EL
TABLÓN: El artículo de hoy
La derecha latinoamericana pasa a la ofensiva
Por Eduardo Dimas
En los primeros momentos del auge de los gobiernos de izquierda, progresistas o nacionalistas, me extrañó la pasividad de la derecha latinoamericana. Desde España, José María Aznar, expresidente del gobierno y de la Internacional Democrática de Centro (IDC), lanzaba todo tipo de diatribas contra esos gobiernos que subvertían el sacrosanto orden establecido por los centros de poder económico mundial, encabezados por Estados Unidos.
Al principio, solo fueron Cuba y Venezuela. Después se sumaron Argentina y Brasil, con sus posiciones de defensa de los intereses nacionales. Más tarde vinieron Uruguay, Bolivia y Ecuador. Siete países cuyos gobiernos, con sus diferentes enfoques --que no todos son
iguales--, no eran del agrado de Estados Unidos ni de sus aliados más derechistas.
Unos por sus posiciones revolucionarias, como Cuba, Venezuela, Bolivia y ahora Ecuador. Otros porque priorizaron el interés nacional, como Brasil y Argentina y, en menor medida, Uruguay, en detrimento de los intereses de las transnacionales y de Estados Unidos. En contra de los planes de dominación económica y política, que tienen su principal manifestación en la llamada Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA).
Pero, lo más preocupante para Estados Unidos y las oligarquías locales es que todos esos gobiernos, salvo el de Argentina, provienen de partidos nuevos, con una base popular, o que nunca habían gobernado, como es el caso del Movimiento Quinta República en Venezuela, o del Partido del Trabajo en Brasil o del Frente Amplio en Uruguay.
Y la razón básica para que hayan ganado el gobierno en procesos democráticos --a pesar de la maquinaria electoral de las clases dominantes y sus enormes recursos--, es el desprestigio de los partidos tradicionales, que a lo largo de muchos años se alternaron en el poder. Todos ellos promotores del modelo neoliberal. Todos ellos dependientes, en mayor o menor medida, de los intereses de las empresas transnacionales y de Estados Unidos.
La reacción ante estos cambios en la conformación política de América Latina, no se hizo esperar. El exjefe del Comando Sur del Ejército de los Estados Unidos, general James Hill, lo llamó “populismo radical” y lo consideró una amenaza. El presidente W. Bush, en octubre del pasado año, autorizó el entrenamiento de militares latinoamericanos en la antigua Escuela de las Américas, a los efectos de hacer desaparecer las corrientes izquierdistas en América Latina. Nunca se explicó cómo los ejércitos latinoamericanos iban a lograr “ese objetivo”. Tal vez, mediante los socorridos golpes de estado.
Las acciones de Estados Unidos y sus aliados locales para subvertir los procesos de izquierda o nacionalistas, no han dado, hasta el presente, resultado, si bien le han creado no pocos problemas a los nuevos gobiernos. Desde un intento de golpe de Estado en Venezuela, conspiraciones para fragmentar a Bolivia, pasando por la entrega de dinero para impedir el triunfo electoral de los movimientos progresistas, hasta crear grandes campañas publicitarias internacionales en contra de los gobiernos de izquierda, como es el caso de Venezuela y Bolivia. En contra de Cuba, ni hablar.
Debo confesar que, en un principio, pensé que Alan García, presidente de Perú, por sus antecedentes, sería la figura elegida para enfrentar a esos gobiernos de izquierda, dada su procedencia seudoizquierdista. Después, creí que Oscar Arias, presidente de Costa Rica y Premio Nobel de la Paz, era el designado para enfrentar la ofensiva popular, debido a su belicosidad contra Cuba y Venezuela.
Los dos mandatarios están jugando su papel, pero todo parece indicar que parte importante del peso de la ofensiva imperial y de la oligarquía contra la proliferación de gobiernos de izquierda, progresistas o nacionalistas en América Latina, queda en manos del gobierno de México, sede de la “nueva” Organización Demócrata-Cristiana de América (ODCA), y del Partido gobernante Acción Nacional (PAN).
Por lo pronto, el flamante presidente de México, Felipe Calderón –algunos le dicen el presidente impuesto o fraudulento--, quien fuera vicepresidente de la IDC en tiempos de Aznar, se ha convertido, al igual que su antecesor, en un abanderado a ultranza de la economía de mercado.
En el Foro Económico de Davos, Suiza, celebrado recientemente, aseguró que “México es un seguro contra el populismo”, alabó el “libre mercado” y criticó las expropiaciones, las nacionalizaciones y las “dictaduras personales vitalicias”, lo que motivó la réplica del presidente venezolano Hugo Chávez, desde Caracas, y una respuesta diplomática y elegante de su homólogo brasileño Lula Da Silva, así como del primer ministro británico, Anthony Blair. ¡Quién lo iba a decir!
