Investigaciones
tras los autores del intento de magnicidio
Por
Carlos R. Capdevila
La
denuncia de Adolfo Rodríguez Saá cayó como un
balde de agua fría sobre la cabeza de los atribulados habitantes
de la República Argentina. Tanto el denunciante, como el gobernador
de Santa Cruz, Néstor Kirchner, estarían en la mira
de un grupo de sicarios contratados para asesinarlos.
De inmediato, ante tamaña perspectiva, tomó intervención
la Subsecretaría de Inteligencia Nacional contra Magnicidios
-Sin Mag, dependiente del Ministerio de la Incertidumbre- desde donde
(prima facie) se rechazó de plano la posibilidad criminal,
luego de comprobarse que ni uno ni otro están registrados en
los archivos en el rubro de "magnos".
Obviamente, como la denuncia se hizo pública y tal circunstancia
afecta la credibilidad de los argentinos y, más aún
la paz social, el organismo pasó las actuaciones a la Dirección
Nacional para la Prevención de Delitos contra Dirigentes de
Segunda y Tercera Línea (Dina de 2° y 3°), dependencia
que resolvió tomar el caso por entender que era de su exclusiva
competencia.
Las investigaciones preliminares lograron un rápido avance
ya que en apenas 24 horas quedaron descartados Carlos Menem y Eduardo
Duhalde como presuntos instigadores de los crímenes anticipados,
tal como lo había precisado "el Adolfo" al revelar
la conspiración a medios de prensa y atribuir responsabilidad
a los mencionados líderes justicialistas.
"El actual presidente todavía no cerró el paquete
de la provincia de Buenos Aires y el ex presidente está planificando
cómo vencer en la interna a los rivales en serio que pudieran
enfrentarlo, aunque todavía no aparecen", expuso el informe,
con lo que se dio por concluida en términos absolutos la factibilidad
de que fuesen autores intelectuales de la amenaza.
Las pesquisas se orientaron, entonces, a otros frentes y los equipos
de detectives especializados partieron en dos direcciones distintas.
Uno, conformado por ex zorros grises de la Municipalidad de Córdoba,
se dirigió a San Luis; el restante, integrado por ex gremialistas
de Petroleros del Estado, orientó sus pasos hacia Río
Gallegos.
Los investigadores que procuraban conocer quién podía
estar interesado en hacer desaparecer a Rodríguez Saá
realizaron una sutil tarea, en principio, entre los ayudantes de un
prestigioso periodista y analista político que conduce un programa
televisivo los domingos por la noche. Tal vez se lo conozca porque
al cierre de la emisión se deleita con las volutas de humo
de un habano de excelente hoja y cosecha, extrañamente elaborado
en la Cuba castrista.
Se registraron sutiles interrogatorios que incluyeron luego a otros
colaboradores directos de "el Adolfo" y así comenzó
a plasmarse un posible cuadro potencial que -en principio- hizo centrar
las expectativas de los detectives en la provincia de San Luis, donde
lograron exhumar un expediente no muy antiguo, en el que constaba
que el entonces gobernador había sido secuestrado en un hotel
alojamiento, en ocasión de una conferencia de prensa exclusiva
para una periodista de ascendencia árabe, turca, o algo así.
Las sospechas se dirigieron, obviamente, a la esposa del dirigente
amenazado, pero tal presunción se desdibujó al aparecer
otra de características más amplias que -en definitiva-
tornarían la labor de los sabuesos mucho más compleja.
En síntesis, existe una bien orientada hipótesis que
sostiene que los autores del intento de asesinato serían unos
cuantos millones de connacionales perjudicados en forma artera por
la declaración default que lanzó el entonces presidente
provisional desde el Congreso (ante el aplauso de la gran mayoría
de los presentes).
Otra suerte corrieron los que trataron de dilucidar quién o
quiénes podrían haberse conjurado para asesinar a Néstor
Kirchner. Y como en el caso anterior, los primeros pasos fueron dados
en un canal de TV por cable que emite durante todo el día con
títulos blancos sobre placas rojas, y cuya programación
comprende 12 horas dedicadas a la información general y otras
12 destinadas a los discursos y declaraciones del gobernador santacruceño
y su esposa.
Nada pudieron lograr en la televisora en cuestión (Carozo se
negó a declarar), por lo que decidieron dirigirse a la provincia
muy austral, animados por la presunción de que allí
hallarían alguna pista firme. Y así fue. Encontraron
que los alrededor de 200 mil habitantes estaban furiosos por entender
que ellos están afrontando los elevados costos de la campaña
pre-electoral de Kirchner.
Al parecer, son pocos los que creen que de la fortuna personal del
precandidato se extraen los fondos para abonar los "cachés",
los pasajes, las estadías, los aviones, las comidas y todos
los demás enseres que demanda la sostenida aparición
mediática.
Y cuando todo parecía ir bien encaminado, los investigadores
encontraron otra razón de sospecha: muchos millones de argentinos
podrían estar comprometidos en la conspiración, ya que
sostienen que los fondos de la campaña derivan de las regalías
que la Nación envía a Santa Cruz. Ergo: creen que todo
el país la subvenciona.
Así las cosas, al advertir la masificación de presuntos
involucrados en el complot y tras dejar de lado una propuesta de "detener
a todos los descontentos", se cerraron las actuaciones, no sin
antes devolver el expediente a la Subsecretaría de Inteligencia
Nacional contra Magnicidios (Sin Mag).
La carpeta llevaba adosada una minuta de puño y letra del jefe
de los investigadores, quien expuso: "sírvanse tomar debida
nota que hemos comprobado la existencia de algunos focos que realmente
están pensando en un magnicidio". (AIBA)