"La Era de la Información" ¿En qué
mundo estamos viviendo?
La guerra de Estados Unidos contra
Irak no ha sido sólo una sinrazón
ética. Fue también expresión del
empleo arrogante de los viejos
métodos de una sociedad que ya es
obsoleta, expresión de una total
falta de imaginación para hacer uso,
creativa y constructivamente, de los
nuevos métodos de la Era de la
Información.
Juan
Hernández Pico
Hasta
septiembre de 2001, cinco años
después de su publicación, se habían
hecho ya doce reimpresiones en
inglés de la obra en tres volúmenes
del sociólogo catalán residente en
Estados Unidos Manuel Castells
titulada La Era de la Información:
economía, sociedad y cultura,
traducida ya o traduciéndose a
diecinueve idiomas, en este orden de
aparición: castellano, chino,
francés, portugués, japonés, coreano
y ruso. A Castells le llevó doce
años investigar para escribir esta
obra, publicada entre 1996 y 1998.
La dedica a su esposa Emma Kiselyova-Castells,
compañera de vida y de investigación
y puerta para algunos mundos a
través de idiomas desconocidos para
él. También la dedica a Irene
Castells Oliván, a quien llama
“historiadora de utopías”, y a su
hija Nuria “alegría de mi vida”. Es
ésta la obra de un hombre que tiene
su vida iluminada por la luz de tres
estrellas. A mí me llevó dos años la
ardua lectura de esta obra, de la
que intento hacer un resumen, sólo
de vez en cuando comentado. Un
resumen que no obvia una invitación
a su lectura completa. Aseguro que
se trata de una aventura productiva.
EL
EJE DE LA PREPOTENCIA: SIN
IMAGINACIÓN Y ATRAPADOS EN LA CÓLERA
Leer
La Era de la Información es sentirse
inevitablemente atravesado por su
clarividencia ante la crisis que ha
sacudido al mundo. La gran
contradicción en la decisión del eje
de la prepotencia (Bush-Blair-Aznar)
de desencadenar la guerra contra
Irak estuvo en mantener los viejos
métodos de la sociedad de las
enemistades congeladas, de la
sociedad de la guerra fría, en una
época cuya nueva ventana tecnológica
permite inventar métodos nuevos para
construir una sociedad de vibrantes
alianzas, la sociedad de la paz
calurosa. La falta de imaginación
para afrontar creativamente la
polarización entre los dinamismos
globalizadores de la cultura de la
virtualidad uniforme y los
dinamismos identitarios de las
múltiples experiencias personales,
familiares y culturales -y eso ha
sido esta guerra- está llevando a la
ciudadanía de esta aldea global a
una catástrofe humanitaria y moral
de proporciones dantescas. Se
desprecia la imaginación para usar
la tecnología de la información en
nuevas acciones y operaciones de
comunicación y diálogo, y se insiste
en seguir utilizándola para crear
bombas inteligentes capaces de
aniquilar cualquier comunicación
interhumana.
El terrorismo del 11 de Septiembre
-que fue un crimen contra la
humanidad- no suscitó un proceso de
reflexión y humildad en la
conciencia colectiva del imperio. En
su lugar, ha provocado en los
gobernantes imperiales una cólera
ciega y sorda, incapaz de ver y
escuchar las nuevas razones, no las
razones de Estado, sino las razones
de Humanidad. Para los nuevos
halcones estadounidenses, británicos
y españoles, multiplicar los
enemigos fue más importante que
recrear la convivencia humana.
Una sociedad que vive del temor y de
la hostilidad que éste produce está
llamada a la derrota, no sólo de la
unidad de las naciones en la
búsqueda de una nueva humanidad,
también de la misma humanidad del
imperio. Definir como eje del mal a
tres gobiernos del mundo -¿quién
garantiza que este eje no abarcará
mañana con flexibilidad paranoica a
otros más?- es proyectar en ellos la
propia mala conciencia de ser único
país que lanzó sobre otro la bomba
atómica. Lejos de ser un juicio
imparcial -en donde el acusado es
inocente hasta que no se pruebe su
culpabilidad- es definir la
culpabilidad por anticipado, no
dejando así ningún espacio para la
defensa del acusado.
HIROSHIMA, MON AMOUR BAGDAD, MY
LOVE, MI AMOR
Y todo
esto es lo que ha ocurrido contra
Irak. El tiempo negado a los
inspectores de Naciones Unidas para
completar su trabajo fue el tiempo
negado a la defensa de un gobierno
declarado culpable sin apelación
posible, y sobre todo, a la
protección de un pueblo. O Irak
tiene armas de destrucción masiva
o... las tiene: no hubo espacio para
abrir un verdadero dilema y
comprobar lo contrario. La primera
víctima fue la búsqueda de la
verdad. La guerra preventiva no es
más que una sofisticada versión de
que “la mejor defensa es un buen
ataque”.
La retórica estadounidense sobre “la
paz” no se sostiene frente a una
ofensiva como nunca se ha visto en
la historia de la humanidad, en
palabras de Rumsfeld. Donde
prevalecen los intereses nacionales
-mayor control sobre el petróleo,
estreno de nueva tecnología de
guerra para ir preparando la
siguiente, o simplemente falta de
valor para retirar barcos, aviones y
tropas sin usarlas- no hay espacio
para los nuevos estadistas del
Estado-red de la Era de la
Información, de ese nuevo Estado
buscador y respetuoso de consensos
multilaterales.
Ante esta injusticia, y por vez
primera en la historia humana, vimos
también en tiempo real simultáneo la
colosal protesta de la humanidad
contra la guerra. Millones y
millones de personas protestaron
contra la guerra el histórico 15 de
febrero, antes de que la guerra
estallara. Después de su estallido,
marchas y vigilias siguieron
produciéndose por todo el planeta.
La humanidad proclamó con voz de
tempestad: ¡La guerra no es
respuesta! ¡No a la sangre a cambio
de petróleo! ¡Todos somos irakíes!
La globalización de la solidaridad
humana con las víctimas inocentes de
esta guerra ha engendrado una
esperanza nueva. Después del
lanzamiento de la bomba atómica
sobre Hiroshima y Nagasaki pasaron
bastantes años antes de que se
formara una coalición antinuclear
pacifista y antes de que esta
conciencia se expresara en el arte
del siglo XX: Hiroshima, mon amour.
Hoy, gracias a la tecnología de la
información, la chispa de la
solidaridad, la solidaridad
preventiva, se propagó con la
velocidad de la luz y en los
“escudos humanos” de tantos países,
en banderas y en marchas, se expresó
una nueva cultura: Bagdad, my love,
mi amor.
Mucho de lo que está ocurriendo hoy,
mucho de lo que puede ocurrir, tiene
un marco de interpretación en la
obra de madurez de Manuel Castells
que vamos a resumir.
UN NUEVO CLÁSICO DE LA SOCIOLOGÍA
La
tesis XI de Marx contra Feuerbach
decía: Los filósofos no han hecho
más que interpretar de diversos
modos el mundo, pero de lo que se
trata es de transformarlo. De la
misma opinión era Durkheim, entre
los clásicos de la sociología, si
bien desde una posición
conservadora. Weber, en cambio, no
sólo se ubicaba entre quienes
pretenden interpretar el mundo
científicamente dejando a otra gente
el oficio de conservarlo o
transformarlo políticamente, sino
que además exigía del ejercicio de
la sociología un trabajo de
interpretación independiente de los
valores éticos y políticos del
intérprete.
Castells se sitúa en la tradición
“del compromiso moral y político del
intelectual”, cercano por esto a
Marx y a Durkheim. Pero, al
contrario de ellos, piensa que los
intelectuales harían mejor en no
tratar de responder a la pregunta
por qué hacer, sino que deberían
trabajar arduamente para interpretar
el mundo de manera crítica, apegados
a observar los acontecimientos con
libertad frente a las teorías y las
ideologías, y dejando que otras
gentes -entre ellas, las mujeres
intelectuales, como ciudadanas-,
construyan su práctica “atendiendo a
su propia experiencia y utilizando
cualquier información o análisis de
que dispongan, de diversas fuentes”.
Porque “cada vez que un intelectual
ha intentado responder la pregunta
del qué hacer, y se ha puesto en
práctica seriamente su respuesta, se
ha producido una catástrofe”, se
trate de Lenin, de Von Hayek o de
Milton Friedman y sus Chicago Boys.
Comparo a Castells con los clásicos
de la sociología. Varios autores
actuales lo han hecho. Alain
Touraine aventura que su obra será
un clásico del siglo XXI. Y Anthony
Giddens opina que no sería exagerado
comparar este trabajo con la obra de
Max Weber “Economía y Sociedad”,
escrita hace casi un siglo. Janet
Abu-Lughod hace notar que al incluir
a la cultura en su subtítulo,
Castells va incluso un tema más allá
de Max Weber. Y el finlandés Markizu
Wilenius piensa que la investigación
de Castells sobre el capitalismo
informacional tendrá que convertirse
en un clásico de referencia en la
misma manera en que lo fue la obra
de Marx sobre el capitalismo
industrial. El politólogo y
ex-Presidente del Brasil, Fernando
Henrique Cardoso afirma que este
libro tendrá un enorme impacto en
las ciencias sociales. Y hasta en el
Wall Street Journal se ha llegado a
decir que Adam Smith explicó cómo
funcionaba el capitalismo y Marx
explicó por qué no funcionaba. Ahora
Manuel Castells ha captado las
relaciones sociales y económicas de
la Era de la Información.
LA FASCINACIÓN CON EL CAMBIO
SOCIAL: EL PARADIGMA TECNOLÓGICO DE
LA INFORMACIÓN
¿De
qué se trata en realidad en la obra
de Castells? Probablemente, su
origen está en la fascinación de su
autor ante el cambio social. Una
transformación de la sociedad que
nunca había sido tan rápida, tan
acelerada, tan sorprendente, tan
compleja, tan apasionante y tan
global como en el último tercio del
siglo XX.
Tomemos como ejemplo el cambio que
da título a su obra y que es su hilo
conductor: la información. “La
información -así lo precisa
Castells- como comunicación del
conocimiento, ha sido fundamental en
todas las sociedades”. Lo que
Castells observa desde 1968 es “una
forma específica de organización
social en la que la generación, el
procesamiento y la transmisión de la
información se convierten en las
fuentes fundamentales de la
productividad y el poder, debido a
las nuevas condiciones tecnológicas
que surgen en este período
histórico”. Por eso la llamará
“sociedad informacional”, y la va a
considerar como la sucesora de la
sociedad industrial.
En el paradigma tecnológico
industrial “la sociedad se orienta
hacia el crecimiento económico, es
decir hacia la maximización del
producto”, mientras que en el
paradigma tecnológico informacional,
la sociedad “se orienta hacia la
acumulación de conocimiento y hacia
grados más elevados de complejidad
en el procesamiento de la
información”. Esta conceptualización
-dice- tendrá que ir desplegando “su
contenido real mediante la
observación y el análisis. Éste es
precisamente el objetivo de este
libro”.
¿CUÁLES SON LAS TRANSFORMACIONES
EXPERIMENTADAS EN EL PLANETA?
¿Cuáles son las transformaciones
sociales que, además del surgimiento
del nuevo paradigma tecnológico
informacional, fascinan a Castells?
Señala varias. La interconexión e
interdependencia a escala global de
las economías de todo el mundo. El
derrumbe del estatismo soviético, y
de todo el mundo ideológicamente
concatenado a él, por el fracaso de
la perestroika y la incorporación
gradual de Rusia y del mundo
ex-soviético al mercado global.
El proceso de profunda
reestructuración del capitalismo con
la flexibilización de su gestión y
la descentralización e interconexión
de las empresas, así como con el
aumento de poder del capital frente
al trabajo y el declive de los
sindicatos, con una “división del
trabajo basada más en las
capacidades individuales de cada
persona que en la organización de
las tareas”. La incorporación masiva
de las mujeres al trabajo
retribuido, por lo general en
condiciones discriminatorias. Los
intentos de desmantelar, o de no
permitir que se desarrolle, el
estado de bienestar. La
intensificación de la competencia
económica global y de la
diversificación de los escenarios
para la acumulación y gestión del
capital. Y la integración global de
los mercados financieros.
