Un
cuento de Navidad
Los niños
se aprontaban con tiempo a la llegada de la Navidad.
Trataban en lo posible de portarse bien, cosa que muchas veces no conseguían,
pues sin que mamá se diera cuenta se seguían peleando entre ellos, y haciendo
sus diabluras acostumbradas. Cada año era lo mismo.
Laura, la hermana mayor, tenia 7 años. Ella sabía que Santa Claus, como
siempre le traería algún juguete lindo, aunque su mamá le decía que no
esperara mucho, pues en el mundo habían muchos niños y el pobre Santa Claus ya
estaba viejito para llevar a su espalda una bolsa tan grande. También le decía
que habrían muchos niños que no recibirían nada. Esto la ponía triste, y no
llegaba a entender por qué algunos niños tenían y otros no, pero como niña
al fin, se le olvidaba y hacía largas listas y siempre le pedía a la estrella
que le dijera a Santa Claus que no se olvidara de ella.
La Noche Buena la pasaban en casa de la abuela, a ella le gustaba eso, pues se
encontraba con todos su tios y primos, además la abuela preparaba galletitas de
Navidad, y una rica cena. Le gustaba estar allí, todos se reian y hablaban, su
papá la miraba con un gesto cómplice, como diciéndole que Santa Claus había
pensado en ella. Sus hermanitos eran pequeños, y no entendían mucho de estas
cosas, pero se divertían igual.
Al llegar a casa de la abuela, Laura sintió el olor típico de Navidad, un gran
pino adornado con muchas luces y guirnaldas brillantes, daba su perfume, el que
unido a los preparativos especiales para esa noche, le daban una emoción tan
grande que debía refugiarse en los brazos de su padre.
Los chicos no dejaban de pensar que al día siguiente encontrarían sus regalos,
y se decían que no iban a dormir para ver llegar a Santa Claus.
Era su costumbre dejar los zapatos muy limpios al lado de la cama, pues allí
era donde Santa dejaría sus regalos. Cada uno se preocupaba de que sus
zapatos estuvieran brillantes, y muy juntos para hacerle la tarea mas fácil
al anciano de la barba blanca. Al fin el cansancio los dominaba y se dormían.
Cuando Laura despertó al dia siguiente, no vió sus zapatitos y corrió
llorando a preguntar a la abuela donde estaban. La abuela sonrió, mirándola
con ternura, y le dijo que mirara debajo de la cama. OH! Ahi estaban! Sobre
ellos, había una muñeca de trapo que le sonreía y la miraba con ojos vivaces,
unas tacitas de color rosa, con unas flores muy bonitas pintadas en ellas. Lápices
de colores, libros de cuentos, y caramelos. Se sintió tan feliz! No se cansaba
de acunar a su muñeca. A los pies de la cama, habia un vestido nuevo, de color
azul, con bordados...¿Tambien se lo habría dejado Santa Claus?
No podia ser! Ella había visto a su mamá haciéndolo...
Todos los chicos se mostraban las cosas recibidas, camioncitos, otras muñecas
de caritas pintadas, mas de uno recibió zapatos nuevos, y hasta algún
dinerillo los mas grandes. Sus padres los miraban jugar, con un poco de tristeza
y alegría a la vez.
Pasó Navidad, y Año Nuevo, y la vida continuó como siempre.
Laura notaba que algo sucedía en su hogar, no llegaba a entender qué, pero su
papá ya no era el mismo. No salía a trabajar como siempre, estaba la mayor
parte del tiempo en su lecho, y su madre se veia triste y cansada, pues ella debía
trabajar más. La escuela la hizo despreocuparse un poco de esos pensamientos.
Un día,
llegó a casa corriendo a mostrarle a su papá el libro nuevo que traía de la
escuela. No lo vió, su abuela dijo que había venido a llevársela a ella y sus
hermanitos para que pasaran unos días en su casa. Le gustaba estar con la
abuela, pero no le gustó que no la dejaran despedirse de papá....
No volvió a verlo. Lloró mucho su falta...ya no estaría más. Su mamá le
dijo que él ahora la miraba desde una estrella, y la seguiría cuidando desde
alli.
Ya estaba por termirarse el año, y faltaba poco para Navidad. Los mismos
preparativos, la misma espectativa, al fin eran niños que creían en un anciano
de barbas blancas llamado Santa Claus.
Como siempre, Laura dejó los zapatitos al lado de la cama. Al dia siguiente,
los encontró donde los habia dejado, en ellos había un frasco para hacer
pompas de jabón, y una nota que decía:
"A
Laura, dejo este regalo que he traído desde una estrella, dentro de este frasco,
hay un líquido que forma pompas de jabón, cúidalo, al salir del frasco, se
convierten en pequeñas y grandes burbujas brillantes y muy bellas, vuelan y
algunas se posan en las manos. Quiero que sepas que se parecen a los sueños,
los que están dormidos dentro de tu alma y cuando los dejas salir, vuelan tan
alto que muchas veces no logras alcanzarlos, otras veces, quedan junto a ti, y
si los guardas y crees en ellos, siempre podrás hacerlos parte de tu vida. Son
tuyos, nacidos de tu alma, nadie puede quitártelos jamás"
Desde
entonces creyó en los sueños, y los atesora como parte preciosa de su vida,
algunos los ha alcanzado...otros se rompieron como una pompa de jabón, pero no
le
importa, mientras haya vida, ellos volverán a nacer mil veces...
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