Excelentísimos señores, queridos amigos:

Es para mí una gran satisfacción poder acompañarles en este simposio que, con motivo del Quinto Centenario de la muerte de la Reina Isabel de Castilla, la Católica, organiza la Universidad Autónoma de Guadalajara.

Debo comenzar por expresar mi agradecimiento a la Universidad, que ha querido asociarme a la celebración. Conozco la Universidad desde hace decenios, pues goza de merecida fama, y me honro con la amistad de algunos de sus fundadores, singularmente la ejemplar familia Leaño, que hoy tengo ocasión también de renovar.

Como Infante de España y descendiente de la Reina Católica, son muchos los sentimientos que se me agolpan:

En primer lugar, una gran emoción de que este acto se celebre no en la vieja Península Ibérica, sino en la pujante Nueva España. Y en una Nueva España nacida al calor del amor a la Virgen María, en Guadalupe y aquí, más cerca, en Zapopan.

En segundo lugar que, dentro de la Nueva España, nos encontremos en Jalisco. ¡Cómo dejar de evocar la epopeya cristera, que en estas tierras se desarrolló con especial intensidad! Depositario de la legitimidad carlista española, no puedo dejar de recordar que aquellas guerras dinásticas del XIX se hicieron al grito de "por Dios, por la Patria y el Rey", afirmación de la Realeza Social de Nuestro Señor Jesucristo que los mártires cristeros rubricaron con su grito "¡Viva Cristo Rey!", y que los voluntarios carlistas todavía volvieron a hacer sonar en la cruzada de 1936-1939.

Finalmente no podría dejar de decir algunas palabras sobre la Reina Isabel, que quisiéramos ver pronto en los altares, una vez que los dictados de la "corrección política" (y eclesiástica) sean de una vez, y esperemos que definitivamente, dejados a un lado.

La meditación de su testamento debiera estar siempre presente en la mente de los gobernantes. Por las virtudes humanas y cristianas que exhibe. Por el temple de Reina que lo llena. Por el amor a la Hispanidad, aunque la palabra aún no se usara, que lo preside.

Pero son toda su vida y su obra las que deben ser objeto de meditación. Al reformar la Iglesia alejó el peligro de la "reforma" luterana, que habría de llegar más tarde a Europa, pero de la que el mundo hispánico se vio libre. Al llevar adelante la Reconquista, hasta el reino de Granada, último reducto moro, completó la recuperación de España, y hasta el final con la expulsión de los judíos no convertidos. Al afirmar la presencia castellana en el Norte de África, en la llamada Hispania Tingitana, demostró otra vez su celo apostólico y su aguda visión geopolítica. Y, sobre todo, al impulsar la gesta americana, sentó las bases de la Hispanidad, de las Españas grandes. Que sus sucesores consolidaron en la senda de su espíritu: Carlos I en la "Controversia de Valladolid" y en la legislación de Indias, completada luego por los Felipes.

La gesta americana no se puede comprender sin la acción de los Reyes y todo un pueblo en misión. Solórsano Pereyra, en su Política indiana resume que "la conservación y el aumento de la fe es el fundamento de la Monarquía". Así fue la obra de la Reina Católica, que tantos frutos esperamos siga dando. Quiera Dios que este simposio sirva para que la Reina Isabel esté pronto en los altares.

Muchas gracias.

 


 

Secretaría Política de S.A.R. Don Sixto Enrique de Borbón

Agencia FARO