¿Consecuencias de todas estas
transformaciones? El auge de la
Costa Asiática del Pacífico como
nuevo centro económico global
dominante. La construcción de la
unidad europea. El surgimiento de
una economía regional
norteamericana, y es de eso de lo
que se trata en el Plan Puebla
Panamá, los Tratados de Libre
Comercio y el Área de Libre Comercio
de las Américas, el ALCA. Y la
diversificación y desintegración del
Tercer Mundo, con la invención del
Cuarto Mundo. A todo esto añade el
surgimiento y consolidación del
capital y del comercio global
delincuenciales; y el crecimiento de
un nuevo sistema de comunicación con
un lenguaje digital universal,
homogeneizador e individualizador de
la cultura, así como multiplicador
de la comunicación interactiva.
A la vez, destaca Castells otros
“cambios sociales” igualmente
“espectaculares”. El proceso de
minado del patriarcado, con la
conversión de las relaciones de
género “en un dominio contestado, en
vez de ser una esfera de
reproducción cultural”, y con la
consiguiente redefinición de las
relaciones entre generaciones, de la
familia, de la sexualidad y de la
personalidad. Además, “el
reverdecimiento del yo” con el auge
de la conciencia ecológica. Y al
lado de estos dos grandes cambios,
“la crisis estructural de
legitimidad” de los sistemas
políticos y partidarios. Y también,
el auge de los fundamentalismos
religiosos y de los movimientos
nacionalistas -xenófobos o no-,
étnicos y comunales, como fuentes de
identidad.
OPOSICIÓN
GLOBALIZACIÓN-IDENTIDADES,
OPOSICIÓN ENTRE LA RED Y EL YO
Existe
una oposición bipolar entre la red
-la estructura de la globalización
informacional- y el yo -las
relaciones de experiencia y cultura
en las identidades-. Dice Touraine:
La defensa del sujeto, en su
personalidad y en su cultura, contra
la lógica de los aparatos y de los
mercados, es lo que reemplaza hoy la
idea de la lucha de clases. Ejemplos
fundamentales de esta oposición los
encontramos en el desmembramiento de
la ex-URSS, en la construcción de la
unidad europea, en las guerras en la
ex-Yugoslavia, y también en el
proceso de construcción y desarrollo
del Foro Social de Porto Alegre.
Para Castells, todos estos
acontecimientos de transformación
social, que son el origen de su
obra, y que están formando “un nuevo
mundo”, se pueden resumir en “tres
procesos independientes”. La
revolución de la tecnología de la
información. La crisis económica,
tanto del capitalismo como del
estatismo, con resultados históricos
muy diferentes por ahora: la
globalización del capitalismo y la
decadencia del estatismo. Y el
florecimiento de movimientos
sociales y culturales: el
antiautoritarismo, la defensa de los
derechos humanos, el feminismo y el
ecologismo.
Lo importante es que Castells
propone “la hipótesis de que todas
las tendencias de cambio que
constituyen nuestro nuevo y confuso
mundo están emparentadas y podemos
sacar sentido a su interrelación”. Y
afirma que “la interacción de estos
procesos y las reacciones que
desencadenaron crearon una nueva
estructura social dominante, la
sociedad red; una nueva economía, la
economía informacional/global; y una
nueva cultura, la cultura de la
virtualidad real”. De hecho,
Castells sintetiza nuestra época
proponiendo que nuestras sociedades
se estructuran cada vez más en torno
a esa oposición bipolar entre la red
y el yo.
Para Castells, “una red es un
conjunto de nodos interconectados.
Un nodo es el punto en que una curva
se intersecta a sí misma. Lo que un
nodo es concretamente depende del
tipo de redes”. Por ejemplo: en la
red del tráfico de drogas una red
con nodos va desde los campos de
coca y amapola hasta las
instituciones de blanqueo de dinero.
El yo es en Castells prácticamente
intercambiable con la identidad,
entendida como “el proceso mediante
el cual un actor social se reconoce
a sí mismo y construye el
significado en virtud sobre todo de
un atributo o conjunto de atributos
culturales determinados, con la
exclusión de una referencia más
amplia a otras estructuras
sociales”. Por ejemplo, un yo
construido en virtud de ser mujer, o
de ser quechua o maya, o de ser
pacifista o ecologista, o joven o
adulta o anciano, o católica o
evangélico o musulmán o practicante
del candomblé...
LA HERRAMIENTA TEÓRICA:
PRODUCCIÓN, PODER Y EXPERIENCIA
¿Con
qué armazón teórica levanta Castells
su investigación? Hay que tener en
cuenta que para Castells “la teoría
social es una herramienta para
comprender el mundo, no un fin para
el autodisfrute intelectual”.
Precisamente por ello es difícil
resumir su obra porque su riqueza
está en la inmensa cantidad y
calidad de la información que
aporta, fruto de su observación
multicultural del mundo. “El método
que he seguido -escribe- pretende
comunicar una teoría mediante el
análisis de la práctica”. En
cualquier caso, advierte que no
comparte, según la tradición
marxista, “la opinión tradicional de
una sociedad edificada por niveles
superpuestos, cuyo sótano es la
tecnología y la economía, la planta
baja es el poder, y la cultura, el
ático”.
En cambio, Castells plantea una
perspectiva teórica donde se postula
que “las sociedades están
organizadas en torno a procesos
humanos estructurados por relaciones
de producción, experiencia y poder
determinadas históricamente”. En la
definición de producción no es
innovador. En las otras dos sí. “La
experiencia es la acción de los
sujetos humanos sobre sí mismos,
determinada por la interacción de
sus identidades biológicas y
culturales y en relación con su
entorno social y natural. Se
construye en torno a la búsqueda
infinita de la satisfacción de las
necesidades y los deseos humanos”.
“El poder es la relación entre los
sujetos humanos que, basándose en la
producción y la experiencia, impone
el deseo de algunos sujetos sobre
los otros mediante el uso potencial
o real de la violencia física o
simbólica”.
La trascendencia teórica de esta
herramienta es la incorporación de
las relaciones de género y sexo y de
la institución familiar, además de
otro tipo de relaciones culturales,
no sólo a la economía y a la
cultura, como lo hacían los
marxismos, sino también a la esfera
del poder, de manera que el poder es
una respuesta organizacional no sólo
a las relaciones de clase y a su
traducción en dinero -en riqueza y
pobreza-, sino también a las
relaciones de género y
generacionales y a otras relaciones
culturales y étnicas y a sus
traducciones en roles dentro de la
institución patriarcal de la familia
y de otras instituciones jerárquicas
como las iglesias, la escuela, los
hospitales, las cárceles, la
universidad, los territorios y
barrios segregados, etc.
Escribe Castells: “La producción se
organiza en relaciones de clase”,
“la experiencia se estructura en
torno a la relación de género/sexo,
organizada en la historia en torno a
la familia patriarcal”, y “el poder
se fundamenta en el Estado y su
monopolio institucionalizado de la
violencia” y en “lo que Foucault
etiqueta como microfísica del poder,
encarnada en instituciones y
organizaciones”. En este marco
teórico, la cultura no queda como un
compartimento segregado, sino que se
integra con las identidades, y
aparece también menos especializada
puesto que emerge -con su contenido
comunicativo, simbólico y
territorial o geográfico- de las
relaciones de interacción entre
naturaleza, producción, experiencia
y poder. Escribe Castells: “La
comunicación simbólica entre los
humanos, y la relación entre éstos y
la naturaleza, basándose en la
producción -con su complemento, el
consumo-, la experiencia y el poder,
cristalizan durante la historia en
territorios específicos, con lo que
genera culturas e identidades
colectivas”.
EL SURGIMIENTO DE LA INFORMACIÓN
Y LA SUPERACIÓN DE LA
INDUSTRIALIZACIÓN
Aquí
introduce Castells la distinción
entre modos de producción y modos de
desarrollo. “La revolución de la
tecnología de la información
-afirma- es un acontecimiento
histórico al menos tan importante
como lo fue la revolución industrial
del siglo XVIII, inductor de
discontinuidad en la base material
de la economía, la sociedad y la
cultura”. Se refiere al capitalismo
y al estatismo como los “dos modos
predominantes de producción” en el
siglo XX. Y los distingue entre sí
señalando que “el capitalismo se
orienta hacia la maximización del
beneficio, es decir hacia el aumento
de la cantidad de excedente
apropiado por el capital”, mientras
que “el estatismo se orienta a la
maximización del poder, es decir
hacia el aumento de la capacidad
militar e ideológica del aparato
político para imponer sus metas a un
número mayor de sujetos y a niveles
más profundos de su conciencia”.
Además de estos dos modos de
producción, Castells afirma que hay
que contar con los modos de
desarrollo. De acuerdo a los grados
de productividad dentro del modo de
producción capitalista, Castells
distingue dos modos de desarrollo:
el industrial y el informacional. En
el industrial “la principal fuente
de productividad es la introducción
de nuevas fuentes de energía y la
capacidad de descentralizar su uso
durante la producción y los procesos
de circulación”. En el
informacional, “la fuente de la
productividad estriba en la
tecnología de la generación del
conocimiento, el procesamiento de la
información y la comunicación de
símbolos”.
La nueva tecnología de la
información conforma “un nuevo
paradigma tecnológico” que permite
el surgimiento de la globalización.
“Las nuevas tecnologías de la
información, más potentes y
flexibles, hacen posible que la
misma información se convierta en el
producto del proceso de producción”.
Así, en el proceso de producción
capitalista actual, “los productos
de las nuevas industrias de la
tecnología de la información son
aparatos para procesar la
información o el mismo proceso de la
información y actúan así en todos
los dominios de la actividad
humana”. Dentro del proceso
productivo, “surge una economía
interconectada y profundamente
interdependiente que cada vez es más
capaz de aplicar su progreso en
tecnología, conocimiento y gestión a
la tecnología, el conocimiento y la
gestión mismos. Este círculo
virtuoso debe conducir a una
productividad y eficiencia mayores,
siempre que se den las condiciones
para unos cambios organizativos e
institucionales igualmente
espectaculares”.
Afina Castells la distinción entre
los dos paradigmas tecnológicos: el
industrial y el informacional. En el
industrial, “la sociedad se orienta
hacia el crecimiento económico, es
decir hacia la maximización del
producto”. En el informacional, “se
orienta hacia el desarrollo
tecnológico, es decir, hacia la
acumulación de conocimiento y hacia
grados más elevados de complejidad
en el procesamiento de la
información”. “Lo que ha cambiado
-escribe Castells- no es el tipo de
actividades en las que participa la
humanidad, sino su capacidad
tecnológica de utilizar como una
fuerza productiva directa lo que
distingue a nuestra especie como
rareza biológica: su capacidad
superior para procesar símbolos”.
LA ECONOMÍA GLOBAL E
INFORMACIONAL DESPLAZA A LA VIEJA
ECONOMÍA MUNDIAL
La
economía global, posibilitada por el
nuevo paradigma tecnológico
informacional no es ya la vieja
“economía mundial”, aquella “en la
que la acumulación de capital ocurre
en todo el mundo” y que “ha existido
en Occidente al menos desde el siglo
XVI”, según los estudios de Fernand
Braudel, Immanuel Wallerstein y Eric
Wolf. La actual economía es “una
economía con la capacidad de
funcionar como una unidad en tiempo
real (es decir, simultáneamente) a
escala planetaria”.
Es una economía “informacional
porque la productividad y
competitividad” de las empresas,
redes de empresas, regiones o redes
de naciones y naciones, “depende
fundamentalmente de su capacidad
para generar, procesar y aplicar con
eficiencia la información basada en
el conocimiento. Es global porque la
producción, el consumo y la
circulación, así como sus
componentes (capital, mano de obra,
materias primas, gestión,
información, tecnología, mercados),
están organizados a escala
global...Y ha surgido en el último
cuarto del siglo XX porque la
revolución de la tecnología de la
información proporciona la base
material indispensable para esa
nueva economía”.
Castells estudia todos los diversos
procesos y elementos de la nueva
economía global. “El capital se
gestiona las veinticuatro horas del
día en mercados financieros
globalmente integrados”. “Los
mercados laborales no son
verdaderamente globales, excepto
para un pequeño pero creciente
segmento de profesionales y
científicos”. Y el trabajo es un
recurso global, al menos de tres
modos: las empresas pueden escoger
su ubicación en el mundo para
encontrar la fuerza de trabajo según
su calificación, costo o control;
las empresas pueden solicitar mano
de obra muy calificada de cualquier
parte del mundo con tal que la
paguen y ofrezcan condiciones
laborales competitivas; y lenta pero
irresistiblemente la fuerza de
trabajo de todo el planeta emigrará
a donde encuentre trabajo.
