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HITLER Y LOS ANIMALES
Ediciones BAU. Barcelona.
Reg. Empr. edit. 1269 ? 74
ISBN -84-85156-18-8 Depósito Legal: B?12371?1976
Impreso en España por Litocolor, Barcelona.
INTRODUCCION
Hitler es el personaje histórico que cuenta con un mayor número
de libros editados sobre su vida, sobre su actuación política
y sobre su personalidad como Führer y Canciller del III Reich. Parece como
si nada nuevo fuese posible añadir a lo ya escrito y, sin embargo, cada
día las editoriales de todos los países anuncian novedades sobre
tan conocido tema. Podríamos casi asegurar que el noventa por ciento
de las editoriales en todo el mundo, poseen en sus catálogos uno u otro
título sobre Hitler, sobre la guerra mundial o sobre la Alemania nacionalsocialista.
Lo conseguido por Hitler no lo han logrado sus enemigos. Comparemos el número
de libros, artículos o fotografías publicados sobre Churchill,
Roosevelt, Stalin etc. y nos daremos cuenta de que Hitler ha sido el verdadero
protagonista del siglo XX.
¿Era Hitler un asesino? Los miles de títulos publicados hasta
hoy parecen demostrarlo pero, en todos los países del mundo, surgen grupos,
partidos o asociaciones más o menos grandes ?formadas casi en su totalidad
por jóvenes- que no han conseguido ser engañados por la propaganda.
Ellos hablan de otro Hitler, de un Hitler humano, de un Hitler con sentimientos,
de un Hitler que no entra en la historia como Calígula o Rasputín,
sino como Carlo Magno, César, Carlos V o Napoleón, un Hitler que
compite con esos grandes del pasado en importancia histórica, pero que
en el aspecto humano es incluso muy superior.
Dentro de esta misma serie se ha editado otra obra titulada "Hitler y la
Iglesia". En ella se nos ofrecen textos y fotografías totalmente
olvidados y nos presenta la personalidad de Hitler en su justa dimensión
en lo referente a este problema, se nos habla de un Hitler desconocido frente
a un problema concreto que afectaba a la política, pero en el presente
caso lo que queremos es ofrecer otro aspecto, desconocido o minimizado, de la
vida de Hitler: su aspecto personal y humano. El tema puede parecer a primera
vista falto de interés, pero aquéllos -por suerte cada vez más
numerosos en nuestro mundo- que saben apreciar y amar a la naturaleza, y en
especial a las criaturas que viven en ella, sabrán dar su justa importancia
a la postura adoptada por el hombre más poderoso de la historia de la
humanidad, frente a este problema.
¿Cuál es la razón por la que el álbum de fotos de
Eva Braun ha sido considerado como un alto secreto durante un cuarto de siglo?
Una vez publicadas todas sus fotografías ?si es que lo han sido todas,
lo cual nunca se sabrá? nadie ha podido comprender las razones que obligaron
a este alto secreto a simple vista tan innecesario. Sin embargo, las razones
eran verdaderamente importantes. Es habitual en los líderes políticos
el utilizar fotografías de escenas familiares con fines propagandísticos.
En Estados Unidos, por ejemplo, país en el cual se respetan y defienden
los derechos de los animales -especialmente domésticos- un político
no tendría porvenir brillante de no hacerse algunas fotografías
con sus perros o. como ocurre en ocasiones, con perros prestados, que para los
fines de la propaganda sirven igual.
Podía considerarse presumible que las fotografías que durante
la época nacionalsocialista fueron publicadas en diversos libros -especialmente
en los de la serie de su fotógrafo personal Hoffmann-, fuesen simples
fotos de pose con fines políticos. Poco importaba pues que Hitler estuviese
con niños, ancianos, obreros o con animales; podía tratarse de
un simple recurso propagandístico. Pero, para que ésto fuese creído
así, era necesario ocultar los álbumes de fotos de Eva Braun,
pues en ellos se repetían, con mayor frecuencia todavía, esas
fotografías que los malintencionados enemigos del nacionalsocialismo
consideraban simple publicidad. Una gran parte de las fotografías que
ahora publicamos en esta obra no han aparecido hasta después de la guerra
y ello prueba que, por ser de idéntico tema a las que se publicaron entonces,
no existe la posibilidad de una falsedad. Las fotografías que acompañamos
son testimonios y documentos gráficos quizás incluso más
convincentes que lo que podamos decir. Hitler era un amante de los animales
y las fotos privadas de Eva Braun lo confirman, como lo confirman las publicadas
por su fotógrafo Hoffmann después de la guerra, o las de Speer
al salir de Spandau. No hay ninguna duda de ello.
Para la mayor parte de personas, sin embargo, el que Hitler amase o no a los
animales carece de la más mínima importancia, pero para aquellos
que admiramos su personalidad humana, este extremo tiene una importancia que
me atrevería a considerar fundamental. Hitler fue un gran militar, un
gran estratega, un gran político, un gran revolucionario, pero, lo más
importante, lo que le diferencia de otros políticos, revolucionarios,
militares o estrategas, más grandes todavía que él y que
le precedieron en la historia, es que él era sobre todo y ante todo un
gran hombre, un hombre total y completo, con unos sentimientos y una humanidad
que le convierten en una persona única en la historia.
No es raro que este hombre con gustos sencillos y austeros, salido del pueblo
y con sensibilidad de artista, tuviese para con los niños y los animales
un amor especial y profundamente íntimo. El Hitler orador que entusiasmaba
a las multitudes no era un demagogo barato formado en una escuela de agitadores
profesionales; era un hombre que hablaba con el corazón y ésto
es lo que impresionaba a sus seguidores. Cuando se conoce la personalidad de
Hitler en sus aspectos más privados es cuando no podemos aceptar, ni
siquiera como posibilidad remota, que Hitler ordenase un progrom o que condenase
a millones de hombres a la muerte, pues, pese a esas imágenes un tanto
irreales de personajes de la mafia o déspotas famosos que acarician a
un gato mientras planean sus crímenes y asesinatos, no hay ninguna duda
de que aquellas personas, que sienten compasión y amor -por los animales,
son incapaces de matar por placer o por odio, siendo más lógico
-y la experiencia nos lo enseña que sean los que desprecian a los animales
y se complacen con su muerte y sufrimientos (corridas de toros, caza, tiro de
pichón, peleas de gallos etc.) -es decir, esos seres que son capaces
de matar por capricho a un animal que nada les ha hecho -los que, con mucha
mayor razón, maten y asesinen con placer -cuando el orden deja de existir-
a personas que sí les han podido hacer algo, lo cual les añada
al placer de dar muerte que ya poseen, el de liberarse de un enemigo.
Como en tantos otros aspectos de la vida de Hitler, es necesario buscar a sus
maestros inspiradores para comprender de dónde provenía su educación
autodidáctica en lo que respecta a los animales.
