Tampoco aquella tarde podría salir, no estaba dispuesta a mojarse y pasar frío, sobre todo con el catarro que tenía, y del que se estaba recuperando. Sería una tarde muy aburrida.
Después de estar un rato mirando como llovía decidió sentarse junto al fuego para leer. A pesar de todo a Carol le apasionaba la lectura y que mejor momento que aquel para ponerse a leer mientras crujía y chisperreaba el fuego del hogar.
Buscó en la biblioteca algún libro interesante y se fijó especialmente en uno que se titulaba:
Aunque pareciese extraño nunca lo había visto antes. Era un libro forrado en cuero con un espejo de verdad rodeado de una tela dorada que formaba el marco, al ojearlo por dentro se extrañó todavía más pues descubrió que en sus páginas no había nada escrito.
Lo cogió en sus manos y se acercó al espejo para mirarse, vio una luz muy fuerte que la asustó he hizo que tirase el libro al suelo. Aquello era muy extraño, no se había reflejado en el espejo pero si había visto la luz de la lampara del salón.
Ya algo más calmada volvió a coger el libro y muy despacio se acercó al espejo para volver a mirarlo, esta vez no lo tiraría.
Al principio no veía nada pero poco a poco fue percibiendo algo, era un ventana, parecía la ventana del salón de su casa. Al mirar fijamente vio que era cierto, pues distinguió su calle, había alguien pero no estaba demasiado claro. Con su pañuelo limpió un poco el espejo y se dio cuenta de que allí estaba ella, tenía una cara asustada y comenzaba a correr.
Apartó el libro hacia un lado, no entendía porque se había visto a ella misma, allí, en su calle, y corriendo desesperadamente sin saber cual era la razón. Estaba muy asustada, realmente nerviosa. Sin embargo, llena de curiosidad quiso mirar de nuevo el espejo para ver como continuaba la historia en la que ella era la protagonista, y que acababa de comenzar a escribirse en el libro.
Cogió otra vez el libro y al mirarlo vio una puerta, se dio cuenta de que era la puerta de su casa. Sonó el timbre unas cuantas veces, no sabía si ir a abrir, estaba verdaderamente asustada lo que veía en el espejo ocurría en la realidad, así que se quedó totalmente inmóvil mientras sentía como una llave iba girando dentro de la cerradura y vio como la puerta se abría despacio. De pronto una mano asomó por el hueco de la puerta y se oyó una voz que gritaba:
-¡CAROL!, podrías ayudar a tu madre en vez de quedarte ahí sentada.
Carol se sobresaltó y despertando como de un sueño se vio sentada en el salón junto al fuego de la chimenea y con un libro en la mano. Su madre llegaba de hacer las compras diarias, así que se levantó, dejó el libro en el suelo y salió a ayudarla.
Al día siguiente al salir del instituto se despidió de sus amigas y emprendió el regreso a casa.
Fue por el camino de siempre, era un largo trayecto hasta llegar a su casa, pero a ella le gustaba caminar y que el calor del sol le acompañara con la leve brisa del viento. Cruzó por varias calles anchas y llenas de gente, a Carol le daba miedo ir por callejones oscuros en los que parecía que alguien la estaba siguiendo, por esa razón giró de nuevo la calle para pasar por la gran avenida, pero cual fue su sorpresa que al llegar a la avenida había obras en la carretera y unos guardias impedían el paso a peatones y coches.
Aunque no quería tuvo que tomar un atajo y cruzar por un callejón paralelo, que la llevaría directamente a su casa.
Entró en el oscuro callejón que la asustó un poco y empezó a andar algo más deprisa, para cruzarlo lo más rápido posible.
Se paró en seco y se sorprendió al ver una sombra a lo lejos. Parecía un mendigo sentado a un lado de la calle. Carol comenzó a andar despacio y poco a poco iba aproximándose al mendigo.
Al pasar a su lado sintió que algo la sujetaba y oyó una voz que pronunciaba su nombre y decía una y otra vez:
-Carol, Carol devuélveme el libro. -Carol no mires al espejo es muy peligroso.
Su mano tiró de ella con fuerza y todo su cuerpo empezó a temblar, quería salir corriendo pero aquel mendigo sabía su nombre y conocía el libro del espejo.
Se dio la vuelta para pedirle que la soltara y tiró de su negra y fría capa, allí no había nadie.
-Como es posible. Se dijo. -Hacía un momento alguien estaba tirando de mi con todas sus fuerzas.
Llena de pánico comenzó a correr, corría cada vez más deprisa estaba verdaderamente asustada y mientras corría miraba hacia atrás una y otra vez, todavía sentía la voz y las palabras del mendigo resonaban una y otra vez en sus oídos.
Por fin cruzó el callejón, se encontraba en su calle pero al mirar hacía la ventana del salón se quedó de piedra, no podía ser era ella, estaba mirando por la ventana y tenía el libro en las manos, aquel libro, podía ver el reflejo del espejo.
En ese momento miles de ideas se le pasaron por la cabeza.
-Quizá esto es un sueño, no puede ser real, sólo es un libro, un libro con un espejo, nada más.
Al mirar hacia la derecha vio a su madre cargada de bolsas, la historia se repetiría.
-Ella llamaría a la puerta y al ver que yo no abría, sacaría la llave y entraría gritando para que la ayudase, yo despertaría de esta horrible pesadilla y volvería a estar en casa, tenía que ser así.
Pero no fue así, la madre de Carol llegó a casa y después de dejar la compra fue al salón, allí no había nadie.
Entonces vio un libro abierto tirado en el suelo, pero esta vez si que tenía algo escrito, en el libro había una historia, la historia de Carol. Lo cogió y lo cerró sin fijarse en el espejo que tenía en la portada y lo dejó guardado en la biblioteca.
A Carol no la volvió a ver nunca más.