Detener a Israel
Augusto Zamora R.
El Nuevo Diario
“Volveremos Líbano a lo
que era hace veinte años” afirmó un general del ejército israelí. Quería
decir que, si Líbano no actúa según quiere Israel, devolviendo a los dos
militares judíos secuestrados por Hizbulá, la aviación israelita podría
destruir todas las infraestructuras construidas durante los últimos veinte años.
La frase está inspirada en la de un general de EEUU: “Volveremos Vietnam a la
edad de piedra”. Es especialidad de Israel convertir en objetivos militares
las infraestructuras y la población civiles, aunque ambas estén protegidas por
el Derecho Internacional. Las Convenciones de Ginebra son precisas en cuanto a
la prohibición de atacar objetivos civiles; son más taxativas sobre la
protección de la población civil ante ataques indiscriminados.
Así, el artículo 33 de la IV Convención
de Ginebra de 1949 establece que “el poder ocupante no puede utilizar los
castigos colectivos contra la población civil”. Es eso, exactamente, lo que
está haciendo contra la población de Gaza, sumida hoy en una situación tan
desesperada que puede producirse una hecatombe humanitaria. El bloqueo impuesto
viola, a su vez, el artículo 59 de la citada Convención, que dispone que
“Cuando la población de un territorio ocupado… esté insuficientemente
abastecida, la Potencia ocupante aceptará las acciones de socorro en favor de
dicha población, facilitándolas en toda la medida de sus medios”. La viola
Israel flagrantemente y toleran su violación los Estados que cierran los ojos
ante la conducta criminal de Israel.
La destrucción de infraestructuras de
todo tipo y de edificios y plantas de energía y agua constituye también otro
crimen internacional y una nueva violación del Derecho Humanitario bélico. El
artículo 48 del Protocolo Adicional a los Convenios de Ginebra de 1949 es
tajante al respecto: “A fin de garantizar el respeto y la protección de la
población civil y de los bienes de carácter civil, las Partes en conflicto harán
distinción en todo momento entre población civil y combatientes, y entre
bienes de carácter civil y objetivos militares y, en consecuencia, dirigirán
sus operaciones únicamente contra objetivos militares”. La política israelí
actúa exactamente en sentido contrario. Entre sus objetivos preferidos se
hallan carreteras, puentes, ministerios, edificios de viviendas y servicios básicos.
La razón es que su propósito no es militar, sino infligir el máximo castigo a
la población y al país, destruyendo todo lo que facilita su salud y bienestar.
Una política prepotente y brutal, sustentada en un sentimiento de total
impunidad, pues saben en Israel que, hagan lo que hagan, EEUU y la UE seguirán
apoyándole tal cual.
No actuaría así Israel si supiera que,
al menos la UE, le aplicaría sanciones que le serían dolorosas: poner fin a
privilegios económicos y comerciales, bloquear sus cuentas en bancos en Europa,
prohibir la importación de productos israelitas, excluir a sus equipos de las
competiciones deportivas europeas o prohibir los vuelos hacia y desde el espacio
aéreo europeo. Es falso que la UE no tenga medios para ejercer presión sobre
Israel. No quiere hacerlo. Esa incuria provoca sufrimiento y miseria al pueblo
palestino y es responsable de la violencia sin fin de la política israelí
hacia sus vecinos.
Ahora Israel amenaza con destruir Líbano
y anuncia ataques contra Siria. Al mismo tiempo, sigue construyendo un muro
declarado ilegal por la Corte Internacional de Justicia y pisotea las
resoluciones de NNUU que le mandan volver a las fronteras de 1967,
internacionalmente reconocidas. En ese ambiente de ilegalidad, destrucción y
guerra ¿Qué les queda a los palestinos, sino la resistencia por cualquier
medio y a cualquier costo? ¿Qué negociar con un Israel que sólo entiende de
balas y cañones? Y de fondo, ¿con qué autoridad moral se pedirá a Irán que
renuncie a su legítimo derecho a la tecnología nuclear? ¿Para Israel todo y
para los musulmanes nada?
Porque la crisis, conviene recordarlo,
tiene una causa y un origen: Israel. País que ocupa los Altos del Golán, en
Siria; mantiene parcelas de territorio que reclama Líbano y, sobre todo, ocupa
los territorios palestinos. Es Israel el que debe recapacitar. Israel, el que
tiene que poner fin a una política basada en el uso criminal de la violencia.
Es paz por territorios o la guerra interminable. Es Israel, en suma, al que debe
detenerse.
* Profesor de Derecho
Internacional y Relaciones Internacionales en la Universidad Autónoma de Madrid
a_zamora_r@terra.es
|