Utopías
No
hay encuesta que valga
por
Juan Rey
Eran muchos --lo siguen siendo-- los que condenaban, con argumentos
demoledores, a un capitalismo que se volvió loco, o mejor,
salvaje. Ese que a la hora de derramar las riquezas que hubiesen servido
para que la sociedad se acercara a la equidad, las retuvo en los bolsillos
o las cajas de exclusión, de unos pocos, cada vez menos, siempre
los mismos.
Son muchos, cada vez más, los que, ahora, condenan, con argumentos
de parecido peso, a la Globalización Benefactora. Esa que,
sin embargo, universalizó la injusticia.
Pronto, quizás, sean muchos, también, los que disparen
sobre tanto encuestador que anda suelto, elaborando estudios sobre
lo que les venga en ganas. Usualmente, lo que le conviene a sus intereses
o a los de sus clientes. Porque las encuestas, como casi todo, no
son gratis. Aunque a veces resulten inversiones para eventuales negocios.
Si todo aquí está bajo sospecha. ¿Porqué
habrían de quedar excluidas las encuestas? Que responden, a
veces, a la ideología del autor. O a las necesidades del cliente,
al que, en lo posible, conviene no espantar rápidamente con
malas ondas o, si prefiere, con porcentajes adversos a sus intenciones.
Porque hay encuestas que, como los trajes, se hacen a medida.
En oportunidades, las consultas de los encuestadores inducen al consultado.
Y sirven para descalificar a quien no conviene a los intereses o intenciones
del encuestador o de quien ordenó la encuesta.
De todos, los expertos en la materia van acomodando sus cargas, o
sus porcentajes, para no perder prestigio, y con ellos, clientes.
Pero lo cierto es que alguna influencia deben tener sobre la gente
porque siempre trabajan con los temas que están en la cresta
de la ola. Sobre los cuales cualquiera desea información...Además,
los encuestadores, encaran otro tipo de campañas: las de su
propia promoción a través de los medios. Allí
no venden su producto. Simplemente lo ponen en la vidriera.
Tampoco son infalibles. Ni cosa que se le parezca. Sus fracasos, que
no son pocos, quedan a buen resguardo, en la memoria de los archivos.
Y de la publicidad de sus éxitos se encargan ellos. Igual que
no pocos periodistas que baten el parche de sus aciertos y juegan
con el olvido de los desaciertos. De los que hacen cargo a otros si
alguien los recuerda.
Las encuestas, como la prensa, sirven para inducir a la gente en qué
debe pensar. Aunque no logren, todavía, inducirla a pensar
como quieren que piense. Pero marcan tendencias.
La idea es que lo que no se habla, informa o se encuesta, no existe.
O tiene relativa importancia. Eleazar Díaz Rangel, director
de uno de los diarios de mayor circulación en Venezuela, nos
sitúa, al respecto. Al referirse "al golpe que no fue"
en su país, cuando se mantuvo preso en una isla, La Orchila,
al presidente Chavez. El colega advirtió que "la línea
era transmitir que todo estaba tranquilo en Caracas. Y no era así.
Se trataba de operaciones mediáticas en las también
intervinieron las encuestas intencionadas o fraccionadas que suelen
poner el acento en el objetivo perseguido.
En aquel caso, pretendían acomodar las cosas en claro perjuicio
del mandatario retenido.
Coincidiendo con un experto como Ignacio Ramonet, es natural imaginar
que "si la prensa, la radio y la televisión aseguran que
algo es verdad, es verdad, así sea mentira". El daño,
la traición, la deslealtad, entonces, pueden ser mayúsculos.
En realidad lo son. Igual que las encuestas sobre algunos cientos
de personas elegidas al azar. Pero no siempre. Porque hay encuestas
que, ya se sabe, pueden ser inducidas maliciosamente. O direccionadas.
Una parte del periodismo, hoy, parece obsesionada por las encuestas.
Hasta suelen recurrir a las telefónicas. Que no son precisamente
serias y que, además, pueden manipularse a gusto o falseando
los porcentajes de acuerdo con el objetivo o la intención que
quienes las producen.
El algo parecido a lo de las consultas en los contestadores automáticos
de los programas de radio donde pueden comunicarse Alberto de Caballito,
Margarita de Ciudad Jardín, Marcial de la Ribera, Pascual que
cree y espera o Cielito de Azul jugando a favor o en contra y organizadamente,
de una determinada postura o apuntando críticas o ponderaciones
hacia una determinada persona.
Y no hay que dejar afuera la posibilidad del manipuleo de las llamadas.
Esta sí, la otra no, aquella conviene, ésta no. Para
que gane por poco o por goleada el cliente o anunciador.
De todos modos, existen los que creen que nos pueden gobernar las
encuestas. Y no, las encuestas no son precisamente santa palabra.
A veces sirven. Y mucho. Otras veces no sirven para nada. O sí,
para complicar las cosas. Para seguir confundiéndonos todavía
más.
Por eso hay que tomarlas con pinzas.(AIBA)