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humanístico
Jóvenes
sin futuro
Por
Juan Alberto Yaría (*)
Hay
cuatro factores de integración de las jóvenes generaciones
al circuito de la vida que han funcionado a lo largo de la historia
y han permitido el crecimiento de las comunidades --o sea ha perfeccionado
su capital humano y social--, y han prevenido de la marginación,
las enfermedades sociales, las epidemias, las endemias y en suma de
todos los factores de decadencia de las sociedades.
Los cuatro factores han sido y son: la consistencia y protección
de los vínculos familiares; el trabajo como sistema legal y
ético de conseguir beneficios; la educación escolar
y social como base de una interiorización de normas y acrecentamiento
del desarrollo humano; y un conjunto de valores culturales sostenidos
en instituciones barriales, organizaciones sociales, religiosas, etc..
A todo esto en la sociedad organizacional actual se han agregado los
medios de información y comunicación.
Estos cuatro factores, si funcionan más o menos adecuadamente,
promueven el cambio social ya que las jóvenes generaciones,
encargadas de transformar la realidad desde la asunción creativa
del pasado tomado de los padres y antecesores sociales genera un proyecto
diferente poco iconoclasta pero sí revolucionario ya que transforma
lo dado.
Argentina: mundo al revés
En la Argentina parecería que este basamento de integración
social con cuatro fuertes columnas está "patas para arriba".
Argentina es un mundo al revés.
Desfamiliarización creciente. Desescolarización, abandono
escolar, declive de la función formativa y de disciplina de
la voluntad de la educación. Creciente desocupación
y sub-ocupación. Caída de las redes de solidaridad y
una cultura mayoritariamente centrada en la frivolidad y lo inmediato
con una crítica permanente a cualquier utopía laica
y/o religiosa.
Surge así un joven sin futuro. Las cuatro columnas citadas
anteriormente son bases identificatorias. Surge un joven sin identidad,
errante, migrante y pensando en otros mundos en muchos casos. Violento
hacia otros. Hostil hacia sí mismo.
Joven a la intemperie
Es un joven a la "intemperie" porque las instituciones que
lo debían cobijar (familia, escuela, cultura, trabajo) lo han
casi abandonado. Alain Touraine nos habla que en las sociedades actuales
hay una verdadera "desprotección institucional".
Ya no cree. Scalabrini Ortiz en su célebre oda porteña
"el hombre que está solo y espera", nos decía
en la portada de su libro "Creer, creer, creer ahí está
la clave de todo". Creencia- Identidad- Futuro- Proyecto; estas
son las bases de una persona orientada y sana y de una comunidad con
una cierta calidad de vida.
¿Cómo se muestra lo contrario en un joven sin futuro?
Se lo llama joven invisible porque no está inscripto en ese
circuito social que antes describimos y que podríamos llamar
como una matriz de la esperanza y la alegría. Habitualmente
su familia está desmembrada y no conoce o convive poco con
su padre biológico; al no creer en el futuro no va a la escuela
o nadie le ha enseñado que esa una de las pocas vías
legales para ascender socialmente; su cultura es solo mediática
y está inundada por mensajes frívolos y pasatistas;
el trabajo es escaso y además no se lo ha educado en una disciplina
que le permita sortear frustraciones y retemplar la voluntad.
En la ciencia actual a este joven invisible se lo contrapone al joven
visible ya que en este las columnas identificatorias están
presentes y vivas. (familia, escuela, trabajo, cultura) Hay futuro.
Podrá haber crisis pero no la inundará la anomía
(delito, drogas, alcoholismo, violencia, suicidio buscado o por conductas
de rieso).
¿Dónde aparece el joven invisible?
Precisamente en la carrera hacia la autodestrucción que propicia
la cultura anómica. Cobrando peaje en una esquina porteña
o del Conurbano. Haciendo cola en las puertas de una distribuidor
de drogas. Formando parte de "barras bravas" y siendo contratados
por las pequeñas mafias para distintas tareas desde deportivas
hasta delictivas como verdaderos "sicarios" de las desesperanza.
Llenan las cárceles y comisarías.
El amor esquivo de modelos decadentes desencadenó resentimientos
y dolores vengativos. Transita territorios de riesgo. Es un desafiliado
de las instituciones. Sus únicos referentes son el juez y la
"yuta".
Esto ha crecido mucho en la Argentina. Ha crecido lo decadente. El
problema es si nos duele esta realidad porque el dolor es el motor
del cambio. De lo contrario seguiremos silenciando lo esencial en
la insustancialidad de una cultura de la frivolidad. (AIBA)
(*) Director del Instituto de Prevención de la Drogadependencia
de la Universidad del Salvador - Ex secretario de Prevención
y Asistencia de las Adicciones bonaerense