La
movida de Richardson
Pilar
Marrero
22 de agosto de 2005
Hay
que reconocer que, políticamente hablando, los demócratas
pre y pos-Clinton no han pegado una.
Por eso me
maravilla la movida de algunos demócratas de por estos
lados, entre ellos el gobernador de Nuevo México Bill
Richardson y la de Arizona Jane Napolitano, al declarar
estado de emergencia en su pedacito de la frontera sur por
la violencia de los narcos y el tráfico de inmigrantes.
De pronto me
parece una jugada brillante y totalmente política, aunque
también tiene un incentivo fiscal. La verdad, puede ser un
arma de doble filo, pero dudo que ocurran cosas peores y se
digan más barbaridades que las que ya hemos escuchado de
los "minutemen", vigilantes fronterizos y sus
secuaces republicanos.
Súbitamente,
estos políticos demócratas, de tendencia más o menos
liberal y que normalmente simpatizan con los inmigrantes, le
quitaron el tema a los extremistas. Sólo espero que no
terminen de vender su alma al diablo y sepan hasta dónde
llegar.
Por ejemplo,
Bill Richardson ya comenzó a matizar sus conversaciones con
el apelativo illegal aliens, que los extremistas anti
inmigrantes escupen para demostrar su desprecio hacia los
que consideran la escoria de la tierra.
Coincidencia,
o no, en esos mismos días el "gober" Richardson López,
hijo de una mexicana, estaba sonando mucho en los medios. Los
Angeles Times lo puso en primera página como el primer
latino que aspira a competir por la presidencia. Time
magazine lo colocó entre los 25 latinos de mayor
influencia.
La movida
siguió a continuación con un doble gancho del presidente
de la Asamblea de California, Fabián Núñez, quien instó
a Arnold a hacer lo mismo en California y acto seguido
anunció un viaje oficial a México a entrevistarse con el
presidente Vicente Fox para hablar sobre el mismo tema.
De unos pocos
guantazos, estos tres pusieron en la defensiva a Arnold, a
la Administración Bush y al Congreso, que pronto deberá
considerar opciones legislativas para el control fronterizo
y la legalización temporal o permanente de inmigrantes.
Hasta los
comentaristas conservadores comenzaron a citar la decisión
de Richardson y Napolitano y a señalar con el dedo la
"inacción" del gobierno federal.
"No es
una decisión política", declaró Richardson el
jueves.
Los
observadores no se lo creen ni de casualidad. Yo,
humildemente, tampoco.
"La
mejor defensa es la ofensiva", comentó Fernando
Guerra, analista y profesor de ciencias políticas de Loyola
Marymount University. "Hasta ahora los restriccionistas
han dominado el tema. Ahora los demócratas podrán
controlarlo".
Ojalá tenga
razón y logren controlarlo. Tanto Richardson como Núñez y
Napolitano han expresado su oposición a los vigilantes
ciudadanos y su apoyo a los inmigrantes en numerosas
ocasiones.
Pero espero
que la cosa no se les escape de las manos y de repente no se
emocionen con la retórica candente de los antiinmigrantes,
el comodín más explosivo de la política norteamericana
moderna.
No sea que
terminen todos ellos, demócratas y republicanos, con un
fusil en mano y vestidos de camuflaje, haciendo patrullitas
en la frontera.
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