Dios no es mujer

 

 

Dios no es mujer. Bajo esta premisa se esconden decenas, cientos de concepciones. Sin embargo, llegar hasta ella ha sido fácil. Cuatro mujeres, cuatro conceptos, cuatro vidas y cuatro mundos, nos obligan a escuchar, observar, atender y aceptar: Dios no es mujer.


Zeina Fahed. Inmigrante.

¿Mi nombre? Zeina. Es árabe. Es el nombre de una pequeña flor que nace en el más puro desierto. Se parece a mi. Es menuda y callada. Soy sigilosa y reservada. Piensa. Razono. Su silencio calla los gritos sobre el desierto urbano. Mis lágrimas humedecen la aridez de las raíces del alma.

¿Mi tierra? Ilusión. No existe. No la tengo. Mi tierra es el sueño que empujó a los míos a una fatal carrera a contracorriente. No se si fue la necedad, la ignorancia, la esperanza, que me dejaron sin tierra. Pues, no es tierra lo que piso ahora, es cemento. En realidad es el excremento del mundo insano, enfermo, canceroso que quema y pudre los pies de quienes lo pisan.

¿Mujer? Espina. La espina del amor de la mujer perfora los ojos del mundo. Éste se estremece, se sacude con fuerza hasta lograr apartarnos de su faz. El diablo mundo nos arroja a los abismos de la desesperación. Y ahí yace la mujer. La mujer yaciente. En ella yace la desesperación. Desesperada, yo. Desesperada soy mujer.

¿Dios? Es un ser , o una divinidad, muy alejada al mundo. El Dios que nadie conoce es dictador. Su autarquía se ve reforzada por la vehemencia del humano desamparado y pobre. Dios cierra las puertas. Dios golpea con fuerza. Dios es ciego. Dios es mudo. ¿Es mujer? No, Dios no es mujer. Mujer besa. Mujer llora. Mujer tiende la mano para ayudar al herido. Mujer observa. Mujer, escucha: Dios no es mujer.

Emilija Visnjic. Refugiada.

¿Mi nombre? Recuerdo. Es el único recuerdo del pasado que la guerra no logró arrebatarme. De Emilija, el recuerdo de una joven vivaracha, de largas trenzas negras y espalda descubierta, que corría, de prisa, entre los campos secos de los abuelos. De Visnjic, el recuerdo del regazo del esposo, sus brazos fuertes, el aroma y la rudeza en sus manos manchadas y callosas, el tibio amanecer entre un abrazo. Sí, lo recuerdo, primero fui Emilija, después Visnjic, finalmente fui mamá. Sostuve tiernos piececitos y ofrecí dulce leche con sabor a trigo y requesón. Pero, un día los campos, mi marido, mis hijos me fueron arrebatados. Las trenzas de la joven se volvieron canosas, el lecho de la esposa se tornó frío, el vientre de la madre se quedó seco.

¿Mi tierra? Croacia. Es la tierra de barro que descalza recorrí. Es la tierra de estopa sobre la cual amé. Es la tierra empapada en sangre donde hundí las manos. Ayer, maldije la tierra sobre la cual cayeron mis hombres. Mi vida fluía por ella. La detuve, mojé mis manos, adentré mis dedos en la roja sangre de vida que lamí y presioné con fuerza sobre mi pecho. Hoy, un gemido acallado acepta que mi tierra sea más feliz que yo, porque cubre a mi marido y protege a mis hijos. Hoy lleno, de esa tierra que recuerdo, mi cabeza, mis sueños, mi lecho, mi vientre seco.

¿Mujer? Fertilidad. Es mujer y madre la que mece el mundo. Ésta lo abraza y lo alimenta de sus jugos, de sus venas, de su vida. Pero el mundo, que no es su hijo, la desprecia y la humilla. ¿Cómo? Le arrebata el encanto, la ternura, la dulzura. La degrada a una vida fría y seca bajo el umbral del terror y el rechazo que pudre su corazón y seca su vientre.

¿Dios? Es la guerra de los miedos e incompetencias del hombre. Dios es huso. Dios es fuego. Dios destruye y, después, rehuye. ¿Mujer? Dios no es mujer. Mujer es pétalo de terciopelo tintado de negro. Mujer es calor hogareño. Mujer crea y, después, entierra. Mujer, observa: Dios no es mujer.