“La ciencia, la tecnología y la
información también están
organizadas en flujos globales”: de
capital, de información, de
tecnología, de imágenes, sonidos y
símbolos. “Los mercados de bienes y
servicios cada vez se globalizan
más”, aunque aún los mercados
internos en los países desarrollados
“suponen la parte más considerable
del PIB”, y los mercados informales
en los países en desarrollo
“constituyen el grueso del empleo
urbano”, mientras que los servicios
públicos y las instituciones
gubernamentales se ubican fuera de
la globalización. “La mayor
transformación -piensa Castells-
atañe a la gestión de la producción
y distribución y al proceso de
producción mismo”, que trabaja en
forma de redes transnacionales con
una ubicación muy variable y una
forma de gestión muy flexible.
ESPACIO DE LOS FLUJOS Y TIEMPO
ATEMPORAL
Castells observa y analiza la
evolución de la empresa hacia “la
empresa red”, la transformación del
trabajo, y “la cultura de la
virtualidad real”. Pero tal vez de
lo más provocativo en la
investigación de Castells es el
impacto que atribuye a la nueva
tecnología de la información en “el
significado social de espacio y
tiempo, las dimensiones materiales
fundamentales de la vida humana”. En
la investigación sociológica de
Castells, el espacio no es ya, como
parecía imponer nuestra experiencia
empírica, un “espacio de los
lugares”, sino el “espacio de los
flujos”. Esto significa que ya no
vivimos socialmente en el lugar en
que habitamos o trabajamos sino en
todos aquellos espacios con los que
nos conectamos a través de la
tecnología de la información y de la
comunicación.
El tiempo es observado, y explicado
también, no como “tiempo lineal,
irreversible, medible y predecible”,
sino como “tiempo atemporal”, “a la
vez eterno y efímero”, donde se
quiebra “el orden secuencial de los
fenómenos, produciéndose
“instantaneidad” o “discontinuidad
aleatoria”. Que la mayoría de la
gente no trabaje para la economía
informacional/global o le compre a
ella, no impide que todos los
procesos económicos y sociales que
afectan a toda la gente se
relacionen hoy con la lógica
estructural dominante de la
economía. Tampoco este nuevo tiempo
“atemporal” es el de la experiencia
social más frecuente de la gente,
pero sí es el dominante socialmente.
Castells plantea la hipótesis de que
el nuevo “espacio de los flujos” es
el que “organiza el tiempo en la
sociedad red”. La experiencia de la
vida y de la muerte, del ciclo
humano vital, que construyó pagodas
y catedrales -tan llenas de niños y
ancianos, de nacimientos y
sepulcros-, no domina ya. Lo que
domina es la experiencia del
“espacio de los flujos”, la derrota
de la distancia, la que rompe el
yugo “de la cultura del reloj”, y
-me parece- construye, además de
tumbas personales, paredes marmóreas
interminables con nombres “anónimos”
como monumento a los muertos, así en
Washington para los 50 mil muertos
en Vietnam.
LAS IDENTIDADES EN LOS
MOVIMIENTOS SOCIALES DESAFÍAN LA
GLOBALIZACIÓN
Hacia
el fin del segundo milenio comenzó a
desarrollarse una transformación de
la sociedad que nunca antes había
sido tan acelerada y sorprendente y
a escala planetaria, lo que nos
llevó a bautizarla “globalización”.
“En un mundo como éste, de cambio
incontrolado y confuso, la gente
tiende a reagruparse en torno a
identidades primarias: religiosa,
étnica, territorial, nacional... En
un mundo de flujos globales de
riqueza, poder e imágenes, la
búsqueda de la identidad, colectiva
o individual, atribuida o
construida, se convierte en la
fuente fundamental de significado
social. Mientras que, por otra
parte, las redes globales de
intercambios instrumentales conectan
o desconectan individuos, grupos,
regiones o incluso países según su
importancia para cumplir las metas
procesadas en la red. De ello se
sigue una división fundamental entre
el instrumentalismo abstracto y
universal y las identidades
particularistas de raíces
históricas”, es decir, entre una de
las vías más transitadas por la
modernidad y las identidades, tanto
las premodernas como las
postmodernas.
“En esta condición de esquizofrenia
entre función y significado, los
grupos sociales y los individuos
pueden llegar a romper la
comunicación mutua y a alienarse y
ver al otro como un extraño, y al
final como una amenaza”. Es preciso
analizar las identidades, polo
opuesto de la globalización. Después
de analizar el nuevo desarrollo del
capitalismo, global e informacional,
pasa Castells a observar esta
transformación de la sociedad y a
analizar el otro de los polos de la
oposición entre “globalización e
identidad”, lo que llama “la
marejada de vigorosas expresiones de
identidad colectiva”. Lo hace desde
un punto de vista multicultural
porque está convencido “de que el
proceso de globalización
tecnoeconómica que está moldeando
nuestro mundo está siendo desafiado,
y acabará siendo transformado, desde
una gran diversidad de fuentes,
según culturas, historias y
geografías diferentes”. Se trata de
identidades que se hacen presentes
generalmente desde “el corazón de
grandes movimientos sociales”, que
Castells define como “acciones
colectivas conscientes cuyo impacto,
tanto en caso de victoria como de
derrota, transforma los valores y
las instituciones de la sociedad”.
“Como no existe un sentido de la
historia que no sea la historia que
sentimos, desde una perspectiva
analítica”, para Castells, estos
movimientos no son “‘buenos y malos,
progresistas o regresivos. Todos son
síntomas de quiénes somos y caminos
de nuestra transformación, ya que la
transformación puede conducir por
igual hacia una gama completa de
cielos, infiernos o infiernos
celestiales”.
Las identidades con cauce en los
movimientos sociales pueden ser
“legitimadoras”, como las que se
asentaban en los gremios, sindicatos
o partidos políticos, que desde la
sociedad civil “se construyeron en
torno al estado democrático y al
contrato social entre capital y
trabajo”. Pueden ser también
identidades “de resistencia”, que
encuentran cauce en movimientos
sociales proactivos, como los
feministas o los ecologistas; o
reactivos, como los fundamentalistas
o los zapatistas, por ejemplo,
aunque todos ellos pueden
evolucionar hacia movimientos
proyectivos, con un nuevo proyecto
de sociedad que enfrente los
proyectos individualistas y
narcisistas que emergen de la
sociedad informacional.
Para Castells, “los nuevos
movimientos sociales son los sujetos
potenciales de la era de la
información” y actúan a través de
“profetas, personalidades simbólicas
que dan un rostro a una sublevación
simbólica” y hablan en su nombre, o
a través de “redes” interconectadas
y descentralizadas, “productoras y
distribuidoras reales de códigos
culturales”, a veces en campañas de
gran éxito sobre la autonomía de
pueblos indígenas, sobre el sida,
contra la guerra, en defensa de la
Amazonia, por la supresión de la
tortura o contra el abuso sexual,
entre otras muchas.
FUNDAMENTALISMOS, NACIONALISMOS,
TERRITORIALISMOS Y RECHAZO AL ORDEN
GLOBAL
Estudia Castells “los paraísos
comunales”, los que se ubican
alrededor de los fundamentalismos
religiosos -cristianos o islámicos-,
los que se ubican en la
reivindicación nacional frente al
Estado o contra él, o los que se
ubican alrededor del “control del
espacio” en la reacción regional o
local frente al cosmopolitismo:
movimientos de poder municipal,
suburbios protegidos de clase alta,
barrios o colonias populares,
espacios peleados por pandillas
juveniles y santuarios religiosos de
cualquier fe. Estudia también los
“movimientos sociales contra el
nuevo orden global”: los zapatistas,
las milicias y patriotas
norteamericanos ultraderechistas, y
el Aum Shinrikyo japonés, que usan
la nueva tecnología de la
información y de la comunicación y
adquieren mucha parte de su
importancia del hecho de mantenerse
en la primera plana de los medios.
Castells los engloba a todos en el
“gran rechazo” “a la fantasía
neoliberal de crear una nueva
economía global, independiente de la
sociedad, mediante el empleo de la
arquitectura de redes informáticas”.
Aunque Castells terminó su obra
antes de Seattle, Washington, Génova
y Porto Alegre, los movimientos
estudiados por él aparecen como
precursores de una gran oleada de
reacciones contra “el gran plan
exclusionista” del capitalismo
informacional, la oleada de los
excluidos contra los exclusores.
Se detiene Castells en el rostro
múltiple de los movimientos
ecologistas, desde los
conservacionistas y los defensores
del espacio propio, pasando por el
ecofeminismo y Greenpeace, hasta
llegar a la política verde. Y piensa
que el hilo objetivo que los vincula
es la conciencia de que “cuanto más
sabemos, más percibimos las
posibilidades de nuestra tecnología
y más nos damos cuenta de la
gigantesca y peligrosa brecha que
existe entre el incremento de
nuestras capacidades productivas y
nuestra organización social
primitiva, inconsciente y, en
definitiva, destructiva”.
CONTRA EL PATRIARCADO DOMINANTE Y
POR LA CONSTRUCCIÓN DE LA FAMILIA
IGUALITARIA
Tal
vez lo más brillante y lo más
importante en el estudio de Castells
sobre las identidades sea el
análisis que dedica al fin del
patriarcado, como “estructura básica
de todas las sociedades
contemporáneas”, que “se caracteriza
por la autoridad, impuesta desde las
instituciones, de los hombres sobre
las mujeres y sus hijos en la unidad
familiar. Para que se ejerza esa
autoridad, el patriarcado debe
dominar toda la organización de la
sociedad, la producción, el consumo,
la política, el derecho y la
cultura. Las relaciones
interpersonales y, por tanto, la
personalidad, están marcadas por la
dominación y la violencia
patriarcales”.
Dentro del estudio de las
identidades femeninas en proceso
conflictivo con la sociedad
patriarcal, una parte crucial en la
obra de Castells es la observación
de la incorporación de las mujeres
al trabajo fuera del hogar. Castells
señala tres razones importantes para
la masividad de este fenómeno: “la
posibilidad de pagar menos por un
trabajo similar” al de un varón; la
capacidad de las mujeres “de
relacionarse, cada vez más necesaria
en una economía informacional, donde
la administración de las cosas queda
en segundo plano frente a la gestión
de la gente”; y “su flexibilidad
como trabajadoras”, porque “las
mujeres representan el grueso del
empleo a tiempo parcial y temporal”.
Una consecuencia importante es que
“la contribución financiera de la
mujer se vuelve decisiva para el
presupuesto familiar”, aumentando
así “el poder de negociación
femenino en el hogar”.
Castells trata de dar razón de la
riqueza multifacética del movimiento
feminista brindando una amplia y
variada tipología del mismo:
movimientos en defensa de los
derechos de las mujeres contra el
Estado o el capitalismo patriarcal;
feminismo cultural que pretende
construir instituciones
alternativas; feminismo esencialista
en la liberación frente al modo
masculino de ser o suprimiendo la
dicotomía hombre-mujer,
considerándola creada por la
sociedad patriarcal; feminismo
lesbiano, no tanto como orientación
sexual sino más como revolución
contra la heterosexualidad
patriarcal y la “destrucción de la
clase de mujeres dentro de la cual
los hombres se apropian de ellas”;
identidades específicas de mujeres
que apuestan por el poder de la
identidad frente a la uniformidad
del feminismo; y feministas
prácticas, que luchan por su
supervivencia, su dignidad y sus
derechos tal vez sin conciencia
clara de oponerse al patriarcado.
LAS IDENTIDADES GAY Y LESBIANA
Igualmente importante es su análisis
sobre las identidades gay y
lesbiana. Destaca también la
comprensión de las causas del sida
en “las redes de contacto, que
incluían el contacto sexual pero
comprendían muchas otras formas”, de
manera que “la desconexión de esas
redes” -a través de “educación,
organización y responsabilidad,
respaldadas tanto por las
instituciones de salud pública como
por la conciencia cívica”- era el
camino hacia el debilitamiento de la
propagación del virus y no, en
cambio, la mitificación de la
enfermedad como propia de la
relación homosexual. Castells
considera que los movimientos
sociales de identidad sexual
desencadenan “una crítica corrosiva
de la normalización sexual y de la
familia patriarcal”.
