Jubilados 
            : la muerte del olvido
          Por 
            Rodrigo Ramallo
          La 
            semana pasada, por diferentes canales de aire y de cable, existía 
            una imagen repetida : cientos de jubilados en condiciones humillantes 
            para cobrar un sueldo que, más que remuneración, se 
            asemeja a una limosna.
            Ellos no han trabajado toda una vida para recibir, casi de rodillas, 
            humillaciones y mentiras que van llenando la poca esperanza que les 
            queda.
            Por anhelo de justicia han trabajado y aportado durante tantos años, 
            y la justicia son palabras mentirosas que salen disparadas de las 
            bocas de diferentes funcionarios.
            Por dignidad han confiado en las instituciones de este país, 
            y la dignidad se ha convertido en un deseo "ostentoso" y 
            "utópico".
            Contrariamente a lo que se pueda pensar, ellos han intentado hacer 
            valer su derecho mediante gritos de repudio, un tanto desgastado por 
            los años, pero con la vitalidad de un adolescente. Como para 
            los funcionarios esos gritos son simplemente "murmullos de viejos", 
            nuestros abuelos fueron más allá de eso y decidieron 
            entregar lo más valioso para una persona: la vida. Tal vez, 
            de esa manera, pensaron, nuestros gobernantes abrirían su corazón.
            Lo cierto es que una vida más se lleva, no este país, 
            sino sus administradores.
            "Cuántos personas más tendrán que morir?", 
            dicen algunos. Al parecer, muchos más. Pero ojo: la muerte 
            humana es dolorosa, pero más dolorosa es la del olvido.
            Un ser humano murió la semana pasada en la puerta de un banco, 
            pero miles de abuelos mueren cada día por el desprecio y la 
            falta de consideración que muchas veces le brindamos.
            Ellos tiene solamente derechos, ya que sus obligaciones claudicaron 
            con el tiempo. Es nuestra obligación hacer que sus derechos 
            tomen vigor.
            Si no lo hacemos por ellos, hagámoslo por nosotros mismos; 
            porque no olvidemos que algún día seremos "abuelos"