo se le denominó “Tratado de París”- que es el que puso fin a la dominación española en Cuba.    

   La primera intervención norteamericana comenzó el 1 de enero de 1899, como gobernador general fue designado John Brooke (su mandato fue corto: de enero a diciembre siendo sustituido por Leonardo Wood); de forma inmediata se tomaron dos medidas: la primera, de carácter económico, consistió en la rebaja de los aranceles a los productos norteamericanos que llegaran al país y la segunda, perseguía un objetivo político: el desarme de la población, particularmente el Ejército Libertador de Cuba (ELC); es decir, prepararon de las condiciones indispensables que les permitieran el dominio económico y político del país.   

   Las condiciones objetivas en que la economía cubana había quedado después de la guerra (destruida gran parte de las riquezas económicas, abandono de la agricultura debido a la criminal “Reconcentración” implantada por el sanguinario Valeriano Weyler, desolación, hambre y miseria de la gran mayoría de la población), facilitaron la penetración del capital yanqui.   

   Los grandes monopolios norteamericanos aprovecharon la ruina de los productores cubanos, como consecuencia de la guerra, así como de las facilidades que les otorgaban las autoridades de ocupación para adquirir a precios realmente irrisorios enormes cantidades de tierra fértil, especialmente las azucareras, donde sus grandes capitales les permitió establecer modernos centrales azucareros con una mayor capacidad de producción que hizo desaparecer los pequeños ingenios azucareros que aún existían. Desde 1899 hasta 1902 la política oficial del gobierno interventor yanqui estuvo dirigida, en lo económico, a facilitar las inversiones de capital con el objetivo claramente definido, en primera instancia, de apoderarse de las riquezas  económicas del país –azúcar, tabaco, minerales, medios de transporte, entre otros-, para posteriormente alcanzar la tan ansiada anexión de la mayor de las antillas.   

   Ante la enorme avalancha de “inversionistas”, los principales dirigentes independentistas cubanos, solicitaron al gobierno de ocupación, que prohibiera aquellos privilegios y concesiones a las empresas extranjeras y debido a tales peticiones, en el mes de marzo de 1899, el Congreso norteamericano puso en vigor la denominada “Enmienda Foraker”. La enmienda, que supuestamente limitaba las inversiones de capital en Cuba, fue una ley engañosa –como tantas otras- que sirvió de fachada de "desinterés y honestidad" a la ocupación. Los resultados se pueden deducir por lo publicado, seis meses después de su promulgación, por el periódico Times de Minnesota: “...no falta mucho para que los habitantes de Cuba se conviertan en poco menos que asalariados de los millonarios inversionistas americanos... serán deudores en un sentido tal como nunca lo habían sido antes”. 

El segundo objetivo que se propusieron los interventores norteamericanos -el político-, merece un análisis un poco más detallado.

  Ante todo, hay que recordar que aunque durante la Guerra el alto mando del Ejército Norteamericano solicitó apoyo de las fuerzas insurgentes cubanas, se cuidó siempre de hacerlo de manera informal, mediante contactos con diferentes jefes insurrectos, pero de manera individual para no reconocer ni al Ejército Libertador de Cuba (ELC) ni al Consejo de Gobierno civil, que eran, junto al Partido Revolucionario Cubano (PRC), fundado por José Martí en 1892, los legítimos representantes del pueblo de Cuba.

  Cumpliendo el acuerdo de la Constitución de la Yaya de 1897, que establecía que se convocaría una nueva Asamblea de Representantes dos años después, o de forma inmediata si la guerra terminaba antes, el Consejo de Gobierno fue sustituido por dicha Asamblea de Representantes que comenzó a celebrar sus reuniones en Camagüey el 24 de octubre de 1898; como que posteriormente se trasladó al barrio habanero el Cerro, se le conoció de inmediato con el nombre de Asamblea del Cerro; contaba con 44 miembros, electos entre las filas del ELC, así como otras destacadas personalidades civiles.

  Por su parte, el ELC permaneció organizado y bajo la jefatura del general en jefe Máximo Gómez, que mantuvo su campamento en territorio villaclareño.

