No
habrá cambios sin replantear las cuotas de poder que detenta
cada sector
Por
Mirtha Gloria Cure (*)
Todo
el pueblo sabe que a los peronistas, una vez más, nos toca
abarajar el hierro candente de asumir un gobierno de emergencia. Lamentablemente
para todos, estas situaciones se asumen como vienen, ya que las crisis
difícilmente otorgan la oportunidad del beneficio de inventario,
mediante el cual podríamos separar lo que queremos recibir,
de aquello que no desearíamos aceptar.
El problema viene en un solo paquete, y en él se encuentran
envueltos todos los actores sociales que lo armaron. Comienza por
los mayores responsables, tal como los grupos empresariales (principalmente
los bancos) que han determinado el perfil económico de nuestra
desgarrada nación. Y sigue con los partidos (y alianzas) que
convalidaron las decisiones que nos trajeron hasta aquí.
Continúa con las organizaciones que asumen la representación
de sectores claves de nuestra sociedad, las cuales, en más
de una oportunidad, sólo velaron por los intereses del sector.
Y finaliza con cada uno de aquellos que han sido arrastrados por la
fuerza de los acontecimientos, y no han podido, o no han sabido, agruparse
para hacer valer el peso de la mayoría que sin duda son.
Todos, por acción o por omisión, con mayor o menor grado
de responsabilidad, estamos involucrados en este resultado que nos
envuelve.
Esta realidad seguramente no nos gustará, pero siendo ella
la única verdad, no tenemos otro punto de partida para refundar
la Nación; y siendo la envergadura del problema de magnitud
nacional, nadie quedará al margen de la responsabilidad de
aportar, una vez más, para la causa nacional.
Obviamente, habrá que hacer un profundo replanteo de las cuotas
de poder y representación social que cada sector detenta; porque
la práctica nos demuestra, sin lugar a dudas, que si seguimos
aplicando la receta que adjudica al sector financiero el papel de
locomotora de nuestra Nación, ya sabemos que ese recorrido
termina en la estación de la miseria.
Basta observar el comportamiento de los últimos tiempos, cuando
nos vendieron "la fortaleza de la casa matriz" como garantía
de los depósitos, y a la hora de que esa casa matriz respondiera
por su filial en Argentina, desconocieron cualquier responsabilidad
sobre el asunto, pese a que se llevaron el dinero.
Nuestra burguesía industrial, que hace cincuenta años
fuera líder en América Latina, aun hoy nos hace sufrir
a todos las consecuencias de haber abandonado la industrialización
en gran escala, para zambullirse en aquella "timba financiera".
El resultado de esa "avivada" fue que nos quedamos sin exportaciones;
sin divisas que financiaran genuinamente nuestro crecimiento; casi
sin aparato productivo; y como corolario final, casi sin fuentes de
trabajo.
Ese fue el marco que facilitó la más gigantesca operación
de transferencia de ingresos de nuestra historia. Por un lado el despojo
a los sectores asalariados, que de participar en más del 50%
del PBI durante los gobiernos del general Perón, hoy, apenas
recibe el 15% de dicho producto bruto; esto significó que los
asalariados cedieran cientos de miles de millones que fueron a parar
a las arcas de los "dueños del modelo".
Por otro lado, la increíble sangría de la deuda externa,
que en los últimos veinticinco años (según informe
de Mora y Araujo) nos hizo pagar más de doscientos mil millones
de dólares en intereses.
A todo esto, la dirigencia de todos los partidos y sindicatos (la
mayoría de extracción peronista) anduvimos a los tumbos;
y salvo unas pocas excepciones, se careció del poder y/o de
la convicción de crearlo para enfrentar la implantación
del modelo neoliberal que nos arrasó como nación.
Pero atención; todas estas situaciones y cambios no se produjeron
por arte de magia. Ni siquiera se trató de una "maniobra"
expresamente urdida para la Argentina; porque en el contexto de la
globalización, los países cuentan más como regiones
(o parte de ellas) que como estados soberanos. Las reglas impuestas
por la Organización Mundial del Comercio así lo demuestran.
En realidad, semejantes cambios fueron posibles merced a la alteración
de la jerarquía y escala de los valores que hicieron de nuestra
patria una nación -alguna vez- de vanguardia. El método
elegido fue la corrupción. Pero no porque con ella se podía
"robar mejor" el fruto material del esfuerzo de la Nación;
sino porque a través de ella, además de desvalijar la
República, se lograría instalar la desconfianza mutua
entre los integrantes del pueblo, y rota esa cadena de confianza,
prácticamente estaría garantizada la incapacidad organizativa
para enfrentarlos.
Los sucesos de los últimos veinticinco años les dieron
la razón. Corrompiendo a unos ¿centenares? de personajes
importantes, los corruptores se hicieron amos de treinta y pico de
millones de habitantes. Sin querer ser reduccionista, por el ejemplo
que emplearé, nos pasa como en esos partidos de fútbol,
donde doscientos se pelean frente a la vista de veinte mil espectadores,
pero son aquellos doscientos los que determinarán si el partido
sigue o no, y lo que es peor, si los próximos partidos podrán
jugarse o no.
Así planteada la cuestión, quienes reducen la problemática
de nuestra patria a un simple tema de gerenciamiento (si va "fulano"
estamos salvados, pero si viene "mengano" nos hundiremos
sin remedio), no sólo niegan la complejidad de los procesos
socio-políticos, sino que, al ser conocedores de tales complejidades,
en lugar de ayudar a levantarnos de la catástrofe, se convierten
en los saqueadores de nuestras ruinas.
Volviendo a los conceptos iniciales de esta reflexión, los
peronistas abarajamos el hierro candente porque, además de
considerarlo un deber propio de argentinos, tenemos la mayor representatividad
institucional del país; y por lo tanto, somos los responsables
de cambiar los ejes del poder, para favorecer una nueva alianza estratégica
entre los sectores nacionales, basada en la reinstalación de
la cultura del trabajo. Hacerse los desentendidos respecto de nuestro
deber, es traición.
Finalmente, y dirigiéndome a mis compañeros del Movimiento
Nacional, quiero pronunciarme sobre dos cuestiones importantes: la
primera es que no debemos caer en la trampa de la falsa antinomia
de "con todo a favor del FMI o con todo contra el FMI",
pues nuestra experiencia histórica nos demuestra que las soluciones
que necesitan los pueblos nunca se encuentran en esos extremos; la
segunda es que no hay tiempo ni espacio para especulaciones individuales,
pues cada día de crisis que vivimos, es un día más
de sufrimiento para el Pueblo.
Por esa razón, si algún compañero cree que vamos
hacia un precipicio, hay que decirlo con todas las letras y a todo
el país; si alguien piensa que vamos por donde hay que ir,
pero que iríamos más rápido y seguro con otra
conducción u otro equipo de trabajo, también hay que
decirlo públicamente; pero si el "minué" que
la gente observa en los máximos dirigentes, termina siendo
cuestión de sillones y de mezquinas apetencias personales,
quienes entren en ese juego rápidamente se harán acreedores
al desprecio del pueblo que, a no dudarlo, ha aprendido a hacer tronar
el escarmiento. (AIBA)
(*) Diputada provincial. Vicepresidenta segunda del Bloque PJ