MIERCOLES SANTO. ARRABAL ZARAGOZANO


MIERCOLES SANTO. ARRABAL ZARAGOZANO

Autor: Francisco Gallego Collado.


Son las nueve y cuarto de la noche. Aunque es el mes de abril, hace algo de frío. La gente se amontona delante de la Iglesia de Ntra. Sra. de Altabás. La policía municipal ya ha tenido que desviar el tráfico rodado. Un grupo de cofrades salen de la iglesia repartiendo candelas y ramas de laurel. De forma ordenada, pues hay para todos. La gente se va haciendo con su vela, para acompañar la procesión y su rama de laurel, pues es complemento para algunos guisos. Pocos saben que esta tradición, recuerda a los antiguos agricultores que formaban las filas de cofrades, hace ya muchos años, cuando el barrio lo habitaba gente sencilla de campo. Dan las nueve y media. En el interior de la iglesia, ya no cabe nadie más. Todos se ponen de pie. Se bendicen los hábitos de los nuevos hermanos y se les impone el tercerol. Comienza el Via-Crucis. Terminada la primera estación, se abren las puertas. La gente sale a la calle y allí se juntan todos, dejando un pequeño pasillo, que después a la fuerza, tendrá que ensancharse.

El Guión de la Cofradía sale y comienza a avanzar. Le sigue la Sección de Matracas que se sitúa a ambos lados de la puerta. Hermanos de vela, un crucifijo, la Cruz In-Memoriam,... van ocupando en la calle sus puestos. Comienza el toque de matracas, lento, pausado. El Paso del Ecce-Homo va acercándose hacia la puerta. Se para. El toque comienza a acelerarse y con él los corazones. Sigue y sigue acelerándose y el Paso no sale. De pronto, repentinamente, se corta. Un silencio. Un instante. Y al momento ruido y más ruido. El Paso iluminado sale de la iglesia, todo el mundo mira y mira emocionado. La tierra tiembla y el corazón también. El Paso se detiene. Termina el ruido. Comienza la procesión. Calles estrechas y mal iluminadas son el recorrido.

Barrio antiguo, el Arrabal.
Al otro lado del Ebro,
refugio de labradores y carreteros.
Puerta de la ciudad,
paso obligado para cruzar el río.
Antiguo lugar de ferias de ganado,
hoy es un parque donde juegan tus niños.
Barrio testigo y castigado
en la Guerra de los Sitios.
Las tropas napoleónicas
no pudieron contigo,
con tu historia, con tu alma.
La jota te nombra y te canta.
Barrio del Arrabal
que junto al Puente de Piedra habitas,
privilegiado por tus vistas,
frente a frente con el Pilar.
Agua y fe,
río y basílica,
el pueblo y María,
Aragón y el Pilar.
Eso eres tú: Arrabal.


Las estaciones del Via-Crucis se van sucediendo. La gente sigue y sigue en silencio. Un sonido rasga la noche. Sonido de matracas. Golpes secos, duros. A unos recuerdan los latigazos, a otros los golpes en los clavos. A todos la Pasión de Cristo y su camino del Calvario. Sonido que anuncia la muerte: la matraca.

Termina una predicación y la gente espontáneamente rompe a cantar. Cantos de penitencia y perdón. La procesión sigue su camino. Matracas y cantos, luces de velas y ramos de laurel, hábitos negros y el Paso iluminado. La noche es fría, pero la gente sigue acompañando. Otra estación. Se levanta el cierzo, unos se aprietan contra otros. Sigue la procesión.

Se llega al Puente de Piedra, al fondo, la Basílica iluminada. Cuatro torres y once cúpulas se recortan en la noche, impávidas ante el cierzo que corta el valle del Ebro. Se cruza el Puente. Se hace largo, muy largo. El viento amenaza con volar algún tercerol. El Guión se agacha y se inclina, se humilla ante la naturaleza. Las flores del Paso se agitan de forma salvaje. Hay suerte y ninguna cae al río. Llegados a la otra orilla, se respira aliviado. Lo peor ha pasado. Pero una imagen, el Ecce-Homo y el Pilar al fondo, ha quedado grabada en todas las retinas.

Calle don Jaime, otra estación. Plaza España, callan las matracas y suena el carillón. Calle Alfonso, duodécima estación: Jesús muere en la Cruz. El final ya está cerca. San Felipe será el Sepulcro.

Llegamos a la plaza, frente a la iglesia, será la decimotercera. Termina la estación. Comienzan las matracas de nuevo. Entra el Guión, los atributos, se acelera el toque. Se acelera y se acelera, parece que no termina... pero de pronto, silencio. El Paso comienza a andar y el ruido otra vez. Ruido y más ruido para honrar al que pasa. Termina el toque, pero la procesión no ha terminado. Nadie se descubre. Todos entran en la iglesia. Ocupan su sitio. La decimocuarta: Jesús en el Sepulcro. Predicación y padrenuestro. Ahora sí. Ahora todo ha terminado. Es ya la una..., todos estamos cansados. Cada uno marcha a su casa. Pero todos llevamos en el corazón.... la satisfacción, el deber realizado, el corazón ensanchado. Un año más... lo hemos logrado. Cristo ha sido anunciado.

Publicado en la Revista Redobles de Marzo 2003 y en la web Cofradia del Ecce Homo.



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