EL
IDEAL DEMOCRÁTICO DE LA EDUCACIÓN
Por
Ricardo Katz (*)
El
ideal de una sociedad organizada, pluralista y democrática
es que todo niño vaya a la escuela y encuentre allí
oportunidades para el desarrollo de todas las potencialidades de una
naturaleza de múltiples aspectos. Debe estar al servicio de
la vida. Una educación es tanto más verdadera cuanto
más contribuya a elevar nuestro nivel vital. La educación
no puede ser dogmática, sino que debe basarse en la experiencia
del niño. De aquí la necesidad de la actividad y la
libertad en la educación.
El movimiento es infinito; la necesidad de expansión en la
enseñanza no puede terminar nunca, porque la necesidad no puede
ser nunca plenamente satisfecha. Es la necesidad de una naturaleza
humana y una sociedad que se hallan en un proceso de cambio constante.
La ambición del hombre y la mujer, ha sido que sus hijos tengan
más facilidades en la vida de las que ellos tuvieron. Este
deseo, que ha sido la fuente de infinitos autosacrificios, es inherente
al sistema social con su fe en las posibilidades del hombre común.
Y sólo puede ser realizado por una mejora constante de nuestro
sistema de educación.
¿Cómo puede la educación permanecer inmóvil
cuando la sociedad misma está cambiando rápidamente?
El sentido de los problemas sociales irresueltos no rodea por todas
partes. Hay problemas de criminalidad, de respeto a la ley, de capital,
de trabajo, de paro forzoso, de estabilidad y seguridad, de vida familiar,
de guerra y de paz, de relaciones internacionales y cooperación
todo en una escala mayor de lo que el mundo ha visto antes.
El anuncio de cambios continuos y en gran parte en educación
no es tanto una profecía como una advertencia. Al menos que
el sistema educativo prepare a los futuros ciudadanos para tratar
efectivamente estas grandes cuestiones, nuestra civilización
puede sufrir un colapso. Estamos en una carrera entre una mala educación
que no mantenga relaciones vitales con las condiciones y necesidades
del mundo moderno y una educación posible que mirará
el futuro y que remitirá al pasado y sus tradiciones sólo
en cuanto el pasado nos ayude a afrontar el futuro.
En vez de imbuir a los individuos la idea de que el objetivo es agudizar
sus facultades para lograr una personalidad, han de ser educados en
capacidad para la organización inteligente, de suerte que puedan
unirse a los demás en una lucha común contra la pobreza,
la enfermedad, la ignorancia y la credulidad.
No todos los cambios sociales que se realizan son buenos y beneficiosos.
Pero hay que reconocer que los cambios existen y deben ser afrontados,
no ignorados; la educación tiene la responsabilidad de desarrollar
tipos de inteligencia y carácter que puedan dirigir las fuerzas
nuevas hacia el bien, pues de otro modo llegarían a ser seguramente
fuerzas de destrucción y desintegración.
La democracia será una farsa al menos que los individuos sean
preparados para pensar por sí mismos, para juzgar independientemente,
para ser críticos, para ser capaces de discernir las propagandas
sutiles y los motivos que las inspiran. La producción en masa
y la reglamentación uniforme se han desarrollado hasta tal
grado que la oportunidad individual ha disminuido. Ha de revertirse
la corriente: Aprender a actuar con y para los demás mientras
se aprende a pensar y juzgar por sí mismo.
Los ideales de la democracia deben ser ejercitados cotidianamente
en la actividad escolar para fortalecer constantemente, una actitud
pluralista de vida, en la formación humanística del
futuro ciudadano de una nación.
(*)Licenciado en Ciencias de la Educación