Participación
popular, para ahuyentar la violencia
Por
Aladino Benassi (*)
Los
trágicos incidentes ocurridos el 26 de junio pasado nos llenan
de tristeza y preocupación. Nuestra institución ha repudiado
la represión sufrida por los piqueteros y el accionar violento,
por considerar que ese tipo de conductas sólo nos degrada como
sociedad.
Sin embargo, tanto las declaraciones del comisario Alberto Franchiotti
(quien tuvo a su cargo el operativo policial en Avellaneda y actualmente
se encuentra procesado) y las emanadas de algunos dirigentes que dicen
representar a los piqueteros, traslucen que, para ambos grupos, el
enfrentamiento y la violencia constituyen la única salida.
En sus declaraciones, Franchiotti dijo que era su responsabilidad
"cuidar los bienes del Estado y la seguridad de los uniformados".
Ésta es una desviación ideológica, porque le
preocupa el Estado y la Policía, en sí mismos, sin tener
en cuenta que ambas instituciones deben tener como objetivo la protección
del bien común.
Rechazamos la desviación del policía en su función,
ya que es un error que cometen a diario muchos funcionarios públicos.
Y recordemos sino al señor Montoya (subsecretario de Ingresos
Públicos Bonaerenses), quien en su afán por defender
el Estado, lo hace propio sin tener en cuenta las funciones para lo
cual éste fue creado.
Peligrosamente vuelve a escucharse la teoría de que la violencia
de arriba, engendra la violencia de abajo. Y ciertamente la violencia
del Estado expresada en la insistencia en un modelo económico
que genera la desocupación, los altos niveles de pobreza y
de indigencia, parece legitimar la violencia de los de abajo.
Los niveles de corrupción en el Estado y la cesión de
las decisiones económicas a manos del FMI, también podrían
justificar la violencia. Es por ello que el pueblo tiene que encontrar
los caminos que permitan remover a aquellos funcionarios corruptos
que no tienen ningún interés en resolver los problemas
del conjunto de la población. En este sentido, la justicia
tiene mucho que decir, pues su permisividad también genera
violencia, conformando en bloque un Estado autista que sólo
se preocupa en defender las prebendas de sus funcionarios.
Sólo un cambio en la política económica de nuestro
país, una ruptura con este modelo y con las recetas ortodoxas
planteadas por los organismos internacionales, nos permitirá
modificar la cuestión de fondo: satisfacer el reclamo que hoy
tienen amplios sectores excluidos y marginados de la sociedad argentina,
eliminando la desesperanza que puede llevarlos a creer y alimentar
a la violencia como única salida a la crisis actual.
Por el camino de la violencia podrán eliminarse físicamente
a los actuales excluidos pero no podrá impedirse que el modelo
agotado genere nuevos marginados.
Los gobernantes tienen la principal responsabilidad a la hora de buscar
transitar por otro camino. Pero también es una tarea que nos
ocupa a "nosotros", los ciudadanos comunes; quienes trabajamos
en las organizaciones intermedias, que somos los que debemos promover
una amplia movilización popular que dé por tierra con
todos los planes de violencia.
No hay otra forma de enfrentar la violencia que no sea la participación
popular y democrática en las acciones de gobierno. Hay que
exigir cambios: en la economía, en las formas corruptas de
ejercer la función pública, en quienes actúan
de manera violenta contra el conjunto de la comunidad e insistimos
que el cambio sólo puede surgir a partir de la cooperación
de toda la sociedad. Repetimos que el cambio solo proviene de la participación
y sobre todo, a través de una mejora en las condiciones de
vida del conjunto de la población.
No nos engañemos, la solución no es establecer cómo
debe actuar la Policía frente a los piqueteros; nuestra mirada
debe estar centrada en cómo satisfacer la demanda de miles
de conciudadanos que utilizan el corte de ruta para sensibilizar a
los gobernantes a fin de aliviar, con dignidad, el hambre de su familia.
(AIBA)
(*) Presidente de la Confederación Económica de la
Provincia de Buenos Aires (Cepba)