Fundamentalmente, tenemos que pensar en la influencia del maestro Ricardo Wagner
y en este caso particular -aunque también en otros - en la del no menos
conocido filósofo alemán -profundamente admirado por Hitler- Arthur
Schopenhauer. Ambos genios, pero especialmente el primero, se caracterizaron
por un profundo amor a los animales nacido de su no menos intenso amor por la
naturaleza. No vamos a decir que ellos "convenciesen" a Hitler de
nada, ese término, "convencer", difícilmente puede aplicarse
a hombres con la gran personalidad de Hitler simplemente podemos hablar de "descubrir"
o de "confirmar" lo que Hitler ya sentía. Desde su niñez
fue un amante apasionado de las montañas y la naturaleza (1), amor que
mantuvo hasta el día de su muerte, y, lógicamente, encontró
en Wagner y Schopenhauer almas paralelas a las que se sentía unido por
encima del tiempo. Wagner y Schopenhauer eran -al igual que Hitler -dos almas
sensibles de un profundo romanticismo y si hablaban de respetar los bosques,
las plantas y las flores, con mayor motivo propugnaban el respeto y defensa
de los animales.
Schopenhauer sentía veneración y admiración especialmente
hacia los perros de los que decía: "El perro, el único amigo
del hombre, tiene un privilegio sobre todos los otros animales, un rasgo que
le distingue, y es ese movimiento de cola tan benévolo, tan expresivo,
tan hondamente honrado. ¡Que contraste en favor de esta manera de saludar
que le ha dado la naturaleza, si se compara con las reverencias y horribles
zalemas que cambian los hombres en señal de sentimiento! Esa seguridad
de amistad tierna y de devoción por parte del perro es mil veces más
segura, de presente al menos. Lo que me hace tan agradable la compañía
de mi perro es la transparencia de su ser. Mi perro es transparente como el
cristal. Si no hubiera perros, no querría vivir" (2), pero si bien
esta postura es compartida por bastante gente, es más profundo en sus
opiniones respecto al trato con los animales en las siguientes palabras: "La
piedad, principio de toda moralidad, toma también a los animales bajo
su protección, mientras que en los otros sistemas de moral europea se
tiene para con ellos tan poca responsabilidad como miramientos. La pretendida
carencia de derechos de los animales, el prejuicio de que nuestra conducta con
ellos no tiene importancia moral, de que como se suele decir, no hay deberes
para con los irracionales, todo esto es, ciertamente, una grosería que
repugna; una barbarie de Occidente, que toma su origen del judaísmo...
(3)
La pretendida carencia de
derechos de los animales, el prejuicio de que nuestra conducta con ellos no
tiene importancia moral, de que como se suele decir, no hay deberes para con
los irracionales, todo esto es, ciertamente, una grosería que repugna;
una barbarie de occidente, que toma su origen del judaísmo.
Arthur Schopenhauer
Es necesario recordar a
esos desdeñosos de los brutos, a esos occidentales judaizantes, que igual
que ellos fueron amamantados por sus madres, el perro también lo fue
por la suya. La piedad hacia los animales está unida íntimamente
a la bondad de carácter, de tal manera, que puede afirmarse con seguridad
que quien es cruel con los animales no puede ser un buen hombre" (4). Estas
ideas, escuetas pero que definen perfectamente una postura frente a la cuestión
que nos ocupa, reflejan con exactitud la actitud de Hitler con respecto a los
animales y, bien sea por influencia o por natural predisposición a pensar
de igual manera. lo cierto es que Hitler sentía por los animales una
especie de veneración y, en los últimos meses de su vida, ya en
el Berlín cercado, repetía la conocida frase de Federico el Grande
: "Cuanto más conozco a las personas más cariño siento
hacia los animales".
Las ideas de Schopenhauer sin duda influyeron en las concepciones de Hitler
pues, ya desde muy joven, había leído con gran interés
sus obras. Durante la primera Guerra Mundial, en su macuto llevaba siempre una
edición del bolsillo de la obra principal de Schopenhauer: "El mundo
como voluntad y como representación". Pero si las ideas del genial
filósofo pudieron influirle, mucho más lo fue el caso de Ricardo
Wagner cuya postura, por otra parte, era más ideológica y concreta
en este tema.
Wagner era un gran amante de los animales lo cual se trasluce en todos sus escritos.
En su obra "Mi Vida" encontramos frecuentes alusiones a sus animales
domésticos y su sentimiento por su muerte. Su postura era conocida por
todos y hacia el final de su vida empezó una serie de escritos sobre
el tema, de carácter muy profundo. Desgraciadamente, estos artículos
no han sido muy difundidos pues pese a que los publicó en las "Bayreuther
Bläter" y que por ser de los años 1880 y 1881 son representación
de las obras del genial maestro en su madurez, han encontrado poca acogida,
tal vez debido a su postura en apoyo de las teorías racistas de Gobineau
o a su postura antijudía nuevamente puesta de manifiesto pero, sea como
sea, lo cierto es que contiene ideas de gran valor para comprender la influencia
ejercida sobre Hitler quien conocía minuciosamente todas las ideas del
compositor de Leipzig. Wagner, en la obra en la que se recopilan estos artículos
(5), nos dice: "... así pues, si la vista del toro ofrecido a los
dioses despierta ahora espanto, he aquí que, sin embargo, un diurno baño
de sangre es sustraído, en pulidos establecimientos de carnicería,
bien lavados con agua, a los ojos de todos aquellos que, luego, en la mesa,
se encuentran servidos y condimentados hasta la irreconscibilidad, los gustosos
trozos de carne de los animales domésticos asesinados".
Wagner creía que la regeneración de la raza humana estaría
fundamentada en buena parte en el vegetarianismo como principio moral y no dietético
y escribía en la misma obra mencionada: "... entre estos últimos,
en nuestro tiempo, se pueden citar la constitución de las asociaciones
vegetarianas; solo que incluso en medio de estos grupos de hombres, que parecen
haber captado inmediatamente el punto focal de la cuestión de la regeneración
del género humano, se suele oír, por parte de algunos miembros
del más elevado sentir, el lamento de que sus compañeros practican
la abstención de la alimentación cárnica a lo más
sólo por razón de dietética personal sin ninguna referencia
a la gran idea regeneradora, que debe constituir el verdadero problema si tales
grupos quieren adquirir en algún momento fuerza moral. Junto a ellos
se encuentran, con una cierta eficacia práctica ya conquistada, las sociedades
protectoras de animales: en realidad estas últimas, que igualmente buscan
el ganar el favor popular desterrando fines utilitarios, podrían, en
lugar de eso, obtener éxito verdaderamente notables una vez que elaborasen
los argumentos de la piedad con los animales, hasta encontrarse con la más
profunda tendencia del vegetarianismo, una fusión de ambos movimientos,
fundada en esta interpretación debería desarrollar una fuerza
de penetración considerable. No menos éxito debería obtener
un llamamiento, por parte de ambos grupos, a motivos más altos de los
hasta ahora salidos a la luz entre las leyes antialcohólicas".
