Apóstatas
y ciegos
Por
Juan Gabriel Labaké
Al
finalizar la semana anterior, los argentinos estábamos indignados:
el presidente, los gobernadores (salvo unas poquísimas excepciones),
los legisladores nacionales (también con algunas excepciones),
y las dirigencias partidarias, sin excepción alguna, habían
cometido una enorme y definitiva apostasía. Los responsables
de cada uno de los tres partidos que protagonizaron la política
en los últimos 20 años pisotearon los postulados de
sus fundadores, los principios e ideales que les dieron origen y razón
de ser.
De aquel Hipólito Yrigoyen que supo plantarse ante la prepotencia
de los "aliados" y de los alemanes, y salvar tanto el honor
como la soberanía nacional durante la Primera Guerra; de ese
mismo Yrigoyen que tuvo el coraje de retirar a nuestro país
de la Asamblea fundacional de la Liga de las Naciones, porque los
"globalizadores" de ese momento (los triunfadores de dicha
guerra) le negaron el ingreso a los países vencidos (único
y honroso caso en aquella Asamblea); de ese Yrigoyen que enseñó
al mundo entero que "los pueblos son sagrados para los pueblos,
y las naciones para las naciones" (primera semilla de la Tercera
Posición); de ese Yrigoyen, digo, los radicales de hoy no han
dejado vivo ni el rastro. Lo han pisoteado 14 veces ante el altar
del FMI.
De nuestro Juan Domingo Perón, el que enfrentó con valentía
y templanza a los segundos "globalizadores" del siglo XX;
ése que hizo añicos el bloqueo a España, el que
se negó a entrar en la trampa de los acuerdos de Bretton Woods
(FMI y Banco Mundial incluidos), el que desarrolló un comercio
exterior libre de ataduras, al firmar 32 acuerdos bilaterales que
le permitieron burlar el cerco del dólar tendido por EEUU,
el que proclamó ante el mundo las tres banderas (la cuarta,
la de la identidad cultural nacional, la agregó en su discurso
del 1º de mayo de 1974, al inaugurar el período parlamentario);
el Perón creador de la Tercera Posición, que nos devolvió
la honra y la soberanía nacionales, ese Perón recibió,
a su vez, las14 traiciones de parte de los actuales usurpadores de
siglas y banderas, de cantos y escudos. Casualidad o no, 14 son también
las estaciones del Vía Crucis.
Del Frepaso es poco lo que podemos decir. Nunca tuvo un cuerpo de
doctrina nacional y popular. Fue sólo la expresión de
un sector de la clase media argentina, que se identifica como "progresista".
Pero sus actuales corifeos ni eso respetaron. Dejaron de ser "progres"
para mimetizarse, sin pudor, con los mercaderes del FMI, del BM y
del Tesoro anglo-norteamericano. Es un triunfo más del virrey
que mora en Palermo.
Por todo ello, el fin de semana anterior nos encontró indignados.
Hoy, la indignación ha dado paso al asombro y al temor. Estamos
gobernados por políticos que son, no sólo apóstatas,
sino también ciegos de alta peligrosidad.
Nadie puede entender cómo llegó el presidente Duhalde
a efectuar los desastrosos nombramientos ministeriales de estos últimos
siete días. El Dr. Roberto Lavagna, a poco de comenzar su tarea,
ha demostrado que de aquel economista peronista que nosotros conocimos
y tratamos, y con quien incluso compartimos algunos trabajos, no queda
ni el rastro. Hoy está transformado en un "globalizador"
más, con una cierta cuota de soberbia agregada. Ya no es más
Margarita, ahora se llama Margot...
El señor Matzkin, a pesar de no ser de lo peor que se puede
esperar de este elenco gobernante, ni mucho menos, está tan
ligado a José Luis Manzano que su nombramiento nos produce
escalofríos.
El señor Atanassof, y dicho sea esto sin menoscabo de sus cualidades
humanas, no tiene ni por asomo la envergadura política como
para ser Jefe de Gabinete. No se entiende cómo soportan una
afrenta así algunos ministros y secretarios a quienes, aunque
están en la vereda opuesta a nosotros, les reconocemos antecedentes
y preparación política adecuados. Luego de Capitanich,
vino Atanassof... ¡Poca consideración debe tener el Dr.
Duhalde respecto de las importantes funciones que la Constitución
deja en manos del Jefe de Gabinete!
Y, finalmente, el nombramiento de la Sra. Caamaño de Barrionuevo
en el Ministerio de Trabajo es una decisión que habla de una
ceguera insondable. Tampoco su personalidad y sus antecedentes políticos
avalan su designación. Pero eso no es lo peor. Es esposa de
un hombre a quien hasta los chicos sindican como socio de Noziglia
en todas las trapisondas políticas (y de las otras...) "bipartidarias"
que se han cometido desde la presidencia del Dr. Alfonsín en
adelante, cualquiera haya sido el gobernante de turno. El Pami, la
Anses, varias Obras Sociales sindicales, y otros entes recaudadores
y/o prestadores de servicios sociales han sabido y saben aún
de las andanzas, y sufrido las consecuencias depredadoras del accionar
de este dúo de historia poco clara e imagen tenebrosa. Por
si fuera poco, es público y notorio que Duhalde designó
en su Gabinete a la esposa de Barrionuevo, en trueque por dos pequeños,
casi bastardos, objetivos políticos: calmar a Barrionuevo en
sus aparatosas críticas desde el Senado (de paso, suponía
obtener el apoyo de un grupo grande de senadores) y comprometer a
la CGT "oficialista" (hasta ahora, casi siempre lo ha sido,
por otro lado) de Daer. Dos días alcanzaron para demostrar
que esos dos objetivos de vuelo de perdiz fueron sólo productos
de la fantasía presidencial. Peor: hace muchos años
que no presenciamos una jura de ministros tan fría y solitaria.
Barrionuevo, o "alguien", debió recurrir al gastado
expediente de llevar claque propia (no se sabe si son de Chacarita...),
para que se escucharan al menos algunos aplausos y la marcha, hoy
hipócritamente cantada desde el estrado. Lo único que
logró el Dr. Duhalde, como compensación de su trueque
tan original con Barrionuevo, fue un rosario de disparates y bravuconadas
incendiarias pronunciados por el gastronómico, sólo
comparables, en sus efectos explosivamente destructivos, a la quema
del féretro en 1983.
Frente a esta descomunal crisis económica, política
y social que sufrimos, y teniendo como tenemos enemigos tan poderosos
como inescrupulosos, que desean vernos destruidos y arrodillados ante
ellos, pensar que nuestro destino depende de mentes tan ciegas, y
están en manos tan torpes, hace desaparecer la indignación,
para dar paso sólo al temor por lo que puede venir.
Habrá que apresurar todo lo nuestro, como nunca; habrá
que bajar pancartas y banderías, por legítimas que sean;
habrá que deponer aspiraciones personales, sin escatimar sacrificios,
en aras de una rápida, urgente unificación y organización
de todas las fuerzas que aún permanecemos leales a la Argentina
y a los argentinos, si queremos llegar a tiempo para construir un
porvenir digno de ser vivido.
"Argentinos
por la Patria", debería ser el lema y el objetivo unificador.