Resumiendo su observación, concluye
Castells que “la dificultad de
desempeñar” los numerosos roles de
ambos miembros de la pareja “al
mismo tiempo, una vez que ya no
están fijados en una estructura
formal institucionalizada como la
familia patriarcal, explica la
dificultad de mantener relaciones
sociales estables dentro del hogar
basado en la familia”. Y piensa que
“la huida a la libertad en la
sociedad red abierta llevará a la
ansiedad individual y a la violencia
social, hasta que se encuentren
nuevas formas de coexistencia y
responsabilidad compartida que unan
a las mujeres, los hombres y los
niños en una familia igualitaria
reconstruida”.
DECLIVE DEL ESTADO Y CRISIS DE LA
DEMOCRACIA
Escribe Castells: “La capacidad o
incapacidad del movimiento feminista
y los movimientos de identidad
sexual para institucionalizar sus
valores dependerá esencialmente de
su relación con el Estado, el
aparato que ha constituido el último
recurso del patriarcado a lo largo
de la historia”. Hay que destacar
que todas esas demandas se están
planteando a un Estado disminuido en
su poder por las redes
multinacionales y supranacionales,
agentes de la globalización.
Castells agudiza la dificultad de
esta contradicción relacionando el
ascenso de la Era de la Información
con el declive de la democracia.
“Los medios electrónicos se han
convertido en el espacio
privilegiado de la política”. No en
el sentido de que determinen la
opinión pública, sino en el sentido
de que ninguna política puede
hacerse fuera de ellos: “La política
de los medios no es toda la
política, pero toda la política debe
pasar a través de los medios para
influir en la toma de decisiones”,
quedando fundamentalmente encuadrada
por la lógica inherente, sobre todo,
a los medios electrónicos -incluida
la prensa, hoy un medio tan
electrónico como otros por su
inserción en Internet- y amenazada,
más que en la época de la prensa
amarillista, por “la política del
escándalo”.
La crisis del Estado-nación, que
consiste sobre todo en la erosión de
la legitimidad que supone el
socavamiento del Estado de bienestar
y la ruptura del pacto social entre
Estado, capital y trabajo, y la
crisis del sistema político y de la
democracia representativa, tienen
delante los esbozos de “democracia
informacional” propuestos por
Amnistía Internacional, Médicos sin
Fronteras, Greenpeace, Oxfam, Food
First, etc., aun cuando son todavía
solamente relámpagos premonitorios.
UN NUEVO PAISAJE HISTÓRICO: EL
DERRUMBE DEL COMUNISMO SOVIÉTICO
Castells “explora algunas
macrotransformaciones, intentando
explicarlas como resultado de la
interacción entre los procesos que
caracterizan a la Era de la
Información: informacionalización,
globalización, interconexión,
construcción de la identidad, crisis
del patriarcado y del
Estado-nación”. Y piensa que las
tendencias del cambio social que
analiza, “constituyen un nuevo
paisaje histórico”.
En ese nuevo paisaje, estudia
primero el derrumbe del comunismo
soviético, “uno de los más
extraordinarios ejemplos de cambio
histórico inesperado”, tanto más
porque “la Revolución rusa de 1917 y
el movimiento comunista
internacional que puso en marcha han
sido el fenómeno político e
ideológico dominante del siglo XX”.
Castells piensa que en las raíces de
este derrumbe está “la incapacidad
del estatismo para gestionar la
transición a la era de la
información”. Y explica así lo que
quiere decir: “Paradójicamente, un
sistema construido bajo la bandera
del desarrollo de las fuerzas
productivas no pudo dominar la
revolución tecnológica más
importante en la historia humana.
Porque las características del
informacionalismo, la interacción
simbiótica entre el procesamiento de
información y la producción
material, determinados por la
sociedad, se hicieron incompatibles
con el monopolio de la información
por parte del Estado y con el
confinamiento de la tecnología
dentro del ámbito militar.” El
avance en el terreno militar y en el
espacial no se derramaron hacia los
otros sectores de la economía, en
parte por la paranoia de la
seguridad y la perspectiva única de
la competencia con Estados Unidos,
la otra superpotencia. Esta
explicación es coherente con el
rasgo fundamental del estatismo que,
para Castells, es la maximización
del poder.
El verticalismo en la organización
empresarial, implicado en la
planificación de la economía
centralizada burocráticamente, hizo
mucho más difícil en la URSS que en
Occidente la transición a
estructuras flexibles de gestión y a
la interconexión en red. Con el
agravante de que los gestores,
burócratas y empresarios soviéticos
“sí descubrieron la flexibilidad y
el funcionamiento en red como forma
organizativa, pero la aplicaron al
desarrollo de la economía
sumergida”, socavando “desde dentro
la economía dirigida”. Más aún,
según Castells, “la sociedad
informacional no es la
superestructura de un nuevo
paradigma tecnológico”, sino que “se
basa en la tensión histórica entre
el poder material del procesamiento
abstracto de la información y la
búsqueda por parte de la sociedad de
una identidad significativa”. Lo que
sucede es que “el estatismo no sólo
sofoca la capacidad de innovación
tecnológica, sino que se apropia y
redefine identidades con arraigo
histórico para disolverlas en el
proceso primordial de afirmar su
poder”.
TRABAJADORES INDISPENSABLES Y
MANO DE OBRA DESECHABLE
“El
fin del comunismo soviético -escribe
Castells- y la adaptación apresurada
del comunismo chino al capitalismo
global han dejado al capitalismo
solo por fin en su ámbito
planetario. La reestructuración del
capitalismo en los años setenta y
ochenta demostró la versatilidad de
sus reglas de funcionamiento y su
capacidad de utilizar con eficacia
la lógica de las redes de la era de
la información para inducir un salto
espectacular en las fuerzas
productivas y el crecimiento
económico. Pero también mostró su
lógica excluyente, ya que millones
de personas y grandes zonas del
planeta están quedando marginadas de
los beneficios del
informacionalismo, tanto en el mundo
desarrollado como en los países en
vías de desarrollo”.
Se trata de un dinamismo elitista
que es inherente al capitalismo y
que Castells observa al estudiar la
creciente diferenciación entre los
“trabajadores genéricos”, incluso
cualificados -su cualificación
termina pronto con la actual
acumulación vertiginosa del
conocimiento-, y los “productores
informacionales o “trabajadores
autoprogramables” -capaces, por su
educación, de reprogramarse para las
demandas nuevas de su trabajo o para
otros trabajos-. También los llama
“mano de obra nuclear” y “mano de
obra de sechable”. Para Castells,
“la educación es el proceso mediante
el cual las personas, es decir los
trabajadores, adquieren la capacidad
de redefinir constantemente la
cualificación necesaria para una
tarea determinada y de acceder a las
fuentes y métodos para adquirir
dicha cualificación”.
SÓLO QUEDAN EL PRIMER MUNDO Y EL
CUARTO MUNDO
Durante muchos años estuvimos
acostumbrados a analizar el mundo
que surgió de la Segunda Guerra
Mundial como constituido por un
Primer Mundo, el mundo capitalista
industrializado que tenía por líder
a los Estados Unidos; un Segundo
Mundo, el mundo del socialismo
realmente existente, en vías de
rápida industrialización y, en
algunos sectores de la economía, por
ejemplo, en el militar y en el
espacial, tan avanzado como el
Primer Mundo o más, y liderado por
la Unión Soviética, aunque escindido
en los primeros años 60 del siglo XX
por la ruptura entre la URSS y la
República Popular China; y un Tercer
Mundo, el mundo de los países en
vías de desarrollo, de lenta y
asimétrica industrialización, en
cuyo seno se formó el Movimiento de
los Países No Alineados, liderado
por la India, Egipto e Indonesia, y
en realidad siempre oscilante
políticamente entre el Primer y el
Segundo Mundo y dependiente
económicamente de uno u otro.
Hablábamos también de un Cuarto
Mundo, cuyo concepto osciló entre
países irremediablemente sumidos en
el empobrecimiento como la mayoría
de los del África Subsahariana, y
zonas de extrema pobreza en las
grandes ciudades del Primer Mundo.
Hoy no se puede ya analizar así el
mundo.
En el nuevo mapa del planeta no
existe ya un Segundo Mundo. Se trata
verdaderamente del reverso de la
medalla del fin de la guerra fría. Y
según, Castells, “la capacidad
diferencial de los países y de los
agentes económicos para vincularse a
los procesos informacionales y
competir en la economía global”
revela en el antiguo Tercer Mundo
“vías para el desarrollo cada vez
más divergentes, que de hecho acaban
con la misma noción de Tercer
Mundo”. Así, el mundo está hoy
compuesto básicamente por el Primer
Mundo y por el Cuarto Mundo, que
para Castells comprende “buena parte
del Africa Subsahariana y las zonas
rurales empobrecidas de América
Latina y Asia. Pero también está
presente en cada país y en cada
ciudad, en esta nueva geografía de
exclusión social”. Ha surgido así el
Cuarto Mundo, por antonomasia el
mundo de la exclusión y de los
excluidos.
EL PROCESO DE LA EXCLUSIÓN SOCIAL
EN PERSONAS Y EN TERRITORIOS DEL
PLANETA
Señala
Castells varias dinámicas propias
del capitalismo. Algunas, como la
desigualdad, la polarización, la
pobreza y la miseria, son
“relaciones de distribución/consumo,
o de la apropiación diferencial de
la riqueza generada por el esfuerzo
colectivo”. Otras, como la
individualización del trabajo
-contraria a los contratos
colectivos-, la sobreexplotación, la
exclusión social y la integración
perversa, son “relaciones de
producción” que “tienen
consecuencias fundamentales para la
desigualdad, la polarización, la
pobreza y la miseria”.
Castells afirma que “el proceso de
exclusión social en la sociedad red
afecta tanto a personas como a
territorios”. En las personas
significa básicamente no ser capaces
de “acceder a un trabajo remunerado
relativamente regular al menos para
un miembro de una unidad familiar
estable”. En los territorios, la
exclusión significa que “bajo la
nueva lógica dominante del espacio
de los flujos, las áreas que no son
valiosas desde la perspectiva del
capitalismo informacional”,
económica o políticamente, “son
esquivadas por los flujos de riqueza
e información, y acaban siendo
privadas de la infraestructura
tecnológica básica que nos permite
comunicarnos, innovar, producir,
consumir e incluso vivir en el mundo
de hoy”.
Basándose en los conocidos estudios
del PNUD y de la OIT, Castells
afirma que “el ascenso del
capitalismo informacional global se
caracteriza por el desarrollo y
subdesarrollo económicos simultáneos
y la exclusión e inclusión
sociales... Existe polarización en
la distribución de la riqueza a
escala global y un aumento
sustancial de la pobreza en la
mayoría de los países, tanto
desarrollados como en vías de
desarrollo. Sin embargo, los modelos
de exclusión social y los factores
que los explican requieren un
análisis cualitativo de los procesos
que los inducen”. Castells los
estudia en el Africa Subsahariana,
en las ciudades de los Estados
Unidos, y en la situación de la
infancia.
Según él, las trayectorias de
entrada en “los agujeros negros” de
la exclusión social “dependen de
acontecimientos específicos: un
dictador rapaz en el Zaire; o la
decisión de la policía de dejar
ciertos barrios en manos de
traficantes de drogas; o el
agotamiento de las minas; o la
devaluación de los productos
agrícolas de los que vivía una
región”. De modo que “para estos
territorios y para la gente atrapada
en ellos, opera una espiral
descendente de pobreza, luego de
miseria y por último de irrelevancia
hasta, o al menos, que una fuerza
contrarrestadora, incluida la
revuelta de la gente contra su
condición, invierta la tendencia”.
Castells afirma que en todas partes
aumenta además “la nueva geografía
de exclusión social, a medida que el
criterio selectivo del capitalismo
informacional y la quiebra política
del Estado del bienestar
intensifican la exclusión social. En
el contexto histórico actual, el
ascenso del Cuarto Mundo es
inseparable del ascenso del
capitalismo informacional global”.