  La Asamblea del Cerro se propuso tres objetivos inmediatos: a) Lograr de alguna manera que los norteamericanos la reconociera como representante del pueblo cubano; b) tratar de descifrar las verdaderas intenciones de los yanquis respecto a Cuba, precisando además el período que duraría la ocupación; y c) tratar de resolver la penosa situación económica de los soldados del ELC, mediante su licenciamiento –un grave error- y la obtención de algún dinero para cada uno de los que se licenciaran. El 10 de noviembre de 1898, la Asamblea designó una comisión de 5 miembros para que viajara a los Estados Unidos con la intención de alcanzar tales objetivos; la presidía Calixto García Íñiguez y tenía una encomienda: concertar un empréstito de 10 millones de pesos con el gobierno estadounidense.

  Esta última encomienda encerraba un doble propósito: primero, si se otorgaba el empréstito, el dinero serviría para entregarlo a los combatientes que se licenciaran y segundo, constituiría el reconocimiento explícito de la Asamblea. Adicionalmente y según quedaría establecido, la deuda que se contraería sería pagada después de establecida la República, lo que implicaría poner fecha de terminación a la ocupación.

  Sin embargo, los resultados fueron negativos según se concluyó en el  informe rendido por la propia Comisión: “....fue imposible en absoluto a los comisionados –a pesar de su empeño y su insistencia- obtener explicación ninguna, sino sólo manifestaciones vagas, y aun frases más o menos evasivas, ni del Presidente, ni de los Secretarios, ni de las demás personas a quienes consultaron y requirieron; por más que todos declararon que estaban resueltos a cumplir fielmente las resoluciones del Congreso de 19 de abril de 1898, sin que dejaran nunca escapar ni una palabra respecto de los medios que hayan de adoptarse para obtener este respaldo, ni el tiempo de la ocupación de la isla, como si en realidad no tuviesen programa político definido.... “

  Realmente, los yanquis se negaron a conceder el empréstito solicitado por los cubanos, ya que no estaban en disposición de comprometerse con ninguna institución cubana, aunque el presidente McKinley ofreció un “donativo” de tres millones, lo que en términos económicos significaba entregar a cada combatiente –unos 40 mil- la insignificante cantidad de 75 pesos, un poco más del valor de los fusiles y las balas de que disponían en aquellos momentos. De más está decir que la Comisión rechazó la “magnánima” oferta del yanqui McKinley que buscaba también desarmar barato y cómodamente al ELC..

    El Genarílisimo Máximo Gómez, Jefe del Ejercito Libertador de Cuba (ELC), que se mantenía en Yaguajay -receloso y expectante, porque no veía clara la situación- no se escondía en mostrar su profundo disgusto por la forma en que se conducían los ocupantes yanquis; así en su Diario de Campaña hizo dos anotaciones que son una muestra palpable de tales sentimientos

1- El 24 de septiembre de 1898: 

“... Según lo pactado entre España y los Estados Unidos, la evacuación por parte de los españoles, de la isla, se hará despacio y cómodamente, para después ocuparla los americanos. Mientras tanto, a los cubanos nos ha tocado el despoblado y por premio de nuestros servicios de nuestro cruento sacrificio; el hambre y la desnudez, que hubieran sido más soportables en plena guerra que en esta paz, donde no nos es permitido ostentar nuestros laureles tan bien conquistados.
Pero no son instantes de comentarios y lo sensato es saber esperar”.
 

2.- El 29 de diciembre de 1899: 

“Los americanos están cobrando demasiado caro con la ocupación militar del País, su expontánea (sic) intervención, en la guerra que con España hemos sostenido por la Libertad y la Independencia (...) 
La actitud del Gobierno Americano con el heroico Pueblo Cubano, en estos momentos históricos, no revela a mi juicio más que un gran negocio (...)
Nada más racional y justo, que el dueño de una casa, sea él mismo que la va a vivir con su familia, el que la amueble y adorne a su satisfacción y gusto; y no que se vea obligado a seguir, contra su voluntad y gusto, las imposiciones del vecino.
De todas estas consideraciones se me antoja creer que, no puede haber en casa verdadera paz moral, que es la que necesitan los pueblos, para su dicha y ventura; mientras dure el Gobierno transitorio; impuesto por la fuerza dimanante de un Poder extranjero y por tanto ilegítimo, e incompatible con los principios que el País entero ha venido sustentando tanto tiempo y en defensa de los cuales se ha sacrificado la mitad sus hijos y desparecido todas sus riquezas (...)
La situación pues, que se le ha creado a este pueblo; de miseria material y de apenamiento, por estar cohibido en todos sus actos de soberanía, es cada día más aflictiva, y el día que termine tan extraña situación, es posible que no dejen los americanos aquí ni un adarme de simpatía” 

