EL
TABLÓN: El artículo de hoy
La
apuesta de Kissinger
Rafael Morales
Henry
A. Kissinger fue el jefe de la diplomacia
estadounidense que organizó el golpe de Estado
contra Salvador Allende en 1973. Desde entonces,
dentro o fuera del Gobierno, reaparece con sus
consejos cuando sufre la política exterior. Crítico
con los demócratas e incondicional de los
republicanos, suele obtener eco dentro y fuera
de Estados Unidos. Ejerce como estratega y
referencia imprescindible. Así que ahora vuelve
a presentarse ante la opinión pública con un
largo artículo titulado La nueva estrategia en
Irak, un esfuerzo por darle perspectiva a la
presencia estadounidense en Oriente Medio.
Nuestro estratega cuida las palabras. Reconoce
el revés iraquí, pero lo llama “punto
muerto”, al tiempo que enumera errores como
los “niveles inadecuados de soldados para la
ocupación militar”, haber supuesto que las
elecciones solucionarían el problema político
cuando los ciudadanos votaron “por partidos
sectarios”, y “la prematura estrategia de
sustituir a las fuerzas estadounidenses por
soldados iraquíes” sin definir “por qué se
supone que luchan y bajo qué bandera”. Una
confesión de impotencia. Para Kissinger, la
exigencia generalizada dentro de su país para
retirar las tropas de Irak no responde a la
percepción de la derrota o del crimen contra la
humanidad representado por la ocupación, sino a
cierto “desencanto” por haber soportado el
peso de la guerra sin el apoyo suficiente de los
aliados. Este desencanto “genera cada vez más
peticiones para una especie de retirada
unilateral. Pero en la situación actual la
retirada no es una opción”, porque animaría
a los enemigos de Estados Unidos.
Y, por fin, confiesa los verdaderos motivos de
Washington. “Las fuerzas de Estados Unidos son
indispensables (…). Están allí como una
expresión del interés nacional de Estados
Unidos en impedir que la combinación iraní de
imperialismo e ideología fundamentalista domine
una región de la que dependen los suministros
energéticos de las democracias”. Hasta ayer,
el petróleo no fue una razón que justificara
la destrucción de Irak. Y nuestro estratega
regresa enseguida a la propaganda. Los peligros
crecen, la guerra civil sectaria involucrará a
otros Estados chiíes y suníes, los kurdos podrían
independizarse y forzar la intervención de
Turquía y “posiblemente iraní”.
Lo que viene a contar es que el conflicto se
extiende. ¿Cómo abandonar ahora a los aliados
amenazados? Atención: “El objetivo de la
nueva estrategia debería ser demostrar que
Estados Unidos está decidido a seguir siendo
relevante para los desenlaces en la región:
adaptar los despliegues y los efectivos
militares estadounidenses a las nuevas
realidades, y a dar el margen de maniobra
necesario para una gran campaña diplomática
destinada a estabilizar la región”. O sea,
que se quedan en Irak digan lo que digan los
ciudadanos estadounidenses. Muy democrático, sí
señor.
¿Qué campaña? Primero, crear un “grupo de
contacto” con los amigos, a saber, Turquía,
Arabia Saudí, Egipto y Jordania. Segundo, abrir
negociaciones con Siria e Irán. Finalmente,
llegar a una conferencia internacional con todos
ellos o los que acepten la estrategia gringa en
Irak y su entorno, añadiendo otros países como
Indonesia, India y Pakistán. Tal conferencia
abordaría, como no, hasta el conflicto
palestino israelí. Si los iraníes se resisten,
“deberían pagar un precio elevado”. Y, por
si alguien no lo había notado, esta diplomacia
para la nueva estrategia “no puede deshacerse
del instrumento militar”. Han comprendido
ustedes perfectamente. Kissinger refuerza la política
de Bush, pero además conduce a una extensión
de la presencia estadounidense en la región, a
la propagación de los desastres de la guerra.
