El cambio está verde, nuestro futuro en rojo

Por Walter Kaderabek

En su primera emisión de 2002, el programa Telenoche Investiga presentó un informe referido a la megaventa de tierras argentinas a particulares o empresas de origen extranjero. Dicho documento periodístico pone énfasis en la cantidad de territorio (se incluyen ecosistemas únicos en el planeta, áreas limítrofes con Chile, propiedades en las que habitan o habitaban reservas mapuches, etcétera), que han pasado a manos foráneas y alerta sobre la pérdida de control en la que cayó el gobierno argentino sobre el destino y preservación de las riquezas naturales que estas tierras albergan.
Si bien puede creerse, en una lectura apresurada, que este problema es estrictamente nacional y de defensa de intereses argentinos, conviene aclarar que la situación de explotación indiscriminada de los recursos naturales del planeta atraviesan a toda la humanidad. Hoy vemos polución en el Distrito Federal de México, contaminación en Houston, inundaciones en ciudades alemanas y propagación de epidemias en África o el Caribe.
La reciente Cumbre contra la pobreza y la contaminación llevada a cabo en Johannesburgo, Sudáfrica, mostró la indiferencia de varios líderes mundiales y, al mismo tiempo, las dificultades de aquellos que sí participaron para lograr un acuerdo con las grandes corporaciones económicas que contaminan y recalientan el planeta. Terminar con la pobreza sin destruir el medio ambiente era el objetivo de la Cumbre. El proyecto está verde, la realidad en rojo...
Con el informe de Telenoche Investiga, tal vez la población -a través de sus representantes políticos- limite la invasión de intereses comerciales e inmobiliarios en territorio que sostiene, por su sola existencia, la calidad de vida de los seres humanos de Buenos Aires, pero también de ciudades como Hong Kong, Nueva York o París.
Se trata, en principio, de ejercer presión social sobre legisladores y funcionarios locales. Asimismo, la población de otras regiones debiera mirar mucho más hacia el Cono Sur. No es un dato menor, que la Patagonia argentina cuente con la mayor reserva de agua potable del planeta. Basta con revisar cuáles son las proyecciones que hacen los especialistas sobre la falta de este recurso en particular: en los próximos 25 años, entre el 50 y el 75 por ciento de la humanidad vivirá con escasez de agua potable. Cada ocho segundos muere un chico por beber agua contaminada.
La metodología de producción de bienes y servicios que las corporaciones económicas y financieras vienen desarrollando acelera cada año el deterioro de las condiciones de vida para las futuras (pero no lejanas) generaciones. La organización social que reina en casi todos los países está basada en una estructura de pensamiento individualista. Este factor determina que la conciencia sobre el tema quede reducida a una declamación frívola. Pocas veces se observa una manifestación que devenga en acción política concreta para un cambio o mejora.
Si en 100 años una forma de organización política y económica para producir bienes y servicios trajo las dificultades que advertimos, ¿por qué debemos seguir creyendo en ella? Lo más crítico es que no parece haber un debate serio (entre líderes políticos, corporaciones u organismos internacionales) dirigido a encontrar una metodología alternativa a la actual.
Por el contrario, se defiende con uñas y dientes la apertura descontrolada de los mercados, la manipulación libre de los recursos y la proliferación de la empresa privada en la administración de recursos y servicios básicos para la vida.
La cuenca amazónica de Brasil, la región antártica argentina y otras reservas de recursos esenciales para la vida están a merced de una estructura de pensamiento que racionaliza el progreso humano con una visión acotada. ¿Podría asegurarse que el hombre ha logrado controlar el tiempo? Sí, o por lo menos está acelerando con éxito el final de su tiempo en este mundo
. (AIBA)