Las ideas expuestas de Schopenhauer y Wagner son muy importantes. Observemos
la postura ideológica derivada de sus palabras. En cuanto a Schopenhauer
se refiere, vemos la denuncia del origen judío en la falta de amor a
los animales, es decir, saca el problema de un plano de simple sentimentalismo
para hacernos comprender que la importancia del buen trato para con esos seres
inferiores es lo que da la grandeza a nuestra raza. Con respecto a Wagner, las
consideraciones son todavía más importantes. Wagner defiende el
vegetarianismo, pero no lo hace por razones dietéticas, como es corriente
en el cien por cien de los vegetarianos. A Wagner las razones dietéticas
no le importan; sus razones para no comer carne son siempre de tipo moral y
nunca dietético. Podríamos decir que Hitler y Wagner eran vegetarianos
como resultado de su supresión de la carne como alimento, eran anti-carnívoros
más que vegetarianos. La postura de Wagner fue sin duda compartida por
Hitler. Cuando Wagner nos dice que el vegetarianismo sin la protección
a los animales carece de sentido, sienta las bases de un nuevo concepto del
vegetarianismo, un concepto moral, que es el seguido por Hitler. Hasta qué
punto fue Wagner el que determinó la postura de Hitler lo vemos en las
siguientes palabras de su amigo de juventud, August Kubicek: "leía
con febril interés -se refiere a Hitler -todo lo que caía en sus
manos acerca del maestro, Donde le era posible se procuraba en especial toda
suerte de literatura biográfica sobre Ricardo Wagner, leía sus
memorias, cartas, diarios, su autobiografía, sus confesiones. Conocía
los episodios más triviales de su vida" (6). Creemos que hay fundamentados
motivos.
La postura de Hitler frente a los animales se puede sintetizar en tres puntos
fundamentales:
Primero.- Su vegetarianismo basado en evitar la muerte de los animales.
Segundo.- Su postura contra la caza deportiva, admitiéndola -lógicamente-
cuando se practica por razones de subsistencia.
Tercero.- Su amor a la naturaleza, que le hacía sentir admiración
por la belleza de las montañas, los bosques y las flores, pero que le
obligaba, todavía más, a sentir amor por las criaturas vivientes
que habitan esa naturaleza.
I
Es insólito encontrar
un vegetariano que no empiece una conversación, durante una comida, sobre
las ventajas dietéticas del vegetarianismo, ponderando sus excelentes
virtudes y hablándonos de casos insólitos de ancianos de 80 o
90 años que todavía montan en bicicleta o que practican cualquier
otro deporte durísimo. Esos vegetarianos, que son la casi absoluta totalidad,
se abstienen de comer carne como el diabético procura evitar el azúcar,
simplemente por razones físicas. Esto hace que existan mil distintos
tipos de vegetarianos, tantos como partidarios de uno u otro régimen.
Los hay que admiten ciertos tipos de carne, especialmente el pescado. La gente
que no conocía a Hitler -y todavía hoy algunos pseudo-historiadores-
consideraban el vegetarianismo de Hilter como una señal de debilidad
en el aparato digestivo y ésto, hasta tal punto así, que nos relata
su fotógrafo personal Hoffmann la siguiente anécdota: "Aquella
noche había yo aceptado una invitación para cenar en casa de Goebbels,
en la Reichskanzlerplatz. Por deferencia a Hitler no sirvieron naturalmente
carne. Aparte de los platos vegetarianos había, sin embargo, pescado,
una gran carpa que ofrecieron en primer lugar a Hitler y que el rechazó.
La señora Goebbels se disculpó: "Creí que tomaba vd.
pescado, mi Führer, ya que el pescado no es carne..." Hitler dijo
sardónico: "Supongo entonces que el pescado es, según usted,
mi querida señora, una planta" (7).
Hitler, que comprendía la postura del resto de personas respecto al problema
de la consumición de carne, que sabía que era era necesaria una
labor educativa para dejar clara la postura vegetariana y que nada se conseguía
con buenas intenciones en las sobremesas, tenía, como hemos visto, un
gran sentido del humor al tratar el problema. Con frecuencia llamaba a sus compañeros
de mesa, en tono irónico, "consumidores de inmundicia", "devoradores
de carroña", "comedores de cadáveres" etc. pero
"no ejercía la menor presión sobre sus invitados por lo que
hace referencia a la alimentación vegetariana, aun cuando hablase con
frecuencia del tema" (8). En una ocasión, Hitler, con su habitual
sentido del humor, dijo al Almirante Fricke: "Sobre todo, no vaya usted
a creer que voy a prohibir, por decreto, que la Marina consuma carne. Suponiendo
que la prohibición de la carne hubiera sido un artículo de fe
del nacionalsocialismo, ciertamente nuestro movimiento no habría conseguido
el triunfo. En seguida nos hubieran preguntado: ¿Para qué se creó
entonces la pierna de ternera?. Actualmente la base de nuestra alimentación
son las patatas, y sin embargo, sólo el uno por ciento de las tierras
se consagran en nuestro país a su cultivo. Si fuera el tres por ciento,
tendríamos más patatas de lo que hace falta. Los pastos cubren
el treinta y siete por ciento de nuestro suelo. Ahora bien, no es el hombre
el que los consume; el que come hierba es el ganado" (9), pero pese a estas
palabras, Hitler vaticinaba: "Hay una cosa que puedo predecir a los que
comen carne, que el mundo futuro sera vegetariano" (10), aunque ésto
debería ser fruto de un proceso regenerador basado en una labor educativa
en el sentido de Wagner, es decir, en el sentido del propio Hitler.
La postura vegetariana, no basada en razones dietéticas, nos la explica
una de sus secretarias: "Para apartar a sus invitados del consumo de carne,
le gustaba disertar en la mesa acerca de lo que representaba la carne como materia
muerta y podrida. Cuando alababa en cambio su régimen vegetariano, se
lanzaba a hacer descripciones eufóricas sobre la manera de cómo
se producían los elementos. Nos descubría al campesino sembrando
su campo, con gestos amplios y majestuosos. Luego aquél trigo echaba
raíces, crecía y se convertía en un verdegal que se doraba
poco a poco al sol. Estos cuadros bucólicos abogaban a sus ojos por la
vuelta a la tierra y a los productos naturales. Pero estos monólogos
poéticos terminaban siempre con su tema favorito: la repugnancia que
el consumo de carne debería inspirar al hombre. Tenía una manera
de describir el trabajo sanguinolento en los mataderos, la matanza de animales
y su descuartización que provocaba náuseas en los convidados animados
de mejor apetito" (11), esta repugnancia reflejada en los rostros de sus
invitados era -según nos refiere la misma secretaria? para Hilter "una
confirmación de sus principios", y cuando alguien se resistía
a aceptar sus argumentos -al margen de que siguiese o no comiendo carne? Hitler
decía: "Es muy difícil persuadir a un caníbal de que
no tiene que comer carne humana. Según sus concepciones, ésto
es una ley de la Naturaleza. " ( 12).
La postura de Hitler respecto a este problema nos es explicada, en forma bellísima,
por su Secretario Rudolf Hess, otro defensor del vegetarianismo -o mejor dicho,
el otro defensor -, quién también consideraba el problema desde
el punto de vista moral. El 31 de enero de 1954 escribía a su esposa
desde la prisión de Spandau, contestándole una carta que ésta
le había escrito relatándole un accidente sufrido por un perro
propiedad de la señora Hess, en los siguientes términos: "Me
conmovió la desgracia del pequeño perro. ¿Puede dudar alguien
realmente de que exista un alma finamente modelada en los animales? No lo puedo
remediar: la idea de matar y de comer una criatura con una vida interior más
sensible que la de muchos hombres es horrible, independientemente de que haya
pueblos que son especialmente aficionados a la carne de perro. No creo que el
alma de otros animales ?animales que son alimento normal para el hombre? se
encuentre por debajo de la del perro. Teníamos una vez nosotros un cervatillo
en Reicholdsgrün que vino a nosotros como un bebé para que lo alimentásemos
y que se convirtió pronto en un inseparable compañero de juegos
de los s niños aunque quería también a los mayores, los
cuales le correspondían, hasta que por fin un día, escapándose
del jardín, salto el arroyo desapareciendo en el bosque, donde pronto
encontró el amor de un ciervo, amor que superó a todo lo demás,
quedándose en el bosque Pero cuando nosotros caminábamos por el
bosque se nos aparecía para saludarnos, incluso cuando estaba acompañada
por crías, contemplada por los de su especie que ciertamente, se extrañaban,
pues debido a su instinto habían aprendido lentamente que la bestia debe
comportarse con extrema prudencia con respecto al hombre.
