Incertidumbre
Por
José Enrique Velázquez
De
cara al año 2003, el panorama político argentino sólo
genera incertidumbre, aunque no es el justicialismo quien ostenta
el monopolio de esa inseguridad colectiva, pese a que conserva gran
parte del paquete accionario. Pero las elecciones en el centenario
radicalismo, que concluyeron (¿concluyeron?) con un escándalo
mayúsculo, en medio de acusaciones cruzadas entre Terragno
(les imputa a sus adversarios haber cometido fraude) y Moreau (le
recuerda su carencia de pasado radical y aunque intenta parecer sutil
también le imputa fraude), la escisión del ARI del socialismo
de Alfredo Bravo y la separación entre insultos de Zamora y
Roselli, siendo los dos únicos diputados por su partido, le
quitan al justicialismo el acaparamiento de la incertidumbre.
Cierto es que la mayoría que ostenta y la coincidencia entre
los encuestadores respecto a que el próximo presidente saldrá
del PJ, determina que lo que ocurra en él tenga decisiva influencia
sobre el ánimo de la población con respecto al desenvolvimiento
futuro del país. Y, por ahora, las definiciones brillan...
por su ausencia. Nadie está seguro de nada. Aunque haya expresiones
que parecen definitivas.
A fuerza de repetirlo, Reutemann ha logrado que se le crea que no
va a ser candidato. Y hasta en el gobierno nacional habrían
desistido de seguir intentando convencerlo. A fuerza de repetirlo,
Duhalde parece procurar repetir la saga del "Lole" aunque,
por lo menos hasta ahora, ha logrado exactamente lo contrario. Sus
argumentos son drásticos y elocuentes. Pero, aún así,
muchos creen que sus intenciones son opuestas a las que declara.
Las idas y vueltas con respecto al calendario electoral -sobre el
que aún penden varias impugnaciones, entre ellas la del mediático
abogado Monner Sanz-; las declaraciones de varios prohombres del duhaldismo
(Díaz Bancalari, Daniel "Chicho" Basile, Baldomero
"Cacho" Alvarez, éste devenido híperduhaldista
recientemente); los enfrentamientos mediáticos y judiciales
que genera el menemismo y el aporte que efectúa Rodríguez
Saá; abonan la creencia de que aún no está dicha
la última palabra en cuanto a la posible candidatura del actual
presidente. Ni tampoco sobre la fecha definitiva de las elecciones.
Pese a las desmentidas sobre su postulación y al intento de
desestimar el "Operativo Clamor" que cierto entorno presidencial
ha montado, las declaraciones que hizo el propio Duhalde a un diario
español abonaron las dudas de los que mantienen su desconfianza
con respecto a la decisión final del presidente. Y encuentran
la clave en la que apoyan su idea en aquella respuesta donde afirma
que "el triunfo de Menem sería un retroceso y dividiría
fuertemente al país".
Como no hay candidato alguno -entre los postulantes declarados- que
garantice el triunfo ante el riojano, la deducción es fácil:
el único que tiene posibilidades de vencerlo, sobre todo si
se logra que los comicios se realicen en setiembre u octubre, es el
propio Eduardo Duhalde.
Pero en la decisión presidencial no pesan sólo sus convicciones.
El ejército de funcionarios del gobierno nacional, intendentes
y legisladores duhaldistas tienen sumo interés en las derivaciones
de la determinación final de Duhalde. No será lo mismo
para ellos, en cuanto a su futuro político, si es Menem el
nuevo presidente de la Nación, o si es Duhalde. Tampoco les
resulta neutral si el aparato bonaerense apoya a uno u otro candidato,
llámense De la Sota, Kirchner o Lavagna, el tapado que aparece
ahora como uno de los preferidos de algunos funcionarios de la Casa
Rosada. Más complejo se les presenta el panorama si es Rodríguez
Saá el vencedor, porque su animosidad hacia el duhaldismo es
manifiesta.
Uno de los que recibe los beneficios -efecto no querido por los híperduhaldistas-
de esta incertidumbre es el gobernador de Buenos Aires, Felipe Solá,
que termina este primer año de gestión exhibiendo el
éxito de haber impedido la explosión de la Provincia
que muchos presagiaban en los primeros meses del año, ya que
ha reducido el déficit bonaerense en 60% (de 3.100 millones
de pesos lo redujo a menos de 1.350 millones) y se propone reducirlo
un 50% más en 2003. A la vez ha conseguido pagar sueldos y
aguinaldos en término, como ha reducido la deuda con los proveedores,
acortando los plazo de pago.
Y a pesar de que tiene que luchar con el contrapeso de la inseguridad
que ha ganado a todo el país, se ha mostrado como un gobernante
eficaz que no ha generado ninguna duda en cuanto a su decisión
de postularse para la reelección en el año próximo.
La incertidumbre que genera la puja presidencial contrasta con la
certeza que ha mostrado Solá, aunque el híperduhaldismo
parece contradecir a su mismísimo jefe -por lo menos en sus
declaraciones públicas-, blandiendo como una amenaza la posible
candidatura de Chiche Duhalde. Pero todo parece llevar agua para el
molino "felipista".
La estrategia del duhaldismo no resulta sencilla para descifrar. Tanto
que en los últimos días circuló muy fuerte la
versión de que el candidato "de la casa" sería
el actual ministro de Economía, Roberto Lavagna, a caballo
de su buena imagen pública, a quien acompañaría
la propia esposa del presidente. Sin embargo, estas versiones no convencen
y se sigue pensando que quien terminará enfrentando a Menem
será Duhalde y no otro.
Hoy la imagen del hombre de Lomas de Zamora es mejor que la que tenía
en el primer semestre del año. Sus adláteres consideran
que para septiembre-octubre, sobre todo si se logra el acuerdo con
el FMI, habrá crecido más aún y que en tal caso
habrá campo fértil para el "Operativo Clamor".
En especial si el supuesto es que la opción para el votante
sea Menem o Duhalde. Están convencidos de que en esa circunstancia
el triunfo de este último sería rotundo.
El gran problema en este tablero de ajedrez donde los movimientos
parecen ser efectuados por un solo jugador, es que del otro lado también
hay jugadores y distintas circunstancias. Entre ellas la Corte Suprema
de Justicia, que tiene en jaque al gobierno y en vilo al país.
Sus decisiones tampoco son neutrales en cuanto a la evolución
del país y de la imagen presidencial. Lo que agrega más
dudas a la incertidumbre general.
Aunque en el final del año todos esperamos un año mejor,
reconociendo que el 2002 termina mucho mejor de lo que se preveía,
las dudas políticas no ayudan al crecimiento. En algún
momento habrá que disiparlas. El país entero espera
que sea en la circunstancia oportuna
(AIBA)