   El Generalísimo puso en conocimiento de la Asamblea del Cerro -mediante una carta privada-  sus opiniones y preocupaciones, pero la Asamblea, inmersa en sus trajines para obtener el reconocimiento norteamericano, no atendió el llamado de Gómez, ni sus propuestas y sugerencias –como la de redactar rápidamente una Constitución para la República de Cuba para, según él, abreviar la ocupación extranjera- respondiéndole que no compartía sus preocupaciones, lo cual hizo resurgir las viejas discrepancias entre el veterano luchador y el órgano político ahora convertido en la Asamblea del Cerro.

   De más está decir que los norteamericanos aprovecharon las discrepancias en el seno de los cubanos y pusieron en práctica una de sus clásicas habilidades: un plan divisionista que enfrentara por un lado a la Asamblea del Cerro y por el otro al General en Jefe, con el objetivo de destruirlos a los dos y dejar al pueblo cubano sin ningún tipo de representación, ya que en el mes de diciembre de 1898, Tomás Estrada Palma, delegado del PRC y residente en Estados Unidos, había cometido, como mínimo, un grave error y de forma unilateral publicó una circular, en el periódico Patria, dando a conocer la disolución del Partido bajo la excusa de ya no tenía razón de ser. Esta acción, por una parte había dejado al pueblo cubano sin la orientación política adecuada y constituía, además, una traición al pueblo de Puerto Rico, puesto que se abandonaba su defensa como estipulaba el Programa del PRC. 

   Para poner en práctica sus planes, el Presidente yanqui McKinley envió a Cuba, a finales de enero de 1899, a Robert Porter para que se entrevistara con Máximo Gómez; así lo hizo y en la entrevista Porter aseguró a Gómez que los norteamericanos respetarían la Resolución conjunta –es decir lo referente a la independencia de Cuba- y le brindó información sobre las gestiones llevadas a cabo por la Comisión de la Asamblea para obtener el empréstito –que consideraba excesivo- así como del “donativo” ofertado por McKinley. Gómez –que erróneamente pensaba en que el licenciamiento del ELC sería útil y opuesto a que la República naciera endeudada por un empréstito- cayó en la trampa yanqui y coincidió en que la mejor opción sería rechazar tal empréstito y aceptar el ofrecimiento norteamericano; también convino con Porter en que su presencia en La Habana sería beneficiosa para participar en la toma de decisiones, lo que a largo plazo significaría profundizar las discrepancias en el campo de los cubanos.

   El 24 de febrero de 1899 Máximo Gómez hizo su entrada en La Habana donde tuvo un recibimiento triunfal.

        Tal y como tenía previsto el plan norteamericano de “divide y vencerás”, la presencia de Máximo Gómez –y su tajante posición frente al empréstito que gestionaba la Asamblea del Cerro- profundizó las tensiones y los enfrentamientos entre ambas partes. Algunos miembros de la Asamblea visitaron al General, en su residencia de la Quinta de los Molinos, tratando de convencerlo para que cambiara su actitud, pero sus esfuerzos fueron inútiles; ante la negativa del Jefe del ELC, la Asamblea procedió a su destitución.

   El 12 de marzo de 1899 Gómez publicó un manifiesto en el que señalaba: “Nada se me debe y me retiro contento y satisfecho por haber hecho cuanto he podido en beneficio de mis hermanos. Y en donde quiera que el destino me imponga plantar mi tienda, allí pueden los cubanos contar con un amigo”..... Al mismo tiempo que la Asamblea del Cerro decidía la destitución de Gómez, perdía el apoyo de la mayoría del pueblo cubano y sentenciaba por ello, su propio final, lo que indefectiblemente sucedería el 4 de abril de 1899.

