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Este ejército que ves |
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vago al yelo y al calor, |
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la república mejor |
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y más política es |
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del mundo, en que nadie espere |
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que ser preferido pueda |
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por la nobleza que hereda, |
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sino por la que el adquiere; |
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porque aquí a la sangre excede |
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el lugar que uno se hace |
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y sin mirar cómo nace |
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se mira como procede. |
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Aquí la necesidad |
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no es infamia; y si es honrado, |
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pobre y desnudo un soldado |
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tiene mejor cualidad |
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que el más galán y lucido; |
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porque aquí a lo que sospecho |
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no adorna el vestido el pecho |
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que el pecho adorna al vestido. |
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Y así, de modestia llenos, |
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a los más viejos verás |
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tratando de ser lo más |
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y de aparentar lo menos. |
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Aquí la más principal |
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hazaña es obedecer, |
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y el modo cómo ha de ser |
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es ni pedir ni rehusar. |
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Aquí, en fin, la cortesía, |
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el buen trato, la verdad, |
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la firmeza, la lealtad, |
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el valor, la bizarría, |
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el crédito, la opinión, |
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la constancia, la paciencia, |
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la humildad y la obediencia, |
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fama, honor y vida son |
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caudal de pobres soldados; |
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que en buena o mala fortuna |
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la milicia no es más que una |
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religión de hombres honrados. |
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Pedro Calderón de la Barca, soldado de Infantería Española |