"Nuestro cervatillo nos visitaba de tiempo en tiempo incluso en el jardín
y en la casa ¿qué pensamiento tan absurdo sería el haber
aprovechado una de estas ocasiones para matarle porque su carne sabe tan bien?,
lo mismo podría decirse del, para nosotros menos simpático, ganado
vacuno: no hay más que ir a un matadero y contemplar como la pobre víctima
imaginando su destino, es empujada hacia el matarife. Uno que fue vegetariano
durante 15 años de su vida (Se refiere a Hitler pero no lo menciona por
su nombre, debido a la estricta censura que le impide cualquier alusión
política.) me dijo en una ocasión que la mayoría de los
hombres renunciarían a comer animales si se viesen obligados a matarlos
personalmente y yo estoy convencido por mi parte de que con el progreso hacia
formas superiores de cultura y de ética nuestra especie acabará
por fin apartándose con horror de toda forma de canibalismo, incluso
de las aún hoy practicadas" (13).
Estas palabras de Hess expresan en forma maravillosa la postura de Hitler y,
como hemos visto, la de Wagner, respecto a este problema.
La única razón, al margen de ese sentido moral, que impulsaba
a Hitler al vegetarianismo, era la austeridad de costumbres del Canciller alemán.
La comida vegetariana era mucho más austera, lo que armonizaba mejor
con su forma de comportamiento. Todos los que vivieron con Hitler, y así
también los ya mencionados Otto Dietrich y la secretaria de Hitler, nos
hablan de la austeridad en sus comidas, platos únicos incluso para sus
invitados importantes. Nos dice Dietrich en la obra citada: "Hitler obsequiaba
a sus invitados con una alimentación buena y abundante, pero jamás
con una cocina refinada y exuberante, e incluso también con el consabido
plato único. Con motivo de los grandes banquetes oficiales no se servían
otros platos que una sopa o entremeses y un plato fuerte y postres". Hitler,
hombre de vida sencilla y austera, que no fumaba ni bebía, encontraba
en el vegetarianismo no sólo la práctica de su doctrina moral
con respecto al trato con los animales sino también una dieta más
acorde con su manera de ser en otros aspectos.
Al margen de la cuestión se ha discutido la fecha en que Hitler empezó
a ser vegetariano. Según la carta de Hess, lo fue durante 15 años,
es decir, desde 1930. Su secretaria nos dice que desde 1931, mientras que Augusto
Kubicek nos explica que, en una ocasión, Alberto Bormann -hermano del
conocido Martin Bormann- le preguntó si Hitler en su juventud había
sido ya vegetariano, lo cual indicaba que no había mucha gente que supiese
la fecha exacta. Sin embargo el año 1930 o 31 es fecha muy probable.
En aquel tiempo, Hitler todavía no había llegado al poder pero
gozaba de una total independencia en su vida personal cosa que, anteriormente,
residiendo en cuarteles o como jefe de un partido en formación, obligado
a comer en casa de algunos camaradas por no disponer de recursos propios, no
le hubiese sido posible. Hitler empezó a ser vegetariano en el mismo
momento en que hubiera podido permitirse abundantes banquetes que antes le estaban
vedados por razones económicas, sin embargo eligió el camino que
le indicaba su moral: el vegetarianismo.
II
Otro aspecto determinante
del carácter de Hitler con respecto a los animales es la profunda repugnancia
que le producía la caza. Todos aquéllos que tuvieron ocasión
de convivir con él nos hablan una v otra vez de su postura totalmente
adversa hacia este criminal deporte.
Quizás la postura de Hitler contra la caza, que provenía de su
amor a la naturaleza, la tengamos reflejada en una anécdota, un tanto
jocosa, pero que nos muestra por otra parte la personalidad de Hitler frente
a este problema. Dice Hoffmann: -Al levantarse por la mañana en el Berghof,
Hitler bajaba directamente a la terraza del piso bajo. Allí, en aquel
preciso momento, contemplaba un espectáculo único: dos águilas
enormes trazaban en su vuelo, círculos en el cielo. Hitler las vigilaba
con sus gemelos. Pero un día, consternado, no vio más que un águila
sola ¿Qué había sido de la otra? Ninguna respuesta pudo
colmar su ansiedad. Durante varios días, se discutió sobre aquello,
a su alrededor. Sabíamos que le tenía muy preocupado la desaparición
de aquella águila. Algún tiempo después, decidió
volver a Obersalzberg a pasar su cumpleaños. Nuestro grupo salió
de Munich. A cincuenta kilómetros de la llegada un rápido coche
se acercó a nosotros, viniendo en sentido contrario y a pesar de la velocidad
con que nos cruzamos, Hitler observó que una gran ave disecada, con las
alas abiertas, iba colocada en el asiento trasero. Detuvo la comitiva:
-Creo que es mi águila ?gritó. El comandante de escolta, a las
órdenes del Standartenführer Rattenhuber tuvo que dar la vuelta
y alcanzar aquel coche.
?-Si estoy en lo cierto, nos decía Hitler, les prometo que esos miserables
van a sufrir un castigo ejemplar. Lo mismo que el destinatario del regalo.
La cólera que se traslucía en su rostro no presagiaba nada bueno.
Una hora después, el auto del comandante volvió a toda marcha.
Nos paramos y acudió Rattenführer:
-Tenía razón, mi Führer. Era el águila de las montañas.
- ¿Su destinatario.? - interrogó Hitler con voz amenazadora. Rättenhuber
vacilaba. Y al final dijo, sin embargo:
-El águila ha sido remitida a vuestra residencia de Munich en la Prinzgerenstrasse.
Está montada sobre un zócalo de mármol que lleva esta inscripción:
A nuestro bienamado Führer. Recuerdo de sus montañas 20 de abril,
del grupo local del Partido NSDAP. Berchtesgaden" (14). La anécdota,
pese a su humorístico final pone de manifiesto no sólo la sensibilidad
de Hitler como amante de la naturaleza, sino también el lamentable hecho
de que debido a la falta de una labor educativa adecuada, la gente de la calle
no es consciente de lo inhumano de la caza y así -como ocurre aquí
con las corridas de toros - son capaces de matar más y más animales
sin ser conscientes de su salvaje acción.
Hitler comentaba: -El elemento más simpático en la caza es el
animal, después el cazador furtivo. Él por lo menos pone su vida
en peligro. El último tipejo puede declarar la guerra a un corzo. La
lucha es demasiado desigual entre un fusil de repetición y un conejo
que no ha progresado desde hace tres mil años. La caza no es un deporte
popular. Si fuera cazador ello me perjudicaría más ante mis partidarios
que una batalla perdida", (15) siendo el tema de la caza uno de los más
frecuentes. Hoffmann nos dice lo siguiente: "HitIer detestaba la caza.