   La estrategia yanqui triunfaba; a finales del mes de mayo de aquel año se procedió al licenciamiento del ELC y a la distribución de los tres millones de pesos que tan “generosamente” había “donado” el gobierno de los Estados Unidos. Un tiempo antes, habían procedido a desarmar a los antiguos defensores del gobierno colonial, debido a la desconfianza norteamericana hacia aquellos y al temor de que en un momento determinado pudiera existir alguna reacción a sus actividades en la Isla; con ello demostraban los yanquis sus verdaderas intenciones de dominio absoluto de Cuba y de desprecio a todos sus habitantes.

   Despejado el camino, los yanquis continuaron ejecutando su estrategia para lograr la anexión de Cuba. Sin embargo, a pesar de las diferencias de criterios entre la Asamblea del Cerro y el General en Jefe del ELC, en cuanto a la forma de licenciar al Ejército, ambos mantenían igual criterio sobre la defensa de la independencia del país y se oponían por consiguiente a la prolongación de la ocupación norteamericana. Por otra parte, no cesaban las manifestaciones de los cubanos por alcanzar la ansiada independencia y cada vez que algún político gringo se refería velada o directamente a la posible anexión de Cuba a la Unión Americana, recibía una contundente respuesta por parte de los cubanos; los yanquis llegaron entonces a la conclusión –muy a su pesar- de que la anexión de Cuba solo la podían lograr por la fuerza. 

   No obstante, eran varios los factores que jugaban en contra de la utilización de la violencia para lograr la anexión: el arraigo del sentimiento independentista en un pueblo con una demostrada trayectoria de lucha guerrera, que no aceptaría fácilmente la sumisión;  la violación que ello constituiría del compromiso adoptado por el Congreso Norteamericano en la Resolución Conjunta; su estrategia geopolítica, que en aquellos momentos apuntaba a la construcción de un canal interoceánico, arrebatándole a Colombia el territorio de Panamá; en política interna, las aspiraciones reeleccionistas del presidente McKinley, a las que les vendrían muy mal el empleo de la fuerza militar; así como la actitud hostil a la posible anexión, por parte de los productores azucareros asentados en el sur de los Estados Unidos, que veían como una amenaza la posible futura concurrencia de ese producto en los mercados yanquis. Visto lo visto, decidieron entonces continuar su política de doble discurso y mientras hablaban de mantener sus compromisos expuestos en la Resolución Conjunta, en cuanto a la Independencia  del país, buscaban la forma de que en realidad esta fuera lo más limitada posible.

   Un dato más a tomar en consideración: en el mes de junio de 1900 el gobierno de ocupación convocó a efectuar unas elecciones municipales; sus resultados no fueron nada halagüeños para los yanquis: a pesar de los métodos que pusieron en práctica para que salieran “sus” candidatos, la inmensa mayoría de los que fueron elegidos representaban el espíritu independentista de su pueblo.

        Un mes después de los comicios municipales y después de entrevistarse con McKinley y otros altos funcionarios yanquis, Leonard Wood convocó a nuevas elecciones, en este caso, para la formación de una Asamblea Constituyente, cuya tareas serían, según el propio Wood: "Redactar y adoptar una constitución para el pueblo de Cuba y como parte de ella proveer y acordar con el Gobierno de los Estados Unidos en lo que respecta a las relaciones que habrían de existir entre aquel gobierno y el gobierno de Cuba..."

  Ya me dirá usted, que pinta en la Constitución de un país, que se supone independiente y soberano, explicitar las relaciones que se van a desarrollar con otro en específico; pues lo mismo pensaron la mayoría de los cubanos de entonces de aquel hecho por el que se incluía en la ley fundamental de la República, lo referente a las relaciones con Estados Unidos; con toda lógica, consideraban humillante la imposición del procónsul yanqui.

