"Un
best seller no se fabrica, es como el gordo de Navidad"
Mario
Muchnik es quizá el editor más polémico de España. Después de
fundar y dirigir un buen número de empresas editoras, y tras guardar un
recuerdo más bien agrio de gran parte de sus experiencias empresariales, Muchnik
no se rinde y sigue publicando en su nueva editorial: Taller de Mario
Muchnik.
Los recuerdos de Mario Muchnik dan para mucho más que un libro.
Dan para dos. Es por ello que el editor ha salido de detrás de la cámara
para convertirse en protagonista, y ha presentado Lo peor no son los
autores y Banco de pruebas, dos libros de memorias
profesionales donde cuenta anécdotas y da su versión de sus aventuras
empresariales.
por
Joan Andreanó-Weiland y Marta
Pi
Redacción BCN
Desde
la posición privilegiada de quien ha sido todo en la edición, ¿cómo
está el panorama editorial actual? ¿No estamos inundados de
"literatura de Metro"?
No está mal que exista la literatura para leer en el Metro. Prefiero una
persona que lea a una que no lea. Prefiero un editor, que edita lo que
edita, a un traficante de armas... por muy criticable que sea un editor,
ya se gana mi aprecio desde el punto de partida. Lo mismo dígase de los
autores y los lectores. Ahora bien, dentro del panorama editorial, lo que
ocurre es que el público está desorientado. No voy a entrar en los
detalles, de todos conocidos: si las librerías le dan tanto espacio a los
libros malos y tan poco a los buenos... Los libreros tienen que vivir,
también. No pueden prescindir de una serie de autores que no tienen el
menor interés ni tendrán ninguna perdurabilidad en el mundo literario.
Cada uno, en su órbita, traza una línea y dice "a partir de aquí,
no." Mi padre la solía llamar la línea de Stalingrado:
"Hasta aquí llegamos. Más allá, no pasa". Lo mismo se puede
decir de los autores, de los editores, de los que escriben por dinero, de
los que escriben para aparecer en la foto... ¿La gente dice que se lee
poco? Pues más vale que se lea poco y bien que mucho y mal.
Usted habla de dos experiencias profesionales muy amargas, en Seix-Barral
y en Anaya...
En el caso de mi primera editorial, y mi litigio con Seix... fui víctima
de un robo. Un robo de una propiedad material. Es cierto que gran parte de
la responsabilidad es mía, por ser tan tonto y no cubrirme las espaldas a
tiempo, para que no me pasaran ciertas cosas... Que yo he sido tan
arrogante como para pensar "a mí no me puede pasar esto..."
Pues mira, sí que ha pasado. Con el Grupo Anaya pasó otra cosa.
Allí fui víctima de la frialdad de la empresa moderna ante una situación
mesurable solamente en números. Hay una gente que ejerce fríamente un
poder y me aparta. No perdí materialmente nada, porque no era mía, era
de Germán Sánchez Ruipérez. Hay una gran diferencia moral, si
quieres. ¿Qué me costó más? Barcelona, evidentemente. Porque, aparte
del coste económico, hubo el anímico: ver a mi padre insultado,
desterrado de Barcelona, donde él tenía sus amigos. Lo que yo intenté
desde ese momento hasta su muerte fue mantener su nivel de vida. Por
suerte se murió sin conocer la miseria. Por lo que a mí respecta, me
resulta un poco ridículo pensar que ya casi tengo setenta años. Entiéndeme,
yo no concibo no poder empezar de nuevo... pero si ahora la vida me diera
otro puñetazo en los dientes... quizá ya no tenga edad para empezar otra
vez.
¿Se considera un editor fiel a los autores o a las editoriales?
Yo no me distingo por mi fidelidad a las empresas, pero a mis autores
siempre he sido fiel. Una cosa es ser fiel al autor. Por ser fiel al
autor, he editado siete obras de Ismail Kadaré en Anaya;
que no lo hayan sabido vender bien es su problema. He sido fiel a Canetti
antes del premio Nobel. Cuando me llegó la oportunidad de editar Auto
de fe, yo ya había editado tres libros de él, y estaba muy
preocupado porque no vendía ejemplares. Así que le pregunté a mi padre.