Hablar de ella era uno de sus temas favoritos. Si Goering, el Montero Mayor,
se encontraba en sus proximidades, se complacía en mofarse del arte cinegético.
"Como profesión, no tengo nada contra la caza- afirmaba.
Mas hoy la caza se ha convertido en una moda; todo funcionario del partido siente
la necesidad de pertenecer a algún sindicato o grupo de cazadores, con
objeto de inmolar sin hacer distingos a todos los animales de la tierra que
han quedado reducidos al silencio.
- Goering no estaba de acuerdo. Defendía el punto de vista del cazador
alemán, al que presentaba como protector de los bosques. Hitler bromeó:
- Sí, es cierto. El cazador protege y defiende a los desgraciados animalitos
hasta que llega el momento en que cree que ha de matarlos. El ojeador advierte
a su amo acerca del momento y el lugar en que el animal hará su aparición,
entonces el amo, cómodamente instalado detrás del anteojo espía
a su víctima para asesinarla. Después, el glorioso cazador, vuelve
a casa llevando la presa.
Pero nuestras nuevas leyes sobre la caza prohiben la matanza sin discriminación
?discutió Goering (Goering, pese a ser un gran aficionado a la caza era,
por ejemplo, enemigo de la vivisección que combatió con éxito
en Alemania.) Además, el verdadero cazador encuentra mayor placer en
atacar a los animales salvajes.
-Y bien -contestó Hitler entonces, ¿por qué no siguen el
ejemplo del duque de Windsor? Le he preguntado si le gustaba la caza. Le gusta,
en efecto... pero no con una escopeta: no lleva más armas que su cámara
fotográfica.
"AGöring le quedaban todavía otros argumentos. ¿No tenía,
acaso, la caza una importancia política? Los diplomáticos extranjeros
se mostraban siempre encantados de aceptar una invitación para una cacería
y los problemas parecían menos arduos cuando eran discutidos en un coto
de caza que cuando lo eran alrededor de una mesa de conferencias.
"Hitler admitió que tal vez existiera una especie de francmasonería
del bosque.
-No sé nada de la caza ?repitió? Ahora bien, si la muerte de los
animales puede contribuir a mejorar las relaciones políticas, pondré
con mucho gusto mis cotos a la disposición de nuestros huéspedes
extranjeros.
"Hitler había pronunciado tales palabras en un tono sarcástico
lleno de desprecio.
-Además, aplaudo al cazador furtivo. Sabe mucho más acerca de
la naturaleza que todos vuestros cazadores domingueros. Es audaz y valiente,
con dinero seguiría cazando por su propia satisfacción.
- ¡Usted bromea, mi Führer!
- ¡Al diablo las bromas! Si usted se llama cazador, ¿por qué
no combate con un animal salvaje con armas iguales ¡Sí señor
Montero! Si yo le viera a usted matando un jabalí con una lanza, no dejaría
de felicitarle. Y si ese viejo editor, el gordo Müller, atrapara con sus
manos y a la carrera una liebre, le felicitaría por sus aficiones deportivas.
Siento el mayor respeto por el hombre que hace frente a un tigre en la selva,
pero ninguno hacia los Nemrod que se aprovechan de la época de celo para
sentarse junto a un árbol y abatir un animal confiado que hace el amor
a su hembra
"Estaba fuera de sí.
A partir de hoy -gritó-, prohibo a todo miembro del Partido, si estas
actividades no forman parte de su profesión, que acepte o haga una invitación
para ir de caza. Encargaré al Ministro de Justicia que disminuya las
multas por caza furtiva y ordenaré a Himmler que ponga en libertad a
todos los cazadores furtivos que están detenidos, y que forme con ellos
un cuerpo escogido de guardas de caza que proteja a los animales salvajes"
(16).
Diversas medidas contra la caza tuvieron a Hitler por gran impulsor. El jefe,
de Prensa del Reich. Otto Dietrich, nos dice en la obra ya mencionada: "Durante
los últimos años de la guerra prohibió, de pronto, toda
clase de artículos en la prensa que hicieran referencia a la caza".
Por último, y a fin de no repetirnos sobre el tema, citaremos unas palabras
de Albert Speer, otro de los miembros del círculo íntimo de Hitler:
"La pasión que Goering sentía por la caza era uno de sus
temas preferidos:
- ¿Cómo podrá una persona entusiasmarse por una cosa así?
Matar animales cuando hay que hacerlo es cometido del matarife. Pero gastar
encima montones de dinero... Comprendo perfectamente que tiene que haber cazadores
profesionales para rematar a los animales enfermos ¡Si al menos el ejercicio
de esta actividad encontrase algún peligro, como en las épocas
en que se cazaban animales salvajes empleando lanzas... ¡Pero hoy, cuando
todos, aunque tengan una buena barriga, pueden derribar con toda seguridad a
un animal desde lejos... La caza y las carreras de caballos son los últimos
restos de un mundo feudal ya extinguido" (17).
Si tenemos en cuenta que tanto Hoffmann, como Dietrich o como Speer y en general
todos los del círculo íntimo de Hitler, preceden a las palabras
de Hitler sobre la caza las de que era uno de sus temas preferidos, podremos
ser conscientes de la importancia que Hitler concedía a la lucha contra
ese bárbaro y cruel deporte.
El que fue amigo de juventud de Hitler -ya mencionado - August Kubicek nos explica
en su libro su sorpresa por la importancia que Hitler concedía a los
más pequeños detalles: Entre otros, nos cita el caso, para él
insólito, que se produjo con motivo del 80 aniversario de la madre de
Kubicek. Hitler la conocía pero, al igual que a su amigo, no la había
visto desde los años juveniles en Viena, cuando Hitler tenía 17
años. Sin embargo Hitler tenía la costumbre, en aquella época,
de terminar sus cartas con saludos para la madre de Kubicek.
En 1933, Kubicek escribió a Hitler, cuando éste fue nombrado Canciller.
Se vieron en un par o tres de ocasiones, especialmente en los Festivales wagnerianos
de Bayreuth a los cuales invitó Hitler a su amigo de juventud. La guerra
impidió una mayor relación entre ambos; sin embargo, nos cuenta
Kubicek la sorpresa que tuvo su madre cuando, en 1944, recibió de Hitler
un paquete conteniendo alimentos -tan necesarios en aquella época- el
día de su 80 cumpleaños.
El que el hombre más poderoso de la tierra, entonces con todos sus ejércitos
en retirada y con miles de problemas, tuviese tiempo para acordarse de la madre
de Kubieck y de tantos otros pequeños detalles, sin perder por ello el
control de la situación militar, es una prueba de la capacidad de ese
hombre genial, que sabía que, pese a la difícil situación
por la que atravesaba su país, no podía olvidarse el alma por
el hecho de que tuviese que defenderse el cuerpo. Hitler quiso que los conciertos
siguiesen su habitual periodicidad, pues aunque él mismo, gran aficionado
a la música en general, se autoprohibió la asistencia a los mismos
para compartir en la medida de lo posible las penalidades de sus soldados, quiso
que ese necesario alimento espiritual estuviese al alcance de todos.
Esta faceta de la personalidad de Hitler es la que nos hace comprender que en
plena guerra prohibiese los artículos sobre caza en la Prensa, o que
hasta el último momento mantuviese unas cartillas de racionamiento para
perros. Hitler sabía que aquellas personas que poseían animales
domésticos no los iban a matar simplemente porque estaban en guerra.