   En septiembre de 1900 comenzó a sesionar la Asamblea Constituyente. Contaba con 32 miembros y muy pronto se manifestó la existencia de un grupo, dentro del cual se destacaban Juan Gualberto Gómez, Manuel Sanguily y Salvador Cisneros Betancourt, que eran los que mejor representaban el sentir mayoritario del pueblo cubano. Los asambleístas decidieron dedicar toda la atención a la redacción del texto constitucional primero, para discutir después lo relativo a las relaciones con Estados Unidos. 

   En febrero de 1901 la constitución quedó concluida y como era de esperar, la  comisión, a la que la Asamblea había encargado elaborar el proyecto sobre las relaciones entre los Estados Unidos y Cuba, consideró que en la carta constitucional no debía incluirse ningún acuerdo especial de ese tipo, ya que, era obvio, sería una atribución del gobierno de la República establecer las relaciones, según estimara conveniente, tanto con los Estados Unidos como con los demás países del mundo. 

   El Gobierno Imperial reaccionó como era de suponer ante aquél desafío criollo y transmitió al gobernador neocolonial instrucciones precisas de imponer sus criterios, a lo que Wood puso de inmediato manos a la obra, invitando a la Comisión designada por la Asamblea a una "cacería" en la zona sur de Matanzas, conocida como la Ciénaga de Zapata -lejos estaba Wood de prever que en aquella misma zona, muchos años después, su imperio conocería su primera derrota en América, en las arenas de Playa Girón- para dar a conocer a sus miembros el contenido de una carta recibida por él –Emilio Roig de Leuchsenring la denominó “borrador de la Enmienda Platt”(6)– remitida por el secretario de guerra norteamericano Elihu Root; en ella, se establecían las condiciones sobre las cuales debían fijarse las relaciones entre Cuba y los Estados Unidos.

   Está de más decir la indignación que causó en los miembros de la Comisión la grosera intromisión yanqui; incluso se evaluó la posibilidad de disolver la Asamblea o Convención Constituyente ante aquella proposición intolerable; sin embargo, las fuerzas imperiales y anexionistas no perdieron tiempo y el 25 de febrero de 1901 el senador yanqui Orville Platt presentó al Congreso de los Estados Unidos una enmienda en la que se recogía "las sugerencias" de la carta leída por Wood en la “cacería” de Matanzas. Unos días después la “Enmienda Platt” se convertía en Ley, por lo que los cubanos solo tenían ante sí dos caminos: o aceptarla o no tener República. La Enmienda fue presentada por el Gobernador yanqui a la Asamblea Constituyente para que fuera adicionada como apéndice de la Constitución, en el mes de marzo de 1901.

   Fue así como los yanquis se hicieron con la porción del territorio cubano donde instalaron la hoy tristemente famosa Base Naval de Guantánamo, de acuerdo a lo estipulado en el artículo 7° de la Enmienda Platt. 

   Decida usted ahora si es imprescindible o no conocer esta historia para  comprender el por qué los cubanos la consideran  “ilegal” y los grandes y poderosos "medios" la obvian.

(1) http://www.adital.org.br/site/noticias/18528.asp?lang=ES&cod=18528
(2) http://web.amnesty.org/pages/guantanamobay-index-esl
(3) http://news.bbc.co.uk/hi/spanish/international/newsid_4229000/4229404.stm
(4) Franklin Delano Roosevelt (1882-1945), presidente número 32 de los Estados Unidos (1933-1945), era demócrata y utilizó “la buena vecindad” o diplomacia del dólar, a diferencia del otro Roosevelt –Theodore- (1858-1919), mandatario número 26 de la Unión Americana (1901-1909), que era republicano y aplicó la política del “gran garrote” o mano dura.

(5) El primero de mayo de 1898 el General Calixto García recibió por primera vez una petición de ayuda, en ocasión de la visita del teniente norteamericano A S Rowan.

(6) Enmienda Platt. Artículo 7° Que para poner en condiciones a los Estados Unidos de mantener la independencia de Cuba y proteger al pueblo de la misma, así como para su propia defensa, el Gobierno de Cuba venderá o arrendará a los EE.UU. las tierras necesarias para carboneras o estaciones navales ciertos puntos determinados que se convendrán con el Presidente de los Estados Unidos.