LA “INTEGRACIÓN PERVERSA”: LA
ECONOMÍA CRIMINAL GLOBAL
Castells es uno de los primeros en
incorporar dentro de una
investigación sociológica global
multicultural, el fenómeno de “la
conexión perversa”, es decir de la
“economía criminal global”, que hace
años analicé como capital
delincuencial en el contexto de El
Salvador y Guatemala. Se trata del
“delito global, la interconexión de
poderosas organizaciones criminales
y sus asociados en actividades
conjuntas por todo el planeta..., un
nuevo fenómeno que afecta
profundamente a la economía, la
política y la seguridad nacionales e
internacionales, y en definitiva, a
la sociedad en general”.
Y traza Castells su quién es quién:
“La Cosa Nostra, la mafia
estadounidense, los cárteles de
Colombia y de México, las redes
criminales nigerianas, los yazukas
japoneses, las Tríadas chinas, la
constelación de mafias rusas, los
traficantes de heroína turcos, las
cuadrillas armadas de Jamaica”, y
mil expresiones más, unidas “en una
red global diversificada”.
También se puede trazar el qué es
qué de sus negocios: drogas, armas y
“todo lo que recibe valor añadido
precisamente por su prohibición:
material radioactivo, órganos
humanos e inmigrantes ilegales;
prostitución; juego; usura;
secuestro; fraude y extorsión;
falsificación; asesinos de alquiler;
tráfico de información delicada;
tecnología u objetos de arte; ventas
internacionales de objetos robados;
o incluso vertidos de basura
ilegales de un país en otro”. Y por
supuesto, “en el núcleo del sistema,
el blanqueo de dinero por cientos de
millones -quizá trillones- de
dólares”, vinculándose con la
economía formal legal “a través de
complejos planes financieros y redes
comerciales internacionales”.
Castells observa el funcionamiento
de estas redes en Rusia y en América
Latina, especialmente en Colombia.
Descubre su estrategia, que
“consiste en ubicar sus funciones de
gestión y producción en zonas de
bajo riesgo, donde poseen un control
relativo del entorno institucional,
mientras que buscan sus mercados
preferentes en las zonas de demanda
más rica, a fin de cobrar precios
más altos”, con alianzas
estratégicas entre sí que se
asemejan “a la lógica organizativa
de la empresa red, característica de
la era de la información”.
A propósito del narcotráfico, se
pregunta Castells: “¿Por qué
Colombia?” Y contesta: “Por la
combinación original de unas redes
latentes de narcotráfico de
marihuana vinculadas con los Estados
Unidos, la existencia de una clase
empresarial marginada por la
industrialización fallida de América
Latina y el vigoroso arraigo en sus
culturas locales de unos
contrabandistas relativamente
educados y con movilidad social
ascendente”. Además, “esta fórmula
afortunada” se apoyó en la tradición
de La Violencia de los años 50, así
como en “la crisis perenne de
legitimidad y control del Estado” y
en su corrupción.
La tecnología de la información
permite en esta conexión, por muy
perversa que sea, como en las demás,
que “lo realmente importante, es
decir, el dinero, circule seguro en
los flujos de las transacciones
financieras informatizadas,
gestionadas desde bases bancarias
distantes”. Sobre todo, “las redes
criminales probablemente llevan la
delantera a las compañías
multinacionales en su capacidad
decisiva de combinar la identidad
cultural y la empresa global”.
¿HACIA LA ERA DEL PACÍFICO EN
ASIA?
La
penúltima transformación importante
en el umbral del nuevo milenio que
estudia Castells es la del Pacífico
Asiático. Su principal tesis
analítica es que “no existe una
región del Pacífico como entidad
distinta o integrada y, por lo
tanto, no habrá una Era del
Pacífico, debido sobre todo a que el
proceso de desarrollo ha sido y es
fomentado por nacionalismos
paralelos, que no están dispuestos a
minimizar su identidad”.
El dato fundamental que está
presente, tanto en Japón como en los
Cuatro Tigres (Singapur, Corea del
Sur, Taiwán y Hong Kong) y en China,
es la presencia del Estado
desarrollista, cuya legitimidad no
se basa en la representación de la
sociedad civil -como no se basa en
ella la legitimidad de ningún estado
revolucionario-, sino en un proyecto
social.
Castells “propone la hipótesis” de
que “cuando el proyecto social
respeta los parámetros más amplios
del orden social -por ejemplo, el
capitalismo global-, pero aspira a
transformaciones fundamentales de
orden económico -prescindiendo de
los intereses o deseos de la
sociedad civil- estamos en presencia
del Estado desarrollista”. Todos
estos Estados en Asia practicaron la
represión -lo cual en otros países
del antiguo Tercer Mundo no ha
ayudado mucho “a la movilización de
sus sociedades por la senda del
desarrollo”- pero además “las
tradicionales clases dominantes
fueron destruidas, desorganizadas o
quedaron subordinadas al Estado”,
especialmente en Taiwán y Corea del
Sur con la reforma agraria.
Paradójicamente, escribe Castells,
“el éxito de los Estados
desarrollistas en el Este asiático
acabó conduciendo a la desaparición
de sus aparatos y al final del
milenio, son sus ciudadanos los que
determinan sus proyectos históricos
reales”. Añade Castells que hoy “lo
común a todos ellos es que sus
economías han sido ya profundamente
penetradas por los flujos
financieros globales y, por tanto,
han pasado a ser dependientes, como
el resto del mundo, de movimientos
de capitales más que de
exportaciones de mercancías”.
Precisamente por eso, “la principal
razón de la crisis asiática de
1997-98 es el éxito de su proceso de
crecimiento económico y su plena
integración en la economía global”.
Tanto es así que “el país menos
afectado por la crisis, China, es
precisamente aquel que menor grado
de integración tiene en los
circuitos financieros mundiales”.
La República Popular China es el
país de más alto índice de
crecimiento económico y tal vez el
de desarrollo humano más sostenido.
Y sin embargo, estas culturas
“mantienen su especificidad
histórica”. Esto “significa que
hemos entrado verdaderamente en un
mundo multicultural”, que se
desvanece el concepto de “Occidente”
-puesto que incluye a Japón y a los
Cuatro Tigres y a China-, que “se
difumina definitivamente el
significado de “Norte” en la
economía global” -puesto que incluye
al Este rico-, así como también se
desintegra y diversifica el Sur,
hasta el punto de poderse hablar,
también desde esta otra perspectiva,
del fin del Tercer Mundo.
Para Castells, “el surgimiento del
capitalismo de crecimiento rápido
del Pacífico Asiático es, junto con
el fin del imperio soviético, y el
proceso de unificación europea, uno
de los cambios estructurales más
importantes que están ocurriendo en
el mundo al terminar el siglo”.
LA UNIFICACIÓN EUROPEA:
GLOBALIZACIÓN, IDENTIDAD Y EL ESTADO
RED
Al
proceso de unificación europea
dedica Castells el último de los
apartados sobre las transformaciones
sociales en el mundo de hoy. Según
él, “la integración europea es, al
mismo tiempo, una reacción al
proceso de globalización y su
expresión más avanzada”. En este
sentido piensa que la unidad europea
no se edifica sobre la difuminación
de las nacionalidades y la
construcción del federalismo, sino
sobre la consolidación de las
nacionalidades y la construcción de
una confederación, aunque ambas
pueden predominar en campos
diversos.
La globalización informacional hace
peligrar sobre todo al Estado de
bienestar, como lo muestra la
dirección política comenzada en
Europa por el thatcherismo. Castells
piensa que no se trata de una
tendencia determinista y frente a lo
que Touraine llama la ideología de
la globalización, que la considera
una fuerza natural, reduciendo las
sociedades a economías, las
economías a mercados y los mercados
a flujos financieros, “existe una
amplia reacción popular contra la
reducción y desmantelamiento
potencial del Estado de bienestar y
contra la flexibilización de los
mercados laborales a expensas de las
vidas estables de los trabajadores,
que suele expresarse en términos del
pueblo contra los políticos, la
nación contra el Estado europeo”.
La Unión Europea está esbozando una
respuesta a la crisis del
Estado-nación y a los retos de la
globalización cuando construye lo
que Castells llama el Estado-red,
que es “un Estado caracterizado por
compartir la autoridad a lo largo de
una red”, sin que ningún gobierno
nacional, “ningún nodo, ni siquiera
el más poderoso” de la red, pueda
“pasar por alto al resto, ni aun a
los más pequeños, en el proceso de
toma de decisiones”.
Castells termina afirmando que, en
esta dialéctica entre globalización
e identidades, “no existe una
identidad europea, pero podría
construirse como complemento de las
identidades nacionales, regionales y
locales. Se trataría de un proceso
de identidad proyecto”, es decir, un
programa de valores sociales y
objetivos institucionales, que
incluiría: “la defensa del Estado de
bienestar; la preocupación por los
derechos humanos universales y por
la situación precaria del Cuarto
Mundo; la reafirmación de la
democracia; la vitalidad de las
culturas, expresadas a menudo en la
lengua, sin rendirse a la cultura de
la virtualidad real. La mayoría de
los ciudadanos europeos
probablemente apoyarían estos
valores”, que supondrían “cambios
extraordinarios en la economía y en
las instituciones”. Ahora bien,
escribe Castells, “una identidad
proyecto es precisamente esto: no
una proclamación utópica de sueños,
sino la lucha por imponer modos
alternativos de desarrollo
económico, sociabilidad y gobierno”.
UNA FORMA ENDURECIDA Y FLEXIBLE
DE CAPITALISMO VS. LOS MOVIMIENTOS
SOCIALES
En su
conclusión, Castells afirma que
vivimos hoy globalmente en “un
capitalismo diferente del de la
revolución industrial o del
keynesianismo económico y el Estado
de bienestar”. Se trata de “una
forma endurecida de capitalismo en
cuanto a fines y valores, pero
incomparablemente más flexible que
cualquiera de sus predecesores en
cuanto a medios. Es el capitalismo
informacional, que se basa en la
producción inducida por la
innovación y la competitividad
orientada a la globalización, para
generar riqueza y para apropiársela
de forma selectiva. Más que nunca,
está incorporado en la cultura y en
la tecnología. Pero esta vez, tanto
la cultura como la tecnología
dependen de la capacidad del
conocimiento y la información para
actuar sobre el conocimiento y la
información, en una red recurrente
de intercambios globalmente
conectados”.
Concluida su investigación, Castells
puede añadir, adelantándose a la
posible objeción de determinismo
tecnológico contra su obra, que “las
sociedades no son sólo resultado de
la transformación tecnológica y
económica ni cabe limitar el cambio
social a crisis y adaptaciones
institucionales”. Se refiere
entonces al surgimiento de todo el
conjunto de movimientos sociales que
engendraron la Revolución cultural
de 1968, en la cual fue actor él
mismo desde su ayudantía sociológica
en el campus de Nanterre de la
Universidad de París. Surgieron
estos movimientos “en los Estados
Unidos y Francia, luego en Italia,
Alemania, España, Japón, Brasil,
México y Checoslovaquia. Eran en
esencia movimientos culturales,
deseosos de cambiar la vida más que
de tomar el poder. Sabían de forma
intuitiva que el acceso a las
instituciones del Estado coopta el
movimiento, mientras que la
construcción de un nuevo Estado
revolucionario lo pervierte”.
LAS SEMILLAS FECUNDAS DE MAYO DEL
68 DIERON SUS FRUTOS
Cree
Castells que lo que significaban
estos movimientos era “una reacción
multidimensional contra la autoridad
arbitraria, una revuelta contra la
injusticia y la búsqueda de
experimentación personal”. Observa
que “fueron derrotados en la
política, pero se marchitaron con
una elevada productividad
histórica”, ya que de ahí “brotaron
las ideas que serían la fuente del
ecologismo, del feminismo, de la
defensa constante de los derechos
humanos, de la liberación sexual, de
la igualdad étnica y de la
democracia de base”. “No fueron
reacciones a la crisis económica,
sino a la sociedad de consumo”.
Una observación muy importante de
Castells es que en la mayoría de los
movimientos sociales surgidos a
partir del 68, “la tecnología estaba
en buena parte ausente de sus
valores y críticas, si se exceptúan
los llamamientos contra la
deshumanización del maquinismo y su
oposición a la energía nuclear”. Y
sin embargo, influyeron en la
decadencia de los sindicatos, en la
crisis de “los rituales
democráticos” y, con “su apertura
cultural” estimularon “la
experimentación tecnológica con la
manipulación de símbolos”, que
“evolucionaría a la cultura de la
virtualidad real”.