Comprendiendo su situación, quiso evitar que los poseedores de animales
domésticos tuviesen que renunciar a una parte de su propio sustento para
alimentar a sus animales y para no añadir una penalidad más a
la guerra en sí, instituyó las cartillas de racionamiento para
perros, caso insólito y que fue criticado por algunos sectores.
Nos dice Otto Dietrich: "Muchas veces, en tiempos de paz. habló
apasionadamente en favor de la protección de los animales. Sentía
compasión por los animales a los que atribuía una cierta capacidad
de pensar... una compasión que jamás sintió por los seres
humanos. Le llenaban de ira los malos tratos a los animales", estas palabras,
que, como se desprende de su contenido, son propias de un enemigo de Hitler,
nos muestran sin temor a equívocos que el amor por los animales que sentía
Hitler era auténtico, reconocido por sus enemigos, que procuraban desfigurarlo
demagógicamente. Se elaboró en el III Reich una legislación
de protección a los animales inspirada por Hitler, persona que, ya desde
pequeño, sentía veneración y respeto por ellos. Nos explica
Kubicek que ya a sus 16 y 17 años Hitler sentía un amor ilimitado
hacia la naturaleza en medio de la cual se hallaba como en su propio ambiente,
por otra parte nos explica asimismo Kubicek que ya en aquellos tiempos hablaba
de la deficiente actuación de las sociedades protectoras de animales
que ?lo que indignaba mucho a Hitler? permitían que los perros San Bernardo
fuesen utilizados para tirar de los carros de la leche, lo cual era agotador
e indignaba al futuro Führer de Alemania.
A lo largo de su vida, Hitler poseyó una gran cantidad de animales, casi
en su totalidad perros, aunque, según su secretaria, tuvo también
un gato llamado "Peter" que ésta le regaló y por el
que Hitler sintió pronto cariño aunque habitualmente no le gustasen
los gatos por su afición a cazar pájaros. Pese a ello decía:
"Decimos que los gatos son juguetones. Quizá piensen ellos lo mismo
de nosotros. Nos aguantan todo lo que pueden y cuando están hartos de
nuestras niñerías, nos largan un zarpazo" (18).
Otto Dietrich en 1937 nos dice: "Frente a la casa, ahora como antes, se
oyen los murmullos de la vieja fuente que baja de los prados empinados del monte
y a los tres mastines, Muck, Wolf y Blondi, como buenos amigos del Führer,
le dan guardia segura" ( 19).-
Además de éstos, sabemos que tuvo un scotch Terrier llamado "Burly",
"Foxy" un perro que poseyó durante la primera guerra mundial
y "Wolfi" el último de sus fieles amigos.
En "Conversaciones sobre la guerra y la paz", se halla explicada por
Hitler la historia de su perro "Foxi": "¡Cuántas
veces en Fromelles. durante la guerra mundial, pasé el tiempo observando
a mi perro "Foxi". Cuando volvía de paseo con una perra enorme
que le hacía compañía, le encontrabamos cosido a mordiscos.
Apenas le habíamos vendado y por poco que nos distrajéramos, se
sacudía aquel fardo inoportuno.
"Una mosca se pone a zumbar. Foxi está tendido cerca de mí
con el hocico entre las patas. La mosca se acerca. Él se estremece y
la mira como hipnotizado. Su hocico se arruga, toma una expresión de
viejo. De repente, ladra y se observaba en él, como si se tratara de
un hombre, la progresión de la cólera que le invadía. Era
un buen animal.
"Cuando comía estaba sentado cerca de mí y seguía
con los ojos mis movimientos. Si al quinto o sexto bocado no le había
dado nada, se incorporaba y me miraba como diciendo: "Y yo, ¿no
estoy aquí?" Es enorme lo que he querido a aquel bicho. Nadie podía
tocarme sin que Foxi se pusiera furioso. No seguía a nadie más
que a mí. Cuando llegó la guerra de gases, no pude continuar llevándolo
a las primeras líneas. Eran mis compañeros los que le daban de
comer. Cuando volvía después de dos días de ausencia, ya
no quería separarse de mí. En la trinchera todo el mundo le quería.
Durante las marchas corría alrededor de nosotros, observándolo
todo: no se le escapaba nada. Lo compartía todo con él. Por la
noche se acostaba a mi lado.
"¡Y pensar que me lo robaron! Hice el proyecto, si salía vivo
de la guerra, de proporcionarle una compañera. No habría podido.
separarme de él. Nunca en mi vida he podido vender un perro. Foxi era
un verdadero perro de circo. Conocía todos los trucos.
"Me acuerdo: fue antes de llegar a Colmar. -El ferroviario que quería
conseguir a Foxi pasó dos veces por el vagón y me ofreció
doscientos marcos. "Aunque me diera cien mil no lo tendría Vd."
Al bajar en Harpsheim me apercibo súbitamente de que el perro ha desaparecido.
La columna se pone en marcha ¡Me era imposible quedarme detrás!
Estaba desesperado. El sinvergüenza que me robó mi perro no sabe
lo que le hizo.
"Fue en enero de 1915 cuando le puse la mano encima a Foxi. Estaba persiguiendo
una rata que había saltado a nuestra trinchera. Se defendió tratando
de morderme pero no le solté. Le llevé conmigo a la retaguardia.
Constantemente trataba de escaparse. Con una paciencia ejemplar (no comprendía
una palabra de alemán) le acostumbré poco a poco. Al principio
no le daba más que bizcochos y chocolate (estaba acostumbrado a los ingleses
que tenían mejor alimentación que nosotros). Después me
puse a educarle. Estaba siempre pegado a mí En aquel momento mis compañeros
no querían oír hablar de él. Yo no solo tenía simpatía
por ese animal, sino que me interesaba estudiar sus reacciones. Terminé
por enseñarle de todo: saltar obstáculos. subir por una escalera
de mano, bajar de ella. Lo esencial es que un perro duerma siempre al lado de
su amo. Cuando debía marchar a las primeras líneas y el combate
era fuerte, le ataba en la trinchera. Mis compañeros me decían
que no se interesaba por nadie durante mi ausencia. Hasta de lejos me reconocía.
¡Qué entusiasmo desplegaba en mi honor! Su alegría más
grande era cazar ratas. Hizo toda la batalla del Somme y la de Arras. No era
nada impresionable. Cuando estuve herido fue Karl Lanzhammer quien le cuidó.
A mi vuelta se me echó encima con frenesí
"Cuando un perro dirige su mirada hacia adelante de un modo vago y con
ojos lánguidos se sabe que las imágenes del pasado desfilan por
su memoria ( 20).
El afecto que sentía Hitler por los perros era evidente para todos los
que le conocían. El mismo Goebbels, que le visitaba raramente, dice en
una ocasión: "... un perrito que le fue regado recientemente jugueteaba
por la habitación. El Führer adora a este perro. El can puede hacer
lo que se le antoje en el refugio. Por el momento es el ser que está
más cerca del corazón del Führer? (21) y la costumbre de
que el perro duerma con su amo la conservó Hitler hasta el final de su
vida, pues aunque habitualmente sus perros disponían de un lugar amplio
para ellos, hacia el final de la guerra en una ocasión que estuvo enfermo,
tuvo a su perro predilecto Blondi junto a él, siendo el animal el que
le despertaba.
