QUE
SE QUEDEN TODOS
Por Horacio Poggi (*)
En
democracia las mayorías carecen de facultades absolutas y están
obligadas a respetar a las minorías para que la República
funcione en los marcos legítimos y legales de una sociedad
civilizada.
Sin embargo, varios diputados nacionales alistados en distintas fuerzas
minoritarias, están equivocados al plantearle a la sociedad
que para salir de la actual crisis integral, debemos exigir que
se vayan todos a cualquier precio y sin conocer a los reemplazantes.
Quienes así piensan con tanto facilismo e irresponsabilidad,
destruyen la libertad de y la libertad para.
La libertad de opinar porque buscan imponer por la fuerza una consigna
y no una idea viable. Y la libertad para corregir los defectos de
la República, a través de la misión legislativa
encomendada por el pueblo.
La señora Elisa Carrió, los señores Luis Zamora
y Alfredo Bravo, entre otros tribunos de la progresía mediática,
tienen misiones específicas que cumplir debido a que se les
paga un sueldo del erario público, para servir, precisamente,
al mejoramiento de la vida de los argentinos.
La propuesta de este fundamentalismo anárquico, en caso de
triunfar, sumergiría al país en el caos. Y del caos
nadie se salva. O en todo caso, se salvarían sólo los
que los neoanarquistas dicen combatir: las oligarquías dueñas
del poder y del dinero.
Ya lo señaló con corrección John William Cokee:
Los partidos desplazados, sin apoyo popular, son un factor de
presión importante cuando las cosas se resuelven en las superestructura
burguesa liberal, donde cuentan con apoyo, amigos, influencias, etcétera.
Por eso podemos colegir que el cinismo congénito del que
se vayan todos, proclamado por legisladores beneficiarios del
sistema que dicen combatir, sea la antesala del fin de la democracia
y una fase superior de la escalada golpista que tanto promueven los
que critican todo, bombardeando desde los cuatro costados a la Transición.
En medio de esta situación de emergencia que atraviesa la Argentina,
una salida anárquica es una apuesta suicida a la violencia.
En otras épocas los anarquistas recurrían al terrorismo
y al crimen como método de resolución de los conflictos.
Basta de ejemplo el asesinato del jefe de la Policía Federal
Ramón Falcón.
Hoy, quienes gritan histéricamente que se vayan todos, adscriben
al neoanarquismo y no a la nueva política. Ya que si lo nuevo
es bueno, en la lógica restauradora de la representatividad
política, nada bueno nace de la violencia.
De todos modos, conviene aclarar, que no todo lo nuevo es bueno ni
todo lo viejo es malo.
¿La diputada Carrió cómo puede predicar la violencia
política a los pobres con una prominente cruz colgada de su
regordete cuello? ¿Hasta dónde llega su delirio purificador?
¿Acaso es una reencarnación progre de la Inquisición?
¿Es una Torquemada con polleras?
El neoanarquismo que tanto seduce a estos tribunos de la progresía
cipaya, amasado en las famélicas asambleas barriales de la
porteña ciudad autónoma, no es cristiano ni evangélico
porque la violencia no lo es en cualesquiera de sus formas.
Por otra parte, quienes se arrogan el monopolio de la ética
exhiben una soberbia inaudita y totalitaria. Cuando las minorías
(Zamora se cansó de perder elecciones, hasta fue candidato
a presidente en su exitosa carrera de más de veinte
años) buscan imponer sus propuestas por la fuerza, lo que hacen
es luchar por una dictadura.
En lugar de la dictadura del proletariado los neoanarquistas que leyeron
de reojo a Carlos Marx, proponen ahora la dictadura de las minorías.
Un muestra fatídica de cómo es considerada la democracia
para estos políticos rosados (no llegan ni a rojos, siquiera)
que se sirven de ella y luego la traicionan en sus más caras
esencias.
Finalmente, resta señalar que en vez de implorar tanto por
el que se vayan todos, sería mejor trabajar sin
especulaciones sectoriales, en democracia y en paz para que se queden
todos... los jóvenes desesperanzados, los profesionales desocupados,
los empresarios nacionales, los sindicalistas combativos, los políticos
audaces, creativos y revolucionarios que apuestan a una Argentina
justa, libre y soberana.
(*) Dirigente peronista de Merlo
AGENCIA NOVA