No se trata de reconocer la derrota y actuar en
consecuencia, sino de una huida hacia delante
bajo la utópica y criminal bandera del Gran
Oriente Medio que los neoconservadores mantienen
a pesar de la catástrofe electoral y los
sufrimientos indescriptibles del pueblo iraquí.
rafaelmorales@canariasahora.com
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Nota
de/para los amigos que me escriben:
De: Michel Collon
Asunto: El mito del "ejército más moral del mundo"
Silvia Cattori
http://www.michelcollon.info
Por regla general, los israelíes están muy orgullosos de su ejército. Las autoridades israelíes siempre se han esmerado en presentar al ejército como algo puro, noble, único. Y en repetir que es « el ejército más moral del mundo ».
El Tsahal (ejército de defensa israelí) no es un ejército de defensa como su nombre indica, sino un ejército ofensivo, xenófobo, responsable de la limpieza étnica más vasta y de la ocupación militar más larga del mundo moderno.
Creado en mayo de 1948 con la participación de las organizaciones
Haganah, Lehi, Irgoun, el Tsahal es un ejército ofensivo al servicio de la ideología racista del Gran Israel. Sus primeros hechos de armas y de salvajismo fueron la planificación y ejecución de las masacres así como la destrucción de pueblos y ciudades lo que debía empujar a los palestinos al éxodo y acabar en su deportación para edificar en su lugar en Estado reservado « exclusivamente a los judíos ». A esta limpieza étnica que vació Palestina de tres cuartas partes de su población autóctona y la expulsó del mapa los israelíes la llaman cínicamente guerra de independencia. Una guerra colonial y una limpieza étnica que no han cesado nunca.
Este terror organizado - institucionalizado por medio de centenares de leyes racistas y de medidas de apartheid llamadas de « separación » - que reglamenta toda la vida cotidiana a de los palestinos para mantenerlos bajo la dominación y bajo el control total del ejército israelí es lo que ha permitido a Israel imponer su « supremacía judía »
El ejército israelí tienen derecho a hacer de todo. A servirse de un arsenal militar concebido para enfrentar experimentados ejércitos modernos contra civiles completamente indefensos, mujeres y niños incluidos. « Israel tiene derecho a defenderse » es el leitmotiv de las autoridades israelíes cuando las protestas de la opinión pública las ponen en entredicho. El problema es que este « derecho a defenderse » que reivindica Israel es en un sentido único, exclusivo, como todo lo que tiene que ver con su proyecto de expansión colonial. En los años ochenta los soldados del Tsahal apuntaban a las piernas de los niños, en los noventa a los brazos, desde 2000 al pecho y la cabeza. « Israel tiene derecho a defenderse » replican cobardemente los « grandes » de este mundo cuando la visión de estas odiosas masacres escandaliza a los ciudadanos. En otras palabras, el ejército israelí tiene derecho a masacrar pueblos con total impunidad. Ahora bien, hasta un niño puede comprender que cuando Israel envía batallones de soldados y de carros de combate a disparar con cañones de guerra contra poblaciones que están en situación de inferioridad y son incapaces de responder, no es para « defenderse », por supuesto, sino para envilecer, humillar, exterminar y hacer ver a estos árabes que se obstinan en permanecer sobre lo poco de tierra que les queda a pesar de lo duro que es eso, que el amo es Israel.
En 2006 los soldados israelíes quitaron la vida a 742 palestinos (145 de ellos niños), hirieron a 3.735 y secuestraron a otros 5.671, 360 de ellos niños. 210 palestinos murieron en asesinatos selectivos. Durante el mismo periodo en total los palestinos quitaron al vida a 23 israelíes y secuestraron a un soldado (1).
La política de « defensa » del Estado de Israel no es ni más ni menos que « terrorismo de Estado ». Con sus escuadrones de la muerte (fuerzas especiales) que desembarcan por sorpresa en la vida precaria de los palestinos y sólo dejan tras de sí cadáveres y dolor, con sus agentes secretos que fomentan atentados terroristas -que a continuación atribuyen a los árabes -, con más de 600.000 soldados y reservistas (israelíes o con doble nacionalidad de origen ruso, polaco, moldavo, estadounidense, francés, etc) que una vez en las zonas ocupadas sólo conocen el lenguaje del asesinato y de la humillación, el Tsahal no es, por lo tanto, esta entidad aureolada de virtudes que presentan los periodistas sojuzgados a Israel, sino un ejército exclusivo, bárbaro.