¿UNA NUEVA SOCIEDAD? NUEVAS
RELACIONES DE PRODUCCIÓN
Desde
su marco teórico, Castells afirma
que “una nueva sociedad surge
siempre y cuando pueda observarse
una transformación estructural en
las relaciones de producción, de
poder y de experiencia, que
conllevan una modificación
igualmente sustancial de las formas
sociales del espacio y el tiempo y
la aparición de una nueva cultura”.
¿Cómo se ve esto en las relaciones
de producción? La productividad y
competitividad en el capitalismo
informacional dependen de la
innovación y de la flexibilidad. La
tecnología de la información y la
capacidad cultural para utilizarla
junto con la nueva forma de
organización y gestión en la empresa
red se vuelven esenciales. Se
redefine el papel del trabajo, con
la distinción entre “trabajadores
genéricos”, los desechables, y
“trabajadores autoprogramables”, los
indispensables, siendo la educación,
es decir, la capacidad de incorporar
conocimiento e información, la clave
de la diferencia. La flexibilidad
-“trabajadores en red y a tiempo
flexible”- conduce a “la
descentralización coordinada del
trabajo y a su individualización”.
Castells propone que “la economía
informacional/global es más
capitalista que ninguna otra en la
historia: pero el capital está tan
transformado como el trabajo”. Por
supuesto, “la regla sigue siendo la
producción en aras de la ganancia y
para la apropiación privada de la
ganancia, sobre la base de los
derechos de propiedad que, son la
esencia del capitalismo”. Por
supuesto, también, los accionistas,
las familias propietarias y los
empresarios individuales se apropian
de las ganancias, y también los
grandes ejecutivos. Donde aparece
una transformación novedosa es en el
terreno del capital financiero, que
en el informacionalismo funciona,
gracias a la nueva tecnología,
superando el “espacio y el tiempo
por medios electrónicos”, de tal
manera que Castells propone que “los
mercados financieros globales y sus
redes de gestión son el capitalista
colectivo real, la madre de todas
las acumulaciones”, aunque esto no
significa “que los capitales
financieros dominan al capital
industrial, una antigua dicotomía
que no encaja con la nueva realidad
económica”.
UN CASINO GLOBAL, MÁS QUE UN
MERCADO GLOBAL
En el
capitalismo industrial, las
empresas, la banca, el comercio,
eran fuentes dispersas de
acumulación que competían por el
predominio de sus diversas
fracciones del capital en procesos
diversos y a veces no vinculados de
acumulación. Hoy, “empresas de todo
tipo, productores financieros, así
como gobierno e instituciones
públicas” e inversionistas
individuales, ahorrantes, jubilados,
etc., “utilizan las redes
financieras globales como
depositarias de sus ganancias y como
fuente potencial de mayores
beneficios. Es en esta forma
específica en la que las redes
financieras globales son el centro
nervioso del capitalismo
informacional”, que se parece más a
un “casino global” que a un “mercado
global”. Porque sus movimientos “no
siguen una lógica de mercado. El
mercado sube y baja, es manipulado y
transformado por una combinación de
maniobras estratégicas realizadas
por ordenador, sicología de masas de
fuentes multiculturales y
turbulencias inesperadas, causadas
por cada vez mayor complejidad en la
interacción de los flujos de capital
a escala global”. Los economistas
fabrican modelos para controlar este
casino y no lo logran porque “los
magos de las finanzas” juegan de
nuevo en las computadoras con esos
modelos “para obtener nuevas
ventajas competitivas de este
conocimiento innovando sobre los
modelos de inversión ya conocidos”.
PRODUCCIÓN HORIZONTAL EN RED
FRENTE A PRODUCCIÓN VERTICAL EN
SERIE
El
cambio fundamental en la
organización ha consistido en “el
paso de las burocracias verticales a
la gran empresa horizontal”. La
tecnología de la información ha
contribuido a este paso. Pero no ha
sido el único factor. El otro
factor, igualmente importante, ha
sido la invención de una nueva
lógica organizacional. Las
burocracias son aquellas
organizaciones “para las cuales la
reproducción de su sistema de
recursos se convierte en su
principal fin”. Las empresas son
aquellas organizaciones “en las que
los fines y su cambio moldean una y
otra vez la estructura de los
recursos”.
Lo nuevo surge de “un proceso
fundamental: el proceso de
desintegración del modelo
organizativo de las burocracias
racionales verticales,
característico de las grandes
empresas en las condiciones de una
producción en serie estandarizada y
mercados oligopólicos”. “La
integración vertical de los
departamentos dentro de la misma
estructura empresarial” es
sustituida por “la desintegración
vertical de la producción en una red
de firmas”. Así se origina un nuevo
paradigma organizativo, cuyos
elementos son: redes empresariales,
herramientas tecnológicas nuevas, un
ambiente de competencia global y el
Estado, que puede ser desarrollista,
agente de incorporación, coordinador
o mensajero orientado a una misión.
De la cooperación de estos elementos
surge la empresa red. La empresa red
está conformada por unidades que son
propias de ella y por otras que son
autónomas respecto de ella y pueden
ser parte de otras redes. Por eso,
su capacidad de conexión -para
facilitar la comunicación sin
interferencias entre sus
componentes- y su consistencia -el
grado en que se comparten intereses
entre los fines de la red y sus
componentes-, son absolutamente
clave. Generar conocimiento,
procesar información, adaptarse a
una geometría variable de la
economía global, responder
flexiblemente con el cambio de
medios al cambio de fines, e
innovar, son las características de
su éxito. Todo ello da origen a una
cultura, a un “espíritu” del
capitalismo informacional, centrado
“en lo efímero, una cultura de cada
decisión estratégica, un mosaico de
experiencias e intereses, más que
una carta de derechos y
obligaciones. Es una cultura
multifacética y virtual”, la cultura
de “la destrucción creativa”.
¿QUÉ QUEDA DE LAS CLASES
SOCIALES?
Castells estudia también las
consecuencias de este nuevo y más
endurecido capitalismo para la
estructura de las clases sociales.
Según la teoría de la
estratificación, propone
acertadamente Castells que “el nuevo
sistema se caracteriza por una
tendencia a aumentar la desigualdad
y la polarización sociales”, por la
diferenciación entre tipos de
trabajadores, la individualización
del trabajo y la desaparición
gradual del Estado de bienestar.
Pero esta tendencia puede
contrarrestarse con políticas
públicas y con movimientos sociales.
A partir de la exclusión social,
insiste en que “la pérdida de una
relación estable con el empleo y el
débil poder de negociación de muchos
trabajadores conduce a más crisis
importantes en la vida de sus
familias”, y en que la falta de
educación para mantener “la
actualización constante de su
cualificación” vuelve a muchos
trabajadores “candidatos a la
expulsión” de una clase media
menguante. Aquí encontramos algunas
fuentes importantes de la actual
inseguridad ciudadana en
Centroamérica.
Finalmente, desde la perspectiva
marxista de quiénes son los
productores y quién se apropia del
producto de su trabajo, Castells
afirma que “los nuevos productores
del capitalismo informacional son
los generadores del conocimiento y
los procesadores de información, que
forman un ‘trabajador colectivo’,
con poca solidaridad con los
trabajadores genéricos desechables”.
Y añade que “apenas cabe considerar
que exista una contradicción de
clase entre estas redes de
productores extremadamente
individualizados y el capitalista
colectivo de las redes financieras”.
Castells concluye que “las
divisiones sociales fundamentales de
la era de la información son la
fragmentación interna” de los
trabajadores entre “productores
informacionales y trabajadores
genéricos”; la división entre
trabajadores o territorios incluidos
y excluidos del trabajo; y “la
separación entre la lógica del
mercado de los flujos de capital
global y la experiencia humana de
las vidas de los trabajadores”.
CULTURA ES PODER, PODER ES
CAPITAL: NUEVAS RELACIONES DE PODER
Castells brinda también resultados
de las nuevas relaciones de poder.
Piensa que “la principal
transformación concierne a la crisis
del Estado-nación como entidad
soberana y a la crisis relacionada
de la democracia política”. La
dificultad de cumplir con las
promesas del Estado de bienestar o
de siquiera empezar a desarrollarlo
compromete la legitimidad del mismo
Estado y “el desdibujamiento de la
soberanía conduce a la incertidumbre
en el proceso de delegación de la
voluntad del pueblo”. Esto puede
provenir de “la globalización del
capital, de la multilateralización
de las instituciones de poder y de
la descentralización de la
autoridad”, y también de la
multilateralización de las
instituciones de justicia, como lo
estamos viendo en los tribunales
para Yugoslavia y Ruanda, en el caso
Pinochet, y en la negativa de los
Estados Unidos de aceptar la
autoridad del Tribunal Penal
Internacional. Puede también ir
conduciendo al Estado red, como se
muestra en la Unión Europea.
A través de la política
informacional -propone Castells-
“los juegos estratégicos, la
representación personalizada y el
liderazgo individualizado sustituyen
a los agrupamientos de clase, la
movilización ideológica y el control
partidista, que caracterizaron a la
política de la era industrial”. Y
afirma que cuando prevalece la
política-espectáculo y la
negociación en cuartos oscuros, “los
ciudadanos de todo el mundo
reaccionan a la defensiva y votan
para evitar ser perjudicados por el
Estado, en lugar de confiarle su
voluntad”.
El poder empieza a transitar hacia
“códigos culturales” y toma el
rostro de la reacción contra la
amenaza de la raza oprimida -como en
la consulta popular para las
reformas constitucionales en
Guatemala 98- o contra los
emigrantes -como en Francia 2002-.
Castells afirma que en la era de la
información “las batallas culturales
son las batallas del poder” y añade
que se libran en los medios de
comunicación, pero sin que estos
ostenten el poder, sino que “el
poder, como capacidad de imponer la
conducta, radica en las redes de
información y manipulación de
símbolos, que relacionan a los
actores sociales, las instituciones
y los movimientos culturales a
través de iconos, portavoces y
amplificadores intelectuales”.
Frente a la rápida rotación de los
gestores del poder en los gobiernos,
Castells propone que “ya no existen
élites de poder estables”, sino
“élites desde el poder” que
aprovechan sus breves mandatos para
acceder más establemente al capital
y a las conexiones sociales, lo que
evoca la situación de partidos y
presidentes en Centroamérica. Y
concluye: “La cultura como fuente de
poder y el poder como fuente de
capital constituyen la nueva
jerarquía social de la era de la
información”.
EL FIN DEL PATRIARCADO: NUEVAS
RELACIONES DE EXPERIENCIA
También son importantes los
resultados que Castells entrega en
el campo de la transformación de las
relaciones de experiencia, donde
todo gira alrededor de la crisis del
patriarcado. Castells propone que
“el futuro de la familia es
incierto, pero el futuro del
patriarcado no: sólo puede
sobrevivir bajo la protección de
estados autoritarios y
fundamentalismos religiosos”.
Observa que “las redes de personas
-sobre todo en el caso de las
mujeres- sustituyen cada vez más a
la familia nuclear como forma
primaria de apoyo emocional y
material”. Aunque reconoce que su
punto de referencia en la
investigación de estas relaciones
está más en Estados Unidos y en
Europa Occidental, cree que “puede
demostrarse que las luchas de las
mujeres, sean o no declaradamente
feministas, se están extendiendo por
todo el mundo, socavando el
patriarcado en la familia, en la
economía y en las instituciones de
la sociedad”.
Piensa que “la reconstrucción de la
familia bajo formas igualitarias es
la base necesaria para reconstruir
la sociedad de abajo a arriba” y
encuentra señales de esta
reconstrucción en el hecho de que
“millones de hombres están
dispuestos a renunciar a sus
privilegios y a trabajar junto a las
mujeres para encontrar nuevas formas
de amar, compartir la vida y tener
hijos”. “Como los sistemas de
personalidad” dependen de la familia
y de la sexualidad, cree que están
también “en cambio profundo” y
caracteriza ese proceso como “la
formación de personalidades
flexibles, capaces de llevar a cabo
constantemente la reconstrucción del
yo, en lugar de definirlo” por la
adaptación a roles sociales.
