“La lotería cae en
Carmona” ¡¡¡Bieeeeeen!!! “Ahora que
soy millonario, es el momento de hacer algo por mi ciudad”.
Eso sería lo que pensó Don Bernardo
Enrique Cerezo, cuando decidió construir un monumental teatro,
del que carecía Carmona a principios de la era del 1900.
Aquel teatro según he oído a mis mayores, y según
alguno no tan mayor recordará, era expectacular e impresionante.
Tenía por sangre toda una manzana, en la que limitaba por
cuatro flancos que parecían pintados en un cuadro. En un
lado, la recién restaurada alameda; al otro, nuestra fortaleza
romano-musulmana, la puerta de Sevilla, por otro de sus costados,
el antiguo paseo, el viejo, el nostálgico, y al otro una
calle real que adivinaba el crecimiento de aquella Carmona moderna.
Tenía también algo que ya ha desaparecido
y que espero que se recupere algún dia, unos camerinos interminables,
por los que pasaron estrellas de la talla de Antonio Machín
o la inmortal Concha Piquer. Tenía un salón de fiestas,
una sala para aquellos bailes de Carnaval, o aquellos cotillones
de fin de año que antes se estilaban.
Pero si hay algo que el paso del tiempo no ha destrozado,
todavía y que estamos a la espera de poder comprobar si sigue
así es solo una cosa: su olor. Yo que gracias a la radio
y al carnaval, he tenido la oportunidad de poder habitar el teatro
cuando solo estaban los tramoyistas y los técnicos de sonido,
y he recorrido sus rincones, y he tenido confidencias con él,
he podido apreciar el olor a madera vieja que daban sus butacas.
El teatro Cerezo ganará en comodidad. Sólo
en comodidad, perderá su porte, su talante, y ese olor característico
a madera vieja, a sus incómodas butacas. Incómodas
sí, pero de una hechura inigualable. Ahora veremos el cine
más cómodos, el concurso de carnaval, nos dormirán
más facilmente las agrupaciones malas, pero perderemos el
olor, la magia que este teatro lleva casi un siglo dándonos.
Ya no nos quedan butacas, no tenemos aquel precioso salón
de fiestas, los camerinos estan muy bien pero no en su sitio ni
en su número idóneo... piensen en algo... ¿¿¿¿merece
la pena perder tanto patrimonio y tanto sentimiento, por un poco
de comodidad????