Para estas poblaciones árabes ocupadas por fuerzas extranjeras es una humillación ver a estos soldados rasos venidos de fuera dirigir sus armas y su odio contra ellos, y oírles decir que Palestina les pertenece, que « es Dios quien les ha dado esta tierra ».En Israel hay un racismo latente que se expresa abiertamente; un rechazo mayoritario a considerar a los vecinos árabes como seres dignos de ser tratados humanamente, como iguales.
La idea de sacrificarse por el Estado de Israel está muy arraigada en el espíritu de estos israelíes que « han crecido en la cuna del sionismo ». No hay ninguna familia israelí que no obtenga beneficio, directa o indirectamente, de la ocupación militar. Desde los 18 años, hombres y mujeres tienen la obligación de cumplir tres años de servicio militar (2 para las mujeres) y después un mes al año hasta cumplir los 50 años.
«Nuestro ejército es puro. No mata niños. Tenemos una conciencia y unos valores, y hay pocas víctimas debido a nuestra moral», dicen los generales israelíes en la película Tsahal de Claude
Lanzmann. Así, como se puede constatar en esta película, siempre se muestra a aquellos israelíes que tienen las manos manchadas de sangre como unos corderos y estos cineastas, periodistas y escritores que se hacen cómplices de sus crímenes disfrazando la realidad mantienen a la opinión pública internacional en la ignorancia.
¿ De qué « valores morales » se pueden valer cuando se envía a soldados disfrazados de árabes a ejecutar, sin otra forma de proceso, a palestinos que ni están armados ni están en posición de combate, y aviones de guerra a bombardear casas repletas de mujeres y de niños ? Lo que ocurre sobre el terreno desgraciadamente contradice a estos generales a los que Claude Lanzmann ha dado la palabra.
Israel viola todas las leyes internacionales. Ha legalizado la tortura, la toma como rehén de una familia en la que se busca a uno de sus miembros, los castigos colectivos, las detenciones y ejecuciones extrajudiciales, el requisar las tierras, el control del 80 % de los recursos árabes de agua, el bloqueo de pueblos y ciudades que prohíben los desplazamientos y encarcela a millones de palestinos. Esta lista no es exhaustiva.
La vida cotidiana de los palestinos siempre se ha visto conmocionada por los asesinatos, las devastaciones, los secuestros perpetrados por estos batallones de soldados que irrumpen a cualquier hora del día y de la noche, invaden sus hogares de forma violenta, masiva, rompen todo, humillan a los padres en presencia de sus hijos, secuestran a los hombres; asesinatos, devastaciones y secuestros que desde 2000 no han dejado de multiplicarse y de redoblar su crueldad. En este periodo, muy traumantizante para los palestinos, fue cuando se oyó hablar de esos israelíes llamados «refuzniks», que se negaban a servir en Palestina. Eso hizo nacer la esperanza de que en esta negativa la paz pudiera encontrar una oportunidad.
En julio de 2006 el ejército israelí invadió de nuevo Líbano. Fue entonces cuando conocimos a ex-soldados que habían firmado el manifiesto « Valor de negarse ». En cuatro años solamente lo han firmado unos 600 israelíes. Mientras que su país se había lanzado a una nueva guerra inhumana, desequilibrada, ilegal, que suponía la muerte de centenares de libaneses, era sorprendente constatar que estos
refuzniks, cuya negativa a servir había hecho soñar a muchas personas fuera de Israel, eran favorables a esta horrible guerra emprendida por Israel. Testimonio de ello son las respuestas de
Elad, 32 años, físico, próximo a los «Anarquistas contra el Muro», (2) que recogimos cuando estaba esperando para irse a un centro universitario europeo en Hungría con una beca en el bolsillo.
(Mañana segunda y última parte)
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