País
de mafias
Por Thalía
Flores y Flores
Los rostros de
dolor inenarrables de las madres, esposas, hijos, hermanos, familiares y amigos
de los inmigrantes que perecieron en alta mar, escapando del país, es la más
cruel evidencia de la lacerante realidad del Ecuador de inicios del tercer
milenio.
El
incontenible éxodo, fruto de la descomposición social, y el mayor drama de los
últimos tiempos, parece, asimismo, una bofetada al rostro de una indolente nación
que expulsa a miles de sus ciudadanos, al negarles una oportunidad de trabajo.
Por eso, no
imagino a nadie atreviéndose a cuestionar la riesgosa travesía, pues, al
contrario, se tendría que reconocer el valor para una aventura en la que la
vida está en juego.
En cambio, sí
hay que castigar a los coyotes que operan cobijados por la impunidad, en la que
se sabe están involucrados funcionarios y autoridades de todos los niveles,
habiéndose convertido en una de las más atroces mafias que operan en el
Ecuador.
Y es que el
coyotaje actúa protegido por abogados que conocen cómo sobornar a policías,
jueces y más autoridades. Y, cuando por alguna excepción ‘el cliente’
llega a la cárcel, saben a quien hay que pagar para que su estancia sea
‘placentera’ tras las rejas, o para organizar fugas.
De este modo, los coyotes proliferan, camuflados en otras mafias que se han
tomado todas las instancias, que incluyen la educación, aunque suene antagónico.
Ahora mismo hay denuncias de cobros extras en escuelas y colegios, sin que se
sepa el destino del dinero, ni los padres de familia obtengan un recibo. En
contubernio con las autoridades se hace negocio con uniformes y hasta con textos
escolares. Pero no hay poder alguno que desmadeje estas terribles redes.
Aquí la impunidad campea.
Las mafias se han apoderado de sitios considerados de máxima seguridad como las
cárceles, en las que se introduce drogas, armas y hasta se controla pabellones;
y nadie dice nada.
Porque nadie rinde cuentas los funcionarios del coronelato que despedazaron física
e institucionalmente el Ministerio de Bienestar Social pasean su impunidad, y
hasta habrían envuelto en sus redes a muchos de quienes llegaron a partir del
20 de abril.
Aquí no se escapa nadie; todo está podrido. ¿Hay otro nombre apropiado para
definir la estructura de ciertos partidos políticos a cuyas dirigencias no
puede llegar nadie que no sea del grupo, o un incondicional a los jefes? ¿No es
signo mafioso tarifar candidaturas y condicionarlas al pago de cuotas desde el
poder alcanzado?
El mal es como un hongo venenoso que ha enfermado el cuerpo social de la nación.
En algunas carreteras a la Costa, grupos de ‘avispados’ colocan cordeles,
para obligar a los viajeros a pagarles un ‘peaje’ para dejarlos pasar. Y
todos se hacen de la vista gorda.
Poderosas organizaciones pretenden boicotear la constitución de la Corte de
Justicia, sin importarles que hoy seamos un remedo de democracia, pues nos falta
uno de los poderes fundamentales del Estado.
Pero el súmmum de toda esta descomposición es la banda de falsificadores de la
firma del presidente de la República, descubierta en Carondelet, por lo que,
honestamente, pocos se atreverán a considerar que el Ecuador no es un país de
mafias.
E-mail: tflores@hoy.com.ec
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