Y él me dijo: "Tú, ¿cuántos libros le has editado a Canetti?".
Yo le respondo: "Tres". "¿Y te parece que ahora lo puedes
dejar?". Y eso bastó. Él sí que era borgiano, en eso... Ahora sí,
cuando son los autores los que me meten los cuernos, no veo por qué voy a
retenerlos. Lo que pasa es que un editor tiene una capacidad de edición.
Pongamos, por ejemplo, a Jorge Herralde. Anagrama puede
editar 80 libros al año, quizás 90. No puede editar 180. Pero en el
plantel de escritores que tiene, todos están escribiendo, y van llegando
más novelas de ellos. Jorge las va publicando... pero también las
de autores distintos. ¡Y no puede hacer 100! Así que algo tiene que
rechazar.
Usted dice que Internet y los nuevos sistemas de impresión dominarán
el futuro editorial. ¿Cómo será el Taller de Mario Muchnik dentro de
quince años?
Todo es concebible; es posible que yo encuentre más dificultades por ser
pequeño y que yo no me pueda pagar las mismas cosas que un grande se
puede pagar, pero en todo caso, si me pago un portal tendré este portal.
El editor, para cobrar lo que cobra, tendrá que haber rellenado un
impreso, por el cual automáticamente el 10 por ciento de derechos de
autor irá a la cuenta de este señor, y el resto para la editorial. ¿Qué
se ahorra? El libro será más barato, pero el lector tendrá que poner el
papel, la cartulina, la tinta y la cola. Pero fíjate. En lugar de hacer
3.000 ejemplares, no hago ni uno. En vez de eso ofrezco el libro y hago
los que me compran. A mí no me va a costar dinero, va a ser un servicio
que yo doy realmente de intermediario. Yo no voy a ser propietario de una
edición. Voy a tener los derechos para esta edición y mientras esto
funcione el autor cobrará y yo recibiré lo mío. Pero los que van a
ganar la batalla son los que se reciclen con la vista fija en este
cometido final. ¿Y esto qué significa? Que irás a la librería y dirás:
"¿Tiene Auto de fe, de Elías Canetti?" "No,
no tengo, pero tómese un café y se lo entrego". El librero lo pide
y el editor se lo manda por Internet. Estamos hablando de un mundo que ya
hoy ha sido totalmente transformado y que es apto para libros difíciles,
para libros buenos, que son los que se piden poco. Nunca habrá un libro
agotado, porque lo tienes en un diskette. Y tendrás siempre toda
la literatura. ¿Te imaginas qué belleza? ¿Poder conseguir todo en todo
momento?
La pregunta del millón de dólares: ¿El best seller se
fabrica?
No. Se da como se da el gordo de Navidad. Bueno, mi experiencia. El caso más
cercano de best seller que yo tengo es Peter Berling. Hay
libros que tienen los elementos para ser best sellers, y uno los ve
enseguida, pero no es garantía de que lleguen a serlo. Quitémosle las
barreras que hay para que un libro sea best seller y entonces se
verá si puede serlo. En el caso de Peter Berling, le dimos todos
los recursos: expositores, pósters, marca-páginas, prensa,... y el libro
fue un best seller. Tuve suerte, eso es lo más importante.
Entonces, ¿se fabrica un best seller? Yo sé que el más grande best
seller de este país lo edité yo y se llama De parte de la
princesa muerta. Yo no sé si otros vendieron más, pero un libro de
un autor extranjero desconocido que llega a 600.000 ejemplares es decir
mucho en este país. Es más que 2 millones en Francia, donde la gente lee
mucho más que aquí. Mi primer cálculo fue de 5.000 ejemplares. ¿Quién
iba a decir que este libro iba a ser un best seller? Este libro pegó
en la imaginación de España de una manera muy particular. Hubo un punto
vulnerable, no sé cuál, que conmovió a todo el país. El segundo libro
de ella ya lo edité aquí en el Taller. ¿Sabes cuántos
ejemplares me pidieron? 40.000. Los hice en octubre y antes de fin de año
tuve que reimprimir 20.000. Si quieres saber si un best seller se
fabrica, habla con un distribuidor...
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