Casi siempre tuvo Hitler perros pastores pero nos cuenta su secretaria la historia
de "Burly": dice: "Antes de la toma del poder le regalaron un
scotch terrier, al cual se había aficionado mucho. La perrita era tan
zalamera y cariñosa que se divertía visiblemente con ella. "Burly"
que tal era su nombre, tenía todos los derechos y todo le estaba permitido:
se revolcaba en los sillones y mordisqueaba los expedientes más secretos.
Hitler jugaba con ella como un niño, pero hacía lo posible para
entregarse a esta distracción cuando estaba lejos de toda mirada extraña".
(22)
La historia de su otro perro Muck la encontramos también explicada por
el propio Hitler "Soy un amigo de los animales y me gustan especialmente
los perros. Pero no tengo ninguna afinidad con los boxer, por ejemplo. Si tomase
de nuevo un perro, sólo podría ser un perro de pastor, y preferentemente
una perra. Me parecería una traición encariñarme con un
perro de otra raza. ¡Qué extraordinarios. vivos, fieles, audaces,
valientes y bellos son estos animales!
"El perro de ciego es una de las cosas más emocionantes. Está
más unido a su amo que a cualquier otro perro. Si se deja distraer un
momento por una perra, es por un tiempo breve y en seguida le pesa la conciencia.
Las perras ya es más difícil. En la época de celo no se
puede con ellas
"Durante el invierno 1921-1922 me regalaron un perro pastor. Estaba tan
triste con el recuerdo de su antiguo amo que no podía acostumbrarse a
mí. Decidí separarme de él. Su nuevo dueño se había
alejado unos pasos solamente cuando le abandonó y vino a refugiarse a
mi lado, poniéndome las patas sobre los hombros Entonces me quedé
con él.
"Cuando Graf me regaló a Muck se acostumbró más deprisa.
Subía la escalera con reticencia. Cuando vio a Blondi se precipitó
hacia ella palpitante. Al día siguiente fue indescriptible. Un perro
se acostumbra más fácilmente a un nuevo amo cuando hay ya un perro
en la casa. Basta que conozca por el olfato que su amo ha tenido recientemente
un perro para que sienta confianza" (23).
Hacia el final de su vida, Hitler tuvo a su último perro, Wolfi sin que
dejara por ello de poseer los anteriores. A Wolfi quiso criarlo totalmente él.
Su secretaria nos explica que después del desayuno el Führer se
trasladaba arrastrando los pies (era hacia el final de la guerra) al box de
Blondi para prodigar al animal infinitas caricias. En marzo había tenido
pequeños y Hitler había elegirlo uno de los cachorrillos para
criarlo él mismo, sin ayuda de nadie. Se ponía al perrito sobre
las rodillas y lo acariciaba. llamándolo por el nombre "Wolfi"
con voz infinitamente dulce(24). En los últimos años de la guerra
Hitler encontraba cada vez más en sus perros el único consuelo.
Nos explica Albert Speer que al contrario de lo que era habitual antes, empezó
Hitler a tornar la costumbre de comer únicamente en compañía
de su perro. Nos dice Speer: "Probablemente el perro pastor desempeñara
el más importante papel en la vida privada de Hitler; este perro tenía
para él más importancia que el más íntimo de sus
colaboradores" (15) y en otro pasaje de la misma obra nos cuenta que Hitler
le dijo en algunas ocasiones: "Speer, llegará un día en que
no tenga más que dos amigos: la señorita Braun y mi perro".
(26)
En 1945, cuando el III Reich se derrumbaba con estrepitoso estruendo las palabras
de Hitler se confirmaron en parte. La señorita Braun, con la que contrajo
matrimonio el día antes de su muerte, se había desplazado especialmente
a Berlín para morir con él, ambos se suicidaron cuando la ciudad
estaba a punto de caer en manos de las fuerzas soviéticas. Hitler escribió
en su testamento refiriéndose a su matrimonio: "Esto nos compensará
a arribos de los años que he perdido en el tiempo de mí trabajo
al servicio de mi pueblo". Sin embargo antes de morir pensó también
en sus fieles amigos. Pese al gigantesco e intenso drama que se vivía
en aquél momento Hitler no se olvidó de sus amigos, no permitió
que fuesen abandonados a su suerte y antes de quitarse su propia vida, para
no caer en manos de los soviéticos y evitar así el bochornoso
espectáculo de Mussolini expuesto colgado por los pies en una plaza pública,
mandó que diesen muerte a sus fieles compañeros, los cuales le
acompañarían en este su último viaje. Hitler acertó
en parte, pues la mayoría de los miembros del círculo íntimo
que rodeaba a Hitler le fueron traicionando, explicando mentiras y desfigurando
la personalidad del que fue uno de los más poderosos hombres de la historia.
Pero en cambio tuvo la satisfacción de saber que miles personas a las
que él no llegó a conocer nunca, dieron sus vidas por defender
la idea por la que había luchado y que especialmente los jóvenes
y también los niños. Fueron ejemplo en la lucha por Berlín.
CONCLUSION
Son muchas -y por suerte cada vez más - aquellas personas que poseen
animales domésticos y que los quieren como a sus propios hijos. Esto
es sin duda un signo positivo de nuestra sociedad, quizás el único,
que nos sostiene a hacer concebir esperanzas para el futuro.
Sin embargo, muchas de esas personas al tiempo que prodigan a sus animales domésticos
un cariño profundo y sincero, no se preocupan por la caza o incluso la
practican siendo sus propios y amados perros los que les ayudan en su afición.
Otros, sin defender ni atacar la caza, contemplan impasibles el bochornoso espectáculo
de crueldad inaudita de una corrida de toros. No se conocen las opiniones de
Hitler respecto a este bárbaro espectáculo. Sin embargo Alfred
Rosenberg arremete contra ellas -así como contra las peleas de gallos
- en su principal obra "El Mito del Siglo XX" (pág. 66). Sin
duda alguna la totalidad, o casi totalidad, de poseedores de animales domésticos
degluten con satisfacción un plato de carne de animales que, como el
cordero, son la pura imagen de la inocencia.
Amar a los animales es un síntoma de bondad y de grandeza, de sensibilidad
y de elevación de espíritu. Si Schopenhauer dice que aquellos
que no aman a los animales no pueden ser buenos hombres aquí podemos
ahora decir lo mismo en sentido inverso, es decir, que aquellos que aman a los
animales no pueden ser malos hombres y ello tanto más en aquellos que,
como Hitler y debido a estos principios, son vegetarianos.
Hitler se nos presenta a través de todas las opiniones que se han ido
ofreciendo, según los comentarios de todos los que le rodearon, como
el hombre perfecto en lo que a esta cuestión atañe. No hay duda
de que inmediatamente se alzarán las voces de aquéllos que querrán
hacernos creer -como la mencionada frase de Otto Dietrich -que mejor hubiese
sido que se ocupara de las personas en lugar de asesinarlas. Los que tal digan
serán sin duda personas que nada sienten por los animales, serán
- una vez más recordando al genial Schopenhauer - malas personas. Aquéllos
que saben lo que representa este sentimiento de amor a los animales, mostrado
a través de las páginas que anteceden, desecharán por completo
siquiera la remota posibilidad de que Hitler fuera un asesino.
