¿Será nuestra naturaleza?

Por José Enrique Velázquez

Una antigua fábula dice que el escorpión (o alacrán) le pidió a la rana que lo cargara para cruzar el río, porque no podía hacerlo por sí mismo y que la rana, temerosa de la picadura de su interlocutor, se negaba a hacerlo. Rogó y prometió tanto el escorpión que, finalmente, la rana accedió. Cuando estaban en el medio de río, el escorpión picó a la rana quien, asombrada y sabiendo que la muerte inmediata sería inevitable para los dos, le preguntó porqué lo había hecho: "es mi naturaleza", fue la contundente respuesta que recibió.
Las tormentas de toda índole que se han abatido en los últimos años sobre los argentinos parecen obedecer a esa lógica elemental del escorpión. Se ha generado la sensación, en el mundo entero pero también entre nosotros, que mucho de lo que nos pasa es producto de nuestra naturaleza. Que somos así, incurables ("incorregibles como los peronistas", diría Borges). Como una realidad ineluctable, no lo podemos cambiar.
Gran parte de la clase política -y/o de los que, sin serlo, usufructúan de ella- integra de manera preponderante el grupo de los que no pueden dejar de obedecer a su naturaleza. Aunque ello conlleve al suicidio propio y al "suicidio" colectivo. No ignoran la realidad que muestra el imparable crecimiento de su imagen negativa, pero siguen haciendo lo mismo que los ha llevado a esta delicada situación. Porque cada uno piensa "a mí no me va a pasar" ó "a mí no me van a descubrir". Pero tarde o temprano le pasa. O lo descubren. No sería grave que se acabara la carrera de uno u otro político. Lo grave es que el desprestigio avanza sobre la política poniendo en riesgo la democracia que se sustenta, básicamente, en ella.
Los políticos -no todos- y muchos dirigentes de todo el espectro, actúan como si el desenlace no les importara. O que sólo les fuera a tocar a otros. Y siguen privilegiando sus particulares intereses que difícilmente coincidan con los de la gente. Pero la naturaleza que nos gana, no es sólo de la dirigencia, aunque ésta tenga la responsabilidad excluyente.
La interna del PJ parece encaminarse, ciega e inexorable, hacia la ruptura porque algunas figuras privilegian aquella lógica. "Si yo muero (o pierdo), arrastro a los demás conmigo", sería su lema final. El caso de los ahorristas y de los deudores financieros o bancarios, es también un ejemplo de la "naturaleza escorpiana" que prevalece. Como en la perinola, el resultado surgiría "cantado" e insalvable: todos pierden. Sin embargo siguen, cada uno en la suya. Con su naturaleza. Sin pensar en algún sacrificio propio, aunque sea sólo de algo, para lograr el beneficio general.
Similar análisis se puede hacer sobre la Justicia, con la Corte Suprema a la cabeza. O de los dirigentes, sobre todo grandes empresarios, que tienen fuera del país más de 160 mil millones de dólares. Más que la deuda externa. Aunque su actitud no es la del escorpión, porque han sacado el dinero para "salvarse" solos, no para ahogarse con la rana. Pero si fueran sinceros tendrían que irse del país. Pero claro, acá es donde hacen la plata que luego llevan al exterior. Suponen que podrán zafar del final del escorpión.
En la misma línea, se presume que para el 20 de diciembre -aniversario de los graves incidentes que culminaron con la renuncia de De la Rúa- se estarían preparando saqueos y actos de parecida naturaleza, sembrando el caos que llevaría agua para el molino de algunos candidatos.
Contamos sí con un aliado fundamental para que la naturaleza escorpiana pueda expresarse libremente: el FMI, que colabora para ello con una vocación digna de mejores causas. Es posible que si se hubiera alcanzado el acuerdo, que tan fácilmente se concretó durante el gobierno de la Alianza o en el préstamo que se anunció para Venezuela, en ocasión del frustrado golpe al presidente Chávez, muchos argentinos se hubieran sentido defraudados. Porque las salidas, en especial las consensuadas, van en contra de su naturaleza.
La actitud del ex presidente Menem -primero en varias encuestas- no hace más que convalidar esta tesis de "nuestra naturaleza" que gana adeptos. Todo indica que prefiere "que todo se pudra", si él no logra volver a ocupar la Primera Magistratura del país. Hasta lanza al ruedo el debate sobre la incorporación a las Fuerzas Armadas en la lucha contra la delincuencia. Aunque ello signifique un retroceso en el camino que deberíamos emprender. Pero no se le puede pedir tal estoicismo a Menem, ni a Rodríguez Saá, a Carrió o a cualquiera de los que están en la primera grilla de postulantes. En el país del enfrentamiento eterno es una utopía pretender alcanzar consensos.
Pueden hacerlo los españoles de La Moncloa, los italianos del Olivo o los chilenos del Acuerdo. Hasta los brasileños mostraron que no les ganó "la naturaleza" y sentaron a los principales candidatos junto al presidente Cardoso, para decirle al mundo que la política exterior de su país es única y tiene continuidad. Pero no parece ser nuestra naturaleza. Como no parece serlo asumir que muchas cosas que nos pasan, como la muerte de chicos por desnutrición, o la inseguridad que nos está doblegando, son también fruto de una sociedad que está siendo derrotada por la mediocridad y la desorganización.
El presidente Duhalde, cuya gestión tiene el mérito de llegar a fin de año sin que haya ocurrido el estallido social y financiero que se pronosticaba, parece convencido de que "su misión" es la de impedir que Menem vuelva a la Presidencia. En el ínterin otros dirigentes son observados por la población, que comienza a buscar a quienes protagonizarán la política nueva en los próximos años. Entre ellos se advierte una fuerte presencia de Felipe Solá, cuyo lenguaje es atípico para un gobernante o para un político. Y mantiene una muy buena imagen, lo que es también extraño en esta época.
Aunque en el gobierno siguen creyendo que podrán persuadir finalmente a Reutemann, muchos siguen pensando en Solá para vencer a Menem y luego a Carrió o Rodríguez Saá. Pero el gobernador bonaerense está convencido de que su obligación y su tiempo están todavía en la Provincia, a la que está sacando gradualmente de la crisis que parecía terminal a principios del año.
Es posible que también sospeche los que muchos presumen: que los ultraduhaldistas juegan distintas alternativas pero que, finalmente, aspiran a que el candidato a presidente sea el propio Duhalde, llevando las elecciones a setiembre u octubre. Y, para completar la redoblona, candidatear en Buenos Aires a uno de los suyos. ¿Será la naturaleza del escorpión?
(AIBA)