"La
bala no busca nuevas víctimas, sino quien la detenga"
por
Rodrigo Ramallo
No hace mucho tiempo, tuve la oportunidad de leer un artículo
donde se mencionaba las cualidades de diversas armas de guerra, municiones
y demás. "Qué tiene que ver esto con una editorial?",
se estará preguntando. Bastante. Es pieza fundamental de esta
editorial.
Lo cierto es que, regresando a ese artículo, lo que me llamó
la atención de él fue una bala. Ésta es utilizada
en diversas ametralladoras como por ejemplo en la M-16, y el calibre
de dicha munición es 5.56 mm. Según los estudiosos,
es una bala "blanda". Esto quiere decir que es una bala
de punta blanda que al hacer contacto con la piel, se dobla y comienza
a girar sin ningún tipo de dirección dentro del cuerpo.
Los efectos usted se los puede imaginar, pero concretamente se decía:
"... más terrible que la (bala) expansiva, si el orificio
de entrada de la bala era, en efecto, de 5.56 mm, el de salida era
hasta 10 veces mayor. Si la bala no sale, destruía huesos,
músculos y órganos".
Dicha bala, conjuntamente con otras, fueron, son y, por lo que se
avisora, serán utilizadas en diversas guerras.
Seguramente, usted se seguirá preguntando a esta altura que
qué tiene que ver una bala con una editorial. Paciencia, virtud
del guerrero, decía don Juan.
Lo cierto es que al terminar de leer dicho artículo, una extraña
sensación quedó en mi ser. Al comienzo sentí
un... un no sé qué imaginándome la sensación
de que una de esas balas puede terminar con todo un mañana;
pero también se cruzó por mis pensamientos la fantasía
de que actualmente se está viviendo una guerra. Una guerra
cuyas municiones son diferentes, tan o más destructivas que
la 5.56 mm., pero una guerra al fin. Una guerra muy particular ya
que los "combatientes" no fueron entrenados.
Son niños que no llegan a cumplir los doce años de edad
porque prefieren morirse democráticamente en un país
democrático que, como tal, no puede curar enfermedades curables
como la desnutrición.
Son ancianos que prefieren morirse antes que seguir viviendo, porque,
dicen, que la muerte no les duele, lo que los mata es el olvido.
Son millones de hombres, mujeres, niños, jóvenes y ancianos
que, al ser rehenes de una realidad, deben morir, ya que cometieron
el mortal de error de ubicarse en el sector equivocado de la "línea
de fuego", el sector que sueña, que pide y merece algo
nuevo, no mejor o perfecto, pero sí nuevo.
Las bajas se contabilizan de miles diario. La lista de los caídos
no tienen horario triple en televisión, ni primera plana en
los diarios, ni bloques en las radios. Los responsables si lo poseen.
Es más, hasta parecen fotogénicos (salvo algunos que
mucho no se cuidan el pelo "o se lo cuidan de más",
agrega mi otro yo).
Quién será la próxima baja?. "Quién
puede saberlo", interrumpe nuevamente mi otro yo como queriéndome
decir que una bala invisible que, hasta que no se demuestre lo contrario,
es de calibre 5.56 mm, deambula sin dirección por el mundo,
asesinando a grandes y chicos, jóvenes y ancianos, mujeres
y hombres, de América o de Europa, de Así o de África.
Aquí, en Argentina, la 5.56 mm ha herido y gira sin dirección
por Tucumán, Córdoba, Buenos Aires, y en las demás
provincias
Todos los habitantes de este país, son candidatos a la fosa
común.
Quién da la orden?. Pues seguro que la clase política,
ejecutiva y dirigente no ("tienen temor de que la bala cobre
sentido y se dirija hacia quien debe dirigirse", interrumpe nuevamente
mi otro yo).
"Hay que enviársela a quién la merece, a quien
la disparó", pienso mientras trato de buscar una idea
de cómo finalizar esto que pretende ser artículo.
"La bala no busca nuevas víctimas, sino quien la detenga",
replica mi otro yo con el objetivo de impedirme finalizar de una manera
coherente estas palabras.