Castells observa que, si bien “el
movimiento gay y el de lesbianas
tienen por delante un horizonte
tormentoso y el sida no será el
único rostro espantoso del ataque
antisexual, el poder de la identidad
parece tornarse mágico cuando es
tocado por la fuerza del amor”. Y al
final de su investigación propone
que “la transformación más
fundamental de las relaciones de
experiencia en la era de la
información es su transición a un
modelo de relación social
construido, primordialmente, por la
experiencia real de la relación. Hoy
día, las personas producen formas de
sociabilidad, en lugar de seguir
modelos de conducta”.
NUEVAS RELACIONES ESPACIALES,
TEMPORALES Y CULTURALES
Todos
estos cambios convergen hacia la
transformación del espacio y el
tiempo como construcciones sociales.
Así, “el espacio de los flujos de la
era de la información domina al
espacio de los lugares de las
culturas de los pueblos, mientras
que la experiencia fragmentada
permanece confinada a los lugares”.
Por otro lado, “la tecnología
comprime el tiempo en unos pocos
instantes aleatorios, con lo cual la
sociedad pierde el sentido de la
secuencia y la historia se
deshistoriza”. Todo ello nos hace
desembocar en la cultura de la
virtualidad real. Escribe Castells:
“A lo largo de la historia las
culturas han sido generadas por
gentes que compartían espacio y
tiempo en las condiciones
determinadas por las relaciones de
producción, poder y experiencia, y
modificadas por sus proyectos,
luchaban entre sí para imponer a la
sociedad sus valores y objetivos. En
el paradigma informacional ha
surgido una nueva cultura de la
sustitución de los lugares por el
espacio de los flujos y la
aniquilación del tiempo por el
tiempo atemporal”.
LOS NUEVOS DESAFÍOS SOCIALES A LA
DOMINACIÓN
Castells propone que, provenientes
de sus propias contradicciones y
conflictos, “los desafíos sociales a
los modos de dominación en la
sociedad red suelen plasmarse en la
construcción de identidades
autónomas”. Pero añade que “en la
era de la información, la lógica
prevaleciente de las redes globales
dominantes es tan omnipresente y
penetrante que el único modo de
salir de su dominio parece ser
situarse fuera de esas redes y
reconstruir el sentido atendiendo a
un sistema de valores y creencias
completamente diferente”. Así lo
hacen “las comunas de la identidad
de resistencia”: los
fundamentalismos religiosos, los
nacionalismos, localismos,
separatismos étnicos y las comunas
culturales, que “rompen con la
sociedad y reconstruyen sus
instituciones no de abajo a arriba
sino desde dentro hacia fuera”,
insistiendo en lo que son frente a
lo que son los otros, en lo que son
más que en lo que hacen, en el
sentido de su identidad más que en
la función del rol que desempeñan.
Lo interesante es que también los
movimientos proactivos, como el
ecologismo o el feminismo,
“comienzan desde el rechazo de los
principios básicos sobre los que se
construyen nuestras sociedades:
patriarcado, productivismo”. De modo
que si la sociedad los aceptara,
realmente “sería una revolución”.
Según Castells, “la fortaleza de los
movimientos sociales basados en la
identidad es su autonomía frente a
las instituciones del Estado, la
lógica del capital y la seducción de
la tecnología”, a la cual, por
supuesto, utilizan como una
herramienta. Pero también “el
problema fundamental de los procesos
de cambio social que son
fundamentalmente externos a las
instituciones y los valores de la
sociedad tal como es, es que pueden
fragmentarla en lugar de
reconstruirla”. Entonces, entre el
“atrincheramiento de las élites
globales dominantes en palacios
inmateriales compuestos por redes de
comunicación y flujos de
información” y el confinamiento de
“la experiencia de las personas en
múltiples lugares segregados”, sin
palacios materiales que conquistar,
podría suceder que “las explosiones
de revuelta implosionen
transformándose en violencia
cotidiana sin sentido”.
“NO HAY UN SENTIDO DE LA HISTORIA
MÁS ALLÁ DE LA HISTORIA QUE
SENTIMOS”
Al
afirmar Castells que “no hay un
sentido de la historia más allá de
la historia que sentimos”, tiene
algo más que decir sobre el derrumbe
de la Unión Soviética. Quiero
recogerlo por lo que puede tener de
controversial o escandaloso para los
así llamados izquierdistas de
cualquier confesión, entre los que
me encuentro. La erosión de la
solidaridad, de los valores y del
sentido de la vida en el pueblo
soviético provino, a juicio de
Castells, de la corrupción de
quienes las proclamaban como
ideología y a quienes durante mucho
tiempo el pueblo creyó. Algo así
como lo más duro que he oído sobre
algunos revolucionarios
centroamericanos, quienes con su
corrupción mataron la esperanza de
la gente.
Pero “la lección política más
importante del experimento comunista
-dice Castells- es la distancia
fundamental que debe mantenerse
entre los programas teóricos y el
desarrollo histórico de los
proyectos políticos. Todas las
utopías conducen al terror si se
intenta seriamente ponerlas en
práctica. Son útiles para comprender
y guiar la acción colectiva como
herramientas. Nunca como esquemas
para ser reproducidos en el mundo
imperfecto y maravilloso de la vida
humana. Porque tales intentos en el
peor de los casos se convierten en
fuentes del fundamentalismo político
que acaba llevando a la dictadura y
al Terror. Los sueños y proyectos
son el material del que está hecho
el cambio social, pero el paraíso
artificial de la política inspirada
por la teoría debe ser enterrado
para siempre con el Estado
soviético. Porque la lección más
importante del derrumbamiento del
comunismo es que no hay un sentido
de la historia más allá de la
historia que sentimos”. Es decir, no
se construye nueva sociedad y
humanidad nueva hipotecando el
presente, degradando “los valores
humanos, base de los esfuerzos
cotidianos” y sacrificando víctimas
en el altar del futuro, sea para
suprimir o para enaltecer su
memoria.
LA LARGA MARCHA PARA IR DANDO
SENTIDO A LA HISTORIA
Castells concluye que para que los
movimientos sociales lleguen a
reconstruir “las instituciones de la
sociedad, poniendo la tecnología al
servicio de las necesidades y deseos
de las personas”, se necesita “una
larga marcha desde las comunas
construidas en torno a la identidad
de resistencia hasta las alturas de
las nuevas identidades proyecto que
brotan de los valores alimentados en
esas comunas”. Y pone ejemplos de
hitos en esa marcha: “nuevas
familias igualitarias; aceptación
del desarrollo sostenible;
solidaridad intergeneracional en el
crecimiento económico; y
movilización universal en defensa de
los derechos humanos”. Todo ello
como procesos de lenta y firme
construcción.
Desde la Iglesia Católica, por
ejemplo, se ha llegado a proponer
que esta larga marcha puede irse
haciendo también a través de
comunidades de radical seguimiento
de Jesús de Nazaret, no
necesariamente de personas en
consagración religiosa sino
sencillamente de personas
cristianas. Creo que Castells
tendría interés en observar y
analizar en la sociedad este tipo de
nuevas comunidades.
Castells finaliza su obra con una
brevísima mirada futurista al siglo
XXI de la que sólo entresacamos aquí
esta afirmación: “Los
fundamentalismos de diversos títulos
y de fuentes diferentes
representarán el desafío más osado e
intransigente al dominio unilateral
del capitalismo informacional
global. Su acceso a las armas de
exterminio masivo proyecta una
sombra gigantesca sobre las
perspectivas optimistas de la era de
la información”, tanto más porque
“un pequeño grupo decidido, bien
financiado y bien informado, puede
devastar ciudades enteras o golpear
los centros nerviosos de nuestra
vida” y porque “la infraestructura
de nuestra vida cotidiana, de la
energía a la canalización del agua,
se ha vuelto tan compleja y está tan
entrelazada que su vulnerabilidad ha
aumentado de forma exponencial”.
Palabras publicadas tres años antes
del 11 de Septiembre.
PREGUNTAS AL CERRAR LA OBRA DE
CASTELLS
Es
importante conocer que la obra de
Castells ha tenido fuertes críticas,
si bien no son las más numerosas. La
pregunta básica entre nosotros es si
nos ayuda o nos estorba para
analizar y comprender lo que pasa en
Centroamérica al comienzo de este
milenio. Es importante también
preguntarnos si el hilo conductor de
esta obra -la tecnología de la
información- omnipresente como
factor fundamental de explicación de
la novedad, tanto del desarrollo
informacional del capitalismo como
de los movimientos sociales que lo
desafían desde las identidades, es
una explicación satisfactoria. Si la
enorme cantidad de fenómenos y
acontecimientos de nuestro mundo
puede ser apresada al nivel de una
“gran teoría” del cambio social.
Castells respondería que no le
interesa la teoría más que como
herramienta para la observación y la
investigación de la sociedad y que
en su obra es más importante
acercarse a la inmensa variedad y a
la multiculturalidad del mundo real
que tener éxito en su interpretación
global.
Algunas personas que revisan la obra
de Castells consideran que su obra
no contiene una teoría acabada de la
sociedad actual, sino que constituye
un ensayo que pasa revista al
estado-del-mundo-en-la-cumbre-del-cambio,
más que una exégesis teórica (Paul
Knox). O que es un intento teórico
apenas hilvanado y no rigurosamente
argumentado, al que le falta
desenlace, constituyendo más bien
una explicación con final abierto,
más cercana a Giddens que a Marx
(Ann Forsyth).
Para Peter Abell y Diane Reyniers,
Castells fracasa al hacer teoría
social; su lenguaje es muy poco
claro; no tiene rigor en su
investigación y, por ejemplo, asume
que donde hay interconexión hay ya
interdependencia; está lleno de
metáforas, que bordean en lo poético
y carecen de valor científico (“el
espacio de los flujos”, “el tiempo
atemporal”, “la aniquilación del
tiempo”, “la cultura de la
virtualidad real”, “la marejada de
las identidades”, “la madre de todas
las acumulaciones”, “el casino
global”...); es selectivo a su favor
con la bibliografía que cita; y
desconoce la teoría de las redes.
Otra pregunta importante es cuánto
de nuevo realmente hay en la nueva
economía y en la nueva sociedad a la
que Castells nos introduce. Si se
trata de un nuevo capitalismo o si
se trata de la continuidad del
capitalismo, de la transformación
del capitalismo en un capitalismo
que, según Marx en el Manifiesto
Comunista, llevaba ya la marca de la
revolución constante de la
producción, de la perturbación
ininterrumpida de todas las
relaciones sociales, de la eterna
incertidumbre y agitación que
distingue a la época burguesa de
todos los aires anteriores. Todas
las opiniones nuevas se vuelven
anticuadas antes de que puedan
cristalizar. Todo lo sólido se funde
en el aire, todo lo santo es
profanado. ¿Se trata de un nuevo
modo de desarrollo del capitalismo o
de una segunda línea divisoria
dentro del mismo modo de desarrollo
industrial? ¿Se da de veras un
cambio de paradigma tecnológico con
la tecnología de la información?
Castells respondería que, sea nuevo
o no el mundo que ha analizado, lo
que importa es si su análisis
muestra “capacidad o incapacidad
para identificar y explicar los
fenómenos que observamos y
experimentamos”.
¿Y LAS ECOLOGÍAS Y LAS ETNIAS?
Y en
relación a la ecología, ¿es sólo un
movimiento social o es algo más?
¿Basta tratar todo lo referente a la
ecología como un movimiento social
nacido de una identidad proactiva?
¿O habría sido necesario analizar a
fondo las manifestaciones económicas
y políticas de las economías
desperdiciadoras e intensivas en
recursos? El finlandés Willenius
opina que es ésta la deficiencia
mayor en la obra de Castells.
