¿Ensayo
general?
Por
José Enrique Velázquez
Los
trágicos episodios del miércoles 26, con su irreparable
secuela de dos jóvenes muertos, varios heridos y una angustiosa
sensación dramática, no parecen haber sido sólo
la mera consecuencia de un rapto de locura violenta de algunos activistas
disfrazados de piqueteros ni de un simultáneo ataque de demencia
asesina de hombres de la policía bonaerense.
Más bien parecen haber sido el producto de un ensayo general
de acontecimientos más graves aún. Ensayo que tuvo una
dosis de ominoso realismo que puso en estado de alerta máximo
al gobierno y a la sociedad argentina en su conjunto. Incluso da la
impresión de que tuvo un efecto "no querido" sobre
el FMI, que cambió abruptamente su hasta entonces negativa
postura.
La acción de activistas con vocación suicida, sumada
a la actividad criminal de miembros de la "maldita" policía,
le ocasionaron al transitorio gobierno de Eduardo Duhalde el más
duro de los saldos y el que menos deseaba recibir. Aunque sumamente
seria y conflictiva, la situación social en el país
parecía haber entrado en una etapa de mínima contención,
a la que contribuiría fuertemente el plan de los ciento cincuenta
pesos, que reciben o van a recibir, más de un millón
y medio de jefes de familia desocupados. Esa contención parece
haber sido avasallada. Y los indicios dejan entrever que no han sido
producto de la fatalidad, sino que es un modo de ir sembrando la sensación
de caos y anarquía en un país que esta a punto de ebullición.
Los violentos disfrazados de piqueteros y de agentes del orden, hicieron
su parte para que esa posibilidad de hervor se potenciara hasta el
frenesí. El joven Darío Santillán, asesinado-fusilado
luego de haber sido rastreado, era un cabecilla que no se andaba con
miramientos a la hora de dar batalla violenta. El maduro comisario
inspector Alfredo Franchiotti, era un experto oficial veterano de
mil "piquetes". Ambos se conocían desde varios enfrentamientos
(ensayos parciales) y ambos -uno como víctima y seguro mártir
y otro como posible homicida - contribuyeron a añadir abundante
nafta al incendio que amenaza al país.
La víctima y el victimario se asemejan a esos canales de TV,
que a una hora tienen programas progresistas y con fuertes tonalidades
de izquierda, y a la hora siguiente la programación es conducida
por periodistas en las antípodas ideológicas. Pero tanto
unos como otros mantienen una prédica corrosiva, como si un
maquiavélico hilo conductor determinara sus libretos que, finalmente,
coinciden en la búsqueda del caos, de la caída del gobierno,
de la necesidad -explícita o implícitamente-- de que
"vuelva el orden y el ejercicio de la autoridad en el país".
A esa nefasta combinación se suman los Zamora o las Carrió
de turno (utilizaron la tragedia para "robar cámara"
permanentemente), que sólo contribuyen a que la disgregación
y la impaciencia popular se sigan potenciando. El desconcierto nos
ha ganado. Y hay quienes advierten que con ello ganan, como gana el
pescador en el río revuelto.
Es posible que un gran beneficiado sea Carlos Menem. El ex Presidente,
hasta hace poco un verdadero paria de la política, hoy es presentado
como "el candidato". En esta desmesura argentina, donde
se especula con la falta de memoria, Menem se presenta como el máximo
representante de "la nueva política". Como lo hacen
Carrió o Zamora. O el inefable Rodríguez Saa.
Si esta escalada oportunista continúa, no sería extraño
que aparezcan en la oferta electoral De la Rúa y Cavallo, como
si no tuvieran nada que ver con lo que nos está ocurriendo.
Si lo hace López Murphy, que no dejó ni por un minuto
ser ministro del gobierno de la Alianza, hasta que presentó
su receta recesiva firmando su propia acta de defunción. Pero
que se presenta inmutable como si hubiera nacido ayer a la política,
sin participación alguna en el desastre aliancista.
Para colmo, el candidato del Justicialismo que parecía tener
las mayores posibilidades, Carlos Reutemann, ha mantenido su habitual
conducta ambigua que no transmite certidumbre en cuanto a su postulación.
Conducta que parece haber traspuesto los límites de la tolerancia
que el pueblo suele fijar. Con lo que está dejando libre un
espacio; y cuando se deja un espacio, siempre hay alguien que lo ocupa.
La escalada del dólar, con el Banco de Boston (léase
Manuel Sacerdote) comprando en un día 22 millones de dólares,
entendió las sugerencias-órdenes del "talibán"
Singh que propone la no intervención del Banco Central. Eso
y la suba imparable son sinónimos. Pero además se complementan,
como el hilo y la aguja, con la violencia callejera de los Franchiotti
y los Santillán, la no menos violenta prédica verbal
y escrita de algunos seudo periodistas, y la violencia disfrazada
de buenas palabras de algunos políticos que medran en la crisis,
como los buitres, que revolotean sobre las víctimas, para hacer
estragos en su osamenta.
La rapidez de reflejos del gobernador Solá trajo un poco de
calma a un clima que crecía en efervescencia. La inmediata
puesta en disponibilidad de los policías incriminados por las
insobornables fotografías periodísticas y la designación
de Juan Pablo Cafiero como ministro de Seguridad, configuran un claro
mensaje de diálogo y no confrontación violenta para
con los piqueteros.
Alivió también en algo, el diálogo abierto por
el FMI al ministro Lavagna, que admite un mejor posicionamiento en
la negociación. Incluso parece haber aceptado el pedido del
argentino de conformar una suerte de comisión de notables para
monitorear el menado "programa sustentable". La nueva actitud
del Fondo no parece haber sido producto de su propia convicción,
sino que ha tenido decisiva incidencia la opinión de altos
funcionarios del G-7 y ha sido fundamental la intervención
del Secretario del Tesoro de los Estados Unidos que recibió
de Lavagna la seguridad de que Argentina no pedía "dinero
fresco" (¿recién se enteró O'Neill?), sino
sólo la refinanciación de los vencimientos más
próximos. Y no ha sido un dato menor, tampoco, las dramáticas
fotografías de los enfrentamientos y las víctimas, que
circularon inmediatamente por todo el mundo.
El devenir de los hechos irá dando las respuestas. Hoy algunos
tienen la sensación de que lo ocurrido fue sólo un ensayo
general imperfecto. O perfecto, vaya uno a saber. Ha quedado un ambiente
tenso, deletéreo, presagio de peores momentos. Estará
en la inteligencia y firmeza de los gobernantes, impedir que ello
se concrete.(AIBA)