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¿Lobo estás?

"En la selva de los lobos ninguna Ley puede ser introducida". E. Levinas - El otro hombre.

Por Juan Alberto Yaría (*)

El gran filósofo del siglo XX nos enseña que el hombre que es capaz de transformarse en santo y prodigio para la humanidad, también puede ser lobo feroz y además puede juntarse con otros lobos; donde allí ninguna Ley puede ser introducida. La manada de "humanos-lobos" forman hoy mafias, bandas y cometen crímenes horrendos. Ya en la Edad Moderna Hobbes nos enseñaba que el hombre "es el lobo para el hombre". La brutalidad antisocial que padecemos hacen ciertas estas afirmaciones.
Personalmente viví un secuestro por dinero dentro de un taxi. Ahí observé la imagen del "humanoroide" lobo en donde la crueldad se une a la falta de compasión con la víctima. Distintas experiencias cotidianas de secuestros extorsivos, asesinatos, ejecución de menores, etcétera, refuerzan esta vivencia personal que marcará para siempre mi futuro. También fue notable la apatía de los observadores, pese a tratarse de un hecho que ocurría a la luz del día .
El poder del hombre lobo en su territorio pequeño que es un taxi (pero que puede ser diferente ya que puede tomar un barrio, un pequeño pueblo) y el miedo (lógica de la imposición del terror) que silencia conciencias forma parte de toda esta estrategia antihumana. Poder sin Ley, poder arbitrario. Poder para disponer del sagrado valor de la vida. Lógica del miedo en la vida social. Miedo que paraliza.
Acá parecerían ciertos los conceptos pesimistas de J. P. Sartre: "el infierno son los otros". Levinas nos dirá que cuando emerge este hombre lobo en mi visión: "quedo solo, sin hacerse anunciar el Otro, el prójimo me muestra su cara desnuda y siento que no puedo hacer nada...esta intrusión es mi nacimiento al crepúsculo". O sea como vulgarmente se dice "se viene la noche".

Poder y miedo

En toda América Latina en este momento fluctúan tres territorios claramente diferenciados: sectores con integración social; sectores anómicos; y sectores en descomposición social. En un mismo país pueden darse estos fenómenos. En los sectores integrados el índice de delito e inseguridad es bajo y el capital humano (familias que protegen a los niños y la vida escolar efectiva y contenedora) y el capital social (conjunto de valores solidarios) es una inmunidad frente a las tendencias destructivas que en toda sociedad existen.
En los sectores anómicos, al relajarse el continente normativo, aumentan los delitos y la inseguridad y ya se resiente el poder del capital humano y social, pero existen instituciones que pueden prevenir y reprimir en parte porque la noción de la Ley está interiorizada en la mayoría de la ciudadanía y las instituciones no están infiltradas por el delito. Cuando existe descomposición social las instituciones casi no existen o están infiltradas y el dominio del territorio pasa a ser ocupado por mafias, que reclutan como personal para sus organizaciones a los jóvenes desarticulados de todos los sistemas de integración social: familia, empleo, valores y escuela.
La estrategia de las mafias es el dominio del territorio y la imposición del miedo así como el trabajo en red con otras organizaciones (comerciales, financieras, de lavado de activos, etcétera). El personal que toma debe trabajar siguiendo los sabios conceptos de Hanna Arendt cuando nos dice en su libro "La banalidad de mal": "debe desconocer lisa y llanamente la existencia del otro, ausencia de lo que se produce en el otro como semejante"; el otro está vacío de significación, y se debe existir la ausencia del otro como semejante; el otro está vacío de significación y se debe ejecutar con indiferencia la destrucción sin la menor compasión porque la víctima ha dejado de ser un semejante".
He sido invitado a un encuentro de expertos en México en los próximos días, donde se tratarán estos temas. Es evidente que el Estado latinoamericano y máxime en épocas de globalización se encuentra inerme y aumentan las zonas de descomposición social en donde poderes destructivos reinan. Sólo un vasto movimiento social de humanización podrá salvarnos de esta megamuerte planificada en donde los jóvenes mueren antes que los viejos. Las organizaciones sociales (Iglesias, entidades civiles, culturales) y la formación de jóvenes debe ser una pasión militante hoy, especialmente en los sectores de riesgo.
El Estado está preocupado en los tiempos que corren a través de sus gobiernos en retener flujos financieros que pueden escaparse de los límites nacionales, o en los avatares electorales o mediáticos. Entonces el gobierno de lo cotidiano se resiente: educación, principios, valores, familias, normas. La sociedad a través de sus organizaciones debe colaborar como un actor privilegiado teniendo al joven y a su formación como protagonistas. De lo contrario epidemias sin remedios conocidos nos seguirán invadiendo. El hombre lobo triunfará.

(AIBA)

(*) Director Instituto de Prevención de la Drogadependencia - Universidad del Salvador