Alternativa
al payasicidio
Por
José Enrique Velásquez
Autoexcluído
Carlos Reutemann, para la mayoría hubiera sido seguro ganador
de las próximas elecciones (ahora, claro, luego de que desistiera
de su postulación), el justicialismo lanza al ruedo al único
de los precandidatos que da garantías de moderación,
tanto para la campaña como para gobernar: José Manuel
De la Sota.
El actual gobernador de Córdoba, cargo al que accedió
luego de intentarlo por tres veces (caso similar al del jefe del PT
de Brasil, "Lula" Da Silva, que se presenta por cuarta vez
como candidato a presidente del hermano país), no tiene un
discurso extremo, ni tampoco hace política ni gobierna desde
esa visión.
No pueden asegurar lo mismo los postulantes justicialistas que hasta
hoy se han anotado, salvo el salteño Romero, que cuenta con
pocas posibilidades de éxito. Menos lo puede garantizar Carlos
Menem, que intenta polarizar la campaña en un pendenciero enfrentamiento
verbal con la diputada Carrió, para lo cual no ahorran agresiones
ni adjetivos ofensivos.
Aunque ambos no salieron bien parados del último acto que hicieron
los familiares de las víctimas del atentado a la AMIA, en el
que no sorprendieron las duras acusaciones hacia el ex presidente,
pero sí impresionaron las fuertes imputaciones contra Carrió,
a quien la inculparon de "utilizar a los muertos" de aquel
terrible hecho "para crecer políticamente".
A pesar de ese crecimiento, muchos creen que Carrió quiere
instalarse como líder de la oposición y no tiene real
intención de buscar la Presidencia, para lo cual hasta podrá
insistir con aquello de la "abstención revolucionaria",
aunque ha pasado el cuarto de hora del tema de la caducidad de los
mandatos.
Tampoco Rodríguez Saá y Kirchner, los otros precandidatos
del PJ, son sinónimos de ponderación y mesura. Es posible
que su presencia permanente en los medios apunte más a posicionarse
"a futuro", que a intentar un triunfo vidrioso en los próximos
comicios. Aunque el santacruceño podría ir "por
afuera" del PJ, con el mismo objetivo.
De la Sota representa la alternativa moderada que pareció encarnar
por un instante Reutemann. Y aunque se lo ha presentado como "el
candidato de Duhalde" la decisión de desdoblar las elecciones
provinciales no parecen ir en ayuda del "gallego", quien
está que trina por esa determinación que -asegura- lo
perjudica.
Sus posibilidades crecerán en relación directa con las
alianzas que concrete en los próximos días. Un dato
sintomático en tal sentido, es el buen diálogo que mantiene
con el intendente del decisivo distrito de La Matanza, Alberto Balestrini,
o el viejo pacto que tenía con el platense Julio Alak. Pero
también puede tener relación con el crecimiento de De
la Sota la reciente reunión de Felipe Solá con Mauricio
Macri, otros típicos representantes del sector más moderado
y con perfil de administradores modernos.
Gran parte de los justicialistas y también de los independientes
van a observar minuciosamente a este político que debió
afrontar graves adversidades de la vida, la peor de ella la pérdida
de su pequeña hija, ahogada en una pileta de natación.
La sociedad busca casi con desesperación alguna figura que
garantice sentido común, más que soluciones mágicas.
Y su exasperación ha crecido en este nuevo contexto donde,
para ganar espacio mediático, ha comenzado a hablarse de magnicidio;
palabra que se ha puesto de moda en esta indescriptible Argentina
de hoy.
Con una liviandad asombrosa, el vocablo es agitado como si tal cosa
de uno a otro extremo del dial de la radio, en cuanto programa televisivo
uno esté dispuesto a soportar y, en medida algo más
prudente, en los medios gráficos.
Kirchner, Rodríguez Saá, Zamora, Busti, y otros, creen
"dar el personaje" para ser víctimas de un fatal
atentado, imaginándose eternizados en los titulares "catástrofe"
de todos los medios del mundo, por ejemplo : "Magnicidiaron a
Zamora". En realidad es un grotesco cuyo título podría
ser, perfectamente "El payasicidio".
"Lilita" Carrió se imagina magni-inmolada, como la
versión femenina -algo excedida de kilos- de la tragedia de
Dallas de 1963, donde sí se cometió magnicidio cuando
fue asesinado el presidente de los Estados Unidos, John F. Kennedy.
Es que estos personajes ansiosos por ser víctimas "de
algo", ignoran olímpicamente qué significa la palabra
magnicidio, y ni acuden al diccionario, para enterarse que se trata
del homicidio de alguien que detenta el poder, "alguien magno".
Magnicidio fue el asesinato del archiduque de Austria, Francisco Fernando,
que fue el desencadenante de la Primera Guerra Mundial. O el de Abraham
Lincoln, asesinado un siglo antes que Kennedy, por un fanático
esclavista en el palco del Ford´s Theatre de Washington, a la
vista de toda su familia.
Esta agitación mediática, al borde del ridículo,
se ha nutrido de presuntas aseveraciones de un dignatario eclesiástico,
de supuestas espías al candidato Kirchner (¿se supone
que alguien teme al excluyente protagonista de los anuncios de Crónica,
tanto como para cometer "magnicidio"?) y de autoamenazas
recibidas por Rodríguez Saá o el diputado Zamora. Pero
también, enganchados en la liviandad que hoy es uno de nuestros
rasgos más típicos, varios periodistas han hablado de
"la sangrienta interna del justicialismo". Como si en estos
años de democracia hubiera ocurrido algún crimen derivado
de esa interna "feroz", con un "magnicidio" como
culminación.
Por supuesto que el único ejemplo al que rápidamente
se recurre es el triste "caso Cabezas", en la que se asegura
que "le tiraron un cadáver a Duhalde". ¿Quién
se lo tiró? ¿Carlos Menem? ¿Alfredo Yabrán?
¿Algún sicario de éste, exagerado obsecuente
que cumplía a rajatabla cualquier deseo de su patrón?
Tan desaprensivo uso de las palabras, tanta disposición a la
utilización de eslóganes y tanta audacia para buscar
títulos detonantes, le dan categoría de hecho seguro
a meras especulaciones políticas para ganar espacios en los
medios. Para colmo, hablan de magnicidio. Magnicidio fue el de Julio
César, en la Antigua Roma, que era Magno en serio.
Pero nadie cree que el bochornoso escrache realizado a la casa del
menemista santiagueño, José Figueroa, podría
apuntar a "magnicidiar" a Carlos Menem. Mucho menos al casi
desconocido Figueroa, que obtuvo transitoria notoriedad por el desastre
que le hicieron y por haberse escondido en un placard de su destruida
casa.
Este cúmulo de delirantes desatinos que se suman a los vividos
en los últimos años, hace que los argentinos pidamos
a gritos que quien se haga cargo del poder en el próximo período
tenga sensatez, sentido de la responsabilidad y equipo de gobierno
que muestre un plan para superar la crisis. Si De la Sota demuestra
que tiene esas virtudes, la Presidencia de la Nación estará
al alcance de su mano. Podría ser la alternativa al "payasicidio".