La
colecta
Por
José E. Velázquez
Pasó
el Sr. O'Neill. Con la brevedad del relámpago. Con la profundidad
de la injusticia. No digo que el Sr. O'Neill es breve o profundo,
sino que su visita fue tan fugaz como intensa en su repercusión.
En especial en los ámbitos políticos y en los mediáticos.
Sin embargo, no pasó en vano. Seguramente porque la visión
de los que mandan cambió, el mensaje del Sr. O´Neill
también pareció cambiar.
Por cierto que la reacción financiera de Estados Unidos y el
FMI ante las graves turbulencias que surgieron en Brasil y Uruguay
fue mucho más rápida y generosa que la que han tenido
en estos meses del gobierno de Duhalde. Sin embargo, es indudable
que advirtieron que aquel cordón sanitario que instalaron en
torno de Argentina no fue suficiente. En aquel momento supusieron
que si inoculaban bastantes vacunas en nuestros vecinos, la epidemia
no se extendería. Las vacunas (los dólares, bah) no
fueron suficientes. Porque la incidencia argentina sobre el vecindario
es grande. Especialmente sobre Uruguay. Mal que le pese al inefable
Jorge Battle, el suyo depende en grado sumo del -a su decir-- "país
de ladrones". Porque lo que muchos llaman "la Suiza de América",
en realidad es "la Suiza de Argentina".
Es que, ahora se vio clarito, el 80 por ciento de los depósitos
extranjeros en Uruguay procedían de Argentina. Sólo
el 10 por ciento de Brasil y el resto tenía origen en otros
países.
El Sr. O'Neill, aquel que quedará en la historia por haber
"defendido" a los plomeros y carpinteros de su país
--y por su bocaza--, no hizo más que ratificar lo que ya se
estaba decidiendo entre Washington y Nueva York.
Pero su visita a la Argentina suscitó algunas ideas. Como la
de un mordaz periodista que propuso realizar una colecta para enviarle
lo recaudado a los plomeros y carpinteros yanquis. Otros, más
realistas, planearon juntar herramientas -en la Argentina de hoy es
lo que sobra- y mandárselas a los trabajadores "defendidos"
por O´Neill.
Las ideas no se concretaron, pero estuvieron. Es que la actual política
externa de los Estados Unidos ha generado una reacción adversa
como no se veía desde hace varias décadas. No sólo
en Argentina, sino en gran parte del mundo. Inclusive en Estados Unidos.
Porque es evidente que no hay absoluta coincidencia con la política
del garrote. O la del castigo ejemplar. Como tampoco hay coincidencia
con las políticas dictadas por el Fondo Monetario Internacional
(o sea, los Estados Unidos). En este caso, al contrario, son más
los que disienten con sus recetas que los que las comparten.
Sin embargo, mayoritariamente se concuerda con que hoy no nos queda
otra salida que lograr el acuerdo con el Fondo. Del que, gracias al
cumplimiento de la mayoría de las condiciones impuestas y a
los problemas suscitados en el resto de América Latina, estamos
mucho más cerca.
Es cierto que falta un tema fundamental, que es el de los amparos.
Pero esta cuestión está conectada irremediablemente
con la pulseada con la Corte Suprema de Justicia. Que, por primera
vez en muchas décadas, tiene la sartén por el mango.
No sólo en el tema de los amparos. También en el llamado
a elecciones y hasta en la legitimidad de la Asamblea Legislativa
que eligió a Eduardo Duhalde como Presidente. Incluso podría
hacer revivir el tema de la Ley de Obediencia Debida, como para que
se pudra todo.
El juicio político a la Corte, una espada de Damocles que pende
sobre los magistrados, es el elemento fundamental para que éstos
se conduzcan de una u otra manera. Si su incierta situación
continúa, pueden transformar el país en un caos definitivo.
Cuya reparación demandaría décadas.
Escenario parecido al que surgiría si en las próximas
elecciones los rivales con mayores chances fueran Carlos Menem y Elisa
Carrió. El país se partiría nítidamente
en dos. Como en otras muchas épocas del país. Unitarios
y federales. Crudos y cocidos. Radicales y conservadores. Peronistas
y "gorilas". Sería el prolegómeno de la guerra
civil en el país. Y el peor de los retrocesos.
Aunque Menem ve que sus posibilidades se alejan, jaqueado por las
cuentas en el exterior y por el evidente apartamiento de los Estados
Unidos hacia su candidatura y sus ideas. Además advierte que
le va a costar mucho triunfar en las elecciones. Por ello pone -él
y sus adláteres-- tantos "peros" ante el sistema
a aplicar en los comicios internos. Si estuviera seguro de ganar no
pondría objeción alguna. Es posible que desista de presentarse
alegando parcialidad o persecución.
En ese caso decrecerían en mucho las perspectivas de Carrió,
cuyo mejor eje de campaña es la pelea contra Menem y a la que
le conviene enormemente la polarización.
Si el país progresara en algunos indicadores macroeconómicos
que parecen alentar algún atisbo de recuperación -consumo
de energía industrial, recaudación, exportaciones- no
sería absurdo suponer que la definición puede quedar
entre De la Sota y Rodríguez Saa. Aquel, basado en un discurso
moderno pero moderado, podría ser el candidato del peronismo
más racional y captar una buena porción del electorado
independiente. Aunque hace denodados esfuerzos para no aparecer como
candidato del Gobierno, al cual supone "piantavotos". Cree
que si éste lo instala de ese modo sería algo así
como "el abrazo del oso". Es posible que por eso se haya
aferrado a la excusa del cumpleaños de un amigo en Brasil para
no recibir a Duhalde en Córdoba, en el aniversario de la Fuerza
Aérea.
El puntano -el que fuera Presidente por una semana-- atrae a ciertos
sectores por su discurso con apelaciones típicamente justicialistas,
de corte "nacional y popular". Pero aquellos siete días
fueron funestos. Y aunque la memoria no suele ser nuestro fuerte,
ese paso por la Rosada y los funcionarios que nombró pueden
ser su Waterloo, aunque ha incorporado a su equipo figuras que lo
hacen competitivo. En términos de votos, claro.
La provincia de Buenos Aires, como siempre, se constituye en el árbitro
final de las elecciones. Para donde apunte su electorado debe imaginarse
el resultado del comicio. Por ahora sólo hubo una declaración
personal de apoyo -sin exagerado entusiasmo- del gobernador Felipe
Solá (quien va creciendo en el electorado que advierte que
está ordenando gradualmente la administración provincial).
El silencio de la mayoría de los dirigentes y el desdoblamiento
de las elecciones indican una suerte de prescindencia que sólo
variaría según vayan instalándose las candidaturas.
De la Sota depende en mucho o en todo de Buenos Aires. Tendrá
que lograr que su imagen crezca en la población para contar
sin cortapisas con la dirigencia. Está en sus manos conseguirlo.
Si la visita del Sr. O´Niell deriva en el acuerdo que muchos
intuyen, las posibilidades de De la Sota crecerán en grado
sumo. Aunque no se haya realizado la colecta. (AIBA)