¡Yo
también quiero ser inmune!
Por
Enrique Gil Ibarra
Qué
país raro aquel en el que el principal responsable de la política
financiera, director del Banco Central, se reúne con el Presidente
de la Nación para pedirle una ley de inmunidad que lo salvaguarde
de cualquier problema legal por el desempeño de sus funciones...¡y
el Presidente no lo echa a patadas de su despacho!
Porque, veamos: ¿para qué necesitaría Mario Blejer
una ley de inmunidad personal si no fuera porque es consciente de
que va a cometer actos ilícitos? ¿O acaso un funcionario
estatal piensa que va a ir preso en el futuro si hace todo bien?
¿Y qué pasa con un Presidente que le acepta un planteo
tal a un funcionario? ¿Necesita un presidente honesto tomarse
tiempo para pensar semejante barbaridad? ¿O sabe que le exigirá
a su funcionario que actúe de manera non sancta y por lo tanto
no puede quejarse de que éste pretenda protegerse?
Y lo mas extraño es escuchar a periodistas comentando la noticia
calmadamente, como si fuera de lo más natural.
A ese extremo hemos llegado en la Argentina. Se elimina una ley que
permitía juzgar a los banqueros que estafaron a sus clientes,
e informamos al mundo que esto no nos resta credibilidad jurídica.
El director de nuestro Banco Central sabe --y nos informa-- que tiene
miedo de ir preso por cometer actos ilícitos, y en lugar de
renunciar, le pide al Presidente de la Nación que invente un
recurso legal para no ser castigado por los mismos. Y el Presidente
lo recibe en su despacho y lo escucha atentamente. Maravilloso.
¿Y
yo porqué no puedo?
Quiero ser inmune para que no me afecten los chicos que desde dentro
del televisor me informan que tienen hambre y les falta futuro.
Quiero ser inmune para que no me duela más esta Argentina que
estamos destruyendo entre todos, todos los días un poquito
más. Algunos por corruptos, otros por ineptos, los más
por inactivos, indiferentes, cómplices.
Quiero tener inmunidad total para no escandalizarme cuando escucho
a nuestros diputados explicar porqué no tienen que renunciar
y que hacerlo sería poco menos que traicionar al pueblo "que
los ha votado".
Necesito ser inmune al virus gagacócico que ha infectado a
nuestros más destacados prohombres que intentan convencerme
de que "cajonear" a un juez significa analizar sus antecedentes;
devaluar la moneda sumiendo al país en el caos es "asumir
una realidad"; imaginar cómo mentirme para que nada cambie
es "estudiar cuidadosamente la reforma política".
Pero no quiero poder hacer lo que se me cante y que nadie pueda decirme
nada. No quiero ser inmune para poder ingresar a uno de los bancos
que se quedaron con el dinero del corralito, entrar a la bóveda
del Tesoro y robarme a mi vez el dinero de otros.
No me interesa ser inmune para cagarme en todo y en todos, llegar
a Presidente y afirmar frente a cámaras, suelto de cuerpo,
que cuando asumí y prometí "que iba a devolver
el dinero de los ahorristas dije la verdad, porque no necesitaba mentir,
no estaba en campaña".
Porque, en buen castellano, eso no es "ser inmune". Es ser
impune.
Y son dos cosas distintas. (AIBA)