Casi al mismo tiempo, en el momento de inaugurar la nueva sede de la ODCA, su presidente, Manuel Espino Barrientos, “declaraba la guerra” en contra de las izquierdas, no importa su color. Manuel Espino es también, no por gusto, el presidente del Partido Acción Nacional. Cuba, Venezuela y Bolivia ocuparon el primer lugar en su discurso, calificado de injerencista y ofensivo por algunos observadores. Brasil, Argentina y Ecuador irían en segundo lugar. Y ya Espino, según anunció, tiene en la mira las elecciones del 2008 en República Dominicana, en las que pretende apoya la derrota del Partido de la Liberación Dominicana, fundado por Juan Bosch en 1973.
La ODCA agrupa a más de 30 partidos de derecha de América Latina, de filiación demócrata-cristiana y forman parte de la Internacional Demócrata de Centro, anteriormente conocida por Internacional Demócrata-Cristiana. Fue precisamente José María Aznar el que propuso el cambio de nombre, para hacerla más aceptable a otros partidos políticos de derecha en todo el mundo, que no tienen en sus fundamentos el cristianismo en su expresión más derechista.
El orden que dio Espino a los gobiernos de izquierda contra los cuales su organización luchará, no tiene sorpresas. Coincide plenamente con las prioridades establecidas por Washington. Según el periodista mexicano, Carlos Fazio, en un artículo publicado el pasado 30 de enero en el diario La Jornada, “De la mano del entonces presidente Vicente Fox y su esposa Marta Sahagún, la victoria de Espino en el PAN (2005) significó la entronización y consolidación de la extrema derecha sectaria, facciosa y dogmática en las estructuras de poder estatal y partidario” (de México).
Y agrega más adelante: “El iluminado Espino y su ‘humanismo centro-reformista-cristiano’ de fachada, expresa una nueva forma de fundamentalismo político religioso, donde la acción política se concibe como una misión salvadora y purificadora”. Si esto les recuerda a los neconservadores norteamericanos, no es pura coincidencia, pues existen estrechos vínculos entre el PAN y el Proyecto para el Nuevo Siglo Americano.
Pero Manuel Espino y Felipe Calderón no están solos. La ODCA agrupa a personajes de la extrema derecha de toda la región y hasta miembros destacados de la ultraderecha cubano-americana de Miami. El vicepresidente para la Acción Política de la ODCA es Marcelino Millares, un miembro destacado de la Brigada 2506, del Consejo para la Libertad de Cuba y ,miembro de la dirigencia del Partido Demócrata Cristiano de Cuba en el exilio.
Millares fue muy claro en sus declaraciones con motivo de la inauguración de la sede de la ODCA en la ciudad de México. Señaló que no habrá confrontación entre el gobierno de México y su partido, con lo cual dejó sentado que la política exterior del gobierno de Calderón y del PAN coincide plenamente y, por extensión, con la de la ODCA. Además, enfatizó que combatirán a los gobiernos de Cuba y Venezuela y también que la nueva ODCA será más política y más activa en América Latina y el Caribe. Aznar y W. Bush deben estar muy contentos.
Los recursos con los que contarán para llevar a cabo su “cruzada” antizquierdista en América Latina y el Caribe, son probablemente cuantiosos, pues tienen el apoyo de amplios sectores de las oligarquías y burguesías nacionales, interesadas en impedir que los movimientos progresistas lleguen al gobierno con el apoyo popular, o no puedan sostenerse en el poder o les sea imposible llevar a cabo las reformas políticas y económicas de beneficio popular. Cuentan, además, con el total apoyo del gobierno de Estados Unidos.
Pero, les falta algo que es sumamente importante a la hora de influir en las decisiones de los votantes en la mayoría de los países de América Latina: el prestigio. Precisamente, ha sido la política neoliberal, entreguista, corrupta y represiva de gobiernos de corte demócratacristiano, socialdemócrata, liberal o conservador, lo que ha motivado que muchas de estas organizaciones políticas de la clase dominante estén totalmente desprestigiadas y ya no sean una opción para sus pueblos, por muy engañados que estén.
En el caso específico de los demócratacristianos, es bueno recordar su papel en El Salvador con José Napoleón Duarte en la presidencia, durante la guerra contra el movimiento guerrillero. En Guatemala, durante el gobierno de Vinicio Cerezo, se cometieron crímenes atroces. En Panamá, luego de la invasión norteamericana el 20 de diciembre de 1989, el vicepresidente nombrado era un alto dirigente de la Democracia Cristiana y juró su cargo en una de las antiguas bases militares estadounidenses en la Zona del Canal.
En Venezuela, Acción Democrática (socialdemócrata) y el Partido Social Cristiano se turnaron en el poder durante 40 años de corrupción y latrocinio, que llevó a que el 80% del pueblo venezolano viviera en la pobreza. Podría citar otros muchos ejemplos, pero creo que con estos basta.
La democracia cristiana ha sido históricamente un instrumento de las clases dominantes. El hecho de que incluyan la palabra cristiano como parte de su cartel político, no significa que realmente la practiquen en el plano social. Con semejantes antecedentes, me parece imposible que puedan influir de manera decisiva en los pueblos latinoamericanos que aspiran, con todo derecho, a una vida más justa, y a gobiernos que sean verdaderos representantes de sus intereses. De todos modos, no es posible dejar de tener en cuenta que esa ofensiva cuenta con muchos apoyos poderosos.
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