Antes de salir de casa recibí una llamada que me entretuvo más del tiempo necesario, por ese motivo ahora mismo no me quedaba otra opción que correr, y correr más deprisa de lo que mis dolorosas piernas podían moverse. Tenía que llegar a tiempo.
Cuando quise darme cuenta, delante de mi se alzaba aquel edificio, "La Estación de Ferrocarril".
Miré‚ de nuevo mi reloj y comprobé‚ que ya era demasiado tarde, en ese momento pensé‚ que tenía que haber salido antes, que pude haber dejado conectado el contestador del teléfono. Ahora todo era inútil, ya nada podía hacer, ella no estaba allí, seguramente se habría marchado sin esperarme.
Volví a levantar la cabeza con una pequeña esperanza. Si, allí estaba, hermosa, radiante, llevaba el pelo suelto y el vestido que le regalé‚ por última vez. Me acerqué‚ a ella y pude darme cuenta de que algo le pasaba, no era la misma, ni siquiera se movió para abrazarme, se encontraba quieta, inmóvil; entonces miré‚ su rostro y un escalofrío llenó todo mi cuerpo.
Ella había cambiado totalmente, ya no tenía ese tono melocotón, ahora su piel era blanca, pálida, sin luz, sin vida, y sus preciosos ojos oscuros eran totalmente de un gris desconocido, sin expresión alguna.
Cuando bajé‚ la cabeza pensativo me di cuenta de que ella estaba flotando y empezaba a desvanecerse lentamente. Volví a mirarla, apenas quedaba una sombra, pero pude distinguir de sus labios unas palabras extrañas y llenas de significado que ahora mismo no comprendía.
En ese momento solo pude llorar.
Me levanté‚ y me prometí averiguar que le había pasado y que o quienes podían haberla hecho eso. Estaba decidido, subiría en el mismo tren en el que ella viajó por última vez y así quizá podría averiguar algo.
Entonces me acordé‚ de como había llegado tarde, la llamada que recibí, mi mejor amigo, tenía que haberle ido a buscar, pero ahora no tenía tiempo, pensé‚ que si le llamaba podría retrasar la cita.
Así que me dirigí a la cabina de teléfonos más cercana a la estación y marqué‚ el número de teléfono de mi amigo, quedé con él para que me fuese a buscar a la estación al regreso de mi viaje, un día después, pero no quise explicarle nada hasta que encontrase algo más, por eso, le puse como excusa lo primero que se me ocurrió.
Decidido me dirigí a la estación y cogí un billete para el tren número 15, el que ella había cogido momentos antes, pero tuve que esperar al menos media hora pues habían retrasado el viaje.
Una vez dentro me senté‚ en el primer asiento libre y esperé‚ a que el tren se pusiese en marcha, mientras esperaba pude ver como los pasajeros iban colocando sus maletas e iban sentándose en los lugares elegidos. En ese momento me acordé‚ de que les podría haber pasado a los pasajeros que iban con ella, y mientras pensaba la vi, era ella, subía al tren, iba cargada con su equipaje, la reconocí al instante pues llevaba el mismo vestido blanco que la última vez. Al principio no sabía que creer, parecía tan real, pero cuando el tren se puso en marcha me di cuenta de que estaba en el pasado, tuve una sensación extraña y pensé que aquella era la única forma de poder saber lo que verdaderamente ocurrió.
Sentí como el calor del sol me acariciaba levemente la cara y me desperté. Había estado durmiendo durante más de una hora y media, miré a mi alrededor, no había mucha gente y la mayoría estaba dormida o leyendo en silencio, entonces la miré, estaba sentada con una pequeña maleta en la rodilla, siempre llevaba objetos personales que iba mirando o algún diario para escribir mientras viajaba, en ese momento tenía una foto mía en las manos que acariciaba de vez en cuando.
El tren hizo su segunda parada, subió una anciana que llevaba una vieja maleta color marrón y que hacía juego con su abrigo de piel y su sombrero. Tenía un tono de piel muy blanco y la cara muy arrugada, pero con una sonrisa de oreja a oreja y con un poco de ayuda consiguió subir al vagón y sentarse a su lado. Ella al verla decidió guardar mi foto y disimuladamente se puso a mirar por la ventana, minutos más tarde comenzaron una larga conversación que duró hasta la siguiente parada en la que la anciana bajó tan trabajosamente como había subido.
Cuando la anciana consiguió bajar comenzó a subir gente que se iba colocando en los asientos libres, no vi nada especial en eso pero hubo una pareja que me llamó mucho la atención. Era una pareja joven de unos veinte años con prendas que me recordaban a los años sesenta; ella llevaba unos pantalones muy ajustados con forma de campana al final y de color azul celeste y un camisa larga y estrecha en la cintura, llena de colores chillones; él tenía unos pantalones iguales pero de un color más oscuro, casi negro y además de la camisa llevaba una cazadora de cuero color marrón.
