Tu alma, con sus sombríos pensamientos, se hallará sola en la siniestra tumba. Nadie querrá saber lo que en secreto tu corazón y tu conciencia ocultan.
Sé silencioso en soledad tan grande. Que no es tal soledad, pues te circundaban, los espíritus de la muerte, que ya en vida rondaban en tu busca.
Ellos querrán ensombrecerte el alma con sus negros arcanos y sus dudas. Sé silencioso en soledad tan grande; cierra los labios cual la misma tumba.
Y la noche, aunque clara y luminosa, se tornará de pronto en cueva obscura; desde sus altos tronos las estrellas no alumbrarán tu soledad adusta.
Mas sus rojizos globos sin fulgores han de ser a tu tedio y a tu angustia como incendio voraz, cual una fiebre, de los que libre no has de verte nunca.
No podrás desechar los pensamientos ni las visiones que tu mente turban, y las que antes en tu espíritu dejaban la huella del rocío en la llanura.
La brisa, que es el de Dios el puro aliento, soplará en torno de la helada tumba, y en la colina tenderá su velo la niebla vaporosa y taciturna.
Las tinieblas, las sombras invioladas símbolo y prenda son: hablan y auguran. Sobre las altas copas de los árboles tiende el misterio su cerrada túnica.
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