Y sobre la etnicidad, ¿es fuente de
identidad o es apoyo a otras
identidades? Castells sostiene que,
“aunque la raza tiene importancia,
probablemente más que nunca como
fuente de opresión y discriminación,
la etnicidad se está fragmentando
como fuente de sentido e identidad,
no para fundirse con otras
identidades, sino bajo principios
más amplios de autodefinición
cultural, como la religión, la
nación o el género”. O explica que
“la etnicidad, aunque es un
ingrediente esencial tanto de la
opresión como de la liberación,
parece que suele formularse en apoyo
de otras identidades comunales
-religiosa, nacional, territorial-,
más que inducir a la resistencia o a
nuevos proyectos por sí misma”
CASTELLS ANTE LA CRISIS ACTUAL:
LA GEOPOLÍTICA DE LA IDENTIDAD
Manuel
Castells ha tratado de comprender
después de cerrar su Era de la
Información, lo que significó en el
mundo el 11 de Septiembre,
analizándolo dentro de los
parámetros de su investigación. Bajo
el título La Geopolítica de la
Identidad, su pensamiento apareció
en siete artículos en el diario
catalán La Vanguardia (26 enero-1
febrero 2003).
Castells estudia a Al Qaeda y a los
sistemas que se organizan en su
constelación como un movimiento
social, “una acción colectiva
intencional cuyo objetivo consiste
en cambiar los valores dominantes y
las instituciones de la sociedad, en
nombre de los valores e intereses
que dan sentido a sus vidas desde la
perspectiva de los actores del
movimiento”. En su obra, Castells
afirmaba que el impacto de estas
acciones transforma los valores y
las instituciones de la sociedad,
tanto en caso de victoria como de
derrota. Esto significa que el mundo
ya no será el mismo después de Al
Qaeda y el 11 de Septiembre que
antes de ellos.
Castells afirma que Al Qaeda es un
movimiento social basado en el
fundamentalismo islámico, pero
explícitamente global en su
organización, su base de apoyo, su
estrategia, sus tácticas y sobre
todo en la definición de su
adversario, los Estados Unidos y sus
aliados, como centro del poder de
Occidente y del orden capitalista
mundial y como ocupantes de los
lugares sagrados del Islam:
Jerusalén y la península arábiga
donde están La Meca y Medina, así
como de cualquier otra tierra
islámica oprimida. Se trata, además,
de un movimiento social “muy
especial”, porque funciona sin apoyo
significativo de ningún Estado y se
atreve a atacar a Estados Unidos en
cualquier lugar del planeta,
incluido en su propio territorio.
Ya sabemos que para Castells los
movimientos sociales son portadores
y cauces de las identidades, de “las
fuentes de sentido y experiencia
para la gente”. En el caso de Al
Qaeda, este movimiento social da
cauce a una identidad de
resistencia, más en concreto a una
“identidad religiosa
territorializada”. Lo que da sentido
a los miembros de Al Qaeda y los
conduce hasta un ardiente deseo de
martirio por su causa, es “la
creación de la ‘umma’ o comunidad
mundial de creyentes”, gobernada por
la “sharia” o código musulmán. En
esto no se distinguen de otros
fundamentalismos islámicos.
LA DEFENSA DE LOS LUGARES
SAGRADOS, DEL TERRITORIO DE DIOS
El
régimen talibán fue considerado por
Osama Bin Laden como el que más se
acercó a los ideales islámicos. Bin
Laden (yemenita asentado en Arabia
Saudita) y su compañero fundador
Al-Zawahiri (egipcio) pertenecen a
una versión del Islam llamada
“salafismo”, que “hace hincapié en
el carácter multiétnico y
multinacional del Islam”. Pero lo
más importante en esta identidad es
“la defensa de los lugares sagrados,
La Meca, Medina y Jerusalén,
ocupados por cristianos y judíos”.
Desde la Guerra del Golfo, la
monarquía saudí ha permitido a
Estados Unidos establecer bases
militares en Arabia Saudita. “Es la
profanación de los lugares sagrados
lo que justifica la ‘yihad’, como en
la época de la movilización de los
musulmanes contra los cruzados”,
explica Castells.
Esta particularidad es la que da a
la identidad religiosa de
resistencia su carácter de
territorialidad. No se defiende un
territorio nacional, sino “la
inviolabilidad de los lugares
sagrados y de la tierra musulmana,
cualquier tierra donde vivan los
musulmanes. Es el territorio como
expresión de la ‘umma’, de la
comunidad de creyentes. Es el
dominio de Dios, no el espacio del
Estado”. En una teología
materialmente muy vinculada con los
lugares venerados, las plegarias de
los musulmanes de todo el mundo no
pueden llegar a Dios si los lugares
santos, los lugares de Dios, están
siendo profanados. De ahí, la
determinación de liberarlos.
La experiencia de la lucha y de la
victoria contra una gran potencia
mundial, la Unión Soviética, en
Afganistán, es la raíz del
convencimiento de Al Qaeda de que
también podrán vencer al “poder
cruzado sionista, representado por
los Estado Unidos y su estado
subrogado, Israel”. Los otros
regímenes que oprimen a musulmanes
-Filipinas, Rusia, Indonesia, India,
Bosnia, China, etc.- también serán
atacados, pero no son el eje
dominante del adversario. Castells
piensa que la misma lucha contra
estos poderes se ha convertido en
objetivo estratégico del movimiento
y ha desplazado a los mismos valores
sobre los que se construyó: “la
lucha en nombre del islam”
(significado literal de la palabra
‘yihad’) se transformó en el uso del
islam en nombre de la lucha”.
LA GENIALIDAD DE BIN LADEN Y LA
ESPIRAL INFINITA DE VIOLENCIA
La
genialidad de Bin Laden y sus
compañeros dirigentes de Al Qaeda ha
sido construir su movimiento en
forma de red global. Recordemos que,
según Castells, “los nuevos
movimientos sociales son los sujetos
potenciales de la era de la
información” y actúan a través de
“personalidades simbólicas que dan
un rostro (o una máscara) a una
sublevación simbólica” y hablan en
su nombre, o a través de “redes”
interconectadas y descentralizadas,
“productoras y distribuidoras reales
de códigos culturales”. Bin Laden ha
sido una de esas “personalidades
simbólicas”, esta vez con rostro, en
contraposición con el mexicano
Subcomandante Marcos, que usa una
máscara. Al Qaeda tiene un liderazgo
inspirador, que proporciona además
entrenamiento y adoctrinamiento,
pero “no posee una estructura de
control y mando”.
“La esencia de su estrategia en la
situación de postguerra afgana
(después de la expulsión de los
soviéticos) es un doble carácter de
luchas locales y redes globales”.
Los Estados nacionales, incluido el
más poderoso de todos, los Estados
Unidos, tienen una tarea muy difícil
en su lucha contra esta red global.
Pueden golpear algunos nodos de la
red -bombardear bases de operaciones
y cuarteles, como hicieron en
Afganistán- e incluso suprimirlos
-como hicieron con el régimen
talibán- pero no pueden golpear la
red: “no pueden bombardear Hamburgo,
donde se tramaron todos los
atentados del 11-S”.
LAS CLAVES DEL MUNDO ISLÁMICO Y
LAS HUMILLACIONES CONTRA LOS ÁRABES
Para
Castells, “la lucha de las redes
globales móviles contra el estado
sometido a la nación es un conflicto
asimétrico: las redes gozan de una
ventaja decisiva. Los Estados
intentan construir redes estatales
globales. Sin embargo, estas redes
aumentan su capacidad punitiva
(pueden bombardear más sitios), pero
no su efectividad; los nodos
proliferan en muchos puntos
distintos, se entremezclan con la
población y atacan cuando y donde
parecen encajar en una espiral
infinita de violencia”.
Los nodos de las redes son, a escala
global, lo que eran para los
movimientos revolucionarios de
siempre sus células
compartimentadas. En realidad, la
congelación de fondos de
instituciones financieras,
económicas o asistenciales cuyo
verdadero propósito es financiar las
operaciones de Al Qaeda, es un golpe
más certero a la red que cualquier
tipo de bombardeo local o de
encarcelamiento de líderes. Y
constituye, cuando se hace
transnacionalmente, un paso hacia el
Estado red.
La flexibilidad organizativa de Al
Qaeda se despliega en dos tácticas
básicas: los golpes terroristas y el
uso de los medios de comunicación
para llegar a la transformación de
las conciencias, sobre todo las de
los mismos musulmanes, que “son el
objetivo real de Al Qaeda”. En
cambio, “la red terrorista apunta al
corazón, no a la mente de los
occidentales. No quieren que lo
entiendan sino que les teman”. Por
eso “actúan siguiendo la antigua
tradición anarquista de la acción
ejemplar”. Para Castells, “esto es
exactamente lo que Hamas o la Yihad
Islámica están haciendo en Israel, o
lo que Al Qaeda está haciendo en el
mundo”. Y su expectativa es
precisamente que la respuesta de los
adversarios, y especialmente la de
Estados Unidos, sea tan irracional
como son las respuestas arrancadas
por el temor.
Piensa Castells que “la política de
Estados Unidos hacia Irak, un mero
espectador de este conflicto, parece
demostrar que la estrategia
funciona”. Y funciona tanto más
cuanto que al temor del gobierno
estadounidense va unido el desprecio
por esos pueblos orientales
-estereotipados sobre todo en el
estatus de sus mujeres- y esos
“gobernantes salvajes” -como oímos
hace unos días decir a Rumsfeld-,
que es precisamente la humillación
que los pueblos árabes han sentido
durante siglos y que los
colonialismos de los últimos dos
siglos acrecentaron. Esta
humillación -piensa Castells- está
en la raíz de la brutal respuesta
terrorista a acciones occidentales
sentidas como enormemente injustas.
Más aún cuando los que reaccionan
son gente de antiguas
civilizaciones, con medios
económicos suficientes para haberse
apropiado de la modernidad y de su
tecnología, pero que, sin embargo,
han mantenido un sentimiento de
alienación frente a los valores
occidentales.
IRAK: UN MERO ESPECTADOR
Que
Irak haya sido “un mero espectador
de este conflicto” lo fundamenta
Castells en el hecho de que la
identidad religiosa de Al Qaeda no
experimentaba ninguna simpatía por
un régimen secular y laico como es
el de Saddam Hussein, así como
sospecha también fuertemente de la
causa palestina, y especialmente de
su líder Arafat, considerando su
causa más nacionalista que
globalmente religiosa.
Para Castells, la determinación de
Estados Unidos de atacar a Irak
reposó en la incomprensión de la
calidad de red global de Al Qaeda.
“Desarmar a Irak, aun a riesgo de
provocar una guerra costosa si es
necesario es un propósito que sigue
arraigado en la convicción de que el
único peligro real podría provenir
del terrorismo apoyado por un
Estado”. Por eso, en noviembre de
2001 Estados Unidos atacó
Afganistán. Atacaron para suprimir
el gobierno de un Estado por un
régimen, el talibán, protector de Al
Qaeda. Pero su ataque, aun
causándole un golpe fortísimo, no
acabó con la “capacidad operativa”
de la red global. Piensa Castells,
además, que nunca se demostró “el
vínculo con Irak” de Al Qaeda.
Estaríamos más bien en la hipótesis
de una guerra contra Irak motivada
por la ideología de prevenir el
golpe posible del enemigo, y por los
intereses concretos de la industria
del petróleo y de los armamentos,
así como por el orgullo imperial mal
encaminado de un equipo gobernante
ultrarreaccionario.
¿REDES ENTRE POBREZAS Y
RESISTENCIA RELIGIOSA?
En el
mundo islámico es posible que nunca
hubiera mucha simpatía por Saddam
Hussein, cuya falta de escrúpulos
con la vida de su pueblo ha sido
notoria. La imprevisibilidad de la
situación creada con la guerra
contra Irak descansa en cómo
reaccionarán las redes globales del
islamismo mundial frente a la
prepotencia tan extremada de la
“coalición” liderada por los Estados
Unidos y frente a las víctimas
civiles del conflicto, gran parte de
ellas buenos musulmanes. También es
imprevisible si tras la guerra se
podrá reconstruir el mecanismo de
diálogo supranacional de las
Naciones Unidas.
Para Castells, lo que verdaderamente
podría cambiar el curso de la
historia sería el establecimiento de
vínculos entre la pobreza y la
resistencia religiosa. Si se
“estableciera un vínculo entre la
revuelta contra la irrelevancia
socioeconómica y la resistencia de
identidad contra la dominación
cultural occidental”, se
contrapondrían “las redes globales
de fe y terror a las redes globales
de riqueza y tecnología”. En esas
eventuales redes globales de fe y
terror los pueblos árabes se habrían
ya apropiado de gran parte del
legado tecnológico de la Era de la
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