Desde el final de la Segunda Guerra Mundial, la propaganda de los grupos nacionalsocialistas
aparecidos en todo el mundo se ha ocupado en demostrar por medio de estadísticas,
cifras, declaraciones y todo tipo de pruebas, que Hitler no era un asesino,
que no había mandado jamás asesinar a los judíos y que
no había deseado la última guerra, tan trágica para Europa.
Todos los datos, cifras y documentos aportados, apenas han servido para convencer
a unos cuantos: sin embargo, creo que todos aquéllos que sientan en sí
mismos las ideas expuestas por Hitler en los diversos comentarios de este libro,
empezarán a tener una duda razonable y profunda que les llevará,
tarde o temprano a la conclusión de que Hitler no era un asesino, de
que Hitler no podía ser un asesino.
Este libro está dedicado y dirigido a aquellas personas con un alma sensible
como la de Hitler, para demostrarles la grandeza espiritual de ese hombre ejemplar.
Nada o poco importa que los lectores de esta obra sean partidarios de un determinado
sistema político: hay sobre todos los programas e ideologías algo
superior y ese algo es el hombre que les da razón de ser. A aquéllos
que a través de estas páginas y adelantándose a la historia,
empiecen a comprender la gigantesca personalidad de Adolf Hitler del denigrado
Adolf Hitler, tan denigrado como Napoleón en su tiempo y al que hoy se
empieza a comprender pese a no poseer la grandeza espiritual de Hitler, llay
que decirles que no se preocupen en absoluto de la historia que rodeó
y acompañó a este hombre que tengan seguridad de que, al igual
que algunos libros como los de Hoffman, Kubicek o el de Salvador Borrego "Derrota
Mundial" empiezan a ofrecernos una historia auténtica; en el futuro
serán muchos más los libros en este sentido. De lo que hay que
tener absoluta seguridad es de que Europa hubiese salido ganando con el triunfo
de Hitler.
Para los que aman a los animales las ideas y el comportamiento de Hitler sobre
este problema son prueba de su grandeza, una prueba mucho más convincente
que mil falsificados documentos de cuantas cosas se quiera.
Estoy convencido de que
con el progreso hacia formas superiores de cultura y de ética, nuestra
especie acabará por fin apartándose con horror de toda forma de
canibalismo, incluso de las aún hoy practicadas con los animales.
Rudolf Hess
NOTAS
(1)Este profundo amor a la naturaleza nos lo refiere August Kubicek en su obra
"Hitler, mi amigo de juventud". El autor, amigo de Hitler a los 17
años, es la más autorizada opinión -y posiblemente la única-
para conocer las ideas de Hitler en aquella época. A través de
todas las páginas del libro encontramos constantemente alusiones a la
profunda veneración que el futuro Führer de Alemania sentía
por la naturaleza.
(2) Arthur Schopenhauer, "Eudemonología", pag. 433. Ediciones
Ibéricas, 1961, Madrid.
(3) La ley de protección a los animales del nacionalsocialismo prohibía,
entre otras cosas, el degollamiento de animales al estilo judío, forma
ritual que ha sido causa de problemas en varias naciones. El rito judío
de degollamiento (Shechita), según una información de Mr. Crouch
miembro del Parlamento británico es "un método terrible",
diciendo "podemos asegurar que el tiempo transcurrido desde que se hace
el corte hasta que sobreviene la inconsciencia oscila entre 10 y 15 segundos".
Al serles prohibido su rito de degollamiento, levantaron protestas contra el
gobierno, siendo un punto de fricción más entre la comunidad judía
y el Estado nacionalsocialista.
(4) Arthur Schopenhauer, obra citada, pág. 408.
(5) Richard Wagner, "Religión y Arte", edición a ciclostil,
págs. 19 y 24.
(6) August Kubicek, "Hitler mi amigo de juventud", Editorial Ahr,
Barcelona, 1955, pág. 110.
(7) Heinrich Hoffmann, "Yo fui amigo de Hitler" Luis de Caralt editor,
Barcelona, 1955, pág. 55.
(8) Dr. Otto Dietrich, "Doce años con Hitler", Editorial Ahr,
Barcelona 1955, pag.275.
(9) "Conversaciones sobre la guerra y la paz", Luis de Caralt, Barcelona,1953,
pág.202.
(10) Alan Bullock "Hitler", Biografías Gandesa, Barcelona,
1964, pág. 407.
(11) A. Zoller, "12 años al lado de Hitler Editorial Símbolo,
Barcelona 1954, pág, 80.
(12) "Conversaciones sobre la guerra y la Paz", Pág. 202.
(13) llse Hess, "Gefangener des Friedens", Druffel Verlag, Leoini
am Sternbergel See, 1965, pág. 166 y 167.
(14) Heinrich Hoffmann, obra citada, pág. 183.
(15) "Conversaciones sobre la guerra y la paz", pág. 82.
(16) Heinrich Hoffmann, obra citada, págs. 189 y sig.
(17) Albert Speer,"Memorias", Plaza y Janés, Barcelona 1969,
págs. 13 1 y sig.
(18) "Conversaciones sobre la guerra y la paz", pág. 142
(19) Otto Dietrich, "Hitler Caudillo", Manuel Nlarin, editor, Granada,
1937, pág. 125. Este libro fue escrito cuando Dietrich era Jefe de Prensa
del Reich, época en la que no se hubiera permitido las expresiones despectivas
que encontramos en algunos fragmentos del libro publicado después de
terminada la contienda titulado "12 años con Hitler".
(20) "Conversaciones sobre la guerra y la paz", pág. 204.
(21) J. Goebbels, "Diario", José Janés, editor, Barcelona
1949, pág. 152. Desgraciadamente a la hora de hacer un semblante de Hitler
en el aspecto personal y humano nos vemos obligados a recurrir a obras de dudoso
valor, apócrifas o susceptibles de amañamientos. Tal es el caso
de algunos de los libros que utilizamos en la presente obra, pero especialmente
los de "Conversaciones sobre la guerra y la paz" y el presente "Diario"
de Goebbels. Era conocido de todos que Goebbels llevaba un diario, pues publicó
durante su vida amplios fragmentos sobre la lucha por el poder, pero Goebbels
era una persona hábil y astuta -fama que reconocen sus enemigos- y sería
absurdo siquiera considerar la posibilidad de que escribiese en su diario las
barbaridades que se hallan en el presente libro. Al margen de su total falsedad
desde un punto de vista histórico, aún siendo ciertas, el inteligente
Dr. Goebbels jamás las hubiese escrito. Si utilizamos estas obras es
simplemente en aquellos pasajes que, por conocer la personalidad de Hitler,
especialmente a través de las principales obras "HitIer mi amigo
de Juventud" y "Yo fui amigo de Hitler" -ya mencionadas en diversas
ocasiones? no hay razones para creer que se trate de fragmentos falsificados.
Sin embargo, al leer libro como el "Diario", atribuidos a personas
muertas ya, se ha de hacer con suma precaución, teniendo en cuenta que
sus testimonios sólo deben servir de confirmación, pero que carecen
de valor por sí solos, pues han sido adulterados por los editores en
forma evidente para los que tinene un idea, aunque sea mediana, de la época
en cuestión.
(22) A. Zoller, obra citada, pág. 130.
(23) "Conversaciones sobre la guerra y la paz", pág. 219.
(24) A. Zoller, obra citada, pág. 155.
(25) Albert Speer, obra citada, pág. 374.
(26) Albert Speer obra citada, pág. 376.