?. Superviviente.

¿Mi nombre? Historia. Mi nombre es historia que la escoria se encargó de borrar. Ni tan sólo restó el recuerdo de mi nombre. Seguro que era hermoso. Pero me lo arrebataron. Borraron mi nombre: taparon mis ojos, amordazaron mi voz, silenciaron mis pasos, cubrieron mi cuerpo. Pero no borraron mi ser: no cegaron mis ojos, no enmudecieron mi voz, no detuvieron mis pasos, no ocultaron mi cuerpo. Borraron mi nombre pero no borraron mi ser.

¿Mi tierra? La mortaja. La tierra blanda de Afganistán se tornó la negra mortaja favorita de la negación. Los hombres nos envolvieron en ella, hundieron débiles nuestros rostros de mujer en el blando lodo afgano. Hoy queda poco del que fue suave légamo. Las frías botas lo aplastaron, los rudos pies descalzos la endurecieron. Nuestros himnos de fraternidad, hoy son lúgubres misas que anhelan pureza y predican profanación. Nuestros derechos, hoy ocultos tras oscuras telas mortuorias, desvelan la lejanía de una pasada redención.

¿Mujer? Silencio. Disimulo. Estrépito causado por los latidos de un corazón humillado, apaleado, rebajado, destrozado. Mujer soy yo: callado zapato de tela, estopa negra, sonrisa enjaulada y lágrima de hielo que arde tras la ira y la impotencia. Somos muchas, mujeres teñidas de gris y manchadas de sangre las sienes, golpeadas por padres, hijos o esposos. Mujeres, somos muchas que rechazamos ser, huimos, de las lamentables sombras inermes de lo que un día fuimos.

¿Dios? Arma. Poderosa navaja de un único y posible filo: la demente maldición. Dios es la causa o el motivo, es la respuesta o la excusa: una extraña concepción. Dios es el afilado cuchillo que atraviesa, frío, la blanda carnaza. ¿Mujer? Dios no es mujer. Mujer es la sonrisa subyugada al velo de la censura. Dios, es el velo que encubre el yugo al que la censura sonríe. Mujer, atiende: Dios no es mujer.


Esperanza. Ciudadana barcelonesa.

¿Mi nombre? Esperanza. Soy aquella que espera o ansía el buen augurio. La vida me saluda, a mi que vengo de cerca pero le parezco lejana, mientras inundo con mi canto los tristes corazones. Mi nombre es mi ser, el espíritu del presente adonde se refugian los dolores que arrastran lamentos del pasado.

¿Mi tierra? Emoción. Mi tierra es la emoción que producen en mí las zarzas del camino. Oscuras zarzas con verdes tallos cuyas esencias, tiernas y justas, harán que cicatricen mis heridas abiertas. Tierra de esencias de lo que no hubiese sido y lo que ahora soy. Esencia de la tierra sobre la que una mujer pisó, lloró y anheló. Y esta tierra libre se escurre entre mis dedos, entre la libre tierra me escurro yo.

¿Mujer? Fuerza. Fiereza de un cabezazo contra una pared tabú. Fuerza que eleva las nuevas alas de los ensueños viejos. Mujer: dulce figura a la que aún sangran las viejas heridas. Mujer: amarga figura que forjará los sueños en desiertas, desengañadas vidas.

¿Dios? Desesperación. Negrura luminosa que vino un día a paliar las dudas de nuestra soledad. Dios escucha a aquellos en cuya boca se ahoga la voz. Dios se recoge en aquellos que solos, no sienten el latido de su corazón. Y Dios destroza sus dedos en vano. Y Dios se lleva de los vientos las voces de aquellos a los cuales traga el abismo de la oscuridad. ¿Mujer? Dios no es mujer. Mujer es el presentimiento de la alegre sonrisa, de los labios frescos. Lejos de la sonrisa triste de los labios viejos. Y mujer da el consuelo de sus blancas manos. Y mujer, de entre las largas horas del amargo tedio, brota fuerte, dulce y temblorosa, del triste silencio. Dios no es mujer. Acéptalo.

Un text de "Lullaby"

 

© Atzukak, 2004