Historia de la Hermandad del Santísimo Cristo de Gracia y María Stma. de los Dolores y Misericordia



      Se desconoce el momento exacto de la fundación de la Hermandad y Cofradía del Santísimo Cristo de Gracia y María Santísima de los Dolores y Misericordia, aunque se tiene constancia que en 1809 ya existía una “esclavitud del Santísimo Cristo de Gracia”. Por diversos documentos sueltos que posee la Hermandad, puede pensarse que existió durante todo el siglo XIX. Una fecha de referencia segura es 1905, año en que son aprobados unos nuevos estatutos y desde el cual la Hermandad ha mantenido su actividad ininterrumpidamente hasta el día de hoy.

       Respecto a las imágenes que componen el grupo escultórico, son todas de autor desconocido. La imagen del Cristo (cuya historia detallaremos con más atención más adelante), fue realizada por los indios de Puebla de los Ángeles (Méjico) antes de 1618, fecha en la que fue donada al convento de Nuestra Señora de Gracia de Córdoba por Dª Francisca de la Cruz. Las imágenes de la Virgen, San Juan y la Magdalena proceden de un taller valenciano desconocido y pueden fecharse a finales del siglo XIX.

      Son varias las imágenes de Cristo realizadas en América que procesionan en nuestra provincia, pero el Cristo de Gracia es el único de los que lo hacen en la capital. El Cristo fue realizado en Puebla de los Ángeles (Méjico), por encargo de un cordobés llamado Andrés Lindo, que lo envío a España, donde su hermana Francisca de la Cruz lo donaría a los Padres de Gracia. Fue precisamente el día 4 de febrero de 1618, cuando se prepara una procesión para llevar la imagen hasta su destino, surgiendo una disputa con los clérigos de San Miguel por la procesión de la imagen. Llega finalmente al convento de los Padres de gracia donde se realizó su donación. Una vez allí en el convento que los trinitarios descalzos habían ocupado años antes, y quizás influenciados de su gran devoción por la Virgen de Gracia, recibiera el nombre de tal advocación.

      La singularidad del Cristo lo distingue de los demás. El Cristo de Gracia es una imagen que impresiona a todo aquel que se acerque a Él. Llama la atención su grandiosidad, sus grandes dimensiones superiores al natural, y los rasgos indígenas de su rostro y su piel. No es una imagen que realizará su autor siguiendo los dictados de cánones artísticos, sino más bien es una personalidad propia en la que resalta su origen indígena, con una forma peculiar de expresar la idea de Jesús en la Cruz con grandiosidad de formas y una expresión directa, viva y tremenda de dolor.

      Así, el Cristo de Gracia se convierte en único y singular en la Semana Santa de Córdoba por todas las características que reúne: Americano, realizada a principios del siglo XVII, que tenga Cofradía y que sea procesionada en Semana Santa.

      Quizás por ello no es de extraña que la Cofradía cuando decide hacer el actual paso, encargue a Miguel Arjona un paso de estilo gótico con innumerables capillas e imágenes, que resulta como el Cristo, una obra única y singular en la Semana Santa cordobesa.

      Pero quizás una de las notas de identidad más importantes sea su popularidad. Es una cofradía que en el argot cofrade puede ser denominada como “Cofradía de barrio”, pero aquí, lo que puede ser considerado como un apelativo despectivo, pasa a ser una seña de identidad con una significación positiva.

      Desde el mismo momento en que Andrés Lindo encarga la realización del Cristo alla por el año 1600, encontraremos un grupo de indígenas mejicanos que se disponen a preparar la “cañaheja”, pasta de caña que hacía a las imágenes muy ligeras, para hacer como ellos saben una imagen de un crucificado. Su origen no puede ser más sencillo y popular. Evidentemente no estamos ante la obra de un afamado escultor de una determinada escuela que ya tuviera cierto prestigio, que hubiera seleccionado las mejores maderas y los mejores ayudantes para realizar su obra.

      Una vez en Córdoba, el Cristo de Gracia va a estar en una Iglesia de la zona periférica de la ciudad. Las gentes que durante siglos se han acercado a Él son gentes humildes que han llegado a comentarle innumerables avatares de sus vidas. Él, que tiene predilección por las gentes sencillas del pueblo, ha ido derramando su Gracia y ha cambio le han llegado plegarias y más de una vez ese manojo de espárragos, símbolo del trabajo de un día en el campo. De ahí que este Cristo haya sido conocido por el pueblo como el de los Esparragueros y hoy en día, en Córdoba se le conozco como El Esparraguero.