Tomaron asiento delante de ella y comenzaron a preguntar todo tipo de cosas desde como se llamaba, hasta lo que había hecho al salir hoy de casa. Ella por supuesto no contestó a todas las preguntas pero se estaba poniendo nerviosa y a mi me dieron ganas de darles un mala contestación, sin embargo quedé totalmente perplejo cuando después de haber estado susurrándose algo al oído los dos dijeron a la vez:
-Es ella, la que buscamos.-
Asustada y casi temblando preguntó que quienes eran y que querían de ella. No quisieron contestarla y una vez parado el tren, antes de bajar le dijeron:
-Esta es la última vez que verás a las personas más queridas.-
Llegábamos a nuestro destino y yo no había dejado de pensar en quienes eran aquellas personas que se fueron tan extrañamente como habían venido y que sabían todo lo que iba a pasar. No entendía su reacción, si ya lo sabían todo, ¿porque‚ no intentaban impedirlo?, quizá no podían, y estaban condenados a decir lo que ocurriría en el futuro sin poder hacer nada para remediarlo. Me fijé en ella y me hubiera gustado mucho poderla consolar pero ni ella ni nadie podía verme ni oírme y eso era lo que me preocupaba. Ella había estado pensando más de una hora, la verdad era que estaba muy asustada y no sabía que creer pero al final el sueño la dominó por completo y ahora descansaba en calma. Sin embargo, yo no podía parar de pensar en el tema.
De repente se apagó la luz, la gente se asustó, pero poco a poco la calma volvió a reinar en aquel y los demás vagones; yo no me quedé‚ tranquilo y como ya había pasado un rato y nadie venía a explicar la razón del apagón, decidí dirigirme a la cabina del conductor y que a pesar de temer por ella, era lo único que en ese momento se me ocurrió hacer, tenía que averiguar que era lo que estaba pasando.
Como pude y entre la oscuridad y los comentarios de la gente conseguí atravesar todos los vagones hasta llegar a la puerta que entraba a la cabina del conductor. No lo pensé ni un momento y me decidí a abrir de golpe para que el que estuviese allí me explicara que sucedía con la luz del tren. Al abrir la puerta, dios mío, no había nadie controlando los mandos y el tren seguía hacia delante, aquello era rarísimo, miré a mi alrededor y no había huella alguna ni marca que señalase que alguien hubiese estado allí antes.
No sabía que hacer y en ese momento miré hacia las vías del tren, no había manera de pararlo y de lejos pude ver la entrada de un túnel que se iba acercando cada vez más deprisa. La boca del túnel se iba haciendo más grande y a medida que se acercaba me parecía más oscura, negra.
Una vez que entramos en él me di cuenta de que no podía moverme que solo podía mirar hacia delante y ver como el túnel, que parecía no tener fin , nos atravesaba. Sin saber porque noté como los recuerdos me iban y venían de la cabeza, era como si toda mi vida pasase ante mis ojos a través de aquel túnel que no acababa nunca.
Por fin pude ver una luz allí en la lejanía, me di cuenta de que el túnel ya se terminaba y así acabaría también aquella oscuridad tan negra y fría. Al acercarnos a la salida vi un cartel que decía:
PUENTE DEL ANGEL CORTADO
¡PELIGRO!
Al ver aquel cartel no pude evitar que mi piel se tiñese de blanco y que todo mi cuerpo empezase a temblar. Salimos del túnel e inmediatamente empezamos a atravesar el puente que se llamaba del Ángel y efectivamente en su mitad estaba cortado, no porque estuviese en obras sino porque de la mitad en adelante en puente caía a un infinito inmenso, a una muerte segura, y yo no podía hacer nada para evitarlo. Íbamos a caer.
No se como llegué hasta allí pero de repente encontré a mi amigo mirándome de forma muy extraña, parecía preocupado, aquella situación me resultaba muy familiar.
Mi piel ya no tenía el color natural de siempre, ahora era de un color muy pálido casi blanco, y mis ojos ya no eran los mismos, no reflejaban su ternura característica, tenían un color gris muy extraño. Sin saber como ni porque en aquellos momentos mis labios dijeron unas extrañas palabras ahora llenas de significado que él no pudo entender:
-Tienes que romper la cadena - decía una y otra vez.
Antes de desvanecerme por completo y perder de vista a mi amigo, vi como una lágrima se le resbalaba por la mejilla. Le vi llorar.