      Por último, cuando el Jueves Santo nos acercamos a ver al Cristo de Gracia (El Esparraguero), por cualquiera de las calles de Córdoba por las que hace su recorrido o en el momento de regreso a su barrio, todos esperamos escuchar las saetas que le dirigen al Cristo, como forma de expresión del sentir popular. Y entre todas las saetas, seguro que llegará alguna de María “La Talegona” cantada desde el cielo.



Señas de identidad de la Hermandad

El Pelo El manto de estrellas de Nuestra Señora de los Dolores y Misericordia
      Una característica de El Esparraguero, es su melena postiza, que da una gran sensación de vida cuando el paso de misterio que preside la grandeza sobrehumana del Cristo de Gracia se asoma al “Jardín del Alpargate”, Hay quien dice, que las melenas postizas pueden ser consideradas uno de los rasgos que identifican a algunas de las Cofradías con más arraigo de nuestra ciudad. No en balde imágenes como el Rescatado, el Cristo del Remedio de Ánimas, Jesús Caído y el Cristo de Gracia, tienen pelo postizo, manteniendo con ello una costumbre muy antigua que en algunas otras capitales andaluzas desapareció hace tiempo. La grandeza material del Cristo de Gracia, la longitud de su melena y la posición de su cabeza, convierten esa cabellera, en efecto, en una cascada negra junto al rostro de este Cristo que nos llega de América en 1618.       Desde el fondo de la memoria de los más antiguos, llega también, tras una ausencia que duró su tiempo, el manto de las estrellitas de la Virgen de los Dolores y Misericordia. Era y es un manto azul como la noche interna de Nisán, y mostraba centenares, miles de pequeñas estrellitas de oro que brillaban llenas de ingenuidad bajo la luz de los candelabros. Se decía, y debía de ser verdad, que cada una de esas estrellitas era un exvoto ofrecido por personas y familias en agradecimiento al Cristo de Gracia, o a su hermosa Madre dolorida, por haber hecho milagros o favores. El manto de las estrellitas, es, como tantas otras cosas de la Semana Santa cordobesa, un símbolo evidente de la hondura espiritual y de la devoción que promueven las cofradías.
Esparraguero Las saetas
      Y luego está lo del Esparraguero, el Cristo de los esparragueros. Le viene de cuando el convento de los trinitarios, asomado al Marrubial, estaba como quien dice fuera de córdoba; la gente modesta que salía al campo a recoger espárragos se encomendaba al Crucificado para pedirle una buena cosecha, y de ahí le vino el nombre popular a la hermandad.

      En el paso, el exorno floral suele incluir flores exóticos como las esterlicias, que tienen esa curiosa forma de cabeza de pájaro y ponen el recuerdo del origen americano de la imagen, y entre las esterlicias y los claveles, se yerguen insospechados espárragos de grandes dimensiones, recogidos por los cofrades en los días inmediatamente anteriores a la procesión.










      La Cofradía del Cristo de Gracia y su procesión del Jueves Santo son enormemente populares, por ello, durante su recorrido y en especial cuando la procesión se dirige a su término y enfila sus últimos tramos, empiezan a llover sobre la imagen decenas de saetas, como un diluvio de cariño que quiere aliviar el dolor del Cristo muerto y de su Madre. A veces, incluso la concentración de saeteros genera problemas y ocasiona retrasos sobre el horario previsto de recogida. Cuando ya se ha consumado el regreso, y el paso desemboca en la plaza de su nombre, el recuerdo de María Zamorano, La Talegona vuelve a demostrar que la modalidad antigua y cordobesa de la saeta se marchó con esta mujer sencilla, a la que una placa recuerda desde el lugar en el que tantas veces elevó su voz de canto y rezo para dirigirse al Cristo de gracia. Allí se reúnen seguramente la más selecta concentración de saeteros de Córdoba, y cientos de aficionados al cante, que quieren despedir al titular de la hermandad, hasta el año que viene, con sus voces llenas de emoción.
      Allí nadie tiene prisa, y entre todos consiguen la impresión de que el tiempo se detiene, porque la noche de Nisán, ya bien entrada, presta su escenario a una representación cargada de intensidad y elevación espiritual, aunque tal vez un tanto ajena a la religiosidad oficial y jerarquizada.




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